Salmo 27:14
El
Espíritu Santo tiene sus propias palabras para hacernos entender algunas
verdades profundas. Las palabras "Aguarda” y "Espera” tienen a
menudo, apariencia de solamente darnos algún aviso oportuno, pero en realidad,
tienen en sí una profundidad de experiencia que no todos los hijos de Dios
entienden, o si las entienden, quieren decir tanto, que no fácilmente son
obedecidas.
Las
palabras "Aguarda” y "Espera” están en completa oposición al espíritu
de la vida moderna. Dios nos dice "aguarda”, pero nosotros nos queremos
mover de un lado a otro con rapidez. Él nos dice: "Estad quietos”, pero
nosotros queremos constante excitación y muchas veces nos irritamos y nos
ponemos nerviosos cuando alguien nos aconseja la quietud, y nos rebelamos y
proseguimos con determinación en contra del consejo que es de acuerdo con la
Palabra de Dios. Después, cuando la ligereza nos trae fracasos y tristezas,
realizamos nuestra desobediencia las palabras que oímos. A menudo, arreglamos
nuestros asuntos rápidamente y así nos envolvemos en tremendos e innecesarios
sufrimientos. La dificultad es que oramos, pero no esperamos, ni muchas veces
queremos saber la mente del Señor, porque nos parece que será contrario a lo
que nosotros deseamos, por lo tanto, nos levantamos apresuradamente para no dar
oportunidad al Señor de decirnos la palabra "aguarda”, "espera”.
La
impaciencia es una de las más poderosas fuerzas que embarga al creyente e
impide la voluntad de Dios. “Aguarda", "espera" es un fundamento
seguro para el corazón rendido a la voluntad de Dios. Dios es nuestro refugio
y fortaleza y si queremos experimentar su voluntad en cualquier asunto, tenemos
que aprender a "esperar", que quiere decir “confiar", para tener
la mente de Dios.
David
dijo una vez: "Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; más
nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria" Sal. 20.7.
¿Por qué se hace mención de carros y caballos? Porque se recuerda cuando Israel
pasó el mar Rojo Dios deshizo los carros y los caballos en quienes los egipcios
tenían gran confianza. Por eso también hallamos en el Salmo 33.17;
"Vanidades el caballo para salvarse; por la grandeza de su fuerza no
librará". "El caballo se apareja para el día de la batalla: más de
Jehová es el salvar" Pr. 21.31.
En
2 Crónicas 20 hallamos una ilustración llena de la más grande enseñanza para
nosotros de lo que quiere decir "aguarda a Jehová", Cuando a Josafat se
le dijo: "Contra ti viene una gran multitud" él tuvo temor y fue a
consultar a Jehová, y no sólo él, sino muchos otros se juntaron para pedir
socorro a Jehová, y Él les respondió: "No temáis ni os amedrentéis
delante de esta tan grande multitud: porque no es vuestra la guerra, sino de
Dios...No habrá para qué vosotros peleéis en este caso: paraos, estad quedos,
y ved la salud de Jehová con vosotros". ¿Qué fue el resultado? Ellos se
estuvieron quedos, cantando a Jehová y alabando la hermosura de su santidad,
mientras tanto, Dios peleó por ellos y, al final, cuando llegaron al valle de
Beracah recogieron grande despojo, hallando "muchas riquezas entre los
cadáveres, así vestidos como preciosos enseres, los cuales tomaron para sí,
tantos, que no los podían llevar; tres días duró el despojo, porque era
mucho". No solamente eso, se volvieron a Jerusalén con gozo, "porque
Jehová les había dado gozo de sus enemigos". Llegaron a la casa de Dios
con salterios, arpas, y bocinas para alabar y cantar a su Dios y Él les fue por
pavor sobre todos los reinos de aquella tierra ¡¡¡y Josafat tuvo reposo;
"porque su Dios le dio reposo de todas partes". ¡Qué maravilloso
cuadro de él que "aguarda" y "espera" a su Dios!
Nuestra
misma experiencia nos hace descubrir que ¡a más grande y triste infidelidad
hacia Dios es el no esperar en El. Esa dificultad la tenemos en nosotros
mismos, y llegamos a ser tales que creemos tener gran sabiduría y fuerza para
arreglar nuestros propios asuntos. Esta dificultad viene del mismo corazón.
Creemos en Dios, tomamos sus promesas, pero realmente no esperamos, descansando
en El. Pensamos que creemos a Dios, pero realmente somos extraños a lo que
quiere decir: "Sí, espera a Jehová". Eso envuelve una completa
confianza y un deseo de verdaderamente hacer su voluntad y esperar a lo que El
realmente quiere.
Este
"espera en Jehová", llena de descanso el alma. Cuando nos
acostumbramos a orar y esperar verdaderamente en Dios, trae gloria y alabanza a
El mismo, y nos da paz y seguridad a nosotros, pero la mayor parte de las
veces, nos arrodillamos y oramos ligero, porque NOS URGE ir a hacer algo y sólo
repetimos nuestras oraciones, sin esperar siquiera para oír la voz de Dios,
Nosotros hablamos, pero no dejamos tiempo para que Ei nos hable y así, salimos
de su presencia sin siquiera tener seguridad de su voluntad en lo que hemos
pedido.
