sábado, 10 de octubre de 2020

Aguarda a Jehová

 Salmo 27:14


            El Espíritu Santo tiene sus propias palabras para hacernos entender algunas verdades profundas. Las palabras "Aguarda” y "Espera” tienen a menudo, apariencia de solamente darnos algún aviso oportuno, pero en realidad, tienen en sí una profundidad de experiencia que no todos los hijos de Dios entienden, o si las entienden, quieren decir tanto, que no fácil­mente son obedecidas.

            Las palabras "Aguarda” y "Espera” están en completa oposición al espíritu de la vida moderna. Dios nos dice "aguarda”, pero nosotros nos queremos mover de un lado a otro con rapidez. Él nos dice: "Es­tad quietos”, pero nosotros queremos constante excitación y muchas veces nos irritamos y nos ponemos nerviosos cuando alguien nos aconseja la quietud, y nos rebelamos y proseguimos con determinación en contra del consejo que es de acuerdo con la Palabra de Dios. Después, cuando la ligereza nos trae fracasos y tristezas, realizamos nuestra desobediencia las pala­bras que oímos. A menudo, arreglamos nuestros asun­tos rápidamente y así nos envolvemos en tremendos e innecesarios sufrimientos. La dificultad es que oramos, pero no esperamos, ni muchas veces queremos saber la mente del Señor, porque nos parece que será contrario a lo que nosotros deseamos, por lo tanto, nos levantamos apresuradamente para no dar oportunidad al Señor de decirnos la palabra "aguarda”, "espera”.

            La impaciencia es una de las más poderosas fuer­zas que embarga al creyente e impide la voluntad de Dios. “Aguarda", "espera" es un fundamento segu­ro para el corazón rendido a la voluntad de Dios. Dios es nuestro refugio y fortaleza y si queremos experimentar su voluntad en cualquier asunto, tene­mos que aprender a "esperar", que quiere decir “confiar", para tener la mente de Dios.

            David dijo una vez: "Estos confían en carros, y aquéllos en caballos; más nosotros del nombre de Jeho­vá nuestro Dios tendremos memoria" Sal. 20.7. ¿Por qué se hace mención de carros y caballos? Porque se recuerda cuando Israel pasó el mar Rojo Dios deshizo los carros y los caballos en quienes los egipcios tenían gran confianza. Por eso también hallamos en el Sal­mo 33.17; "Vanidades el caballo para salvarse; por la grandeza de su fuerza no librará". "El caballo se apareja para el día de la batalla: más de Jehová es el salvar" Pr. 21.31.

            En 2 Crónicas 20 hallamos una ilustración llena de la más grande enseñanza para nosotros de lo que quiere decir "aguarda a Jehová", Cuando a Josafat se le dijo: "Contra ti viene una gran multitud" él tuvo temor y fue a consultar a Jehová, y no sólo él, sino muchos otros se juntaron para pedir socorro a Jehová, y Él les respondió: "No temáis ni os amedren­téis delante de esta tan grande multitud: porque no es vuestra la guerra, sino de Dios...No habrá para qué vosotros peleéis en este caso: paraos, estad que­dos, y ved la salud de Jehová con vosotros". ¿Qué fue el resultado? Ellos se estuvieron quedos, cantando a Jehová y alabando la hermosura de su santidad, mien­tras tanto, Dios peleó por ellos y, al final, cuando llegaron al valle de Beracah recogieron grande despo­jo, hallando "muchas riquezas entre los cadáveres, así vestidos como preciosos enseres, los cuales tomaron para sí, tantos, que no los podían llevar; tres días du­ró el despojo, porque era mucho". No solamente eso, se volvieron a Jerusalén con gozo, "porque Jehová les había dado gozo de sus enemigos". Llegaron a la casa de Dios con salterios, arpas, y bocinas para alabar y cantar a su Dios y Él les fue por pavor sobre todos los reinos de aquella tierra ¡¡¡y Josafat tuvo reposo; "porque su Dios le dio reposo de todas par­tes". ¡Qué maravilloso cuadro de él que "aguarda" y "espera" a su Dios!

