domingo, 4 de diciembre de 2022

La Casa de Dios

 El Templo de Salomón

E. Dennett


El Tabernáculo, el cual había sido la casa de Dios en el desierto, junto con su mobiliario sagrado, fue llevado por los hijos de Israel a Canaán, y fue erigido en Silo (Josué 18:1). Fue, por consiguiente, a este lugar que los hijos de Israel acudían con sus sacrificios anuales (1°. Samuel 1:3), y aún era llamado "el tabernáculo de reunión" (1°. Samuel 2:22), pero también "el templo de Jehová", y "la casa de Jehová" (1°. Samuel 3: 3, 15). Estos últimos nombres sólo presagiaban la casa que se edificaría en el futuro en Jerusalén. Mientras los hijos de Israel eran peregrinos en el desierto, y habitaban en tiendas, Dios mismo habitó en una tienda (2°. Samuel 7:6), adaptándose Él mismo, como Él ha hecho siempre en Su preciosa gracia, a la condición de Su pueblo; pero cuando Él hubo establecido a Sus escogidos en la gloria del reino, una casa fue erigida — "magnífica por excelencia" (1°. Crónicas 22:5) — la cual, en cierta medida, debía ser la expresión de Su majestad, la majestad de quien se dignó hacerla Su morada en medio de Israel (2°. Crónicas 2:4-6).

No está dentro del propósito actual llamar a poner la atención a las diferencias características entre el tabernáculo y el templo, sino más bien señalar su semejanza tanto con respecto a su origen como a su objetivo. Como en el caso del primero, así en el segundo, el plan fue comunicado divinamente. Fue David quien tuvo el honor de convertirse en el depositario de este diseño; y en vista de que no se le permitió, según el deseo de su propio corazón, edificar él mismo el templo, él lo comunicó a Salomón. "Dio entonces David a Salomón su hijo el diseño del Pórtico del Templo, y de sus edificios, y de sus tesorerías, y de sus cámaras altas, y de sus cámaras interiores, y [del lugar] de la Casa del Propiciatorio; asimismo el diseño de todo lo que tenía ideado, por el Espíritu, respecto de los atrios de la Casa de Jehová, y de todas las cámaras al rededor, y de las tesorerías de la Casa de Dios", etc. (1°. Crónicas 28: 11, 12 - VM). Todo lo que Salomón hizo y preparó, en relación con la obra a la cual había sido llamado, fue de acuerdo con las instrucciones que había recibido. El sitio mismo había sido indicado divinamente, así como el diseño y la forma del edificio. (1°. Reyes 6:38; 2°. Crónicas 3:3). Aunque el encargo de erigir fue dado a manos humanas, el edificio era divino; porque los pensamientos humanos y las ideas humanas no deben inmiscuirse en las cosas de Dios.


La relación entre el tabernáculo y el templo, como siendo ambos por igual la morada de Dios, puede ser vista de dos maneras. Cuando Salomón hubo completado la casa, él reunió a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel; y leemos que, "se congregaron con el rey todos los varones de Israel, para la fiesta solemne del mes séptimo" (2°. Crónicas 5: 2, 3) (es decir, la fiesta al son de trompetas, una figura de la restauración de Israel en los últimos días — Números 29:1). "Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel, y los levitas tomaron el arca; y llevaron el arca, y el tabernáculo de reunión, y todos los utensilios del santuario que estaban en el tabernáculo; los sacerdotes y los levitas los llevaron." Y entonces, después que ellos hubieron sacrificado tantas ovejas y bueyes que no se podían contar ni numerar, "los sacerdotes metieron el arca del pacto de Jehová en su lugar, en el santuario de la casa, en el lugar santísimo, bajo las alas de los querubines" (2°. Crónicas 5: 1­7). Fue el arca lo que dio su carácter a la casa; porque era el trono de Dios en medio de Israel, desde donde Él gobernaba a Su pueblo sobre la base de Su ley santa, tal como es mencionado aquí mediante la declaración de que "en el arca no había más que las dos tablas que Moisés había puesto en Horeb, con las cuales Jehová había hecho pacto con los hijos de Israel, cuando salieron de Egipto." (2°. Crónicas 5:10).

Y ahora, en segundo lugar, Jehová aprobó la obra de Sus siervos tomando posesión de la nueva casa, tal como Él lo había hecho anteriormente con el tabernáculo. "Y cuando los sacerdotes salieron del santuario (porque todos los sacerdotes que se hallaron habían sido santificados, y no guardaban sus turnos; y los levitas cantores, todos los de Asaf, los de Hemán y los de Jedutún, juntamente con sus hijos y sus hermanos, vestidos de lino fino, estaban con címbalos y salterios y arpas al oriente del altar; y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas), cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios." (2°. Crónicas 5: 11-14). A continuación de esta descripción, nosotros encontramos a Salomón relatando las circunstancias mediante las cuales él había llegado a ser el instrumento divinamente designado para edificar una "Casa de habitación" y "una morada estable" para Jehová, por los siglos venideros [lit. para siempre] (2°. Crónicas 6:2 - VM); y entonces él se arrodilló sobre un estrado de bronce (que él había preparado) delante de toda la congregación de Israel, y extendió sus manos al cielo, y oró con respecto a la casa que él había edificado, y él concluyó sus intercesiones con palabras citadas del Salmo 132: "Oh Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu poder; oh Jehová Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad. Jehová Dios (2°. Crónicas 6:41, 42a), "no rechaces el rostro de tu ungido; acuérdate de tus misericordias para con tu siervo David." ((2°. Crónicas 6:42b - LBLA).) Y acto seguido leemos, "Cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego de los cielos, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria de Jehová llenó la casa. Y no podían entrar los sacerdotes en la casa de Jehová, porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová." (2°. Crónicas 6: 41, 42; 2°. Crónicas 7: 1, 2).

