3.14 al 21: Conociendo aquel amor
Gran gracia fue de parte de Dios preservar para nosotros
las oraciones de varones de Dios como Nehemías y Daniel. Valiosos son los
salmos como registro de las confesiones y oraciones privadas del rey David. Por
pasajes como estos aprendemos a orar, porque somos gente de las mismas pasiones
y tenemos que ver con el mismo Dios. En este pasaje de Efesios Pablo describe
otra de sus oraciones.
Oración,
¿cómo? Pablo dobla sus rodillas al Padre. Caer de rodillas es
expresar reverencia, dependencia y ruego. En Getsemaní el Señor mismo se
arrodilló y oró. En Mileto, Pablo y los ancianos de Éfeso se arrodillaron en
oración. Daniel lo hacía tres veces al día, dando gracias a Dios cuando oraba.
La postura corporal es consecuencia de, y una ayuda a, nuestro estado
espiritual.
Oración,
¿a quién? La oración
en Efesios 3 es “ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo”. David y Daniel no
le conocían como Padre, pero ahora el Hijo le ha dado a conocer, y el Espíritu
Santo es enviado a nuestros corazones clamando: “Abba, Padre”, Gálatas 4.6. A
Él, el Padre de las luces, Padre de espíritus, tenemos acceso con confianza,
3.12. “Por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo
Espíritu al Padre”, Efesios 2.18.
Oración,
¿para qué? Que Cristo
haga de nuestros corazones su morada permanente, y que seamos capaces de
comprender el vasto alcance del propósito y amor de Dios en Él. “Jesús le dijo:
El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada con él”, Juan 14.23. Un
mero estudio intelectual es insuficiente. Hace falta que el Espíritu Santo nos
habilite para conocer el amor que sobrepasa todo entendimiento.
Además, es un privilegio al alcance de todos; cada uno de
nuestros co-creyentes tiene algo que ofrecer cuando buscamos un panorama
completo del amor de Dios. Nadie puede pedirle demasiado; el Rey es sobremanera
bondadoso.
Para comprender tenemos que ser arraigados y fundados en
amor. La fuerza y hermosura de la ramita de un árbol depende de la profundidad
y distribución de sus raíces. La estabilidad de un edificio depende de sus
fundamentos. Así, la confianza y el disfrute del amor de Cristo es la tierra
donde crece una apertura cada vez más amplia del corazón a Él.
“A Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho
más abundantemente de lo que pedimos o entendemos … sea gloria”, 3.20,21.
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