Levantaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del Señor, que hizo los cielos y la tierra. (Salmo 121:1-2 NBLA)
La persona que teme a Dios debe enfrentar diversas pruebas y dificultades, y gracias a esto darse cuenta que no tiene la capacidad o el poder necesario para enfrentar las circunstancias que lo rodean. Necesita ayuda La mayor fuente de debilidad en la presencia de la prueba es frecuentemente la confianza propia, la cual nos lleva a pensar que podemos enfrentar la prueba con nuestras propias fuerzas o nuestra propia sabiduría. Debemos aprender que no hay fuerza en nosotros. En cada paso, necesitamos un ayudador que nos sostenga y nos conduzca.
En los
versículos siguientes del Salmo 121, el Espíritu de Dios, en respuesta a esta
fe sencilla, despliega las bendiciones de aquel que busca la ayuda del Señor:
Nos guardará de todo peligro; sus Cuidados no cesarán y Él estará siempre
disponible para nosotros; y nos guardará de todo mal y en todas las
circunstancias. Finalmente, aprendemos que aquel que busca la ayuda del Señor
será guardado ahora y para siempre. El salmista, sin duda alguna, tenía en
vista el reino milenial, pero el cristiano puede obtener una aplicación más
amplia al mirar hacia una eternidad de felicidad con Cristo (y como Cristo) en
la casa del Padre, donde Él ha ido a preparar lugar para su pueblo celestial.
Hamilton
Smith
El
Señor está cerca
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