La
reina de Saba
En los días de Salomón, rey de Israel, se viajaba más que
antes, y la fama de la majestad, riqueza y sabiduría llegó hasta lo que
entonces se consideraba los fines de la tierra, despertando el interés y
curiosidad de la reina de Seba.
Parece que los viajeros que entonces llegaron a la corte
de la reina hubiesen hablado de Salomón con grande entusiasmo, y la prudente
reina resolvió hacer el viaje largo hasta Jerusalén para conocer, si fuese
posible, tan digno personaje como este rey.
Por en medio había largo trecho de desiertos peligrosos,
donde habitaban algunas tribus salvajes que solían robar a los que pasaban. Y
también había peligros de sed y de fieras, y un sol abrasador para afligirles.
Ninguna de estas cosas impidió a la reina de su propósito de conocer a Salomón.
El Señor Jesús hizo referencia en su predicación a esta
dama, Mateo 12.42, y dijo a sus oyentes: “La reina del sur se levantará en el
juicio con esta, generación, y la condenará, porque vino de los fines de la
tierra para oír la sabiduría de Salomón: y he aquí más que Salomón en este
lugar.
El
Evangelio es la presentación de las grandezas de nuestro Señor Jesús como el
Hijo de Dios, nacido sin pecado de la virgen María, quien vivió y murió por
salvar a los pecadores. Que hizo perfecta expiación de nuestras iniquidades
cuando murió, y que resucitado en prueba de ello está sentado a la diestra de
su Padre en gloria, donde vive para salvar a todos los que vienen arrepentidos
a él.
Este es
el día de anunciar la grandeza, no de una iglesia u otra, no de una religión u
otra, sino de la gloriosa persona de Cristo. Su vida eterna depende de conocer
a Cristo, de recibir a Cristo. “A todos los que le recibieron, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre”, Juan 1.12. Tú
puedes ser religioso, pero si no has recibido a Cristo como tu Salvador, las
ceremonias no pueden limpiar las manchas de tu alma.
La reina de Seba se entrevistó a Salomón con preguntas
difíciles; cosas ciertamente que ni ella ni los suyos podían explicar ni
comprender. Salomón le declaró todo. Tú también tienes tus dificultades. ¿Qué
sucederá al hombre al morir? ¿Existirá todavía, o se acabará como el animal? Si
existe después, ¿dónde estará? Todo lo explicaría Jesús, el mayor que Salomón,
si tu vienes a Él.
En San Lucas capítulo 16,
el Señor Jesús cuenta de dos hombres que murieron. El uno abrió sus ojos en las
llamas eternas del Hades; el otro fue al eterno descanso, salvado por gracia.
Sólo el Señor Jesús ha podido revelarnos cosas semejantes.
Él nunca habló de un purgatorio ni de un limbo. Tales
ideas han venido del paganismo, pero El sí habló con claridad del infierno y
del cielo. Si vienes a él para ser lavado en su preciosa sangre, le conocerás
como tu Salvador, y tú también quedarás estupefacto de las grandezas y glorias
de la persona mayor de Salomón.
Las riquezas que rodeaban a Salomón durante su reinado son figura de las glorias de nuestro Señor en su reinado futuro. Los que hoy sufren el desprecio con Cristo, gozarán con él en aquella gloria celestial. ¿Dónde estarás en aquella eternidad?
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