Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
(1 Co 10:31)
Cuando niño trabajé para un zapatero
escocés llamado Dan Mackay,
un cristiano sincero. Mi tarea consistía en martillar el
cuero utilizado para
las suelas de los zapatos. Debía tomar un pedazo de piel de vaca
cortado al tamaño adecuado y empaparlo en agua. Luego, con un
pequeño yunque sobre mis rodillas y con un martillo de cabeza plana,
debía golpear estas suelas hasta que estuviesen duras y secas.
Me parecía un trabajo sin fin y, a menudo, estaba exhausto.
Lo que hacía mi trabajo aún
más difícil era la presencia de la tienda de
otro zapatero, algunas casas más lejos. Allí había hombre impío que
invitaba al vecindario a participar de sus historias obscenas, historias
que le causaban temor hasta a sus respetables padres. Sin
embargo, de alguna manera, su trabajo parecía prosperar. Un día me
di cuenta que no martillaba las suelas, sino que las tomaba del
agua y las clavaba directamente, salpicando agua cada vez que hincaba
un clavo. Cierto día me aventuré a entrar a su taller. Tímida- mente
le dije: «Veo que usted fija las suelas mientras todavía están húmedas.
¿Es igual de bueno que fijarlas luego de martillarlas hasta dejarlas
duras y secas?». Con una mirada maliciosa, me respondió: «¡De
esta manera todos vuelven más rápido por este lugar, niño!»
Pensando que había aprendido
algo nuevo, le conté esto a mi jefe. El Sr. Mackay dejó lo que
estaba haciendo, abrió su Biblia y me leyó lo
siguiente: “Hacedlo todo para la gloria de Dios”. «Harry», me dijo, «no
reparo zapatos sólo por el dinero que recibo de mis clientes. Lo
hago por la gloria de Dios. Deseo ver apilado cada zapato que alguna
vez repare en el tribunal de Cristo y no quiero que el Señor me
diga en aquel momento: ‘Dan, hiciste un trabajo defectuoso’. Quiero
que me diga: ‘Bien, buen siervo y fiel’». Luego me explicó que
sólo algunos hombres son llamados a predicar, así que él fue llamado
a arreglar zapatos, y que su testimonio contaría para Dios sólo
si lo hacía bien (cf. Col. 3:23-25).
H.A. Ironside
Meditaciones Bíblicas
Diarias: El Señor está cerca
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