De esta manera, y bajo tales circunstancias, Jehová asumió Su morada en el templo — toda la escena, los sacerdotes vestidos de lino fino blanco, su unánime glorificación de Dios siendo una tenue sombra de la gloria de un día posterior, cuando el verdadero Salomón vendrá a Su templo y Él mismo se rodeará de un pueblo justo y de corazón dispuesto. Pero el único punto que ha de ser observado aquí es que encontramos una vez más a Dios morando en Su casa en medio del pueblo que Él había escogido. La diferencia entre el templo y el tabernáculo, tal como se recalcó anteriormente, es mostrada mediante el contraste entre el desierto y la tierra; por el carácter peregrino del paso de Israel a través del primero, diferenciado de su morada estable en la última. Pero en ambos por igual Dios tuvo Su habitación, Su casa. Dios moró en medio de todo Israel, y, como se ve nuevamente del hecho de que el fuego descendió en respuesta a la oración de Salomón, y consumió el holocausto y los sacrificios, Él lo hizo en el terreno de la redención — en el terreno de la redención a través de todo el valor de todo lo que Cristo fue en Su obra sacrificial. No habría sido posible en ningún otro terreno; pero debido a que ello fue sobre el fundamento de todo el olor grato de Cristo en Su muerte, él pudo, a pesar de lo que el pueblo era de manera práctica, morar en medio de ellos, y todo el pueblo, por su parte, pudo venir con los sacrificios señalados, de la manera designada, y los tiempos señalados.

    Desde entonces Jerusalén fue el único lugar santo en la tierra, el único sitio, por tanto, al cual el corazón de todo verdadero Israelita se volvía con pensamientos de adoración y alabanza. "¡CUÁN amables son tus moradas, oh Jehová de los Ejércitos! ¡Mi alma suspira y aun desfallece por los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne claman por el Dios vivo!... ¡Bienaventurados los que habitan en tu Casa! de continuo te alabarán." (Salmo 84 - VM). Y allí se reunía el pueblo en la frecuencia de las fiestas. "Jerusalén, que estás edificada compactamente, como ciudad que está bien unida consigo misma: a donde suben las tribus, las tribus de Jehová, como testimonio a Israel, para dar gracias al nombre de Jehová." (Salmo 122: 3, 4 - VM). Allí eran llevados y presentados al Señor todos los hijos primogénitos (Lucas 2: 22­24), y allí también las familias de Su pueblo se reunían tres veces al año. (Véase Deuteronomio 16). Por lo tanto, Jerusalén — debido a la casa de Jehová — era el único lugar de bendición en todo el mundo, y no era un privilegio menor tener permiso para formar parte de la asamblea que se reunía allí de tiempo en tiempo, en obediencia a la Palabra. "Y te regocijarás delante de Jehová tu Dios, tú, y tu hijo, y tu hija, y tu siervo, y tu sierva, y el levita que reside dentro de tus puertas, juntamente con el extranjero y el huérfano y la viuda que habitan en medio de ti, en el lugar que escogiere Jehová tu Dios, para hacer que habite allí su nombre." (Deuteronomio 16:11 - VM).

¿Qué es el Evangelio?

 


6 ¾ La salvación


¿Es necesaria?

El término la salvación quiere decir la liberación de un peligro personal o de una calamidad. Espiritualmente todos corren el peligro de mu­chas cosas. Por ejemplo, uno necesita la salvación porque es pecador en peligro de ser castigado. “Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. La paga del pecado es muerte”, Romanos 3.23, 6.23. El humano está perdido en su búsqueda de paz y solaz, pero “el Hijo del Hombre [Jesús] vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19.10.

Sin Cristo, somos ciegos en lo espiritual. No nos ha resplandecido la luz del evangelio de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo; 2 Corintios 4.4. La Biblia nos cataloga de enfermos. “Los sanos no tienen necesidad de médico”, dijo Jesús en Mateo 9.12,13, “…no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento”. Quizás peor, “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”, Juan 8.34 al 36. Pero, añadió Jesús, “si el Hijo os libertare, seréis verdadera­mente libres”.

En síntesis, sin la salvación uno está espiritualmente muerto “en delitos y pecados”, como lo expresa Efesios 2.1. Está condenado y en espera de juicio. “El que en él [Cristo] cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”, Juan 3.18.

¿Es posible?

Si fuera posible salvarnos a nosotros mismos, vamos a decir por medio de obras o sacrificios, estaría de más la muerte de Cristo; Gálatas 2.21. Pedro predicó: “En ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre… en que podamos ser salvos”, Hechos 4.12. Pablo expresó el quid del asunto: “Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe”, Efesios 2.8,9. Nadie llegará al cielo jactándose de haberlo alcanzado por sus propios méritos.

Cristo puede salvar del castigo; puede perdonar los pecados. “Por medio de él se os anuncia perdón de pecados… en él es justificado todo aquel que cree”, Hechos 13.38,39. La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. En la sección ¿Es necesaria? notamos siete puntos que tratan de condenación; veremos ahora siete que dicen que Cristo puede y quiere bendecirnos.

   Él puede quitar de encima toda amenaza de castigo. “Ninguna con­denación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”, Romanos 8.1.

   Él puede salvar al perdido y darle descanso. “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”, Lucas 19.10. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”, Mateo 11.28.

