Una Criada
“Estos alcanzaron buen testimonio por
la fe”
(Hebreos 11:39)
La historia está en 2 Reyes 5:1-15.
La criada judía se paró delante de su señora y le dijo
con firmeza:
“Si rogase mi señor al profeta que está en Samaría, él lo
sanaría de su lepra”. En Israel, la patria de la muchacha, los leprosos eran
excluidos de la congregación, pero ella estaba obligada a trabajar en el hogar
de un leproso que andaba libremente y que era un gran personaje en su país.
Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, gozaba del
favor del rey porque a causa de su valor en los combates, el Señor le había
dado la victoria a su país. Las tropas del rey de Siria hacían invasiones al
país de Israel y se llevaban consigo a enemigos y su botín. Esta muchacha
israelí fue sacada de su hogar donde la gente adoraba al verdadero Dios y
apreciaba a su profeta Eliseo.
En aquel tiempo el general Naamán estaba muy afligido por
causa de la enfermedad que sufría. Muchas veces los leprosos eran obligados a
vivir aislados y no existía remedio contra la lepra.
En solamente 40 palabras las Escrituras nos dan la bella
historia de esta jovencita. No sabemos su nombre, porque era una esclava que
había sido llevada lejos de su país, su cultura y su familia, pero más
importante que su nombre es lo que ella dijo.
Aunque tenía suficientes razones para odiar a sus amos,
no había rencor en su corazón. En vez de sentir amargura, mostró compasión y
preocupación por el bienestar de ellos. “No ha guardado silencio a causa de su
timidez; no piensa que es demasiado joven para que hagan caso de lo que dice, y
no siente que su posición es demasiado humilde para ser oída”.
Presentó su caso a la esposa de Naamán con fe y de una
manera concisa, consciente del peligro que corría. Seguramente ella se había
ganado el aprecio del general y su esposa, porque la mujer de Naamán oyó con
mucho interés la sugerencia y se la comunicó a su marido.
Naamán no fue directamente al profeta Eliseo, sino que se
presentó primero al rey de Siria y luego al rey de Israel, llevando dinero y
cartas de parte de su rey. Por fin se humilló, obedeció el mensaje de Eliseo y
se zambulló siete veces en el río Jordán. Cuando volvió, no solamente estaba
curado de su lepra y su piel había sido limpiada, sino más importante, Naamán
quedó convencido de que el Dios de Israel era el único Dios verdadero. “Se
convirtió de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1
Tesalonicenses 1.9).
Cuando el gran guerrero confió en el testimonio de la
muchacha, él estuvo dispuesto a presentarse delante de dos reyes, buscar la
ayuda de un extraño y zambullirse en agua sucia para su curación, todo en base
a la recomendación de ella. El comportamiento de la muchacha y la manera en que
ella servía a sus amos eran tales que lo que ella dijo fue tomado en cuenta. Lo
que dijo fue poco, pero dio evidencia de su fe en Dios y en Eliseo, el siervo
de Dios.
Ojalá que, como esta esclava de la antigüedad, nosotras
podamos estar contentas con nuestras circunstancias y hablar palabras que
ayuden a algún leproso espiritual a buscar el camino de la salvación. “Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4.13).
¿Soy yo soldado de Jesús, un siervo del Señor;
Y temeré llevar la cruz sufriendo por su amor?
Lucharon otros por la fe; cobarde no he de ser:
Por mi Señor pelearé confiando en su poder.
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