S. J. Saword, La Sana Doctrina
(1) En 37.5 al 10 leemos de sus dos sueños,
indicando que estaba en comunicación directa con los propósitos divinos. En el
tiempo presente Dios no está revelando su voluntad a nosotros por medio de
sueños, sino por su Palabra; véase Hebreos 1.1,2, “nos ha hablado por el Hijo.”
Una indicación clara de la espiritualidad de un joven es su conocimiento de las
cosas de Dios, el cual va adquiriendo mediante la lectura y el estudio de la
Palabra del Señor.
(2) José
no era partidario de los hechos incorrectos que practicaban sus hermanos. Él
los denunció a su padre, 37.2, mostrando coraje moral. El que es espiritual no
puede ser cómplice ni consentir en las cosas malas.
(3) Se ve
la obediencia de José cuando su padre le envió en una misión de amor a sus
hermanos. Sin duda sabía que no podía esperar cosa buena de aquellos perversos,
pero no vaciló en cumplir con el mandato. El cristiano espiritual es uno que
siempre está presto para cualquier buena obra en comunión con su Padre Dios,
siendo motivado por amor a sus hermanos.
La misma Palabra nos asegura que
“todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán
persecución,” 2 Timoteo 3.12.
(5) En
Génesis 39 vemos cómo este hombre espiritual pudo contar con el apoyo de su
Dios. Pronto ganó la plena confianza de su amo por un comportamiento
intachable. El buen testimonio en el empleo y delante del mundo es evidencia de
la verdadera espiritualidad.
(6) José
pudo vencer la tentación: “¿Cómo, pues, haría yo este gran mal, y pecaría
contra Dios?” Aquí hay una conciencia ejercitada, una convicción profunda y el
temor de Dios. José huyó de la tentadora, perdiendo su ropa, pero salvando su
testimonio. Nuestro Señor exhortó a los suyos, aquella noche en el Getsemaní,
“Velad y orad, para que no entréis en tentación,” Mateo 26.41.
(7) José fue un testigo fiel en
la cárcel, con un mensaje de esperanza para el copero y uno de condenación para
el panadero. Dios puede usar, aun en los lugares más difíciles, a los que son
espirituales, como hizo con Pablo y Silas en el calabozo.
(8) Cuando
Faraón vio la capacidad de José para interpretar sus sueños, reconoció que no
hubo otro igual para encargarse de tan importante obra como la de prevenir
contra los años de hambre por delante. Los egipcios tenían fama de sabios, pero
José contaba con un conocimiento que Dios mismo le había dado. “En Cristo Jesús
están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento,”
Colosenses 2.3. El hombre espiritual está iluminado con “el conocimiento de
Dios,” Colosenses 1.10, el cual no se consigue en los centros de instrucción
sino en comunión con él por su Palabra.
(9) Más
adelante, cuando empezó el hambre, Faraón dijo a las gentes: “Id a José.” Este
llegó a ser el repartidor del pan de vida a los hambrientos. Cuando se presenta
una crisis, es el que fue despreciado que se escoge como instrumento de Dios
para la bendición de los menesterosos.
(10) En los capítulos que siguen
José demuestra su capacidad para lograr la restauración de sus hermanos, los
cuales habían ocultado su pecado por veinte años. Gálatas 6.1 nos instruye:
“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois
espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti
mismo.” No basta ser llamado anciano de una asamblea para lograr la
restauración de un descarriado. Se necesita algo más: ser creyente espiritual.
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