   Él puede librar de las tinieblas. Él es la luz. “Entre tanto que estoy en el mundo”, testificó, “luz soy del mundo”, Juan 9.5.

   Puede sanar de la enfermedad espiritual. Vino “a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimi­dos; a predicar el año agradable del Señor”, Lucas 4.16 al 21.

   Él puede librarnos de la esclavitud de los vicios. Citamos ya su gloriosa proclama: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”, Juan 8.36.

   Él puede librarnos de la condenación. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió”, Romanos 8.33.  

   Él puede darnos la vida eterna en vez de muerte. “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida”, Juan 5.24.

¿Cómo conseguirla?

El mismo Jesús predicó: “Arrepentíos y creed en el evangelio”, Marcos 1.15. Así fue que Pablo predicaba el arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo; Hechos 20.21. El arrepentimiento quiere decir más que tristeza por haber faltado. Es reconocerse perdido por completo, y confesarse pecador. Esto precede a un cambio de actitud; viene antes de la resolución de buscar al Señor. El arrepentimiento conduce a la salvación que es en Cristo Jesús. Dijo Él: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”, Lucas 13.3.

Dios manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan, dijo Pablo a los atenienses en Hechos 17.30. La salvación tiene que venir por la fe personal en Cristo, quien dijo: “El que cree en mí tiene vida eterna”. Esta creencia es más profunda que el mero saber que Cristo murió en una cruz. Significa más bien el creer que Él murió a favor de cada pecador individualmente.

También encierra la confianza plena en la obra de Cristo, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”, Romanos 4.25, 5.1.

Pablo te dice a ti en Romanos 10.9,10: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”. Esto no es reconocer la verdad del evangelio; es apropiarse de todo corazón de Cristo y de la salvación que Él ofrece. No es cuestión de creer en Dios, sino de creer a Dios cuando te ofrece una salvación tan grande.

Preguntas y Respuestas

 

1.  


  ¿Qué es notificado ahora, por medio de la Asamblea, a los principados y potestades en los cielos?

àLa multiforme sabiduría de Dios es ahora notificada por la Asamblea a los principados y potestades en los cielos (Ef 3:10).

2.    ¿Cuál es la esperanza, el anhelo y la expectación momentánea de la Asamblea, la Esposa de Cristo?

àLa venida del Señor Jesucristo para llevarla al cielo. La palabra empleada por la Esposa es «ven» (Ap 22:17).

3.    Al convertirse de la idolatría, ¿qué dice la Biblia que hicieron los tesalonicenses?

à«Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los cielos a Su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera» (1 Ts 1:9, 10).

4.    ¿Dónde, dice la Biblia, está la ciudadanía del cristiano? y ¿qué dice que él espera de allí?

àLa Biblia declara que la ciudadanía del cristiano está en los cielos, y que espera que el Salvador, el Señor Jesucristo, venga del cielo, transforme su cuerpo y le lleve allá (Fil 3:20, 21).

5.    Si un creyente muere antes que el Señor venga del cielo por Su Asamblea, el cuerpo del creyente va a la tierra, pero ¿a dónde va él en el momento en que su espíritu y su alma abandonen su cuerpo?

àCuando el creyente muere, va al cielo inmediatamente, para estar conscientemente con el Señor (Fil 1:23).

6.    Muchos creyentes en el día de hoy no están seguros de ir al cielo si mueren. Están confiando en el mismo Salvador en que Pablo confió. ¿Estaba él seguro de ir al cielo cuando muriera?

àPablo sabía que iba a morir (2 Ti 4:6, 7), y sabía que iba al cielo cuando muriera. Él dijo que mientras estuviera aquí en el cuerpo, esta­ba ausente del Señor. Cuando muriera, estaría ausente del cuerpo, más presente con el Señor. (Léase 2 Co 5:6-8).

“En medio de la congregación te alabaré”

 La condición desleal e incrédula del pueblo de Israel


El autor del Salmo 22 es David, y en ese salmo cuenta de sus propias experiencias y relata con anticipación por el Espíritu de los sufrimientos vividos, sentidos y cumplidos de nuestro Señor Jesucristo. Pablo cita este salmo en Hebreos 2:9-12 aludiendo a Cristo que “no se avergüenza de llamarlos hermanos”. Aunque los redimidos eran unos perdidos y miserables pecadores, ahora limpiados en su sangre y santificados, nos ha capacitado y no se avergüenza de llamarnos hermanos.

David nunca se avergonzó de confesar el nombre de su Dios. Confiesa el Señor ante el pueblo (1 Samuel 17:26), confiesa a su Dios ante el rey y sus cortesanos, vv 31-37, confiesa a su Salvador ante su poderoso enemigo, vv 45-47. Semejante a David hubo otros que dentro de la nación o en el destierro confesaron y no se avergonzaron de su Dios. “Hablaré de sus testimonios delante de los reyes, y no me avergonzaré”. (Salmo 119:46) Pablo, el más ejercitado de los siervos de Cristo, hizo célebres sus cadenas en el pretorio romano porque no se avergonzó de Cristo su Salvador. Ante la crítica y la burla de los filósofos griegos no se avergonzó de confesar a Cristo resucitado y Juez del universo. Dijo de Onesíforo que “muchas veces me confortó, y no se avergonzó de mis cadenas, sino cuando estuvo en Roma me buscó solícitamente y me halló”. (Filipenses 1:12-14, Hechos 17:16-32, 2 Timoteo 1:16-18)

Los ejemplos citados, y la confesión de fe en Cristo de hombres y mujeres sencillos como nobles en los días presentes, nos hace expresar más abajo la condición desleal e incrédula del pueblo de Israel que ha entrado en Palestina.

