jueves, 12 de noviembre de 2020

LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO (10)

 


Por
Hamilton Smith

3. La senda del Piadoso en un Día de Ruina

 

Capítulo 2

(c) La senda de Dios para el individuo en un día de ruina (versículos 19-22)


(Vv. 20, 21). En segundo lugar, no solos debemos separarnos de la iniquidad sino también de las personas asociadas con el mal, llamados aquí utensilios para usos viles (RVR60), o vasos para deshonra (V.M.). El apóstol utiliza la ilustración de una gran casa de un hombre de mundo para presentar la condición en que la Cristiandad ha caído. Aquello que toma el lugar en la tierra de ser la casa de Dios, en lugar de estar aparte del mundo y en contraste al mundo, ha llegado a ser como el mundo y como las casas del mundo, en las que hay utensilios (o vasos) de diferentes materiales utilizados para diferentes propósitos, pero en las cuales los utensilios (o vasos) para usos honrosos pueden ser hallados en contacto con utensilios (o vasos) para usos viles (o para deshonra). Si, no obstante, un utensilio (o vaso) ha de ser útil al Señor (o útil al Dueño), no debe estar en contacto con un utensilio para uso vil (o para deshonra).

            De este modo, el creyente que será útil al Señor es aquel que “se limpia él mismo” de utensilios para usos viles. Se ha señalado que el único otro lugar en el Nuevo Testamento en que la palabra traducida "limpia" es usada es en 1 Corintios 5:7, donde la asamblea de Corintios es instruida de este modo, "limpiaos...de la vieja levadura". Cuando la asamblea estaba en su condición normal, y un perverso era hallado en medio de ellos, se les había instruido “quitar” de entre ellos mismos a la persona perversa. (1 Corintios 5:13). Aquí (v. 20), el apóstol prevé un tiempo cuando la masa profesante estará en una condición tan baja que no habrá poder para quitar al perverso. En una condición tal, cuando toda reconvención piadosa es en vano, los piadosos son instruidos a separarse de los utensilios para usos viles. En ambos casos el principio en el mismo: no debe haber ninguna asociación entre el piadoso y el impío. Para rechazar tal asociación, en un caso - la condición normal - la asamblea debe “limpiarse... de la vieja levadura”: en el otro caso - cuando ya no hay poder para lidiar con el mal - el instrumento para honra debe “limpiarse él mismo” de los utensilios para usos viles separándose de ellos. Alguien ha dicho, Por consiguiente, si cualquiera que lleva el Nombre del Señor, y bajo el pretexto de la unidad, o por amor a la comodidad, o por parcialidad para con sus amigos, tolera el mal que la Escritura muestra que Dios aborrece, un hombre piadoso no tiene otra opción, sino que está obligado a oír la palabra divina y a limpiarse de estos vasos para deshonra.'

            Así, está claro que debemos dejar de hacer el mal antes de aprender a hacer el bien; ya que es solamente separada del mal que cualquier persona es santificada e idónea para el uso que le quiera dar el Señor y preparada para toda buena obra. La medida de nuestra separación será la medida de nuestra preparación. Alguien ha dicho con razón, “En cada época de la iglesia cualquier pequeño esfuerzo por obedecer este mandato ha tenido su recompensa, ya sea que haya sido observado por uno o por más; y quienquiera que se tome el trabajo de investigar el curso de cualquier distinguido siervo del Señor, o de una compañía de creyentes, hallará que la separación del mal circundante fue una de las características principales, y que el servicio y la honra fueron proporcionales a esto, pero que disminuyeron y menguaron cuando esta llave al servicio fue descuidada o no fue utilizada.”

            Para su aliento y estímulo, aquel que actúa conforme a este mandato, se asegura que no sólo será útil para el Señor, sino que él será un "instrumento para honra." Él puede tener que enfrentar las afrentas, e incluso la burla, de aquellos de quienes se separa, pero, dice el apóstol que “será instrumento para honra."

