martes, 29 de agosto de 2023

¿Por qué necesito la comunión de los hermanos?

            A veces los cristianos jóvenes preguntan por qué se da tanta importancia a la comunión con los hermanos en la asamblea. Puntualicemos: es bueno preguntar siempre que reconozcamos que solamente el Dios que nos creó y nos salvó conoce lo que es mejor para nosotros. En otras palabras, nuestras preguntas sólo podrán ser contestadas cuando nos sujetamos a las Escrituras de Verdad.

            La necesidad básica de compañerismo para el hombre nace con su creación. Dios dijo de Adán, “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Somos hechos de tal manera que ansiamos los beneficios del compañerismo (Eclesiastés 4:9 al 12), y cuando somos salvos por su gracia, la nueva criatura siente la necesidad de una nueva compañía que atañe al pueblo de Dios. Es importante notar que los discípulos fueron llamados en grupo (Marcos 3:13,14), y a éste el Señor lo preparó, protegió y comisionó para llevar su mensaje (Mateo 28:18 al 20). También es significativa la cantidad de cartas en el Nuevo Testamento que mayoritariamente van dirigidas a asambleas y no a particulares. Como ves, la congregación de individuos es peculiaridad de Dios. Tras haber rescatado a los pecadores por la sangre preciosa de su Hijo, Él los colocó en la gloriosa compañía de los redimidos, el Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:13). Es un hecho.

            Pero Él también espera, y de hecho manda, que se reúnan juntos en grupos conocidos comúnmente como iglesias locales o asambleas. Mateo 18:17 al 20, Hechos 2:41 al 42 y Hebreos 10:25 confirman la existencia de un grupo reconocible de creyentes que se congregaban regularmente para bendición recíproca en obediencia a la Palabra.

            Estamos enfatizando que el concepto bíblico de comunión con los hermanos, llámese una confraternidad, no puede separase de la realidad de la asamblea local. En un mundo donde nuevas organizaciones, sociedades y misiones “cristianas” surgen del día a la noche, ha de ser repetido y firmemente establecido que el asentamiento escriturario para toda actividad y crecimiento espiritual es la iglesia local. La Palabra de Dios no reconoce otro. Además, a pesar de lo que ha sido afirmado a favor de cualquier organización paraeclesial, como por ejemplo la Unión Bíblica de Estudiantes y los Gedeones, nuestra prioridad ha de ser la asamblea, mientras alabamos a Dios por sus bendiciones a través de aquéllas.

            Pero, ¿qué significa eso de la comunión con los hermanos? Es de sospechar que muchos de nosotros utilizamos términos bíblicos sin comprenderlos adecuadamente, así que vamos a definir nuestra expresión. Significa el comportamiento o participación. “Asociación” la define particularmente bien, trasladando el énfasis del privilegio deleitable (que la mayoría asocia acertadamente con la comunión de los hermanos) a una responsabilidad solemne (un aspecto desdeñado con demasiada frecuencia). Ser cristiano implica deberes y responsabilidades serios, tanto hacia el Señor (1 Corintios 1:9) como hacia su pueblo (2 Corintios 8:4).

            Teniendo en mente que este término da a entender una asociación que es esencial para todos los creyentes, y que está ineludiblemente ligado a la asamblea local, ¿qué conlleva?

1. Trabajo    Si formo parte de una asociación, no puedo sentar-me cómodamente para no hacer nada. ¡Debo trabajar!

            En Filipenses 4:3 Pablo subraya el esfuerzo implícito en una entrega genuina hacia una asamblea. Habla agradecido de un compañero fiel y de dos damas que combatieron juntamente con él en el evangelio, llamándolos colaboradores suyos. Son palabras dinámicas. Tanto hombres como mujeres fueron llamados a tomar parte de manera abnegada, llenos de fe y constancia en las labores de la asamblea del Señor. Quizá haríamos bien en preguntarnos cuán valiosa es nuestra contribución en la iglesia en que el Señor nos ha colocado. ¿Estamos construyendo o destruyendo? ¿Puede decirse de nosotros, “El pueblo tuvo ánimo para trabajar?” (Nehemías 4:6)

2. Cordialidad         ¡Cuán reconfortante es el calor del fuego en un día frío! La comunión con los hermanos es igualmente alentadora y consoladora, porque ¿de qué manera podríamos seguir adelante sin el ánimo amoroso de nuestros hermanos y hermanas? Muchos de nosotros podemos dar testimonio del valor de una comunión firme con los hermanos como un tónico para nuestra debilidad y un correctivo para nuestros errores. La marca que distinguía a los primeros cristianos era el amor mutuo (Juan 13:35) y esto ciertamente era patente en las primeras asambleas (Filipenses 1:9, Colosenses 1:4). Desde luego, para disfrutar de esta reconfortante experiencia, hemos de reunirnos frecuentemente con nuestros hermanos. ¿Estás manteniendo este calor en ti?

3. Adoración            El Padre busca adoradores (Juan 4:23), y uno de los grandes privilegios de ser salvo es nuestra facultad de alabar y dar gracias al Dios que tanto ha hecho por nosotros. Aunque podemos y debemos dedicar tiempo a solas a la adoración a nuestro Señor, tanto el Antiguo Testamento como en el Nuevo indican el valor sobresaliente de la adoración colectiva. De ahí las reuniones de los discípulos de Troas el primer día de la semana, principalmente para “partir el pan” en memoria del Salvador, y no para oír a Pablo (Hechos 20:7). Sin apoyar la costumbre de referirse a esa reunión como “el culto de adoración” (ya que todos los cultos cristianos incluyen la adoración), hemos de reconocer que este sencillo recordatorio del Maestro es la más sublime ocupación del creyente.

4. Testimonio          El evangelismo en el Nuevo Testamento iba siempre encaminado a establecer o fortalecer a una asamblea. Es una de las razones por la cual algunos de nosotros somos un tanto escépticos ante las grandes “cruzadas”. Su historia es un triste testimonio de nuestro fracaso en la evangelización. La iglesia local debe ser siempre un centro de avance evangelístico. Algunos encuentran muy difícil decir algo, o mucho, a favor de nuestro Señor, pero como una compañía hemos a apoyarnos los unos a los otros y disfrutar de la “comunión del evangelio” (Filipenses 1:5). Perdida ella, perdido todo.

5. Lucha        El joven cristiano pronto descubre que no está envuelto en un juego casual, sino en un arduo conflicto contra enemigos espirituales (Efesios 6:12). Para luchar contra Satanás, cada soldado cristiano necesita el máximo apoyo. Después de haber sido amenazados por las autoridades judías, los apóstoles regresaron “a los suyos” (Hechos 4:23) para unirse en ferviente oración, pidiendo valentía para perseverar en la verdad. Como ves, el mejor remedio para el miedo o la derrota es la reunión de oración, donde el pueblo del Señor cierra sus filas para protegerse y alejar al enemigo.

            Todos tenemos gran necesidad de nuestra asamblea local, y ella nos necesita a nosotros. Alguien ha dicho, refiriéndose a Mateo 18:20, que el más fiel asistente a las reuniones de la asamblea es el Señor Jesús. ¿No sería juicioso por nuestra parte estar presente también?

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