En Josafat
hallamos otra lección maravillosa que bien puede ser la experiencia personal de
muchos de los hijos de Dios. En contraste con la que hemos visto antes, Josafat
trabó amistad con Acab, y no solo amistad, sino parentesco. Este Acab mató muchas
ovejas y bueyes para recibir a Josafat quien llegó a visitarlo. Sin duda lo
hizo con astucia, porque quería pedir a Josafat ir a la guerra con él en contra
de Ramoth de Galaad. Al decirle: “¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad?” Josafat
le contestó: “Como yo, así también tú; y como tu pueblo, así también mi
pueblo: iremos contigo a la guerra”. Después para llenar las fórmulas de
consultar a Jehová Josafat dijo: “¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, que
por él preguntemos?” ¿De qué servía la consulta, si ya había dicho antes: “como
yo, así también tú; y como tu pueblo, así también mi pueblo: iremos contigo a
la guerra”? ¡Pobre Josafat! A pesar de que oyó las palabras del profeta que
decía si rey Acab: “Jehová ha decretado el mal acerca de ti” acompañó a Acab a
la guerra, y como el enemigo había dicho: “no paliéis con chico ni con grande,
sino sólo con el rey de Israel”, al ver a Josafat vestido con vestiduras
reales, se dirigen a él y lo cercan para matarlo, pero “Josafat clamó y
ayudóle Jehová, y apartólos Dios de él” 2 Cr. 18.1-31.
Aquí vemos
pues, las dos maneras de acercarse a Dios para conocer su voluntad: la una, con
deseo verdaderamente de no sólo conocerla, pero también hacerla, esperando en
El: y la otra, consultando, pero teniendo ya decidido lo que se quiere hacer.
En
Jeremías 42 hallamos otra lección. Después de haber caído en cautividad en
Babilonia, el resto se dirigió a Jeremías, para que éste hiciera oración por
ellos a Jehová, consultándole qué debían hacer, si quedarse en Jerusalén o salir
de allí. Jeremías fielmente consulta a Dios por ellos y les lleva la respuestas
“Así ha dicho Jehová Dios de Israel, al cual me enviasteis para que hiciese
caer vuestros ruegos en su presencia: si os quedareis quietos en esta tierra,
os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré”, pero al oír
esas palabras que íes ordenaban quedarse quietos en el lugar donde estaban,
como no les parecía esa quietud, se rebelaron y le dijeron a Jeremías; “Mentira
dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir: no entréis en Egipto a
peregrinar allí”. Ellos querían ir a Egipto, porque pensaban que allí no oirían
sonido de trompeta, ni verían guerra ni hambre, por lo tanto, aunque consultaron
para saber la voluntad de Dios, como esa voluntad era en contra de lo que ellos
querían, la hicieron completamente a un lado y decidieron irse a Egipto y más
tarde Dios, para castigar su desobediencia, tuvo que castigar a Egipto también
y allí les alcanzó el mal que Jehová había dicho les alcanzaría.
“No
te apresures a irte de delante de él” ...porque él hará todo lo que quisiere,
Ec. 8.3. Cuando realizamos que después de todo nuestro afán El hará según su
voluntad, es para nosotros quedarnos completamente quietos y sumisos a ese
querer y a esa voluntad, pero la impaciencia y el apresuramiento es lo que nos
coloca bajo la mano fuerte de nuestro Dios para castigarnos y hacernos pasar
años, a veces, de sufrimiento y disciplina.
Moisés,
tal vez más que ningún otro, tuvo que pasar por esta experiencia que le costó
40 años de espera y sumisión, escondido en el desierto de Madián hasta que su voluntad
había entrado en tal sumisión a la de Dios, que llegó a ser completamente
flexible en las manos de Él, La Palabra nos dice que. cuando Moisés era ya
grande “LE VINO VOLUNTAD de visitar a sus hermanos los hijos de Israel... Pero ÉL
PENSABA que sus hermanos entendían que Dios les había de dar salud (salvación)
por su mano; más ellos no lo habían entendido” Hch, 7.23-28,
Ciertamente
que era la voluntad de Dios que él viniera a ser el libertador de sus hermanos,
pero no era el tiempo de Dios, no estaba su siervo en condiciones para hacerlo
todavía. La ligereza de su carácter en aquel entonces, le precipitó a querer
cumplir los planes de Dios y Dios permitió que aquel su siervo tan amado
viniera a parar en ser un asesino, por cuya causa tuvo que salir huyendo y
meterse a la verdadera escuela de Dios en el desierto. Todo esto es muy
maravilloso para nuestro corazón que está siempre tan listo a hacer lo que
pensamos es lo mejor. Gracias a Dios que Moisés pudo quedarse quieto en aquel
desierto, donde apacentó las ovejas de Jetro su suegro, Debe haber sido duro
para él, salir de todo un palacio con todas las comodidades, y de repente encontrarse
metido y obligado a permanecer escondido por causa de su ligereza, pero gracias
a Dios que supo quedarse allí completamente quieto, hasta que Dios, Dios mismo,
se le apareció y se le reveló como el Dios Todopoderoso. Entonces, fue
capacitado para realmente cumplir aquellos propósitos que antes quiso hacer
sin la orden de Dios.
Podríamos
pasar por toda la Biblia y y en toda ella encontramos los mismos fracasos y
castigos, por causa de no esperar a Jehová. “La intención de la carne es
enemistad contra Dios: porque no se sujeta a la ley de Dios” Ro. 8.7, entonces,
no sujetarnos a su voluntad es también pecado y, por lo tanto, el siempre
engendra muerte, No “esperar” o “aguardar” a Jehová es pecado y naturalmente
nos llevará a fracaso y disciplina.
Quiera
Dios darnos esa confianza completa para esperar siempre en El, para que gocemos
de mejor y más abundante bendición y alegría en nuestro corazón.
Espera en
Jehová...encomienda a Jehová tu camino, espera en él: y él hará... Calla a
Jehová y espera en él...Espera en Jehová y guarda su camino, y él te ensalzará”
Sal. 37,3,7,34: “Aguarda a Jehová: esfuérzate, y aliéntese tu corazón. Sí.
espera a Jehová” Sal. 27.14.
Contendor por la fe, 1944, N° 53-54