Al
final de la epístola a los Hebreos, después de exponer la plenitud de la
persona de Cristo y de su obra, el inspirado apóstol da una exhortación:
“Por lo
cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre,
padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento,
llevando su vituperio” (Hebreos 13:12-13).
Aquí
tenemos un principio importante para la guía del creyente preocupado seriamente
con el deseo de agradar al Señor.
El
apóstol llama la atención del lector al hecho de que Cristo fue crucificado
fuera de la puerta de Jerusalén, centro del judaísmo. Por lo tanto, señala la
responsabilidad del creyente de salir a Él, el Rechazado, fuera del campamento,
para llevar Su vituperio. Pero antes de considerar la porción de la Escritura
citada arriba, sería provechoso considerar el «campamento de Israel» y el
ejemplo de Moisés en armar la tienda del tabernáculo fuera del campamento.
El campamento
idólatra de Israel
En
Éxodo 32, donde se habla del campamento de Israel, notamos que los israelitas
desplazaron a Dios mediante la idolatría del becerro de oro hecho por Aarón (v.
10, 27, 28). Dios había reconocido el campamento como Su campamento, y había
morado en medio del pueblo. Pero cuando el becerro de fundición fue levantado y
adorado, Dios no pudo reconocer a los israelitas como su pueblo.
El hombre se había
ocupado con sus herramientas de grabar, esculpiendo un dios y haciéndose un
altar para sí mismo.
Se
había nombrado su propio día de fiesta, y su desobediencia, “se sentó a comer y
a beber, y se levantó a regocijarse” (v. 4-6). El pueblo se había corrompido y
por tal razón Dios no pudo reunirse con ellos en tal campamento donde reinaba
la idolatría.
En
Éxodo 33 vemos que Moisés percibió lo que convenía a la santidad de Dios. Vemos
también cómo Dios obró en separación del campamento de Israel. “Y Moisés tomó
el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el
Tabernáculo de Reunión. Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo
de reunión que estaba fuera del campamento… Cuando Moisés entraba en el
tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del
tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés… Y hablaba Jehová a Moisés cara a
cara, como habla cualquiera a su compañero” (v. 7-11).
Aquí
tenemos un ejemplo de lo que significa la expresión “salir fuera del
campamento”. Además, nos muestra qué necesario es si queremos tener la
presencia del Señor con nosotros en el día de la apostasía y del mal en el
campamento. El Señor estuvo fuera del campamento de Israel; por eso Moisés se
separó del campamento y levantó la tienda (probablemente su propia tienda)
fuera del campamento idólatra. Nótese que no sólo salió fuera del campamento de
Israel, sino “lejos” del campamento, y lo llamó “el Tabernáculo de Reunión”.
Esta
tienda entonces llegó a ser el centro de reunión para todos los que buscaban a
Jehová. Salieron al Tabernáculo de Reunión, fuera del campamento contaminado
por las prácticas idólatras del pueblo. Luego Dios puso Su sello de aprobación
sobre la acción de Moisés y la de algunos del pueblo y sobre este nuevo lugar
de reunión. Este sello de aprobación fue la columna de nube (símbolo visible de
la presencia de Dios) que descendió y se puso a la puerta de la tienda de
reunión. También Dios manifestó su aprobación por el hecho de hablar allí con
Moisés “cara a cara, como habla cualquiera a su compañero” (v. 11).
Todo el
pueblo en el campamento vio la columna de nube que estaba sobre la tienda de
reunión y se levantó para adorar, cada uno a la puerta de su tienda. Esto
mostró que se dieron cuenta de que el Señor no podía concederles más Su
presencia en el campamento contaminado. Esto mostró también que todo el pueblo
se dio cuenta de que el Señor reconocía Su nuevo lugar fuera del campamento.
