domingo, 16 de febrero de 2025

El Jardín del alma

 Su alma será como huerto de riego, Jeremías 31.12


Varios capítulos de Jeremías contienen palabras condenatorias de la condición completamente corrompida de la nación de Israel. Por ejemplo, “la tierra está llena de adúlteros”, y “fueron todos ellos como Sodoma, y sus moradores como Gomorra”, 23.10,14. Después de la lectura de aquellos capítulos, cuán refrescante es leer de la gracia redentora de Dios a favor de su pueblo en un día futuro. ¡El alma como un huerto!

Detengámonos aquí un momento para reflexionar en lo abominable que son en los ojos de Dios la fornicación, el adulterio, la inmoralidad y la idolatría. Pensemos en cuán funestas han sido sus consecuencias para la nación de Israel; aunque 2500 años han transcurrido desde aquella época, todavía la nación no ha alcanzado su restauración. Ciertamente, “la fornicación y toda inmundicia ... ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos”, Efesios 5.3.

En Jeremías 31, Dios dijo, “Con amor eterno te he amado; por tanto, mi misericordia he continuado contigo”. Entonces, “Porque Jehová redimió a Jacob de la mano más fuerte que él”. Estas palabras son proféticas de aquel día cuando la nación de Israel será restaurada física y espiritualmente al lugar del favor divino, siendo así el mayor objeto de las bendiciones milenarias.

Notemos ahora una analogía interesante entre lo que se refiere a Israel y lo que la gracia de Dios ha hecho y aún está haciendo por nosotros, su pueblo celestial.

El Señor Jesús nos halló en un estado de corrupción espiritual, como se ve en Isaías 1.5,6: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga”. Hemos sido rescatados de la mano de aquel que era más fuerte que nosotros; Dios dice esto de Israel en el versículo antes citado, y el Señor emplea lenguaje parecido en Lucas 11.22.

Hemos sido hechos objetos de la gracia: perdonados, habilitados y preservados. Nuestro Señor es poderoso para guardarnos sin caída y presentarnos sin mancha delante de su gloria con gran alegría, Judas 24. Ahora Dios quiere hacer nuestras almas como un huerto de riego.

En el principio Él puso un hombre en su huerto, resultando en el desastre de los siglos, pero ahora Él está poniendo su huerto en el hombre y espera con razón los frutos que sacian su corazón. Veamos, pues, unos requisitos para la manutención de un hermoso huerto o jardín.

1. Debe haber luz

                Cristo es el sol de justicia. Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo, 2 Corintios 4.6.

Empezamos con la luz del sol en nuestras almas. Además, el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado, Romanos 5.5.

Ahora, según Judas 21, es nuestro deber guardarnos en el amor de Dios. Los cafetales en la serranía necesitan los rayos del sol para que cuaje la flor, y si hay demasiado páramo se pierde la cosecha. Si las neblinas del mundo no permiten que los rayos del amor de Dios entren en el jardín que es el alma nuestra, pronto quedará estéril.

2. Debe haber riego

Dios prometió que el alma de Israel sería huerto regado. Un jardín sin agua pronto se convierte en terreno árido. La Palabra de Dios, junto con el valioso ministerio del Espíritu Santo, mantiene el alma refrescada y avivada. Por contristar al Espíritu y descuidar la Palabra, vendrá una sequedad espiritual en el alma.

¡Qué tragedia, un santo “seco como un bastón!” Más bien debemos ambicionar ser como el varón del Salmo 1, como árbol plantado junto a corrientes de agua. El mismo salmista, David, pudo decir también, “Yo estoy como olivo verde en la casa de Dios”, 52.8. Tal es el tipo de creyente que por su presencia, oraciones, adoración y exhortaciones contribuirá refrigerio y bendición a los demás. Las hermanas en Cristo, si están disfrutando de los rayos del sol espiritual, y el refrigerio de la Palabra de Dios, por su semblante y comporte pueden traer aliento y gozo a otros.

3. Debe haber jardinero

María Magdalena confundió al Señor con el jardinero en la mañana de la resurrección. Sin embargo, El sí es el gran jardinero. En Juan 15 aprendemos cuán indispensable es la comunión con él si vamos a llevar fruto: “El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

De la misma manera que un jardín necesita quien arranque el monte, lo riegue y guarde todo en buen orden, podando árboles y velando contra insectos y animales dañinos, así nuestro Señor cuida a los suyos. Cuando Él tiene control de nuestras vidas nos hace fructíferos para Dios.

En Isaías 5 tenemos la historia de la viña del Señor “en una ladera fértil ... cercada, despedregada y plantada de vides escogidas”. El edificó una torre e hizo un lagar, pero grande fue su desencanto cuando la viña dio tan sólo uvas silvestres. He aquí una lección para nosotros.

La gracia Dios ha sido derramada sobre nosotros, hay una cerca de separación que nos guarda del mundo, tenemos una posición preferida al ser congregados en el nombre del Señor Jesucristo. Pero, aun siendo bíblicamente correctos, hay el peligro de que descuidemos nuestra condición espiritual, dejando el primer amor. En este caso produciríamos tan sólo uvas silvestres.

Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, Romanos 15.4.

Santiago Saword


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