sábado, 30 de septiembre de 2023

¿Cómo puedo aprender a orar?

 No hace mucho que una joven cristiana me confesó que estaba pasando por problemas para orar. No recuerdo ahora exactamente cómo respondí, pero de seguro dije algo de, “¡Yo también!” Algo que el creyente aprende al crecer en la gracia es que los ejercicios realmente arduos de la vida cristiana son los básicos: la oración, el estudio de la Biblia, la comunión con los hermanos y el testimonio. Todos son problemáticos, y las Escrituras dan a entender convencido que nunca serán fáciles, pero con la ayuda de Espíritu Santo, y a pesar de todo, proseguiremos firmemente.

Uno de los grandes hombres del Antiguo Testamento nos da un ejemplo desafiante de las condiciones sencillas para que la oración sea eficaz. En Génesis 18 leemos acerca de la intercesión de Abraham a favor de Sodoma (vv. 23 al 32) y podemos deducir cuatro lecciones de esa narración.

1. Abraham creyó al Señor (vv. 9 al 21).

Frecuentemente se olvida que la oración de Abraham al final del capítulo no es un estallido espontáneo. Por el contrario, es considerada como el resultado de lo que había aprendido escuchando al Señor. Si compruebes todo lo que el Génesis cuenta acerca de su vida, encontrarás, quizá para tu sorpresa, que Dios habla a Abraham unas tres veces más de lo que Abraham habla a Dios. La moraleja es evidente; si queremos hablar al Señor debemos escucharle antes. La oración y la lectura de la Biblia son inseparables. Muchas de nuestras irreflexivas expresiones (“si es tu voluntad”) podrían convertirse en oraciones completas y llenas de fe, solamente con buscar la voluntad de Dios tal y como se nos revela en las Escrituras.

¿Qué aprendió Abraham de Dios en la primera parte del capítulo?

a. Aprendió que Dios ansía bendecir a su pueblo (vv. 10 al 14), y nuestro Dios es siempre el mismo. El Señor Jesús ascendió a la gloria en actitud de bendecir (Lucas 24:31) y esto es lo que ha caracterizado siempre su trato con los santos (Efesios 1:3). Tal conocimiento debe animarnos a estar más tiempo con un Dios cuyo deseo es nuestro bien.

b. Aprendió que Dios es el Dios de juicio (vv. 17 al 21). Mucho de la predicación del evangelio en estos tiempos ha diluido el mensaje claro de salvación en Cristo que encontramos en el Nuevo Testamento al omitir o suavizar la realidad del juicio. Pero podemos estar seguros de que Él juzgará (ver especialmente Romanos 2:1 al 16) y así como esta certidumbre le condujo a Abraham a interceder por su descarriado sobrino Lot, así debe forzarnos a nosotros a caer sobre nuestras rodillas e interceder por los amigos y familiares que no son salvos.

c. A Abraham se le recordó la omnipotencia divina (v. 14). Esta gloriosa verdad, repetida en Lucas 1:37, es la espina dorsal de la oración porque el Dios de la Biblia es omnipotente y por tanto “poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de los que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20).

d. Él fue testigo de una pasmosa demostración de la omnisciencia de Dios, ya que Él conocía los pensamientos de Sara (vv. 10 al 13). Hay veces cuando le cuesta al creyente poner palabras a su oración, pero ¾y aquí el consuelo¾ nuestro Padre celestial conoce todo acerca de nosotros (Mateo 6:8) y el Espíritu que mora en nosotros habla en nuestro lugar (Romanos 8:26 al 27).