            Nuestra misma experiencia nos hace descubrir que ¡a más grande y triste infidelidad hacia Dios es el no esperar en El. Esa dificultad la tenemos en no­sotros mismos, y llegamos a ser tales que creemos tener gran sabiduría y fuerza para arreglar nuestros propios asuntos. Esta dificultad viene del mismo cora­zón. Creemos en Dios, tomamos sus promesas, pero realmente no esperamos, descansando en El. Pensa­mos que creemos a Dios, pero realmente somos extra­ños a lo que quiere decir: "Sí, espera a Jehová". Eso envuelve una completa confianza y un deseo de verdaderamente hacer su voluntad y esperar a lo que El realmente quiere.

            Este "espera en Jehová", llena de descanso el alma. Cuando nos acostumbramos a orar y esperar verdaderamente en Dios, trae gloria y alabanza a El mismo, y nos da paz y seguridad a nosotros, pero la mayor parte de las veces, nos arrodillamos y oramos ligero, porque NOS URGE ir a hacer algo y sólo repetimos nuestras oraciones, sin esperar siquiera para oír la voz de Dios, Nosotros hablamos, pero no dejamos tiempo para que Ei nos hable y así, salimos de su presencia sin siquiera tener seguridad de su voluntad en lo que hemos pedido.

            En Josafat hallamos otra lección maravillosa que bien puede ser la experiencia personal de muchos de los hijos de Dios. En contraste con la que hemos visto antes, Josafat trabó amistad con Acab, y no solo amistad, sino parentesco. Este Acab mató mu­chas ovejas y bueyes para recibir a Josafat quien llegó a visitarlo. Sin duda lo hizo con astucia, porque quería pedir a Josafat ir a la guerra con él en contra de Ramoth de Galaad. Al decirle: “¿Quieres venir conmigo a Ramot de Galaad?” Josafat le con­testó: “Como yo, así también tú; y como tu pueblo, así también mi pueblo: iremos contigo a la guerra”. Después para llenar las fórmulas de consultar a Jehová Josafat dijo: “¿Hay aún aquí algún profeta de Jehová, que por él preguntemos?” ¿De qué servía la consulta, si ya había dicho antes: “como yo, así también tú; y como tu pueblo, así también mi pueblo: iremos con­tigo a la guerra”? ¡Pobre Josafat! A pesar de que oyó las palabras del profeta que decía si rey Acab: “Jehová ha decretado el mal acerca de ti” acompañó a Acab a la guerra, y como el enemigo había dicho: “no paliéis con chico ni con grande, sino sólo con el rey de Israel”, al ver a Josafat vestido con vesti­duras reales, se dirigen a él y lo cercan para ma­tarlo, pero “Josafat clamó y ayudóle Jehová, y apartólos Dios de él” 2 Cr. 18.1-31.

            Aquí vemos pues, las dos maneras de acercarse a Dios para conocer su voluntad: la una, con deseo ver­daderamente de no sólo conocerla, pero también ha­cerla, esperando en El: y la otra, consultando, pero teniendo ya decidido lo que se quiere hacer.

            En Jeremías 42 hallamos otra lección. Después de haber caído en cautividad en Babilonia, el resto se dirigió a Jeremías, para que éste hiciera oración por ellos a Jehová, consultándole qué debían hacer, si quedarse en Jerusalén o salir de allí. Jeremías fiel­mente consulta a Dios por ellos y les lleva la respues­tas “Así ha dicho Jehová Dios de Israel, al cual me enviasteis para que hiciese caer vuestros ruegos en su presencia: si os quedareis quietos en esta tierra, os edificaré, y no os destruiré; os plantaré, y no os arrancaré”, pero al oír esas palabras que íes orde­naban quedarse quietos en el lugar donde estaban, como no les parecía esa quietud, se rebelaron y le dijeron a Jeremías; “Mentira dices; no te ha enviado Jehová nuestro Dios para decir: no entréis en Egipto a peregrinar allí”. Ellos querían ir a Egipto, porque pensaban que allí no oirían sonido de trompeta, ni verían guerra ni hambre, por lo tanto, aunque con­sultaron para saber la voluntad de Dios, como esa voluntad era en contra de lo que ellos querían, la hi­cieron completamente a un lado y decidieron irse a Egipto y más tarde Dios, para castigar su desobedien­cia, tuvo que castigar a Egipto también y allí les al­canzó el mal que Jehová había dicho les alcanzaría.

