domingo, 29 de octubre de 2023

LEYENDO DIA A DIA EFESIOS(7)

 

3.14 al 21: Conociendo aquel amor


Gran gracia fue de parte de Dios preservar para nosotros las oraciones de varones de Dios como Nehemías y Daniel. Valiosos son los salmos como registro de las confesiones y oraciones privadas del rey David. Por pasajes como estos aprendemos a orar, porque somos gente de las mismas pasiones y tenemos que ver con el mismo Dios. En este pasaje de Efesios Pablo describe otra de sus oraciones.

Oración, ¿cómo? Pablo dobla sus rodillas al Padre. Caer de rodillas es expresar reverencia, dependencia y ruego. En Getsemaní el Señor mismo se arrodilló y oró. En Mileto, Pablo y los ancianos de Éfeso se arrodillaron en oración. Daniel lo hacía tres veces al día, dando gracias a Dios cuando oraba. La postura corporal es consecuencia de, y una ayuda a, nuestro estado espiritual.

Oración, ¿a quién?  La oración en Efesios 3 es “ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo”. David y Daniel no le conocían como Padre, pero ahora el Hijo le ha dado a conocer, y el Espíritu Santo es enviado a nuestros corazones clamando: “Abba, Padre”, Gálatas 4.6. A Él, el Padre de las luces, Padre de espíritus, tenemos acceso con confianza, 3.12. “Por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”, Efesios 2.18.

Oración, ¿para qué?  Que Cristo haga de nuestros corazones su morada permanente, y que seamos capaces de comprender el vasto alcance del propósito y amor de Dios en Él. “Jesús le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”, Juan 14.23. Un mero estudio intelectual es insuficiente. Hace falta que el Espíritu Santo nos habilite para conocer el amor que sobrepasa todo entendimiento.

Además, es un privilegio al alcance de todos; cada uno de nuestros co-creyentes tiene algo que ofrecer cuando buscamos un panorama completo del amor de Dios. Nadie puede pedirle demasiado; el Rey es sobremanera bondadoso.

Para comprender tenemos que ser arraigados y fundados en amor. La fuerza y hermosura de la ramita de un árbol depende de la profundidad y distribución de sus raíces. La estabilidad de un edificio depende de sus fundamentos. Así, la confianza y el disfrute del amor de Cristo es la tierra donde crece una apertura cada vez más amplia del corazón a Él.

“A Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos … sea gloria”, 3.20,21.

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