José
Naranjo
Jonás
en el barco
No debían ser muy gratas las impresiones que dejó
Jonás en los marineros tripulantes del barco que partía para Tarsis. (Jonás
1:1-15).
Jonás
vivió para sí; parece ser de los hombres que piensan que agradando ellos a
Dios, poco les importa si los demás se perdieren o se salvaren. Fuera del
capítulo 2 con sus experiencias en el fondo del mar, su contrición y oración,
se muestra huraño e irascible. No hizo nada para introducir el conocimiento del
Dios vivo y verdadero a aquellos paganos idólatras. Jonás no se comportó como
un embajador de Dios ante aquellos extranjeros; se entiende que su corazón no
estaba bien con su Señor a causa de su desobediencia.
·
El
hombre que debía estar firme estaba caído, v. 10.
·
El
que debía reprender a otros fue reprendido, v. 6.
·
El
que debía ser fiel a la ordenanza de su Dios, huía, v. 3.
·
El
que debía estar orando, tenía a los paganos orando por él, v. 14.
·
El
que debía traer bendición, trajo castigo, v.12.
·
El
que debía ser honrado y puesto en alto, es echado abajo, v. 15.
Una
de las virtudes que ataca el pecado es la gracia del creyente para con los
demás. Cuando hay mala conciencia el rostro se pone duro, las palabras ásperas;
hay tendencias de aislarse de los demás; la humildad se aleja para dar cabida
al orgullo.
Es
verdad que Dios ve integridad donde el humano ve flaqueza y extravío, pero no
podemos cerrar las páginas de la historia y sentarnos a mascullar nuestras dudas,
pues de nuestras meditaciones sacamos edificación provechosa. Jonás en el barco
se aisló de los marineros (no para orar) y “se echó a dormir.” En Nínive,
después de dar su austero mensaje, se aisló de los ninivitas, y debajo de una
choza se sentó “hasta ver qué sería de la ciudad.”
Hermanos,
ninguno de nosotros vive para sí. (Romanos 14:7) Tenemos sobre los demás un
influjo para bien o para mal. Algo pasa en el creyente que no está testificando
para su Señor. Hay varias condiciones que pueden coadyuvar a su apatía:
·
que
no está perfecto en el amor (1 Juan 4:17,18).
·
que
hay reservas en su vida para el Señor; Pablo dijo: “Para mí el vivir es
Cristo.” (Filipenses 1:21)
·
que
el creyente está caído: “Tú pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti
mismo? (Romanos 2:21).
·
que
nunca ha experimentado el nuevo nacimiento.
En ninguna
parte de la Biblia el Señor acusa a su profeta Jonás. Su experiencia en el
vientre del pez y en el fondo del mar es uno de los grandes tipos de la
resurrección de Cristo (Mateo 12:39-41), prueba que su Dios era paciente con
él. Así es el Señor con nosotros; por tanto, espera nuestra colaboración.
La
muchacha cautiva en Siria no se recluyó en silencio, ni a llorar su adversidad,
ni tampoco a probar licencias porque estaba ausente de sus hermanos. Estaba
testificando de su Dios. (2 Reyes 5:1-4) David y Jeremías, cada uno en su
tiempo, pasaron grandes pruebas; cada uno resolvió cerrar la boca y no
testificar del nombre de su Dios, pero no pudieron. Estaban sumamente ligados
por el amor a su Redentor y a su pueblo. (Salmo 39:1-3, Jeremías 20:7-11)
Hay un
gran número de creyentes que están viviendo la vida para sí, y cuando son
exhortados y llamados para ayudar en las cosas del Señor se tornan
“respondones.” Sería bueno llevarlos al Médico y decirle: “Examínales, oh Dios,
y conoce su corazón; pruébales y reconoce sus pensamientos: y ve si hay en
ellos camino de perversidad, y guíales en el camino eterno.” (Salmo 139:23,24)
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