            “No te apresures a irte de delante de él” ...por­que él hará todo lo que quisiere, Ec. 8.3. Cuando rea­lizamos que después de todo nuestro afán El hará según su voluntad, es para nosotros quedarnos completa­mente quietos y sumisos a ese querer y a esa voluntad, pero la impaciencia y el apresuramiento es lo que nos coloca bajo la mano fuerte de nuestro Dios para cas­tigarnos y hacernos pasar años, a veces, de sufrimien­to y disciplina.

            Moisés, tal vez más que ningún otro, tuvo que pasar por esta experiencia que le costó 40 años de espera y sumisión, escondido en el desierto de Madián hasta que su voluntad había entrado en tal sumisión a la de Dios, que llegó a ser completamente flexible en las manos de Él, La Palabra nos dice que. cuando Moisés era ya grande “LE VINO VOLUNTAD de visitar a sus hermanos los hijos de Israel... Pero ÉL PENSABA que sus hermanos entendían que Dios les había de dar salud (salvación) por su mano; más ellos no lo habían entendido” Hch, 7.23-28,

            Ciertamente que era la voluntad de Dios que él viniera a ser el libertador de sus hermanos, pero no era el tiempo de Dios, no estaba su siervo en condi­ciones para hacerlo todavía. La ligereza de su carác­ter en aquel entonces, le precipitó a querer cumplir los planes de Dios y Dios permitió que aquel su siervo tan amado viniera a parar en ser un asesino, por cuya causa tuvo que salir huyendo y meterse a la verda­dera escuela de Dios en el desierto. Todo esto es muy maravilloso para nuestro corazón que está siempre tan listo a hacer lo que pensamos es lo mejor. Gra­cias a Dios que Moisés pudo quedarse quieto en aquel desierto, donde apacentó las ovejas de Jetro su sue­gro, Debe haber sido duro para él, salir de todo un palacio con todas las comodidades, y de repente en­contrarse metido y obligado a permanecer escondido por causa de su ligereza, pero gracias a Dios que supo quedarse allí completamente quieto, hasta que Dios, Dios mismo, se le apareció y se le reveló como el Dios Todopoderoso. Entonces, fue capacitado para real­mente cumplir aquellos propósitos que antes quiso hacer sin la orden de Dios.

            Podríamos pasar por toda la Biblia y y en toda ella encontramos los mismos fracasos y castigos, por causa de no esperar a Jehová. “La intención de la car­ne es enemistad contra Dios: porque no se sujeta a la ley de Dios” Ro. 8.7, entonces, no sujetarnos a su voluntad es también pecado y, por lo tanto, el siempre engendra muerte, No “esperar” o “aguar­dar” a Jehová es pecado y naturalmente nos llevará a fracaso y disciplina.

            Quiera Dios darnos esa confianza completa para esperar siempre en El, para que gocemos de mejor y más abundante bendición y alegría en nuestro corazón.

            Espera en Jehová...encomienda a Jehová tu camino, espera en él: y él hará... Calla a Jehová y espera en él...Espera en Jehová y guarda su camino, y él te ensalzará” Sal. 37,3,7,34: “Aguarda a Jehová: esfuérzate, y aliéntese tu corazón. Sí. espera a Jeho­vá” Sal. 27.14.

Contendor por la fe, 1944, N° 53-54 

No hay comentarios:

Publicar un comentario