Vino a Caracas en meses pasados el general Arie Shahar, un israelí a quien se le atribuye parte de la victoria alcanzada en estos días en la derrota del ejército árabe en el Sinaí. Un reportero le preguntó a qué factores él atribuía el triunfo relámpago de las tropas de Israel. El general contestó relacionando este golpe de Israel sobre los árabes al golpe certero de muerte que atestó David al gigante Goliat. Dijo que los árabes se habían convertido en un gigante armado con material bélico procedente de Rusia y el ejército árabe había sido adiestrado en las tácticas para la guerra por instructores rusos.

Llama la atención que el pueblo israelí, al celebrar la victoria, lloraron unos y cantaron otros, leyendo los salmos por las calles, pero este general no contestó que su triunfo sólo se atribuye al Dios de gracia, como lo hizo David en sus días que no se avergonzó de confesar y dar a Dios la gloria por el éxito de sus victorias.

Es el orgullo de los judíos que los hace incrédulos. Ante el crecimiento del cristianismo callan, y se avergüenzan de dar la gloria al Señor, confesando sus pecados y admitiendo que todos estos siglos estaban equivocados. Las pruebas se acumulan para que Israel fuera convencido que nuestro Señor Jesucristo es el Mesías y Redentor, pero tendrán que ser fuertemente castigados.

Esta victoria de Israel no es la victoria final; tendrán que pasar por muchos dolores. “Meteré en el fuego la tercera parte y los fundiré como se funde la plata, y los probaré como se prueba el oro. El (Israel) invocará mi nombre; y yo le oiré, y diré: Pueblo mío; y él dirá: Jehová es mi Dios”. ¿Cuándo será esto? Cuando Israel preguntará al Señor: “¿Qué heridas son estas en tus manos?” Y Él responderá: “Con ellas fui herido en casa de mis hermanos”. (Zacarías 13:9,6)

    Así que no será todo el pueblo, sino “el Israel de Dios” que ha pasado por el crisol de la prueba que se humillará. Como en los días de Samuel el pueblo reconoció sus errores y en Mizpa confesaron sus pecados (1 Samuel 7:6), en aquel día no se avergonzarán; confesarán con su lengua: “Grandes cosas han hecho Jehová con nosotros, estaremos alegres”. (Salmo 16:1-3).
José Naranjo

Dios actúa para su propia gloria


 Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que

recibáis galardón completo. (2 Juan 8)

 


La Palabra de Dios, la cual declara claramente que las buenas obras no otorgan la salvación, también declara con claridad que las obras, invariablemente, deben acompañar a la salvación. Si bien no proporcionan la salvación, siempre deben ser una consecuencia de ella. Aquellos que han sido hechos aceptos en el Amado deben trabajar diligentemente para ser aceptables al Amado. Es muy bueno que, con toda humildad de corazón, busquemos diariamente manifestar estas obras de gracia que evidencian la fe. Habiendo ya mirado a Dios para la salvación, ahora deseamos serle agradables en nuestro andar, nuestros hechos y nuestras vidas, para que estas puedan, al final, merecer la aprobación del Maestro, testificada en sus dulces palabras: «Bien, buen siervo y fiel».

Hay cuatro pasajes en el Nuevo Testa-mento que establecen el carácter cristiano en todo su encanto y poder: Mateo 5:3-12, con sus nueve beatitudes; 1 Corintios 13, con sus dieciséis cualidades inigualables; Gálatas 5:22-23, con su racimo de fruto celestial de nueve partes; y 2 Pedro 1:5-8, con su descripción de un cristiano plenamente desarrollado. Las palabras de Mateo 5 presentan un carácter aprendido en humildad, madurado por el sufrimiento, repleto de gentileza, pureza y amor. 1 Corintios 13 es probablemente la lista más noble de bellos pensamientos. Gálatas 5 muestra el secreto por el que podemos tener días celestiales sobre la tierra. 2 Pedro 1, dando por hecho que la fe es el fundamento, se eleva majestuosamente, paso a paso, hasta que la estructura se ve coronada con aquel amor que es el cumplimiento de la ley. Juntas, estas cuatro porciones de la Biblia establecen una magnífica y completa filosofía de la vida cristiana. Hacemos bien si nos examinamos a la luz de ellas.

Ha llegado el momento en el que las vidas de los cristianos prácticamente son la única Biblia que el mundo leerá alguna vez –son tiempos en que lo que somos tiene más peso que lo que decimos. Bienaventurado aquel cuya vida le da validez y poder a su mensaje.

H. Durbanville

Disfrute su Biblia (12)

 Áreas Problemáticas


William Macdonald


ANTROPOMORFISMOS

Muchas veces a Dios se le atribuyen características huma­nas o de otras criaturas. “Los ojos de Jehová están sobre los justos y atentos sus oídos al clamor de ellos.” (Sal. 34:15). “Con sus plumas te cubrirá y debajo de sus alas estarás segu­ro” (Sal. 91: 4a). Dios, al ser Espíritu, no tiene ojos u oídos, ¡y ciertamente no tiene alas y plumas! Tener un alma poética ayuda al estudiar pasajes como estos. El nombre técnico es antropomorfismos (“formas humanas”) y zoomorfismos (“formas de criaturas vivientes”).