Encontrarás en Génesis capítulo 18 que Abraham aprendió también acerca del gran deseo que Dios tiene para confiar en sus amigos (v. 17), sus planes para los descendientes del patriarca (v. 18) y su lealtad hacia su Palabra (v. 19). ¿Puedo sugerir que nuestras oraciones sólo serán llenas y efectivas en la medida que sea nuestra percepción de las Escrituras? Si oramos con la Biblia como base, estamos orando de acuerdo con la voluntad divina; como alguien dijo, “La oración es un instrumento poderoso, no para conseguir que se haga la voluntad del hombre en el cielo, sino para hacer posible la voluntad de Dios sobre la tierra”,

2. Abraham se acercó al Señor (v. 23).

Es posible tener un buen conocimiento de las Escrituras y no orar. Pero Abraham era un creyente practicante; aquello que el Señor le enseñó lo puso en práctica inmediatamente, y “se acercó”.

Te darás cuenta de que los dos ángeles se habían marchado (v. 22); Dios y su hijo estaban solos. El Señor Jesús subrayó el valor de esto en Mateo 6:6: “Cuando ores, entre en tu aposento, y cerrada la puerta, ora.”., No lo olvides; ¡cierra esa puerta! El mundo y el diablo no se tardan en valerse de cualquier distracción para impedir o estorbar nuestra comunión con el Señor. Además, es vital hacer un deliberado esfuerzo para estar, como lo expresa cierto himno, “cerrado contigo, lejos, alto y alejado del mundo inquieto que lucha abajo”. Es maravilloso constatar que cuanto más nos acercamos a Dios, más se acerca Él a nosotros (Santiago 4:8).

3. Abraham pidió al Señor

Esta es la esencia de la oración: hablar con Dios. Abraham no tuvo tiempo para ir a un lugar especial (después de todo, el Señor estaba allí), o preparase y asumir una postura de rigor o esperar hasta que se sintiera movido a orar. ¡Simplemente oró! ¿No dijo el Maestro, “Pedid, y se os dará” (Lucas 11:9)? ¡Cuán necios somos, entonces, si estamos preocupados, impacientes o torpes en vez de hablarle humildemente!

La oración en sí misma es sencilla, sincera y corta. La Biblia no da premios a los de “largo fuelle”, ¡aunque así pareciera a algunos de nuestros hermanos! La oración de Abraham fue razonada, de acuerdo con el conocimiento de Dios que él tenía, y específica. Llegó al grano. Nosotros hemos recibido una revelación mucho más amplia, porque tenemos al Señor Jesús, la última palabra de Dios al hombre (Hebreos 1:1,2). Por tanto, podemos acompañar nuestras oraciones con el precioso nombre de Cristo (Juan 16:23).

Cuando pequeño aprendí de mi madre a terminar mis oraciones “en el nombre del Señor Jesús. Amén”. Cuando le pregunté por qué tenía que decir esto, me respondió ella, “Porque a Dios le agrada oírlo”, y a mí no se me ocurre una respuesta teológica que mejore esa expresión. El nombre del amado Hijo de Dios significa tanto en el cielo que el Padre está gozoso al recibir y contestar las oraciones de aquellos que lo ponen reverentemente sobre sus labios.

4. Abraham anticipó una respuesta (19:27 al 29)

            Este es la evidencia de que oró con fe (Mateo 21:22). Él se levantó temprano y volvió al lugar donde había hablado con el Señor. Ahora bien, Dios no garantizó su respuesta a la petición específica, porque no había diez justos en Sodoma (Génesis 19:15); sin embargo, sí satisfizo el deseo del corazón de Abraham, que su sobrino Lot fuese eximido del castigo, y al efecto éste fue sacado de la ciudad antes que cayera el castigo (19:16). La respuesta fue perfecta, si bien no fue exactamente lo que Abraham esperaba. Es evidente que Dios se reserva el derecho de darnos lo que más conviene.

“Dios se acordó de Abraham” (Génesis 19:29; compárese con 19:22). ¡Qué testimonio al valor de sus oraciones! Hoy en día estamos tan necesitados como pudo estarlo Abraham, y nuestro Dios es igual de bondadoso. Así que, no te pierdes el privilegio de hablar regularmente con el Padre celestial. ¿Te ocupas en la oración?

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