Pero parece que la mayoría del pueblo faltó en cuanto a su responsabilidad de
separarse del campamento contaminado. Decimos lo anterior porque vemos que “se
levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba” (v. 10). No salieron a
la tienda de reunión fuera del campamento, al lugar donde Jehová manifestaba su
presencia mediante la columna de nube.
La
aplicación de todo esto al estado actual de la Cristiandad debiera ser
manifiesto al alma habituada a las cosas de Dios. Además de la exhortación
directa de hebreos 13:13 de salir a Cristo fuera del campamento, tenemos la
declaración de Romanos 15:4: “Las cosas que se escribieron antes, para nuestra
enseñanza se escribieron.” Sabemos de esto que la actitud de Moisés y de otros,
al separarse de la idolatría y del mal en el campamento de Israel, le da al
creyente un ejemplo. Le provee de un principio como guía para este día de la
ruina de la iglesia profesante, es decir, de aquella que profesa ser cristiana.
Lo que
se llama «Cristiandad» ha venido a ser un campamento idólatra, muy parecido al
campamento de Israel. Cristo ha sido reemplazado y la idolatría se practica en
una gran parte de la iglesia profesante. El hombre ha tomado su cincel y ha
labrado sus propios «dioses». Ha elaborado sistemas religiosos haciendo caso
omiso al pensamiento de Dios expresado en las Escrituras. Y aun podemos agregar
que los sistemas humanos virtualmente han puesto aparte el pensamiento y la
autoridad de Cristo, así como la operación soberana del Espíritu Santo.
Toda
forma de falsas doctrinas y de corrupción moral se puede encontrar en lo que se
llama la cristiandad. Ésta ha llegado a ser una «Babilonia» de confusión y de
maldad. El capítulo 18 de Apocalipsis nos ofrece un cuadro profético de esta
Babilonia en su etapa final y su desarrollo repleto de perversidad, y hace una
descripción del juicio que Dios ejecutará sobre Babilonia.
Allí
leemos: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de
demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y
aborrecible… Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus
pecados…” (v. 2, 4).
Como
Moisés antaño, debemos salir de este campamento idólatra y separarnos de todos
sus males y corrupciones, si queremos ganar la aprobación de Dios y gozar de su
presencia con nosotros. ¡Cuán triste es ver a tantos creyentes verdaderos que
se adhieren a los variados sistemas que hay en el campamento corrupto de la
cristiandad en vez de salir fuera del campamento! Hay muchos que, como en el
Israel de entonces, adoran a la puerta de sus tiendas en el campamento apóstata
del que Cristo se ha apartado. Si éste fuera el caso de alguien que está
leyendo estas líneas, le rogamos que escuche la voz de Dios que clama: “Salid
de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados.”
El campamento
del judaísmo
Ahora
vamos a considerar este campamento del cual el apóstol habla a los creyentes
hebreos (Hebreos 13:13). Les exhorta a salir a Jesucristo, quien sufrió fuera
de la puerta como la verdadera ofrenda por el pecado. El escritor inspirado
muestra que Cristo está fuera de este campamento religioso apóstata del
judaísmo. Por lo tanto, los que le aman, tienen el deber de salir “a Él, fuera
del campamento, llevando su vituperio”.
Tres veces la
gloria de Dios estuvo fuera de Israel:
PRIMERO: En el desierto, como vimos en
Éxodo 33.
SEGUNDO: En Jerusalén en los días de
Ezequiel (Ezequiel 10:18, 19; 11:23), y
TERCERO: En la crucifixión de Cristo, en
quien la gloria de Dios se manifestó a la fe en la faz de Jesucristo (2.ª
Corintios 4:6).
Así
pues, los que quieren buscar al Señor y gozar de su presencia, tienen que salir
hacia Él, hacia el lugar de rechazo y de oprobio. Este lugar está allí donde el
mundo religioso de entonces puso al Señor: fuera del campamento de ellos.
