domingo, 17 de enero de 2021

LA SEGUNDA EPÍSTOLA A TIMOTEO (12)

 4. Los Recursos del Piadoso en los Postreros Días

Capítulo 3

 

            En el segundo capítulo se no has enseñado con respecto a la baja condición de la iglesia profesante, manifestándose ya en aquel día. Este tercer capítulo nos da una solemne descripción de la terrible condición en la que caerá la profesión cristiana en los últimos días.

            Al vivir nosotros en estos días podemos estar agradecidos de que no se nos deja que nos formemos nuestro propio juicio en cuanto a la condición de la Cristiandad. Dios ha predicho y ha descrito esta condición, de modo que podamos tener una estimación justa, y entregada divinamente, del pueblo de Dios profesante.

            Careciendo de un pensamiento verdadero del cristianismo tal como la Escritura lo presenta, la masa de la profesión cristiana ve el cristianismo meramente como un sistema religioso a través del cual el mundo será reformado gradualmente y los paganos serán civilizados. Incluso, muchos de los hijos de Dios, con sólo un conocimiento parcial de la salvación que trae el evangelio, abrigan la falsa expectativa de que, mediante la propagación del evangelio, el mundo se convertirá gradualmente y el Milenio será introducido.

            Así, entre los meros profesantes, y en muchos de los verdaderos hijos de Dios, existe la equivocada impresión de que la Cristiandad está progresando hacia una victoria triunfante sobre el mundo, la carne y el diablo. La verdad evidente de la Escritura es que la iglesia, contemplada en la responsabilidad de los hombres, ha sido arruinada tan completamente que la masa de los que forman la Cristiandad va camino del juicio.

            Los escritores inspirados del Nuevo Testamento se unen al advertirnos del mal predominante de la profesión cristiana en los últimos días y del juicio que alcanzará a la Cristiandad. Santiago nos dice que "el juez está a las puertas" (Santiago 5: 7-9 - VM); Pedro nos advierte que "es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios" y que, en los postreros días, la profesión Cristiana estará caracterizada por burladores y un materialismo grosero (1 Pedro 4:17; 2 Pedro 3: 3-5); Juan nos advierte que en el último tiempo surgirán anticristos del círculo Cristiano (1 Juan 2: 18, 19); Judas nos habla de la apostasía venidera; y el apóstol en este pasaje solemne nos prepara para la pasmosa corrupción que caracterizará a la profesión Cristiana en su final.

            Sin embargo, si para nuestra advertencia tenemos esta detallada descripción de la forma en que concluyen los días finales, del mismo modo tenemos, para el estímulo del piadoso, una revelación igualmente clara de la plenitud de nuestros recursos para permitir al creyente escapar de las corrupciones de la Cristiandad y vivir piadosamente en Cristo Jesús.

            Estas, entonces, son los dos grandes asuntos de este tercer capítulo - el mal de la Cristiandad profesante en los últimos días y los recursos del piadoso en presencia del mal.

 

            (a) Las corrupciones de la Cristiandad en los últimos días (versículos 1-9)

        

(V. 1). Dios no querría que quedásemos ignorantes en cuanto a la condición de la Cristiandad, ni que, bajo ningún pretexto especial de caridad, fingiéramos indiferencia al mal. Por consiguiente, el siervo de Dios abre esta parte de su enseñanza con las palabras, "También debes saber esto…" Él prosigue entonces a advertirnos de que "en los postreros días vendrán tiempos peligrosos (o 'difíciles')."

            (Vv. 2-5). El apóstol procede a darnos con suma precisión un cuadro terrible de la condición en que la Cristiandad caerá, delineando detalladamente las características preponderantes de aquellos que formarán la masa de la profesión cristiana es esos últimos días. El Espíritu de Dios habla de estos profesantes religiosos como de "hombres" pues no hay ninguna base para llamarles santos o creyentes. Sin embargo, es de notar, que el apóstol no está describiendo la condición de "hombres" paganos sino la de aquellos que profesan ser cristianos fingiendo la forma externa de piedad. En este cuadro terrible diecinueve características son hechas desfilar ante nosotros.

            (1) "Los hombres serán amadores de sí mismos." (VM). La primera y destacada característica de la Cristiandad en estos días es el amor al yo. Esto está en contraste directo al cristianismo verdadero que nos enseña que Cristo "murió por todos, para que los que viven, no vivan ya para sí mismos, sino para aquel que por ellos murió, y volvió a resucitar." (2 Corintios 5:15 - VM).

            (2)"Avaros" (RVR60) o, "amadores del dinero" (VM). Amarse a sí mismo conducirá a amar el dinero, pues con ello los hombres pueden comprar aquello que contribuirá a la gratificación del yo. El cristianismo nos enseña que el amor al dinero es la raíz de todos los males, y que aquellos que lo codicien se extraviarán de la fe y serán traspasados de muchos dolores. (1 Timoteo 6:10).

            (3)"Vanagloriosos". El amor al dinero hará que los hombres se vuelvan vanagloriosos (o jactanciosos). Leemos en la Escritura acerca de los que "confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan." (Salmo 49:6); y otra vez, "el malo se jacta del deseo de su corazón, bendice al codicioso, y desprecia a Jehová." (Salmo 10:3). Los hombres no solamente se jactan de su habilidad adquiriendo riqueza, sino que, habiendo acumulado riquezas, ellos a menudo aprovechan la oportunidad para hacer notorios sus actos de caridad, en contraste a la humilde gracia del cristianismo que nos enseña dar de tal manera que la mano izquierda no sepa lo que hace la mano derecha.