En ocasiones, la Biblia usa un lenguaje de apariencia huma­na, es decir, un lenguaje que expresa cómo las cosas se ven para nosotros. Cuando menciona que Dios se arrepiente, por ejem­plo, no significa que Él haya cometido un error y se esté lamen­tando por ello. Su “arrepentimiento” significa que cuando el hombre cambia la obediencia por la desobediencia, por ejemplo, el carácter de Dios le requiere cambiar la bendición por el juicio. En otras palabras, El responde a los cambios en el hombre de acuerdo a sus propios atributos. Para nosotros, eso se ve como arrepentimiento. Muchos de estos pasajes son traducidos en otras versiones como ceder, lo que probablemente sea una pala­bra más adecuada para hoy.

Una teofanía es una manifestación visible de Dios, quien en Su esencia es invisible a los ojos mortales. Una Cristofanía es una apariencia pre encarnada de Cristo. Cuando el Angel del Señor es mencionado en el Antiguo Testamento, se está refiriendo al Señor Jesús (vea Gen. 16:11-13; 31:11, 13; Ex. 3:2, 11; Jud. 6:21-22; 13:18, 22; Os. 12:4-5, cf. Gen. 32:30).

PERMISO DIVINO

¡Otra útil interpretación! A menudo se menciona que Dios hace algo que en realidad sólo permitió que fuera hecho. Esto nos ayuda a entender algunos versículos difíciles como 1 Samuel 16:14:         un espíritu malo de parte de Jehová lo atormenta­ba.” Ningún mal puede venir del Señor, pero Él puede permi­tirlo. Satanás le robó a Job casi todo lo que tenía, y aun así Job dijo, “Jehová quitó” (1:21b). Isaías cita al Señor diciendo, “hago la paz y creo la adversidad” (45:7b). Como El permite la adversidad, se le atribuye también su creación.

AGENTES SECUNDARIOS

Se les atribuyen acciones a personas, que en realidad las hace un agente en su lugar. Podemos ver que Josué leyó todas las maldiciones y bendiciones al pueblo de Israel (Jos. 8:35), pero también vemos en Deuteronomio fueron en realidad los Levitas quienes lo hicieron como sus agentes (Deut. 27:14).

INTERACCIÓN DIV1NO-HUMANA

A medida que estudie las Escrituras, se dará cuenta que hay una curiosa mezcla de lo divino y lo humano. Dios hace Su parte, pero el hombre también debe hacer la suya. Siempre ase­gúrese de estudiar ambas partes de la combinación.

Encontrará esto en la elección (Ef. 1:4-5) y en la responsa­bilidad humana (Jn. 3:16). Dios elige, pero el hombre también debe hacerlo.

Lo encontrará en la salvación. Es el Señor el que salva (Ef. 2:8-9), pero tanto las Escrituras como nuestra experiencia nos indican que hubo un momento en la vida en que tuvimos que aceptar a Jesucristo en un acto de fe.

También lo encontrará en nuestra seguridad. Somos guar­dados por el poder de Dios (1 Pe. 1:5); ese es el lado divino. Pero “mediante la fe” es la parte humana.

Sólo Dios puede santificarnos (1 Tes. 5:23), pero se nos encomienda ser santos (1 Pe. 1:15-16).

Lo vemos en el tema del servicio. “Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Sal. 127:1). Aquí es fácil ver que Dios y el hombre están involucrados. La lección en todo esto es esta, “No intente armonizar la tensión. Acepte ambas partes de la paradoja.”

VERDAD GENERAL

Algunas veces, un versículo puede referirse a una verdad general, aunque puede haber excepciones. No todos los hijos que obedecen a sus padres llegan a una edad avanzada (Ef. 6:13), pero la conexión generalmente es cierta.

LA CLAVE DE LA INTERPRETACIÓN/ APLICACIÓN

Recuerde que un pasaje tiene sólo una interpretación, pero puede tener una o más aplicaciones. Tome como ejemplo Job 23:10b: “si me prueba, saldré como el oro.” Job estaba dicien­do que, si él fuera puesto en juicio delante de Dios, el veredicto no sería culpable. Él es inocente de los cargos que sus amigos habían presentado contra él. Esa es la interpretación. Pero el versículo puede ser aplicado para referirse a los beneficios que un creyente recibe de las pruebas de la vida. Refinan el carácter, removiendo la escoria hasta que el Refinador vea Su imagen reflejada en el oro.

EL FACTOR GEOGRÁFICO

La Biblia está escrita en gran parte desde la perspectiva geográ­fica de la tierra de Israel. Por consiguiente, el norte se refiere al norte de Israel. Los fenómenos climáticos son los que prevalecían en esa área. El mundo generalmente se refiere al mundo Mediterráneo, es decir, las tierras bíblicas. Cuando Pablo dice que el evangelio llegó

a todo el mundo en sus días (Col. 1:6), no por eso tenemos que interpretar que los aztecas y los Incas lo escucharon.

CRISTO EN TODAS LAS ESCRITURAS

Debemos buscar al Señor en todas las Escrituras. Jesús les dijo a los judíos que las Escrituras testifican de El (Jn. 5:39). Cuando El caminaba con los dos discípulos a Emaús, Él “les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (Le. 24:27).

OTRAS CONSIDERACIONES

El obispo Middleton dijo que cuando un artículo definido (en el original) precede el nombre del Espíritu Santo, se refiere invariablemente a la Persona, mientras que, si no aparece artículo, se refiere a Sus dones e influencias.11 Es así, que cuando Jesús dijo en Juan 20:22, literalmente “Recibid el Espíritu Santo” (no hay artículo en el original), Él se estaba refiriendo a un anticipo o ministerio del Espíritu, no a la propia Persona. Ellos no recibie­ron el Espíritu Santo sino hasta el día de Pentecostés.