            Estos versículos muestran que la separación es de un carácter doble; primero, debemos retirarnos de todo sistema inicuo; en segundo lugar, debemos separarnos de personas deshonrosas.

            Aquí, entonces, está nuestra autorización para que el individuo se separe de todos estos grandes sistemas de los hombres, que desechan a Cristo como la única Cabeza de Su cuerpo, en los que creyentes e incrédulos están asociados juntos, y en los que no hay poder para lidiar con el mal o admitir principios que hacen imposible que se pueda lidiar con el mal.[1]

(V. 22). La instrucción a separarse del mal es seguida por el mandato igualmente importante, "Huye también de las pasiones juveniles." Habiéndonos separado de las corrupciones de la Cristiandad, debemos tener cuidado de no caer en las corrupciones de la naturaleza. "Pasiones juveniles" no sólo aluden a los más indecorosos deseos de la carne, sino también a todas esas cosas que la naturaleza caída desea con la irreflexiva impetuosidad y obstinación de la juventud. Nunca estamos en mayor peligro de actuar en la carne que cuando hemos actuado en infidelidad al Señor. Alguien ha dicho, 'podemos ser seducidos al relajo moral a través de nuestra satisfacción en nuestra separación eclesiástica.' Cuan razonable es, entonces, esta exhortación a huir también de las pasiones juveniles, siguiendo, como lo hace, el mandato de apartarse de la iniquidad y separarse de los utensilios para usos viles.

            Habiéndonos separado de las corrupciones de la Cristiandad y habiendo rechazado las corrupciones de la naturaleza, somos exhortados a procurar ciertas grandes cualidades morales las cuales dan un carácter positivo a la senda. No se nos dice que sigamos a algún maestro prominente, aunque debemos reconocer de buena gana todo don, si conduce en la senda que tiene estas marcas. Las cualidades que debemos procurar son "la justicia, la fe, el amor y la paz."

            La justicia viene necesariamente en primer lugar, ya que de lo que se trata aquí es de la senda individual. Habiéndonos separado de la iniquidad debemos juzgar nuestros caminos y ver que todas nuestras relaciones prácticas, sean en conexión con el mundo o con el pueblo de Dios, estén de acuerdo con la justicia.

            Luego viene la fe y esto angosta la senda aún más, ya que la fe tiene que ver con Dios; y no todo camino justo es un camino de fe. La justicia práctica hacia los hombres, en el sentido de un trato honesto los unos con los otros, puede existir sin fe en Dios. La senda de Dios para los Suyos a través de este mundo demanda el ejercicio constante de la fe en el Dios viviente. No sólo necesitamos una senda que caminar, sino que necesitamos fe para caminar la senda.

            El amor es lo que sigue. Si estamos en relaciones correctas con lo demás, y caminando por fe en Dios, nuestros corazones serán libres para sentir una gran compasión por los demás. La "fe en el Señor Jesús" va seguida por el "amor para con todos los santos." (Efesios 1:15; Colosenses 1:4).

            La paz viene al final y en su debido lugar como el resultado de la justicia, de la fe y del amor. La justicia encabeza la lista y la paz la cierra, pues "la semilla cuyo fruto es la justicia se siembra en paz." (Santiago 3:18 - LBLA). A menos que sea guardada por las cualidades que la preceden, procurar la paz puede degenerar en indiferencia a Cristo y en consentimiento del mal.

