lunes, 20 de junio de 2022

Fruto en la Vejez

El justo florecerá como la palmera… Aun en la vejez fructificará (Salmo 92.12,14)

 


            Es uno de los misterios de la vida el por qué algunas personas tienen que pasar por tantas pruebas y tribulaciones y otras aparentemente las experimentan muy poco. Aun siendo así, cada hijo de Dios debe estar de un todo convencido de que nuestro Padre Celestial es amoroso como para que le falte compasión y demasiado sabio como para equivocarse en su trato con cada uno.

            En términos generales, la familia humana se divide en dos temperamentos. Hay los que son egoístas, sienten lástima por sí mismos y en sentido figurado tienen un corazón apocado. Y, hay los bondadosos que sienten las adversidades de los demás, se niegan a sí mismos y quieren ayudar a sus prójimos.

            La doctrina de los apóstoles nos enseña que “el amor de Cristo nos constriñe … para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos”, 2 Corintios 5.14,15. El gran poder del amor de Cristo, y la obra redentora de la cruz del Calvario, son suficientes para transformar cualquier alma egoísta, para que no sienta lástima por sí misma sino sea un agradecido seguidor del Cordero, renunciando lo suyo en bien de aquellos por quienes murió Cristo.

            Cuando uno profesa ser del Señor, pero no ha tenido este cambio en su ser, tarde o temprano la tal persona segará lo que ha sembrado; Gálatas 6.7. Creemos que cuando un cristiano está viviendo a la par con lo que profesa, será un cristiano feliz y la vejez no le será una tragedia sino un triunfo.

            Sería difícil encontrar una persona que haya pasado por tantas penalidades de diferentes tipos como el apóstol Pablo, pero él pudo decir: “A Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús”, 2 Corintios 2.14. No tenemos conocimiento de ningún otro cristiano tan lleno del gozo del Señor como lo era Pablo. Como los rayos del sol que brillan a través de una llovizna, así el gozo del cielo brillaba a través de sus muchas lágrimas.

            “Azotado mucho” y echado en el calabozo de más adentro en la cárcel, sus pies inmóviles en el cepo, ¿se le encontró abnegado, o aun frustrado, por las circunstancias? De ninguna manera. Cantó alabanzas a Dios con tanto gusto que los presos le oían por el otro lado del muro. Escribió su carta a los filipenses cuando se encontraba en otra cárcel, ahora un piso de piedra en la celda y nieve por fuera, y su mensaje es, “¡Regocijaos en el Señor siempre! Otra vez digo: “¡Regocijaos!” No hay duda; ¡para Pablo la vejez fue un triunfo!

            Dios le dio a Moisés un canto con que celebrar su cumpleaños al alcanzar los 120 años; Deuteronomio 31.2,14,19. “Escribíos este cántico”, le dijo, “y enséñalo a los hijos de Israel; ponlo en boca de ellos”. Moisés estaba por morir, pero recibía todavía instrucción para sí y para el pueblo de Dios.

            La vida cristiana debe comenzar y terminar con un cántico. Me acuerdo haber visitado con nuestro hermano Guillermo Williams a un creyente anciano quien estaba en cama y muy, muy débil. Le costaba mucho respirar. Le preguntamos qué himno quería, y para nuestra sorpresa él no sólo nos dijo sino nos acompañó línea por línea, cantando todo el himno de memoria. Aquel mismo domingo en la tarde, pasó en paz a la presencia del Señor.

            El escritor canoso del Salmo 71 (¿sería David?) estaba lleno de alabanza a Dios; tres veces dice que cantará a Jehová “todo el día”, 71.8,15,24. Él estaba feliz con su arpa; ¡para él tampoco la vejez fue una tragedia! En contraste, está el general Joab, un caso triste y una advertencia para nosotros. El no conocía el temor en la defensa de su rey, pero carecía del espíritu que tenía David. Su severidad y crueldad hacia otros le trajeron a juicio; murió en ignominia en el campo y fue sepultado sin honores militares. Seamos nosotros, pues, considerados para con otros, y humildes para con Dios.

            Por supuesto hay otros ejemplos de creyentes para quienes la vejez fue un triunfo. Por ejemplo:

·         Ana, Lucas 2.36 al 38. Ella no se apartaba del templo, sino servía día y noche con ayuno y oraciones.

·         Mnasón de Chipre, Hechos 21.16. Era un discípulo antiguo (“de los primeros tiempos”), pero quiso acompañar a los evangelistas y luego les hospedó en su casa.

·         Barzilai, “muy anciano”, 2 Samuel 19.32. Huyendo David y los que le eran fieles, le salió al encuentro este buen hombre con amplias provisiones para ellos en su adversidad, 17.27 al 29.

                        Estos son ejemplos que merecen ser emulados, porque aún en la vejez fructificaron estos ancianos. 

Santiago Saword

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