jueves, 12 de noviembre de 2020

Si uno confiesa su pecado a Dios, ¿es necesario también confesarlo a otros?

 

Si uno confiesa su pecado a Dios, ¿es necesario también confesarlo a otros?

Nuestra responsabilidad es hacia aquellos a quienes hemos hecho el mal, o sea, hacia Dios, y hacia otros. Si mi confesión a Dios ha sido honesta, y el resultado de una contrición genuina, lo que sigue será la confesión honesta a la persona o personas a quienes he lastimado también. El Señor Jesús demanda que “si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mt 5.23- 24). ¡Ojo! Cualquiera que piense que por haber confesado su pecado a Dios puede ignorar su responsabilidad hacia su prójimo, no ha reconocido que su relación con Dios (“ofrenda al altar”) quedará estorbada hasta que cumpla el requisito “reconcíliate primero con tu hermano”. Santiago trata del pecado no confesado entre creyentes y advierte de la posibilidad del juicio de la enfermedad, o aun la muerte, como juicio divino. “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Stg 5.16). Como mencionamos al principio, la palabra que se usa aquí significa “hablar la misma cosa, abiertamente”

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