Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Mateo 11:28-29
¿Has encontrado el
descanso bendito en la sangre y la obra de Emanuel? ¿Has buscado el reposo
durante mucho tiempo y aún no lo has encontrado? Toda otra paz es falsa,
sombría e irreal. Las palabras de gracia del Salvador le ofrecen al alma
confianza y paz eterna. Su gracia nos brinda descanso en el presente y en la
gloria.
Las aspiraciones
inmortales del alma solo pueden ser satisfechas mediante la posesión del favor
y el amor de Dios, los cuales se encuentran en Jesús. La invitación es
incondicional y todos, sin excepción, están calificados y son bienvenidos. Para
los débiles, cansados y cargados de pecado, hay una puerta abierta de gracia.
Querido lector, permita que la dulce cadencia de estas palabras de Jesús lo
envuelvan en medio de sus preocupaciones terrenales. Refúgiese en él y estará
seguro en el tiempo presente y por toda la eternidad. Quizás haya tormentas y
dudas temporales, pero estas serán como olas superficiales en el océano,
mientras que en lo profundo habrá una serena calma.
Aquellos que son salvos pueden cantar a
Dios: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera” (Is.
26:3). Si la anticipación de este descanso es preciosa, ¿qué diremos de su
gloriosa consumación? Despertaremos en la mañana de la inmortalidad, habiendo
dejado atrás el inquieto mundo terrenal para siempre. La fe dará paso a la
visión y la esperanza se convertirá en realidad. No habrá más inclinación hacia
el pecado ni principios latentes del mal que perturben la tranquilidad eterna
del espíritu.
El corazón tembloroso
solo encontrará descanso en Aquel en quien pueda confiar plenamente, reposando
de manera permanente en el gozo del Dios infinito.

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