sábado, 26 de julio de 2025

No su Nacimiento, Sino su muerte

 

Según 1 Corintios 15.3-4, el evangelio que predicamos es: "Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras". Gracias a Dios, Cristo nació. Pero el tema no es Su nacimiento, sino Su muerte y resurrección. Juan Dennison escribe lo siguiente:

"Todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis” (1 Co. 11.26). Pero, ¿por qué usar pan y vino? ¿Por qué no un mini-pesebre para recordar" que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores"(1 Ti. 1:15)? ¿Por qué no un martillo de bronce para recordar su vida en Nazaret como carpintero (Mr. 6:3)? ¿Por qué no una roca para recordar que "No está aquí, sino que ha resucitado" (Lc. 24:6)? ¿Por qué no una trompeta de oro para recordar que Él dijo: "Vendré otra vez" (Jn. 14:3)? Lo demás no tendría sentido si no fuera cierto que "Cristo murió por nuestros pecados" (1 Co. 15.3). Pero cada domingo, los ángeles (1 Co. 11.10), y Dios mismo escucharán una y otra vez la proclamación simbólica de que "Cristo... murió por los impíos" (Ro. 5.6). ¡Qué proclamación! ¡Qué privilegio!

John Dennison, Devoción A Diario, lectura para 16 de febrero.

La Salvación, Una Introducción (1)

 EL PERDÓN


Puntos clave

• El perdón de Dios es personal y enmienda nuestra relación con Él.

• El perdón de Dios es judicial y quita nuestra culpa ante Él.

• El perdón de pecados que Dios da depende del arrepentimiento y la fe.

•El perdón de un creyente debe ser incondicional de modo que refleje el perdón de Dios.

El perdón es un concepto clave en la Biblia. Bien sea que midamos su importancia por el espacio que se le dedica en las Escrituras, por la prominencia que tenía en las enseñanzas del Señor Jesucristo, o por su papel en la salvación del ser humano, se trata de un GRAN tema. Las dos áreas principales donde actúa el perdón son la relación del hombre con Dios y la relación del hombre con sus semejantes. Como este libro se centra en las doctrinas de la salvación, nos enfocaremos en el perdón con Dios.

¿Qué es el perdón? Básicamente significa que una persona que ha sido perjudicada renuncie a cualquier derecho de exigir el castigo o la reparación del agravio hecho. En segundo lugar, significa abandonar los sentimientos de enojo hacia el agresor, que resultan del agravio sufrido.

La salvación significa que Dios perdona nuestros pecados. Esto quiere decir necesariamente que nuestros pecados han ofendido a Dios; si no fuera así, no tendríamos necesidad de su perdón.

Todo pecado ofende a Dios, sin importar si perjudica o no a otro ser humano. Por lo tanto, el pecado contra otra persona también es un pecado contra Dios. De ello se deduce que necesitamos tanto el perdón del hombre como el de Dios. De igual manera, se puede cometer un pecado contra Dios sin que otra persona sea perjudicada. Por ejemplo, podemos pecar contra Dios al tener pensamientos pecaminosos, aunque éstos nunca se conviertan en acciones pecaminosas.

Dios perdona el pecado en dos formas. Nos perdona nuestros pecados en el momento de la salvación. Este es acto de la voluntad de Dios que ocurre una sola vez y para siempre, y que nos perdona los pecados pasados y futuros, así como la culpa que heredamos “en Adán”. Cuando Él nos perdona, lo hace de manera judicial. 1 Juan 1:9 (citado más adelante) indica que debemos continuar buscando el perdón de Dios después de la salvación. Este perdón no es con miras a alcanzar la salvación de los pecados, sino como una expresión de nuestro arrepentimiento por las cosas malas que seguimos haciendo después de la salvación. Estos pecados post-conversión pueden dañar nuestra relación con Dios, pero no nuestra posición en Cristo. Dios nos ofrece el perdón personal después de la salvación y así restaura nuestra comunión personal con Dios.

Aunque hay similitudes entre el perdón que les damos a otros y el perdón que Dios le da al creyente, también hay diferencias importantes.

 Algunas diferencias

• Dios siempre está dispuesto a perdonar (Cf. Mateo 12:32; Marcos 3:28-29; Lucas 12:10; 1 Juan 5:16). Él sabe cómo y cuándo hacerlo. Nosotros batallamos para perdonar y muchas veces no sabemos ni cómo ni cuándo ofrecer el perdón, porque, a diferencia de Dios, tenemos una naturaleza pecaminosa y estamos sujetos a las limitaciones de nuestra humanidad.

• A Dios nunca se le puede echar la culpa por el pecado y no tiene ninguna responsabilidad por los problemas que dan lugar a la necesidad del perdón. Cuando nosotros perdonamos, a menudo ocurre que, de una forma u otra, somos culpables del problema que causó la ofensa. También somos capaces de sentirnos agredidos cuando en realidad no se ha cometido ninguna ofensa.

• Cuando perdonamos, no es para la salvación eterna del ofensor. Perdonamos como una expresión de la gracia de Dios en nosotros y para mantener una relación que ha sido dañada.

Algunas similitudes

• Dios ofrece el perdón para restaurar una relación rota por el pecado. Así también el perdón humano tiene el propósito de restaurar relaciones interpersonales.

• El perdón de pecados que Dios da implica que Él abandona su derecho de castigar al pecador por el mal que cometió. Así también el perdón humano implica abandonar cualquier derecho de exigir el castigo o la retribución para el agresor.

