18:1 La
parábola de la viuda que ora enseña la necesidad de orar siempre, y no
desmayar. Es cierto en un sentido general, y de todo tipo de oración. Pero el
sentido especial en que se emplea aquí es el de la oración pidiendo liberación
en un tiempo de prueba. Es una oración sin desmayar durante el largo y fatigoso
intervalo entre la Primera y Segunda Venidas de Cristo.
18:2-3
Esta parábola muestra a un juez injusto que generalmente no era movido ni por
el temor a Dios ni por respeto a hombre alguno. Había también una viuda que
estaba siendo oprimida por un adversario que no se nombra. Esta viuda venía
constantemente al juez, pidiéndole justicia, para ser librada de aquel trato
inhumano.
18:4-5 Al
juez no le afectaba la validez de la causa de la mujer; el hecho de que
estuviese siendo injustamente tratada no le movió a actuar en favor de ella.
Sin embargo, la constancia con la que acudía ante él le impulsó a actuar. Su
importunidad y persistencia suscitaron una decisión en favor de ella.
18:6-7 Y
dijo el Señor entonces a Sus discípulos que, si un juez injusto actuaba en
favor de una pobre viuda a causa de la importunidad de la misma, cuánto más el
justo Dios intervendrá en favor de sus escogidos. Los escogidos en este pasaje
podría ser una referencia en un sentido especial al remanente judío durante el
Periodo de la Tribulación, pero es también cierto de todos los creyentes
oprimidos en todas las edades. La razón por la que Dios no ha intervenido hace
ya tiempo es Su longanimidad para con los hombres, pues no quiere que ninguno
perezca.
18:8 Pero
viene el día en que Su Espíritu dejará de contender con los hombres, y en que
hará justicia castigando a los que persiguen a Sus seguidores. El Señor Jesús
terminó la parábola con esta pregunta: Pero cuando venga el Hijo del Hombre,
¿hallará fe en la tierra? Esto probablemente se refiere a la clase de fe que
tenía la pobre viuda. Pero puede que también indique que cuando el Señor
regrese, sólo habrá un remanente que le sea fiel. Mientras tanto, cada uno de
nosotros debería ser estimulado a aquella clase de fe que clama a Dios de día y
de noche.
William
Macdonald
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