Note que, aunque en la Biblia todo está relatado con certeza, no todo lo citado es verdadero. La inspiración no garantiza la vera­cidad de lo que el diablo dice (Gén. 3:15) o de lo que el hombre dice por su propia sabiduría (Job 42:7). La Biblia dice “No hay Dios”, ¡pero está citando a un necio que lo está diciendo!

Las palabras usadas en la Biblia a menudo son flexibles lo suficiente como para describir cosas que no existían en el tiempo que fueron escritas. De esta manera, Ezequiel habla sobre una batalla con arco y flecha, pero las palabras hebreas también podrían describir misiles balísticos. Pierson afirma que “una fraseología poética elástica, oscura y enigmática, provee para el futuro alojamiento de hechos recientemente descubiertos.”

La ley de la mención anterior se refiere a las personas y cosas que son mencionadas antes de que existan realmente. David men­ciona el templo en Salmos 5:7 pero él no vivió para verlo erigido.

Deberíamos resistir la tentación de ver el Antiguo Testamento con ojos cristianos. Encontraremos muchas cosas que son sub­cristianas. Por ejemplo, la destrucción masiva de los cananitas.

Figuras de Cristo (12)

 El Tabernáculo (Éxodo 25:1-9)


Muchas cosas en el Tabernáculo son figuras de Cristo. Dios dijo a Moisés en el Monte Sinaí, cómo debía construir esta tienda y le dio sus dimensiones y le dijo las cosas que debería hacer para ser usadas allí. Luego le dijo que regresara a su pueblo y les dijera que construyeran el Tabernáculo en la forma en que él había ordenado, Éxodo 25:8,9,40 y 27:8.

El Tabernáculo y los utensilios nos enseñan muchas cosas acerca de la vida del Señor Jesucristo, de su muerte y de su obra en los cielos como nuestro Gran Sumo Sacerdote. Podemos entender algunos versículos difíciles del libro de Hebreos, si entendemos estas figuras de Cristo en el Tabernáculo. Las cosas del Tabernáculo eran copia de cosas celestiales, Hebreos 9:23. Quiera Dios ayudarnos a estudiar el significado de estas cosas para que podamos crecer en la gracia y el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo, 2 Pedro 3:18.

El Tabernáculo era una tienda hecha de tela y pieles de animales. Alrededor de él había un patio donde los israelitas se acercaban a Dios. La gloria de Dios podía ser vista en la nube que estaba sobre el Tabernáculo.

El pueblo venía al Tabernáculo con sus sacrificios para recibir perdón de sus pecados. Dios escogió hombres para que fueran sacerdotes y le sirvieran diariamente en el Tabernáculo todo el tiempo que los israelitas viajaron por el desierto.

La nube de gloria conducía a los israelitas siempre que via­jaban y los levitas llevaban los componentes del Tabernáculo. Luego lo armaban nuevamente cuando llegaban a un lugar donde estarían por algún tiempo. Los israelitas no se congregan en el Tabernáculo, de la misma forma que los creyentes se congregan hoy en las iglesias. Ellos llegaban uno por uno, a la entrada del patio, para traer sus ofrendas a Dios
W.A. Deans

La espada de Saúl

 Las distintas circunstancias en que vemos a Saúl con una espada nos proporcionan un resumen de su vida desde cuando fue ungido como rey hasta su triste fin en el monte Gilboa. Muy importantes son las lecciones que podemos aprender de esta historia trágica e inspirada por el Espíritu Santo.

1. La espada del valiente

Tomando un par de bueyes, los cortó en trozos y los envió por todo el territorio de Israel, 1 Samuel 11.5 al 15

Este pasaje relata el principio de la carrera de Saúl. Sabemos por los capítulos 9 y 10 que era hombre pobre y humilde, y que escondió su bagaje al principio. Era industrioso, compasivo, fortalecido por el Espíritu, puntual, valiente y cumplido. Son cualidades que han podido señalar un gran hombre, y efectivamente Saúl conquistó la admiración de todo el pueblo.

Su simpatía se despierta al recibir noticias de la gente de Jabes, quienes estaban rodeados por un enemigo fuerte y cruel. Sin vacilar él ciñe su espada y, fortalecido por el Espíritu, sale al frente de un ejército de liberación. Ataca el enemigo y gana una victoria gloriosa.

Con este gran principio, ¿por qué fracasó al fin? Samuel nos da la razón: “Aunque eras pequeño en tus propios ojos”, 15.17. La humildad de Saúl se cambió en soberbia, desobediencia y presunción. El perdió su espiritualidad y es tipo del creyente carnal una vez dominado por la envidia y la malicia.

¿Cuál es el antídoto para el creyente expuesto al mismo peligro? Nuestro Señor lo tiene; dijo El: “Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”, Mateo 11.29.

La historia se repite. ¿Cuántos jóvenes principian su vida cristiana con fervor, pero terminan en naufragio? Como Saúl, todo verdadero creyente ha tenido un buen principio. Hay un gran enemigo cerca, pero “mayor es él que está en vosotros que el que está en el mundo”. El espíritu de Satanás está en el mundo y el Espíritu de Dios en el creyente.

2. La espada del perezoso

No se halló espada ni lanza en mano de ninguno del pueblo que estaba con Saúl, 1 Samuel 13.22 al 14.2

¡Qué cambio notamos ahora! El enemigo está avanzando. Jonatán hace proezas, pero Saúl está debajo de un granado, inactivo. He aquí la estrategia del enemigo; el pueblo de Dios desarmado, y sólo Saúl y Jonatán tienen espadas. Ellos no permitieron al enemigo despojarles de sus armas.

