martes, 29 de agosto de 2023

José como figura del creyente espiritual

 

S. J. Saword, La Sana Doctrina


(1)  En 37.5 al 10 leemos de sus dos sueños, indicando que estaba en comunicación directa con los propósitos divinos. En el tiempo presente Dios no está revelando su voluntad a nosotros por medio de sueños, sino por su Palabra; véase Hebreos 1.1,2, “nos ha hablado por el Hijo.” Una indicación clara de la espiritualidad de un joven es su conocimiento de las cosas de Dios, el cual va adquiriendo mediante la lectura y el estudio de la Palabra del Señor.

(2) José no era partidario de los hechos incorrectos que practicaban sus hermanos. Él los denunció a su padre, 37.2, mostrando coraje moral. El que es espiritual no puede ser cómplice ni consentir en las cosas malas.

(3) Se ve la obediencia de José cuando su padre le envió en una misión de amor a sus hermanos. Sin duda sabía que no podía esperar cosa buena de aquellos perversos, pero no vaciló en cumplir con el mandato. El cristiano espiritual es uno que siempre está presto para cualquier buena obra en comunión con su Padre Dios, siendo motivado por amor a sus hermanos.

(4) José, el hombre espiritual, tuvo que andar por una senda no muy agradable, maltratado y vendido por sus hermanos y llevado lejos de su hogar para servir como esclavo. Así nuestro Señor tuvo que sufrir el odio de su propio pueblo judío, y fue vendido por un discípulo falso.

La misma Palabra nos asegura que “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución,” 2 Timoteo 3.12.

(5) En Génesis 39 vemos cómo este hombre espiritual pudo contar con el apoyo de su Dios. Pronto ganó la plena confianza de su amo por un comportamiento intachable. El buen testimonio en el empleo y delante del mundo es evidencia de la verdadera espiritualidad.

(6) José pudo vencer la tentación: “¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría contra Dios?” Aquí hay una conciencia ejercitada, una convicción profunda y el temor de Dios. José huyó de la tentadora, perdiendo su ropa, pero salvando su testimonio. Nuestro Señor exhortó a los suyos, aquella noche en el Getsemaní, “Velad y orad, para que no entréis en tentación,” Mateo 26.41.

(7) José fue un testigo fiel en la cárcel, con un mensaje de esperanza para el copero y uno de condenación para el panadero. Dios puede usar, aun en los lugares más difíciles, a los que son espirituales, como hizo con Pablo y Silas en el calabozo.

(8) Cuando Faraón vio la capacidad de José para interpretar sus sueños, reconoció que no hubo otro igual para encargarse de tan importante obra como la de prevenir contra los años de hambre por delante. Los egipcios tenían fama de sabios, pero José contaba con un conocimiento que Dios mismo le había dado. “En Cristo Jesús están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento,” Colosenses 2.3. El hombre espiritual está iluminado con “el conocimiento de Dios,” Colosenses 1.10, el cual no se consigue en los centros de instrucción sino en comunión con él por su Palabra.

(9) Más adelante, cuando empezó el hambre, Faraón dijo a las gentes: “Id a José.” Este llegó a ser el repartidor del pan de vida a los hambrientos. Cuando se presenta una crisis, es el que fue despreciado que se escoge como instrumento de Dios para la bendición de los menesterosos.

(10) En los capítulos que siguen José demuestra su capacidad para lograr la restauración de sus hermanos, los cuales habían ocultado su pecado por veinte años. Gálatas 6.1 nos instruye: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo.” No basta ser llamado anciano de una asamblea para lograr la restauración de un descarriado. Se necesita algo más: ser creyente espiritual.

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