Sería
bueno que averiguáramos algo más sobre la naturaleza del campamento del
judaísmo, fuera del cual pusieron a Cristo. En Hebreos 9:1-10 tenemos una
descripción de este, de la cual recogemos las siguientes características:
1)
Fue
reconocido como un “santuario terrenal”, un santuario de este mundo, con
muebles y utensilios espléndidos (v.1, 2)
2)
Hubo
una parte interior de este santuario terrenal, llamada “el Lugar Santísimo”,
con un velo que lo separaba del resto del santuario. Los sacerdotes entraban en
la primera parte del tabernáculo para cumplir el servicio dedicado a Dios, pero
en el “Lugar Santísimo” sólo el Sumo sacerdote podía entrar una vez al año con
sangre para expiación de sus propios pecados y de los pecados del pueblo (v.
3-7). Dios estaba, podríamos decir, encerrado, a la vez que el hombre quedaba
afuera.
3)
Bajo
este sistema de adoración, pues, no hubo acceso libre a Dios, “...dando el
Espíritu Santo a entender con estoque aún no se había manifestado el camino al
Lugar Santísimo” (v. 8).
4)
Hubo
un sacerdocio ordenado, es decir, una orden sacerdotal, un grupo diferenciado
del pueblo, que se dedicaba al servicio del santuario y oficiaba entre el
pueblo y Dios. El pueblo no tenía intervención directa en el servicio del
santuario (v. 6).
5)
El
santuario terrenal con sus sacerdotes y sacrificios no podía dar a los
adoradores una conciencia purificada ni hacerlos perfectos o completos delante
de Dios (Hebreos 9:9; 10:1-3).
6)
Fue
un sistema de adoración ordenado por Dios para la nación de Israel en la carne
y abarcó como adoradores a toda la nación en el campamento. No suponía ni
exigía que los adoradores nacieran de nuevo: se participaba en virtud de
herencia y de circuncisión, es decir, eran una multitud (todo el pueblo) mixta
de creyentes y de incrédulos reunidos sobre la base de guardar la ley para
justicia (Hebreos 3 a 4).
7)
Fue
una religión terrenal, establecida en la tierra y propia para el hombre en la
carne, sin ningún pensamiento dereproche y ofensa relacionada con ella (Gálatas
5:11; 6:12,13).
Lo
antedicho es un breve bosquejo de los aspectos principales del campamento del
judaísmo. Suplicamos al lector que tenga en cuenta dichos aspectos. En breve
vamos a referirnos a ellos cuando consideremos el contraste con el verdadero
cristianismo. Luego consideraremos la semejanza entre el campamento actual de
la cristiandad y el del judaísmo.
Dios
envió a su Hijo, el Mesías prometido, a este campamento del judaísmo. Pero su
Hijo fue rechazado por la nación y muerto fuera de las puertas de la metrópoli
judía, Jerusalén. La cruz de Cristo puso fin a todo esto, e introdujo el nuevo
pacto de gracia y de redención perfecta mediante el Señor Jesucristo. No
obstante, Dios tuvo paciencia con la nación hasta que ésta dio muerte a
pedradas de Esteban. Entonces Israel como nación fue descartada por completo y
el campamento judaico fue totalmente repudiado por Dios.
Pero
los verdaderos creyentes en Cristo todavía se aferraban al judaísmo y algunos
creyentes hebreos estaban en peligro de abandonar su profesión cristiana y
volver a este campamento. Por eso, la epístola a los Hebreos fue escrita, unos
30 años después de la muerte del Mesías, dirigiéndoles a la plenitud de las
bendiciones de Cristo y su obra. La epístola a los Hebreos les exhortaba a que
salieran al encuentro de Cristo fuera del campamento apóstata del judaísmo que
Dios había rechazado. Éste es el lugar apropiado para la Iglesia, puesto que
“el vino nuevo” del cristianismo no puede ponerse en los “odres viejos” del
sistema legalista del campamento judaico (Lucas 5:37, 38). No se puede seguir a
Cristo y adorarle donde Él es rechazado.