Satanás, el gran enemigo del creyente, está procurando quitarle su arma principal, que es la Palabra de Dios, la espada del Espíritu. Por esto el apóstol Pedro exhorta, “Velad y orad”. Más tarde, cuando Saúl dormía, David pudo quitarle su espada.

En días pasados en Caracas unos ladrones entraron en la casa de una señora que dormía. Le rociaron la cara con una sustancia que la guardaba dormida, y ella se despertó tiempo después para saber que los ladrones habían llevado una cantidad de dinero y joyas. Temo que muchas “espadas” de los soldados de Jesucristo están oxidadas por falta de uso. Es una cosa tener la Biblia en casa, pero es otra cosa tener la Palabra guardada en el corazón.

Los filisteos estaban invadiendo el país, pero Saúl estaba sentado bajo un granado en Micmas con seiscientos hombres. Su hijo Jonatán tenía el ejercicio, valor y fe para atacar al enemigo. Dios le honró y él logró una victoria maravillosa.

En la parábola de la cizaña, nuestro Señor dijo que fue mientras dormían los hombres que el enemigo sembró la cizaña entre el trigo. ¿Cómo podemos derrotar al enemigo? Dice el Salmo 60: “Has dado a los que te temen bandera que alcen por causa de la verdad”. Y: “En Dios haremos proezas, y él hollará nuestros enemigos”. Por lo cual, levantemos las manos caídas y las rodillas paralizadas. Hagamos sendas derechas para nuestros pies.

3. La espada del desobediente

Tomó vivo a Agag rey de Amalec, pero a todo el pueblo mató a filo de espada, 1 Samuel 15.8

Encontramos a Saúl ahora con 210.000 hombres, y ha llegado el día en que Dios quiere arreglar las cuentas con los amalecitas. El exige una destrucción total. “Destruiréis en él todo lo que tuviere: y no te apiades de él”, 15.3. Saúl impuso su propia voluntad, que resultó en pecado de rebelión.

El perdonó al rey de los amalecitas, Agag, quien mereció muerte más que todos porque era hombre de sangre. Amalec es tipo de la carne en el creyente. Hablando espiritualmente, el fracaso de Saúl se debía a su propósito de perdonar a Agag. Le trajo consigo, y ¡ay del creyente que quiere andar con un Agag — la carne — perdonado!

Cuando Samuel le reclamó a Saúl el no haber cumplido con su comisión, éste no quiso reconocer su falta. “Antes bien he obedecido la voz de Jehová”, dijo, y quiso echar la culpa sobre los demás. Pero era imposible engañar a Dios, y por fin el rey confesó, “Yo he pecado”.

El profeta le mostró qué ha debido hacer con Agag; le cortó en pedazos. Así el creyente tiene que usar la espada del Espíritu, juzgando los deseos y las pasiones carnales, “sabiendo que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo ... a fin de que no sirvamos más al pecado”, Romanos 6.6. Dijo Pablo: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”, 1 Corintios 9.27.

En 2 Samuel 1 notamos un gran contraste entre David y Saúl. David había derrotado a los amalecitas, pero tres días más tarde se presentó delante de él un joven de ese pueblo, trayendo la corona de Saúl y confesando que había ultimado a aquel rey. El joven tenía por objeto congraciarse con David, pero el resultado fue lo contrario; recibió la justa sentencia de muerte.

Saúl, pues, perdonó al rey amalecita y murió a manos de uno de ese pueblo. David no perdonó a ese pueblo y sentenció a muerte a uno de ellos que mató a su propio rey. La lección solemne es que el creyente que hace tregua con la carne corre el peligro de ser vencido por esa misma naturaleza pecaminosa, perdiendo su corona ante el Señor.

En Santiago 1.14,15 aprendemos cómo se desarrolla el pecado: uno es atraído y seducido, y el pecado es concebido y consumado. El creyente debe huir de aun la apariencia del pecado — 1 Tesalonicenses 5.22 — como José evitó la fornicación con aquella mujer en Egipto. Uno halla lo que busca, y la lepra fea de la fornicación es un ejemplo. Si uno busca las inmundicias de la carne, las encontrará; pero si pone su mira en las cosas de arriba, va a encontrar la espiritualidad y la comunión con el Señor.

4. La espada del miedoso

Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo, 1 Samuel 17.11

Saúl era el hombre más alto y grande entre todos y a él le tocó salir a pelear contra el gigante Goliat. Pero estaba amedrentado.

El pecado quita el valor moral del creyente. Saúl estaba dispuesto a dar su espada a David — 17.38,39 — pero no le agradó cuando la gente le atribuyó a David la honra de la victoria. Hay algunos todavía que quieren que otros hagan el trabajo pero que ellos disfruten de los beneficios; es como el refrán que el cachicamo hace cueva para la lapa.

Pero la espada del miedoso Saúl no sirvió para el valiente David. La humilde honda y una piedrecita, dirigidas por la mano de Dios, efectuaron lo que no se podía hacer con la espada de Saúl. Dios puede hacer mucho más con un instrumento humilde y limpio que con uno pretencioso y carnal.