            Aquí tenemos, entonces, enseñanzas claras para nuestro caminar individual en un día de ruina. Las enseñanzas, no obstante, no finalizan con estas instrucciones individuales, ya que, en este punto, el apóstol pasa de lo que es individual a lo que es colectivo. Él nos dice que estas cualidades han de ser procuradas "con los que invocan al Señor con corazón puro." (V. 22 - VM). Las palabras "con los" (plural) introducen claramente lo que es colectivo. Esto es de la más profunda importancia, ya que, sin esta enseñanza, podríamos preguntarnos, ¿Qué autorización nos da la Escritura para caminar con otros en un día de ruina? Aquí está nuestra autorización: no se nos deja aislados. Siempre habrá otros quienes, en un día de ruina, invocan al Señor con corazón puro. Invocar al Señor es la expresión de dependencia en el Señor y parece especialmente conectada con un día de alejamiento del Señor. En los malvados días de Set leemos que, "Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová." (Génesis 4:26). Así, también, leemos de Abraham, cuando salió de su tierra, y de su parentela y de la casa de su padre, que él "invocó el nombre de Jehová." (Génesis 12:8). De este modo tenemos una compañía que, en lealtad al Señor, se han separado de las corrupciones de la Cristiandad y, en este lugar afuera, caminan en dependencia del Señor, y lo hacen teniendo un corazón puro. Un corazón puro no es uno que afirma ser puro, sino más bien un corazón que, bajo la mirada del Señor, sigue la justicia, la fe, el amor y la paz.

            De esta manera, tenemos una senda determinada señalada por la Palabra de Dios para un día de ruina caracterizada:

·         En primer lugar, por la separación de las corrupciones de la Cristiandad;

·         En segundo lugar, por la separación de las corrupciones de la carne;

·         En tercer lugar, por procurar ciertas cualidades morales;

·         En cuarto lugar, por la asociación con aquellos que invocan al Señor con un corazón puro.

            Si, entonces, unos pocos se hallan reunidos, conforme a estas claras instrucciones, puede surgir la pregunta, ¿Qué principios han de guiarles en su adoración, al recordar al Señor, en sus reuniones para edificación, en su servicio, y en su forma de vida los unos para con los otros y para con el mundo? La respuesta es simple: los tales hallarán de inmediato que todos los principios para el ordenamiento de cada detalle de la asamblea de Dios están disponibles para guiarles, tal como se nos presentan en la Primera Epístola a los Corintios y en otras porciones del Nuevo Testamento, principios que ninguna ruina de la iglesia puede anular. Además, habiéndose separado de los males de la Cristiandad, los tales hallarán que muchos principios e instrucciones para la administración práctica de la iglesia, que difícilmente habría sido posible llevar a cabo en el sistema de los hombres, pueden ser aplicados ahora en sencillez. Así, los que aceptan la senda de Dios en un día de ruina hallarán que aún es posible caminar en la luz de la asamblea tal como fue constituida al principio. Ellos, de hecho, no tratarán de establecer que son la asamblea, o incluso de ser un modelo de la asamblea pues, a lo más, no son más que unos pocos individuos que se han separado de las corrupciones de la Cristiandad y por eso, si dan testimonio, sólo dan testimonio de la condición arruinada de la iglesia en estos días finales, más que ser un modelo de la iglesia en sus tempranos días.


[1] (N. del T.: Algo más sobre estos versículos: "Si, por lo tanto, uno se purificase de éstos separándose de éstos, él será un vaso para honra, santificado, útil para los usos del Dueño, preparado para toda obra buena.", Traducción al español de 2 Timoteo 2:21 de la Versión en inglés de J. N. Darby; "Por lo tanto, si alguien deja de asociarse con esa gente, él llegará a ser un instrumento especial, separado para uso del dueño, preparado para toda obra buena." Traducción al Español de 2 Timoteo 2:21, Internacional Standard Versión);

"Si alguno se limpia" (RVR60) (griego: ean tis ekkatharëi). Pablo deja la metáfora de la casa y toma la del individuo como uno de los «utensilios». Condición de la tercera clase con primer aoristo de subjuntivo activo de ekkathairö, viejo verbo, purificar, en la LXX, en el N.T. sólo aquí y en 1 Corintios 5:7. "De estas cosas" (RVR60). Literalmente, 'de estos'. De los vasos o utensilios de deshonra del versículo 20." (Comentario al Texto Griego del Nuevo Testamento de A. T. Robertson, Editorial Clie.). Ver también Comentario Bíblico de Matthew Henry, Editorial Clie

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