El
Señor Jesucristo jamás tuvo el propósito de que sus seguidores fueran de
corazón dividido, o que le siguieran a medias. El. Ei mismo, vino desde la
gloria para ser nuestro Redentor, haciendo la voluntad del Padre. Al final de
su vida Él pudo levantar sus ojos al cielo y decir: "He acabado la obra
que me diste que hiciese” Jn. 17.4.
Aunque obedeció a Dios en todo su
camino, fue rechazado por los hombres; fue desamparado por Dios y al final
sufrió la muerte en la cruz para venir a ser nuestro Salvador. Eso no fue un
camino fácil, ni tampoco El prometió a los suyos un camino de rosas, antes les
fue dicho: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y
tome su cruz y sígame” Mt. 16.24, La negación de sí mismo, y el constante
llevar de su cruz, son los auxiliares de la vida del cristiano.
Cuando los
hombres se enganchan en el ejército tienen que negarse a sí mismos y dejan todo
el confort de la vida para servir a su nación, y si es necesario, morir por
ella. Si somos buenos soldados de Jesucristo, no podremos más que mostrar una
profunda devoción a nuestro bendito Señor, quien nos dice también: ‘‘‘Niéguese
a sí mismo, tome su cruz y sígame”. El aliento que nos da para hacer esto es su
amor. Ei dijo: "Si me amáis, guardad mis mandamientos” Jn, 14.15.
Los
cristianos de corazón dividido no pueden gozarse de lleno en las cosas del
mundo, ni tampoco pueden ganar una recompensa en los cielos. Leemos: Ninguno
puede servir a dos señores...no podéis servir a Dios y a Mammón” Mt. 6.24.
Debemos
ser cristianos de todo Corazón
Muchos
tienen grande dificultad en conocer la voluntad de Dios, pero “el que quisiere
hacer su voluntad, conocerá" Jn. 7.17, Tenemos que confrontar eso, si
queremos ser cristianos de todo corazón. Tenemos que desear hacer la voluntad
de Dios. “Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra” Is. 1.19.
¿No dijo
nuestro Señor y Maestro: “Padre mío, si no puede este vaso pasar de mí sin que
yo lo beba, hágase tu voluntad”? Mt. 26.42. Su cruz y sus sufrimientos fueron
tales, como nunca podremos imaginar, sin embargo, Él bebió la copa para nuestro
bien, y para la gloria de su Padre, y ahora Él nos dice: “Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas” Mt. 11.29.
¡Qué
bendita compañía es la de Él! Algunos cristianos son hipercríticos y es
difícil estar en completa comunión con ellos, pero no así nuestro bendito
Señor, Él es “humilde y manso de corazón”. Él no quiere que llevemos nosotros
solos las cargas y tristezas de la vida, antes dice: “Llevad mi yugo sobre
vosotros, y aprended de mí...y hallaréis descanso para vuestras almas porque mi
yugo es fácil, y ligera mi carga”. El amor siempre hace fácil el camino y Él
nos ama con amor eterno, con eso nos regocijamos ahora y por toda la
eternidad. ¡Qué cuadro se nos presenta aquí! Con todo derecho, el Señor Jesucristo
nos podría haber dicho: “Yo os he escogido, no os pertenecéis, yo demando que
me sirváis, Yo pido que me deis vuestro todo”, pero en lugar de eso Él se para
pacientemente a nuestro lado y, tomando su yugo y alargándolo hacia - nosotros,
nos dice con anhelo y amor: “Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí...y
hallaréis descanso” no seremos chasqueados, pero hallaremos “descanso para nuestras
almas” Mt. 11.29.
Los
cristianos de Macedonia son un ejemplo para nosotros. De acuerdo con la
historia sabemos que la guerra había desbastado sus tierras, dejándolos en suma
pobreza, sin embargo, cuando oyeron de la necesidad de los santos en Judea y
recordaron que por ellos habían venido al conocimiento del evangelio de la
gracia de Dios, el amor les hizo ser liberales para dar sobre sus fuerzas.
Pablo, escribiendo de ellos dijo: “Asimismo, hermanos, os hacemos saber la
gracia de Dios que ha sido dada a las iglesias de Macedonia: que, en grande
prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron
en riquezas de su bondad. Pues de su grado han dado conforme a sus fuerzas, yo
testifico, y aun obre sus. fuerzas; pidiéndonos con muchos ruegos, que
aceptásemos la gracia y la comunicación del servicio para los santos. Y no como
lo esperábamos, más aún ASI MISMOS SE DIERON PRIMERAMENTE AL SEÑOR, y a
nosotros por la voluntad de Dios” 2 Co, 8.1-5.