            (4)"Soberbios" o 'arrogantes'. La jactancia que lleva a gloriarse en uno mismo está estrechamente ligada con la arrogancia, o soberbia, que da mucha importancia al nacimiento, a la posición social y a las capacidades naturales, en contraste al cristianismo que nos conduce a estimar esas cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor. (Filipenses 3:8).

            (5) "Blasfemos" o 'maldicientes'. La soberbia conduce a la blasfemia. Orgullosos de sus logros y de sus habilidades intelectuales, los hombres no dudan en hablar "mal de cosas que no entienden" (2 Pedro 2:12); y hablan “palabras contra el Altísimo." (Daniel 7:25) y atacan la Persona y la obra de Cristo, rechazando la revelación y mofándose de la inspiración.

            (6) "Desobedientes a los padres". Si los hombres son capaces de blasfemar contra Dios, nos asombra poco que sean desobedientes a los padres. Si tienen poco respeto por las Personas divinas, no tendrán ningún respeto para con las relaciones humanas.

            (7) "Ingratos" o 'desagradecidos'. Para aquellos que son desobedientes a los padres, toda misericordia de Dios es recibida como un asunto de derecho adquirido donde no hay ningún llamamiento al agradecimiento. El cristianismo nos enseña que todas las cosas creadas son misericordias "para que con acción de gracias" participen de ellas, "los creyentes y los que han conocido la verdad." (1 Timoteo 4:3).

            (8) "Impíos" o "profanos". Si los hombres no agradecen las bendiciones temporales y espirituales, ellos pronto despreciarán y desdeñarán la misericordia y la gracia que concede las bendiciones. Esaú despreció profanamente la primogenitura mediante la cual Dios le habría bendecido.

            (9) "Sin afecto natural". El hombre que trata ligeramente el amor y la misericordia de Dios pronto perderá el afecto natural hacia sus semejantes. El amor por sí mismo conduce a ser indiferente a los lazos de la vida familiar, o incluso a ver estos lazos como un obstáculo para la propia satisfacción.

            (10) "Desleales" (RVR1909), o "implacables" (RVR60). El hombre que es insensible al llamamiento del afecto natural seguramente será implacable, o será un hombre que no está abierto a ser convencido y que no puede ser apaciguado.

            (11) "Calumniadores" o 'falsos acusadores'. Aquel cuyo espíritu vengativo es insensible a toda instancia no dudará en calumniar o acusar falsamente a aquellos que contraríen su voluntad.

            (12) "Intemperantes" (RVR60) o "desenfrenados" (LBLA). El hombre que no duda en calumniar a los demás con su lengua, será uno que pierde el control de sí mismo fácilmente y actúa sin restricción.

            (13) "Crueles" (RV60), o "fieros" (VM), o "salvajes" (LBLA y Versión J. N. Darby en inglés). Aquel que calumnia a los demás al hablar y actúa sin restricción, exhibirá una disposición salvaje que carece totalmente de la gentileza que caracteriza al espíritu cristiano.

            (14) "Aborrecedores de los que son buenos" (VM), o "aborrecedores de lo bueno" (RVR60). La disposición salvaje ciega inevitablemente a los hombres a aquello que es bueno. No se trata solamente de que existan aquellos en la profesión cristiana que aman el mal, sino que ellos realmente aborrecen "lo bueno".

            (15) "Traidores". No teniendo amor por lo que es bueno, los hombres no vacilarán en actuar con la malicia que traiciona las confianzas y que no tiene respeto por las intimidades de aquellos de quienes ellos profesan tratar como amigos.

            (16) "Arrebatados" (RVR1909), o "impetuosos" (RVR60, LBLA), o "protervos" (VM). El hombre que puede traicionar a sus amigos es uno que procurará determinadamente hacer su voluntad, indiferente a las consecuencias y sin consideración por los demás.

            (17) "Infatuados" (RVR60), o "hinchados de orgullo" (VM), o "envanecidos" (LBLA). Lleno de vanidad, el hombre infatuado busca cubrir su obstinación bajo el vano fingimiento de que él está actuando por el bien general.

            (18) "Amadores de los placeres, más bien que amadores de Dios" (VM). Siendo vanas las pretensiones de los hombres, sus búsquedas carecerán igualmente de toda seriedad. Las nubes del juicio venidero se pueden estar reuniendo, pero la Cristiandad, cegada por su propia vanidad y egoísmo, se abandona a sí misma a un torbellino de entusiasmo, procurando encontrar su placer en el gozo sensual, siendo los ministros profesantes de la religión, muy a menudo, los líderes en toda clase de placer mundano.

            (19) "Tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella" (RVR60), o "teniendo la forma de la piedad, más negando el poder de ella" (VM). De este modo, en los días finales de la Cristiandad, se hallará a la masa profesante abandonándose a toda forma de mal, mientras procura cubrir su maldad con el manto de la santidad. Así, los cristianos nominales llegan a ser más malvados que los paganos, pues, mientras se complacen en todos los males del paganismo, ellos añaden a su maldad procurando ocultarlo bajo la forma de cristianismo, aunque completamente desprovisto de su poder espiritual. ¿Qué puede ser más desesperadamente malvado que el esfuerzo por usar el Nombre de Cristo como un manto para cubrir el mal? Es este manto de santidad lo que constituye los "días peligrosos" de los postreros días, pues la apariencia de piedad a veces engaña incluso a verdaderos cristianos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario