El justo florecerá
como la palmera… Aun en la vejez fructificará (Salmo 92.12,14)
Es uno de los misterios de la vida el por qué algunas
personas tienen que pasar por tantas pruebas y tribulaciones y otras
aparentemente las experimentan muy poco. Aun siendo así, cada hijo de Dios debe
estar de un todo convencido de que nuestro Padre Celestial es amoroso como para
que le falte compasión y demasiado sabio como para equivocarse en su trato con
cada uno.
En términos generales, la familia humana se divide en dos
temperamentos. Hay los que son egoístas, sienten lástima por sí mismos y en
sentido figurado tienen un corazón apocado. Y, hay los bondadosos que sienten
las adversidades de los demás, se niegan a sí mismos y quieren ayudar a sus
prójimos.
La doctrina de los apóstoles nos enseña que “el amor de
Cristo nos constriñe … para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos”, 2 Corintios 5.14,15. El gran poder del
amor de Cristo, y la obra redentora de la cruz del Calvario, son suficientes
para transformar cualquier alma egoísta, para que no sienta lástima por sí
misma sino sea un agradecido seguidor del Cordero, renunciando lo suyo en bien
de aquellos por quienes murió Cristo.
Cuando uno profesa ser del Señor, pero no ha tenido este
cambio en su ser, tarde o temprano la tal persona segará lo que ha sembrado;
Gálatas 6.7. Creemos que cuando un cristiano está viviendo a la par con lo que
profesa, será un cristiano feliz y la vejez no le será una tragedia sino un
triunfo.
Sería difícil encontrar una persona que haya pasado por
tantas penalidades de diferentes tipos como el apóstol Pablo, pero él pudo
decir: “A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús”,
2 Corintios 2.14. No tenemos conocimiento de ningún otro cristiano tan lleno
del gozo del Señor como lo era Pablo. Como los rayos del sol que brillan a
través de una llovizna, así el gozo del cielo brillaba a través de sus muchas
lágrimas.
“Azotado mucho” y echado en el calabozo de más adentro en
la cárcel, sus pies inmóviles en el cepo, ¿se le encontró abnegado, o aun
frustrado, por las circunstancias? De ninguna manera. Cantó alabanzas a Dios
con tanto gusto que los presos le oían por el otro lado del muro. Escribió su
carta a los filipenses cuando se encontraba en otra cárcel, ahora un piso de
piedra en la celda y nieve por fuera, y su mensaje es, “¡Regocijaos en el Señor
siempre! Otra vez digo: “¡Regocijaos!” No hay duda; ¡para Pablo la vejez fue un
triunfo!
Dios
le dio a Moisés un canto con que celebrar su cumpleaños al alcanzar los 120
años; Deuteronomio 31.2,14,19. “Escribíos este cántico”, le dijo, “y enséñalo a
los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos”. Moisés estaba por morir, pero
recibía todavía instrucción para sí y para el pueblo de Dios.
La
vida cristiana debe comenzar y terminar con un cántico. Me acuerdo haber
visitado con nuestro hermano Guillermo Williams a un creyente anciano quien
estaba en cama y muy, muy débil. Le costaba mucho respirar. Le preguntamos qué
himno quería, y para nuestra sorpresa él no sólo nos dijo sino nos acompañó
línea por línea, cantando todo el himno de memoria. Aquel mismo domingo en la
tarde, pasó en paz a la presencia del Señor.
El
escritor canoso del Salmo 71 (¿sería David?) estaba lleno de alabanza a Dios;
tres veces dice que cantará a Jehová “todo el día”, 71.8,15,24. Él estaba feliz
con su arpa; ¡para él tampoco la vejez fue una tragedia! En contraste, está el
general Joab, un caso triste y una advertencia para nosotros. El no conocía el
temor en la defensa de su rey, pero carecía del espíritu que tenía David. Su
severidad y crueldad hacia otros le trajeron a juicio; murió en ignominia en el
campo y fue sepultado sin honores militares. Seamos nosotros, pues,
considerados para con otros, y humildes para con Dios.
Por supuesto hay otros ejemplos de creyentes para quienes
la vejez fue un triunfo. Por ejemplo:
·
Ana,
Lucas 2.36 al 38. Ella no se apartaba del templo, sino servía día y noche con
ayuno y oraciones.
·
Mnasón
de Chipre, Hechos 21.16. Era un discípulo antiguo (“de los primeros tiempos”),
pero quiso acompañar a los evangelistas y luego les hospedó en su casa.
·
Barzilai,
“muy anciano”, 2 Samuel 19.32. Huyendo David y los que le eran fieles, le salió
al encuentro este buen hombre con amplias provisiones para ellos en su
adversidad, 17.27 al 29.
Estos son ejemplos que merecen ser emulados, porque aún en la vejez fructificaron estos ancianos.
Santiago Saword
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