El
contraste del cristianismo con el judaísmo
Sobre el fundamento
del solo sacrificio perfecto, completo y reparador efectuado por Cristo en la
cruz, Dios formó la
Asamblea
o Iglesia. Esto tuvo lugar el día de Pentecostés, mediante el descenso y
bautismo del Espíritu Santo (1.ª Corintios 12:13). Así instituyó el
cristianismo en su carácter celestial, el carácter que Él reconoce y en el cual
se complace. Estas características celestiales, como las encontramos en las
Escrituras, son lo opuesto a las del campamento del judaísmo. Vamos a
considerar a continuación los puntos de contraste del cristianismo. El lector
puede comparar cada uno de estos siete puntos con los correspondientes
incluidos en la sección anterior:
1)
El
santuario del cristiano está en el cielo, no en la tierra. Cristo se ha ido al
cielo. Aparece en la presencia de Dios por nosotros como ministro del santuario
celestial y del tabernáculo verdadero (Hebreos 8:2; 9:24).
2)
El
velo de entrada al Lugar Santísimo está rasgado y tenemos confianza para entrar
por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que Él abrió a través de ese
velo (Hebreos 10:19-20). Dios, en la persona de Cristo, ha salido del lugar
santísimo hacia el hombre, y Cristo ha entrado en la presencia de Dios para
bien de los creyentes. Más aún, abrió un camino para que podamos entrar en el
Lugar Santísimo también. Dentro del velo del santuario celestial está el lugar
que pertenece a todo cristiano.
3)
De
esta forma hay completo acceso a Dios. “Por medio de Él (Cristo), los unos y
los otros (creyentes judíos y gentiles) tenemos entrada por un mismo Espíritu
al Padre” (Efesios 2:18).
4)
Todo
creyente en Cristo es sacerdote santo y real, con privilegios para ofrecer
sacrificios espirituales a Dios. No hay ninguna clase especial de sacerdotes,
distinta del pueblo, en el cristianismo novo testamentario (1.ª Pedro 2:5, 9)
5) Por la sola ofrenda, perfecta y completa, de Cristo, los creyentes tienen
ahora conciencias purificadas, son santificados y hechos perfectos para siempre
delante de Dios. Se les asegura que Dios no se acordará más de sus pecados y
transgresiones (Hebreos 9:14; 10:14-17).
6)
La
Iglesia o Asamblea de Cristo se compone de un pueblo que tiene una relación
vital con Dios mediante el nuevo nacimiento. No incluye a nadie que sólo tenga
una relación exterior con Dios mediante un nacimiento natural, como en el caso
de Israel. Sólo los que han “nacido de nuevo” pertenecen a la Asamblea de Dios
en la tierra, y son los únicos que pueden “adorarle en Espíritu y en verdad”
(Juan 3:3; 4:24). No hay mezcla de salvos e incrédulos en la adoración de la
verdadera Iglesia.
7)
El
cristianismo es de carácter celestial: “Nuestra ciudadanía está en los cielos”
(Filipenses 3:20). Por tanto, no está adaptado al hombre en la carne, sino que,
al contrario, constituye una ofensa, una locura, para el hombre natural. Así es
que la cruz y el rechazo de Cristo tienen una relación con la verdadera
adoración cristiana, porque los creyentes pertenecen a un Cristo rechazado.
“Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os
circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de
Cristo” (Gálatas 6:12).
Tales
son algunos de los aspectos principales del cristianismo del Nuevo Testamento
en contraste con el campamento del judaísmo. El cristianismo verdadero, por lo
tanto, no es un campamento religioso en la tierra, sino una reunión de
creyentes, unidos a Cristo, su Cabeza glorificada en el cielo. Los creyentes
verdaderos deben, pues, salir hacia Él fuera del campamento de la religión
terrenal.