Este noble episodio en la vida de David anima al creyente a confiar en su Señor y no en el brazo del hombre. Saúl era fuerte, pero con corazón débil, y no tenía el ojo puesto en Dios. Nuestro Señor exhortó a los suyos a “tener fe en Dios”, y en Hebreos 11 hay un resumen de las hazañas de hombres y mujeres que salieron victoriosos, creyendo en él y en su Palabra. Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo, y el apóstol afirmó que “en todas estas cosas somos más que vencedores”. El perfecto amor echa fuera el temor. Romanos 8.37; 1 Juan 4.18

5. La espada del cruel

Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, 2 Samuel 21.1,2

La crueldad de este hombre está a la vista en el caso de los gabaonitas y en el caso de los sacerdotes. Llevado por un celo falso, Saúl violó el pacto solemne que garantizaba seguridad a los gabaonitas. (Josué 9.15,21, etc). El derramó sangre injustamente (no sabemos cuándo o cómo), trayendo maldición sobre su país y tragedia sobre su posteridad. La historia está en 2 Samuel 21. Abiatar dio aviso a David de cómo Saúl había dado muerte a los sacerdotes de Jehová, 1 Samuel 22.21.

Nos hace recordar la advertencia de Romanos 14.7: “Ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí”. Una generación venidera cosechará lo que nosotros sembremos. ahora.

Hemos llegado al capítulo más espeluznante en la historia de Saúl. Su ira contra David ha llegado a su cenit y se desborda en furor desenfrenado. En su huida de Saúl, David se presenta en la casa del sacerdote Ahimelec, y por medio de una mentira capta la confianza de éste. De buena fe Ahimelec le da la espada de Goliat y pan para David y sus mozos.

A veces parece cosa fácil salir de un apuro diciendo una mentira, que para algunos no representa mayor cosa, pero aquí tenemos un ejemplo de cuán funestos pueden ser los resultados. El desenlace de aquella mentira de David fue la matanza de 85 personas inocentes, sacerdotes de Dios, sus familias en el pueblo de Nob, y aun niños de pecho. David tendría que lamentar después, “Yo he ocasionado la muerte a todas las personas de la casa de tu padre”.

Que sintamos un santo temor de mentir.

El rey Saúl mandó a sus siervos matar a los sacerdotes, pero ellos no quisieron extender la mano para hacerlo. Entonces el rey mandó a Doeg el edomita llevar a cabo la matanza y él lo hizo sin escrúpulo. (También era edomita el rey Herodes, quien mandó matar a todos los niños de dos años o menores en Belén y sus alrededores). Doeg era el instrumento; Saúl fue el autor intelectual del crimen. Cuando leemos más adelante del triste fin de Saúl, no se despierta en nuestros corazones lástima en vista de lo que hizo aquí.

Según el retrato divino de la raza humana, “sus pies se apresuran para derramar sangre”. Hay la misma naturaleza cruel en todos los hijos de Adán, y solamente la gracia de Dios puede transformarnos. Saulo de Tarso era “lobo rapaz”, de una naturaleza fiera, pero después de su conversión fue “el amado del Señor”, amando a la vez al pueblo de Dios. El escribió a los santos en Éfeso, exhortándoles a quitar de sí toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

En 2 Samuel 21.1 leemos: “Hubo hambre en los días de David ... por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas”. Su motivo fue un celo carnal, que fue condenado por Dios. El violó un pacto hecho a favor de esa gente, y Dios tuvo que cobrar la cuenta años después, con la muerte de algunos de sus descendientes.

Saulo de Tarso, a quien hemos hecho referencia, tuvo celo cuando perseguía a los creyentes, pero después reconoció que era de la carne. Es posible aparentar un celo por las cosas de Dios que depende de la carne, hiriendo a nuestros hermanos. A veces es una exhortación en la energía de la carne que contrista al Espíritu y hace más mal que bien. Diótrefes mostraba mucho celo en el asunto de la recepción a la asamblea, 3 Juan 9, pero era celo carnal que llegó al extremo de no querer recibir al apóstol Juan.

Debemos tratar a nuestros hermanos en la fe como a aquellos por los cuales Cristo murió. Son comprados a precio de su sangre, y los estimamos como dignos de ser servidos.

6. La espada del abandonado

Tomó Saúl la espada, y echóse sobre ella, 1 Samuel 31.4

El último capítulo de 1 Samuel nos presenta uno de los cuadros más lúgubres de la Biblia: el fin triste de Saúl. Él había tenido un comienzo favorable; de joven gozaba de vigor y salud, fue aplicado en trabajo honroso y se le brindaban grandes posibilidades para el porvenir. Pero, como hemos visto, su desobediencia, envidia y carnalidad le llevaron al extremo de ser abandonado por Dios.

En su desespero él buscó una bruja, pero en lugar de conseguir aliento para la batalla, se quedó aplastado por completo en espíritu. En su última batalla con los filisteos él vio a sus tres hijos muertos, y allí en la soledad tomó su propia espada, se echó sobre ella y se mató a sí mismo. Los filisteos le cortaron la cabeza y le despojaron de sus armas.

Al principio Saúl fue guiado por la palabra de Dios; Samuel le dijo, “Espera tú un poco para que te declare la palabra de Dios”, 1 Samuel 9.27. Al final consultó con una hechicera. Le vemos al principio rodeado por sus hijos, oficiales y soldados. Al fin su ejército huyó, sus hijos fueron muertos y él quedó abandonado por Dios y hombre.

¿Por qué aparecen en la sagrada página historias tan lamentables? Estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. 1 Corintios 10.11, Romanos 15.4

    Saúl es tipo del “hombre viejo” en el creyente. Si le dejamos reinar en nuestras vidas, inevitablemente terminaremos mal. 2 Samuel empieza con el rey nuevo, David, figura del “hombre nuevo”, hombre según el corazón de Dios y tipo de nuestro Señor Jesucristo. David nunca perdió una batalla porque buscaba consejo de Dios y procuraba hacer su voluntad. Sólo si reina en nuestras vidas “el nuevo hombre” podemos contar con el apoyo y la bendición del Señor.

Santiago Saword