Ciertamente tenían el yugo de Cristo
sobre ellos, y el amor que tenían para El, les hacía pensar en los demás,
Seremos mejores exponentes del amor de Dios, si tomamos su yugo sobre nosotros
y aprendemos de Él. Hay cristianos que nunca han hecho lo que hizo Pablo,
quien en el mero día de su conversión pudo darse completamente a Cristo. El
principió su vida cristiana, con las palabras; “Señor, ¿qué quieres que haga?”
Hch. 9,6, y sin jactarse pudo decir al final de su vida; “He peleado la buena
batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está
guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel
día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” 2 Ti, 4 7,8.
¡Cuántos hay como Demas que, “amando este siglo”, 2 Ti, 4.10, dejan de amar la
venida de nuestro Señor Jesucristo!
¿Qué
significa o qué quiere decir amar la venida de nuestro Señor Jesucristo?
Algunos piensan que quiere decir estar “alegres con el pensamiento” de que Él
viene por los suyos; pero recordemos que la “aparición de nuestro Señor
Jesucristo” es la venida de El en gloria, 2Ts. 1.7-13. Estamos exhortados a
vivir para Cristo hoy, en vista de su reinado cuando a los siervos fieles se
les darán ciudades para gobernar o reinar sobre ellas, Le. 19.17-19, “Si
sufrimos, (ahora) también reinaremos con él (entonces); si negáremos (en
sufrimiento), él también nos negará” (en reinar) 2 Ti. 2.12. Todos los
cristianos verdaderos tendrán abundante gozo en la. casa del Padre allá en los
cielos, pero solamente aquellos que se han dado de lleno al Señor aquí en la
tierra, participarán en el gobierno de El sobre la tierra. Con la mirada puesta
en aquel día. ¡podremos ser indiferentes al llamamiento que Él nos hace de ir
en pos de Él y tomar su yugo sobre nosotros negándonos a nosotros mismos para
seguirle con entero corazón? Ciertamente que no.
¿Tendremos
excusa por no tener un corazón entero para Cristo? La mayor parte de los
cristianos piensan que en la parábola de la gran cena, los hombres se
mostraron tontos al no querer aceptar la invitación, pues uno dijo: “He
comprado una hacienda y necesito salir y verla”; otro: “he comprado cinco
yuntas de bueyes, y voy a probarlos” y el tercero dijo: “Acabo de casarme, y
por lo tanto no puedo ir” Le. 14.16 20. ¿Será esa nuestra actitud? En lugar de
darle a Cristo el primer lugar, estamos poniendo primero cualquiera otra cosa,
las cosas pequeñas o insignificantes de esta vida.
Uno se llegó al Señor Jesús diciéndole:
“Señor, dame licencia para que vaya primero, y entierre a mi padre. Y Jesús le
dijo; Sígueme, deja que los muertos entierren a sus muertos” Mt. 8,21,22. Otro
le dijo: “Te seguiré, Señor, más déjame que me despida primero de los que
están en mi casa, Y Jesús le dijo; Ninguno que poniendo su mano en el arado
mira atrás, es apto para el reino de Dios” Le. 9.61,62. Pablo, escribiendo a
los Corintios dijo: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a
vosotros mismos. ¿No os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en
vosotros? si ya no sois reprobados” 2 Co. 13.5. Hoy día, muchos debemos examinarnos
a nosotros mismos.
Que cada
cristiano sea cristiano de TODO CORAZON. “Porque somos hechura suya, criados
en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que
anduviésemos en ellas” Ef. 2.10. El Señor Jesucristo en su venida arrojará de
su boca a aquellos que ni son fríos, ni calientes, Ap. 3.15-16. Esto nos enseña
que Él nunca pensó tener hijos o seguidores que fueran de corazón dividido.
¿Perderemos el hermoso plan de Dios, por tener nuestro corazón dividido? “Así
que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional
culto. Y no os conforméis a este siglo; más reformaos por la renovación de
vuestro entendimiento, para que experimentéis cuál sea la buena voluntad de
Dios, agradable y perfecta” Ro, 12.1,2.
Tr.
por M. K.
Contendor
por la fe, N°53-54, 1944
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