domingo, 16 de febrero de 2025

Las últimas palabras de Cristo (14)

 JUAN 16 (CONTINUACIÓN)

La revelación del mundo venidero (Juan 16:12-15)


Dejando de lado el mundo, el Señor pasa ahora a hablar de una región de la que tiene mucho que decir, si bien por el momento los discípulos sean incapaces de asimilarlo. Cuando haya venido el Espíritu de verdad les revelará las cosas que están por venir, guiándolos a toda verdad. Si en este mundo queremos ser hallados fieles testigos de Cristo, no basta con conocer su carácter real; debemos poseer también la luz de otro mundo que guíe nuestros pasos a través de las tinieblas del actual.

Si bien es cierto que el Espíritu trae a la luz las glorias del nuevo mundo, no lo hace exhibiéndolas del todo. Cuando Cristo venga, Él las exhibirá realmente. La fe camina por el Espíritu en la luz presente de las glorias futuras, y la estrella de la mañana resurge en nuestro corazón antes incluso de que el Hijo de justicia proyecte sus rayos sobre el mundo.

El Señor no parece sugerir que la venida del Espíritu alteraría el curso de este mundo. Su presencia lo condena, y su guía lleva a los creyentes a la liberación de las cosas que este quiere ofrecerles, con la luz de las cosas que han de venir. Muchos buscarán echar mano del cristianismo para intentar mejorar el mundo, y se decepcionarán al ver que sus esfuerzos solo van a servir para corromperlo más, que la maldad será camuflada con una capa de barniz religioso. Tampoco vemos que el Señor pretenda decir que la venida del Espíritu daría seguridad y prosperidad a su pueblo mientras pasaran por este mundo. En ocasiones pueden existir disparidades en el pueblo del Señor en lo relativo a sus circunstancias y todo lo que les rodea, pero en lo referente a las verdaderas riquezas del mundo de los consejos del Padre los dos se hallan sobre una base compartida. La lucha actual por el mundo de gloria es la porción de todos los santos. Sin importar las circunstancias de nuestra vida, nos está permitido gozar en el espíritu de las abundantes y eternas glorias del mundo venidero al que pronto vamos a entrar.

A fin de poder llevar nuestros corazones a este mundo nuevo, leemos que el Espíritu Santo nos guiará a toda la verdad. Toda la verdad en cuanto a los propósitos de Dios, en lo que se refiere a la gloria de Cristo en la Iglesia, a su bendición con Él y a la bendición de los hombres en el reino a través del Milenio, hasta llegar a las glorias del cielo nuevo y tierra nueva, está ahí para que dispongamos de ella en el poder del Espíritu Santo. En este vasto campo de verdad Él nos guiará, pero sin forzarnos ni empujarnos a ello. La pregunta para cada uno de nosotros es como la hecha a Rebeca: «¿Querrás ir?». El siervo estaba listo para llevarla a Isaac, de la misma manera que el Espíritu ha venido para llevarnos a Cristo. El siervo dijo: «No me detengáis… despachadme para que me vaya a mi señor», y es lo que nosotros decimos que también era el deseo del Espíritu Santo, no el de mejorar en absoluto el mundo o darles a los santos protagonismo en esta escena, sino regresar a Aquel de quien viene y tomar con Él la Esposa para Cristo. Con cuánta frecuencia ponemos impedimentos al Espíritu torciendo hacia caminos de nuestra preferencia y perdiendo así su dirección. Las seducciones humanas, y tal vez alguna asociación religiosa pueden detenernos en este punto, y hasta que no estemos libres de ellas el Espíritu no continuará guiándonos a toda la verdad. Por lo visto, los cristianos tienen un pobre concepto de lo mucho que puede ser impedida un alma en su progreso hacia la verdad cuando tiene ataduras que las Escrituras desaprueban.

No solo dice el Señor que el Espíritu hace de guía, sino que repite tres veces: «Él os enseñará» (vv. 13,14,15). Nosotros no podemos ser nuestra propia guía a toda la verdad, ni podemos enseñarnos a nosotros mismos las cosas que han de venir, ni tampoco las que conciernen a Cristo. Dependemos enteramente del Espíritu, de ahí que rehusemos muy a nuestro pesar cualquier cosa que vaya a sernos lazo contra el Espíritu cuando este quiera guiarnos a la bendición plena.

Con todo detalle el Señor nos cuenta el carácter tripartito de la bendición a la que nos guiará el Espíritu. Primero, el versículo 13 nos habla de lo que ha de venir; luego, en el versículo 14 leemos de las glorias de Cristo, y finalmente, en el versículo 15, pone delante de nosotros «todo lo que tiene el Padre». Esta es la bendición a la que el Espíritu quiere guiarnos si no se lo impedimos, pues quiere revelarnos toda la dicha del mundo venidero, tomar de las glorias de Cristo y mostrarnos toda la variedad de los consejos del Padre que tienen a Cristo como centro.

Ojalá pudiera comprenderse con toda plenitud que existe un mundo de felicidad totalmente inalcanzable para la vista, más allá de donde llega la mente humana: «Cosas que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por medio del Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios» (1ª Cor. 2:9,10).
H. Smith

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