El Cordero de Dios
Éxodo
12
El
Cordero de la Pascua es el cuadro más maravilloso de Cristo en el Antiguo
Testamento. Nos enseña el significado de la muerte del Señor Jesús en la cruz y
lo hace más claramente que cualquier otra figura.
Dios
planeaba juzgar al pueblo de Egipto y algunos de ellos debían morir. Pero él
dijo a su pueblo, los Israelitas, que sacrificaran un cordero. Este cordero
debía morir en lugar de ellos y Dios no los castigaría al ver la sangre del cordero,
Éxodo 12:13. Miles de personas se salvaron, pero también, miles de otros,
murieron.
Estas cosas sucedieron después de
la muerte de José. Los Israelitas vivieron en paz mientras él estuvo vivo,
porque el faraón amaba a José y a su familia y les dio la tierra de Gosén para
vivir en ella. Allí los Israelitas cuidaban sus ganados y tenían mucho
alimento.
Pero José y el faraón murieron y
otro faraón gobernó en Egipto. Este rey no había conocido a José y estaba
celoso de los israelitas. Ellos fueron convertidos en esclavos de los egipcios
y tenían que hacer ladrillos y trabajar muy duro. El faraón les temía y ordenó
matar a todos sus niños cuando nacieran. Solamente las niñas debían vivir.
Dios en su misericordia levantó a
Moisés para que guiara a su pueblo, Israel. Lea acerca de la primera parte de
la vida de Moisés en los capítulos 2 y 3 del libro de Éxodo. Moisés estaba en
el desierto cuidando ovejas cuando Dios le habló desde una zarza ardiendo y le
dijo que fuera y sacara a los Israelitas de Egipto.
Moisés fue al faraón y le pidió que
dejara libres a los israelitas, pero el faraón rehusó. Dios castigó al faraón
enviando plagas sobre la tierra de Egipto y sobre el faraón mismo, pero el
corazón de éste permaneció tan duro como una roca.
Estas son las plagas que Dios
envió: primero convirtió las aguas del río en sangre. Luego, envió ranas,
granizo, moscas, piojos, langostas y oscuridad y también una enfermedad sobre
el ganado. El corazón del faraón permaneció tan duro como antes y rehusó dejar
libre al pueblo de Israel. Entonces, Dios decidió enviar la décima plaga: la
plaga de muerte.
Dios comunicó a Moisés y a Aaron
sus planes para castigar a los egipcios, Éxodo 12:12,23. Él dijo que pasaría a
través de la tierra de Egipto y daría muerte a cada primogénito de los hombres
y de los animales.
Dios
también les comunicó cómo los israelitas podrían ser salvos mediante la muerte
de un cordero. Él ordenó a cada hombre tomar un cordero para su familia. El
cordero tenía que ser macho, un animal perfecto, de un año de edad. Ellos tenían
que guardarlo por dos semanas para asegurarse de que era realmente perfecto.
Luego tenían que sacrificarlo a la puesta del sol, Éxodo 12:3-6.
Este
cordero es un hermoso cuadro de Cristo. Todos los hombres, en toda parte, son
pecadores y merecen ser castigados por Dios con la muerte. Pero Dios ha
preparado un camino de salvación. El Señor Jesucristo es llamado el Cordero de
Dios, Juan 1:29 y él murió en lugar nuestro. Los corderos que murieron en
Egipto son una figura del Señor Jesús que murió por nosotros en la cruz.
Los
corderos de Egipto debían ser perfectos. El Señor Jesús es perfecto, sin mancha
ni defecto; 1 Pedro 1:19; 2:22. Él no merecía la muerte, pero murió por
nosotros, pecadores, para llevarnos a Dios, 1 Pedro 3:18.
Un
cordero fue sacrificado en lugar de cada familia de Israel, pero Dios no hizo
diferencia entre estos corderos. El los vio a todos como un cordero, Éxodo
12:3-5. Todos ellos fueron una figura de aquel único cordero, el Señor
Jesucristo.
Dios
ordenó a los israelitas tomar la sangre del cordero sacrificado y pintar con
ella el dintel de la puerta, Éxodo 12:7. Él dijo que la sangre señalaría en
cuáles casas vivían los israelitas. Él pasaría de largo por estas casas y no
destruiría al primogénito cuando pasara para juzgar a la tierra de Egipto, vs.
13.
Los
israelitas creyeron en la palabra de Dios. Sacrificaron el cordero y pusieron
su sangre en la puerta. Ellos permanecieron en sus casas para comer la carne
asada del cordero, tal como Dios lo había ordenado; ellos comieron de prisa, todos
vestidos y listos para emprender el viaje fuera de Egipto.
A
la medianoche, Dios mató a todo primogénito en las casas de Egipto que no
tenían sangre en la puerta, Éxodo 12:29. Aún el primogénito del faraón murió.
Pero Dios pasó sobre cada casa con sangre y no destruyó al primogénito que
estaba dentro. Él recibió la sangre del cordero como paga del pecado de las
personas que estaban en la casa y ellos vivieron porque el cordero había muerto
en su lugar.
El Señor Jesucristo
murió en nuestro lugar. Somos salvos y recibimos vida eterna cuando creemos que
él murió y derramó su sangre por nosotros. Somos libres por el costoso
sacrificio de Cristo, 1 Pedro 1:18,19.
por W.A. Deans
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