El campamento de
la cristiandad
Hemos
señalado las características y la posición del cristianismo verdadero. Éstas
fueron manifestadas en la Iglesia en los tiempos de los apóstoles, tal como
puede verse claramente a través del estudio del Nuevo Testamento. Pero un
vistazo a la historia de la Iglesia profesante, desde entonces hasta ahora,
revela un hecho triste. Perdió rápidamente su carácter celestial y los aspectos
que la distinguían en su correcta posición cristiana.
Lo que
llevaba el nombre de cristianismo e Iglesia (lo que podemos llamar
cristiandad), pronto echó raíces en la tierra y llegó a ser una mezcla de
judaísmo y cristianismo. La Iglesia pronto adoptó los principios del judaísmo
—una religión según los deseos del hombre no regenerado en la carne— mezclados
con un poco de verdades del cristianismo. La cristiandad, pues, pronto vino a
ser un campamento religioso en la tierra, parecido al campamento idólatra de
Israel en los días de Moisés y al apóstata campamento del judaísmo.
Recuérdense
las características principales del judaísmo y nótese cómo coinciden más o
menos con las cualidades vistas en los sistemas religiosos de la cristiandad.
Algunas de estas particularidades son las siguientes:
1)
Tienen
un santuario majestuoso, con muebles y vasos, todo esto agradable a los ojos
humanos.
2)
Hay
un templo terrenal, un lugar sagrado interior, separado con barandilla, adonde
va sólo el clero (el sacerdote o el ministro oficiante).
3)
No
hay acceso directo y libre a Dios. Dios está lejos, y se dirige a él como “el
Dios Altísimo”, “el Dios
Todopoderoso”, etc., pero raras
veces como “Abba Padre”, que es el clamor de adopción del verdadero hijo de
Dios (Gálatas 4:6). Así es cómo se manifiesta la posición de lejanía que es
característica del sistema judío.
4)
Hay
una casta sacerdotal exclusiva —el clero—, importada del Antiguo Testamento y
creada por ordenación. Estos ministros sirven, generalmente, bajo la autoridad
de jerarcas de alto rango y se mantienen entre Dios y el pueblo, formando una
división entre los así llamados «laicos» y «clérigos». Esta organización humana
ha desplazado la libertad y soberanía del Espíritu Santo.
5)
Otra
característica de los sistemas religiosos de hoy es que, en general, no saben
qué es una conciencia limpia, ni tienen conocimiento del perdón de pecados o de
la perfecta aceptación del pecador delante de Dios. Se pide perdón a Dios, a
veces mediante el sacerdote, para poder seguir alcanzando la salvación. La
mayoría de los que pertenecen a la cristiandad no está segura de ser salvo en
Cristo, y acusan de presunción al hecho de decir que uno es salvo por la sangre
de Cristo y está seguro de ir al cielo.
6)
Creyentes
y no creyentes de corazón, convertidos y no regenerados, se reúnen para
“adorar” a Dios sobre el terreno de las obras y del cumplimiento de la ley para
lograr la salvación.
7)
Estos
sistemas reconocen al hombre en la carne, gustan al hombre en la carne y están
constituidos en tal forma que abarcan a los hombres en la carne. De ahí que
tales sistemas no incomoden al hombre natural ni le hagan sentir el oprobio de
Cristo o la necesidad de llevar Su cruz.
Tales
son las características de la cristiandad, la que es en realidad un campamento
religioso tan apóstata como lo fue el judaísmo, y tal vez más. Por
consiguiente, los creyentes de esta dispensación de la gracia son llamados a
salir de los sistemas religiosos de la cristiandad, o sea el campamento, e ir a
Cristo, el verdadero Centro de reunión.
