lunes, 15 de agosto de 2022

Figuras de Cristo(8)

 El Cordero de Dios

Éxodo 12


El Cordero de la Pascua es el cuadro más maravilloso de Cristo en el Antiguo Testamento. Nos enseña el significado de la muerte del Señor Jesús en la cruz y lo hace más claramente que cualquier otra figura.

Dios planeaba juzgar al pueblo de Egipto y algunos de ellos debían morir. Pero él dijo a su pueblo, los Israelitas, que sacrificaran un cordero. Este cordero debía morir en lugar de ellos y Dios no los castigaría al ver la sangre del cor­dero, Éxodo 12:13. Miles de personas se salvaron, pero tam­bién, miles de otros, murieron.

Estas cosas sucedieron después de la muerte de José. Los Israelitas vivieron en paz mientras él estuvo vivo, porque el faraón amaba a José y a su familia y les dio la tierra de Gosén para vivir en ella. Allí los Israelitas cuidaban sus ganados y tenían mucho alimento.

Pero José y el faraón murieron y otro faraón gobernó en Egipto. Este rey no había conocido a José y estaba celoso de los israelitas. Ellos fueron convertidos en esclavos de los egipcios y tenían que hacer ladrillos y trabajar muy duro. El faraón les temía y ordenó matar a todos sus niños cuando nacieran. Solamente las niñas debían vivir.

Dios en su misericordia levantó a Moisés para que guiara a su pueblo, Israel. Lea acerca de la primera parte de la vida de Moisés en los capítulos 2 y 3 del libro de Éxodo. Moisés estaba en el desierto cuidando ovejas cuando Dios le habló desde una zarza ardiendo y le dijo que fuera y sacara a los Israelitas de Egipto.

Moisés fue al faraón y le pidió que dejara libres a los israelitas, pero el faraón rehusó. Dios castigó al faraón en­viando plagas sobre la tierra de Egipto y sobre el faraón mismo, pero el corazón de éste permaneció tan duro como una roca.

Estas son las plagas que Dios envió: primero convirtió las aguas del río en sangre. Luego, envió ranas, granizo, moscas, piojos, langostas y oscuridad y también una enfermedad sobre el ganado. El corazón del faraón per­maneció tan duro como antes y rehusó dejar libre al pueblo de Israel. Entonces, Dios decidió enviar la décima plaga: la plaga de muerte.

Dios comunicó a Moisés y a Aaron sus planes para castigar a los egipcios, Éxodo 12:12,23. Él dijo que pasaría a través de la tierra de Egipto y daría muerte a cada primogénito de los hombres y de los animales.

Dios también les comunicó cómo los israelitas podrían ser salvos mediante la muerte de un cordero. Él ordenó a cada hombre tomar un cordero para su familia. El cordero tenía que ser macho, un animal perfecto, de un año de edad. Ellos tenían que guardarlo por dos semanas para asegurarse de que era realmente perfecto. Luego tenían que sacrificarlo a la puesta del sol, Éxodo 12:3-6.

Este cordero es un hermoso cuadro de Cristo. Todos los hombres, en toda parte, son pecadores y merecen ser castigados por Dios con la muerte. Pero Dios ha preparado un camino de salvación. El Señor Jesucristo es llamado el Cordero de Dios, Juan 1:29 y él murió en lugar nuestro. Los corderos que murieron en Egipto son una figura del Señor Jesús que murió por nosotros en la cruz.

Los corderos de Egipto debían ser perfectos. El Señor Jesús es perfecto, sin mancha ni defecto; 1 Pedro 1:19; 2:22. Él no merecía la muerte, pero murió por nosotros, pecadores, para llevarnos a Dios, 1 Pedro 3:18.

Un cordero fue sacrificado en lugar de cada familia de Israel, pero Dios no hizo diferencia entre estos corderos. El los vio a todos como un cordero, Éxodo 12:3-5. Todos ellos fueron una figura de aquel único cordero, el Señor Jesucristo.

Dios ordenó a los israelitas tomar la sangre del cordero sacrificado y pintar con ella el dintel de la puerta, Éxodo 12:7. Él dijo que la sangre señalaría en cuáles casas vivían los israelitas. Él pasaría de largo por estas casas y no destruiría al primogénito cuando pasara para juzgar a la tierra de Egip­to, vs. 13.

Los israelitas creyeron en la palabra de Dios. Sacrificaron el cordero y pusieron su sangre en la puerta. Ellos per­manecieron en sus casas para comer la carne asada del cor­dero, tal como Dios lo había ordenado; ellos comieron de prisa, todos vestidos y listos para emprender el viaje fuera de Egipto.

A la medianoche, Dios mató a todo primogénito en las casas de Egipto que no tenían sangre en la puerta, Éxodo 12:29. Aún el primogénito del faraón murió. Pero Dios pasó sobre cada casa con sangre y no destruyó al primogénito que estaba dentro. Él recibió la sangre del cordero como paga del pecado de las personas que estaban en la casa y ellos vivieron porque el cordero había muerto en su lugar.

El Señor Jesucristo murió en nuestro lugar. Somos salvos y recibimos vida eterna cuando creemos que él murió y de­rramó su sangre por nosotros. Somos libres por el costoso sacrificio de Cristo, 1 Pedro 1:18,19.

por W.A. Deans

No hay comentarios:

Publicar un comentario