En
cuanto a lo que constituye el campamento, S. Ridout bien ha dicho:
«Es todo aquello en donde Cristo está sólo nominalmente, pero no en
realidad, entronizado como el Supremo. No importa cuán antigua sea la
autoridad… dondequiera que haya una organización humana que excluye a Cristo,
que no esté de acuerdo con la Palabra de Dios tal como la tenemos en el Nuevo
Testamento, allí tiene Ud. el mismo campamento de que venimos hablando. Sobre
todo, el campamento está en cualquier parte donde Cristo no tenga directa e
inmediatamente el control absoluto mediante su Palabra y su Espíritu.»
El
campamento, fuera del cual Dios exhorta a los creyentes de hoy a salir, es la
cristiandad en la que los hombres han establecido principios judíos bajo un
disfraz de gracia. Hay que salir de todo sistema en el cual la autoridad del
hombre se establece y engendra el repudio práctico de la autoridad de Cristo.
(Esto sucede dondequiera que se reconozca un clero que establece distinción con
los laicos en su conjunto). El campamento es un sistema de religión terrestre o
carnal establecido por el hombre. Es un lugar donde Dios es deshonrado y su
Palabra dejada de lado, y donde al hombre se le confiere un lugar dentro del
cual puede hacer todo lo que le place.
Confiamos
en que estas observaciones ayudarán a los lectores a entender mejor: primero,
lo que es el campamento en nuestros tiempos, y luego, lo que quieren decir las
palabras de hebreos 13:13: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento,
llevando su vituperio.” Dios quiera que cada uno que entienda esto sea
fortalecido por el Espíritu Santo para actuar conforme a este precepto divino.
Sólo en separación de todo lo que desplaza y deshonra a Cristo podemos gozarnos
de su dulce presencia y adorarle en espíritu y en verdad. Estar fuera del
campamento con Cristo en su rechazo aquí abajo, se corresponde con nuestra
porción junto a Él en lo alto. Para entrar de verdad dentro del velo como
adoradores, tenemos que salir con Cristo del campamento aquí en la tierra. Éste
es un gran principio y muy necesario para guiar al creyente en el día de la
ruina y del desorden de la Iglesia.
Salgamos a Él
Deseamos
poner de relieve que el acto de salir a Cristo es el lado positivo de esta
separación del campamento. Este aspecto debe ser el verdadero motivo y el fin
de nuestra separación del campamento. Sólo esto le sostendrá a uno en la senda
negativa de separación con sus pruebas y angustias. Cristo, en todas sus
bellezas, glorias y suficiencia debe ser la meta del corazón. Debe ser el deseo
del alma y el fin personal en razón del cual se hace necesaria nuestra
separación de los sistemas que no le dan el lugar que sólo a Él le corresponde.
Por eso el escritor de Hebreos presenta, a través de toda la epístola, las
glorias y la suficiencia cabal de Cristo y su obra. Entonces, en su último
capítulo, el escritor exhorta a los lectores a separarse del campamento del
judaísmo.
El alma
debe anhelar a Cristo y desear andar con él y estar bajo su dirección y bajo el
control del Espíritu Santo. De otra manera, la separación resultará
insuficiente para seguir a Cristo fuera del campamento. Uno que no hace más que
separarse de un sistema religioso por causa de los males que hay en él, bien
puede formar otro sistema, o tomar parte en un sistema que tuviera más verdad y
santidad; no obstante, éste seguirá siendo un sistema en el cual Cristo no es
el centro de reunión. Tampoco será un lugar en el cual se da a Cristo la
autoridad suprema mediante la sumisión a la acción no limitada del Espíritu
Santo. Por eso el creyente que está en busca de algo mejor todavía pertenece al
campamento de la cristiandad, aunque tal vez se encuentre en las afueras de él.
Como Moisés, debemos levantar nuestra tienda “lejos del campamento” (Éxodo
33:7; V.M.) y reunirnos completamente en torno a Cristo. Ojalá el lector y el
autor de estas líneas lleguen a saber más acerca de este bendito lugar con
Cristo fuera del campamento.