El perdón no es lo mismo que la reconciliación, aunque están estrechamente relacionados. Ambos implican la restauración de una relación. Aunque la reconciliación supone que el hombre ponga a un lado su hostilidad (injustificada) hacia Dios y que Dios ponga a un lado su ira (justificada) contra nosotros, el perdón para la salvación es un acto unilateral. Él nos perdona, pero no tiene necesidad de buscar que nosotros lo perdonemos a Él.

La capacidad de Dios para perdonar depende del Calvario. Esto es así porque la capacidad para perdonar, como se mencionó anteriormente, depende de que la transgresión haya sido tratada de la manera correcta, y no simplemente ignorada o pasada por alto. Cuando el Señor Jesucristo llevó el castigo por el pecado, hizo que el perdón fuera posible, ya que la justicia divina, el gran obstáculo para que hubiera perdón, fue satisfecha con la muerte de Cristo. El derecho humano de exigir el arrepentimiento como una condición previa para perdonar es un derecho que sólo se puede ejercer en circunstancias muy limitadas y nunca justifica sentimientos de amargura u odio.

El perdón de Dios para salvación es incondicional y perpetuo. El carácter definitivo del perdón de Dios es parte de la doctrina de la seguridad eterna del creyente. Por consiguiente, los pecados que la persona perdonada comete posteriormente no provocan que Dios se retracte de su perdón, porque Él perdonó todos nuestros pecados: pasados, presentes y futuros. Nada de lo que hagamos después de la salvación queda fuera del ámbito de su perdón. En cambio, nuestro disfrute diario del perdón de Dios depende de nuestra condición espiritual y nuestra disposición a confesar nuestros pecados.

ESCRITURAS CLAVE

Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado (Salmo 32:1).

Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: ¿Levántate y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa (Lucas 5:20-24)

En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados (Colosenses 1:14).

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9).

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete (Mateo 18:21,22).

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándonos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo (Efesios 4:32).

CITAS CLAVE

El perdón de una persona a otra es el más sencillo de los deberes, mientras que el perdón de Dios al hombre (es) la obra más… costosa. Como se ve en la Biblia, hay una analogía entre el perdón y la deuda y, en el perdón que Dios da, la deuda debe pagarse, aunque la pague Él mismo, antes de poder ofrecer el perdón. (Lewis Sperry Chafer, Teología Sistemática 7:162-1)

El perdón no significa que la víctima olvidará la ofensa. El perdón significa no seguir pensando demasiado en el pecado que se perdonó. El perdón es la promesa de no volver a plantear la cuestión con el ofensor, ni con otros, ni consigo mismo. Cavilar en ello es una violación a la promesa hecha al otorgar el perdón.  (Jay E. Adams)

Alan Summers


La Mujer que agrada a Dios (1)

 creada con un propósito

(Génesis 1 y 2)



 En los primeros capítulos de Génesis vemos a un Creador inteligente trabajando de acuerdo a un patrón y a un diseño. ' 'Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera" (Gn. 1:31). Todo lo que había hecho funcionaba de acuerdo a su plan y ... 'Dios…reposó" (Gn. 2:2). Había orden, paz y satisfacción cuando cada parte de la creación llevaba a cabo aquello para lo cual había sido creada.

De igual manera, el secreto de una vida feliz es descubrir cuál es el propósito de Dios para nosotras, conocer aquello para lo cual nos capacitó y aceptar con agrado el lugar que nos ha designado de acuerdo a su plan. Si Dios tiene un propósito para todas sus criaturas, entonces tiene un propósito para mí. Mi primera responsabilidad es descubrir ese propósito.

Nuestro primer encuentro con el propósito de Dios para la mujer ocurre en Génesis 1:27, 28: "Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó: varón y hembra los creó". Aquí la naturaleza bisexual de la humanidad queda claramente expuesta. Ambos, hombre y mujer, son creados a la imagen de Dios. "Y los bendijo Dios". La voluntad de Dios para los hombres y las mujeres siempre ha sido el bendecirles. Recordemos eso.

"Y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra y sojuzgadla, señoread en los del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra". El hombre y la mujer ocupan una posición de igualdad delante de Dios. Unidos en vida y trabajo, unidos en naturaleza y señorío, son los representantes de Dios sobre la tierra.

A medida que vamos leyendo el capítulo dos de Génesis y vamos encontrando los detalles de la creación, la mujer emerge con personalidad distinta, diferente a la del hombre. Debemos observar la diferencia en el tiempo, la manera y el propósito de la creación de la mujer.

 

LA CREACION DE LA MUJER

La Biblia que Adán fue creado primero. " Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida Tomó,1C pues, Jehová al hombre y lo puso en el huerto de Edén para que labrara y guardase. Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo" (Gn. 2:7, 15-18).

Adán, el primer ser humano, estaba solo en medio de la belleza y vida abundante del huerto, Y por primera vez Dios dijo: "No es bueno, Adán era un ser social, creado para comunión y la necesitaba: pero en toda la creación animal no había una criatura semejante a él, no había nada al nivel de su humanidad (2:20), Así es que … Dios dijo: "Haré ayuda idónea para él" (2:18).

Dios hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y tomó de su costado carne y hueso, y de esto Dios formó a la mujer. Ella no fue hecha tan sólo de polvo, como lo fue el hombre; ella fue hecha del hombre. Era hueso de sus huesos y carne de su carne (2:23). La mujer fue hecha del hombre y para el hombre y le fue presentada como su semejante, su compañera, su complemento.

 

LA IMPORTANCIA DEL ORDEN DE LA CREACION

¿Es importante el orden de la creación: el hombre primero y después la mujer? El Nuevo Testamento nos dice que sí lo es. Pablo escribió a Timoteo: "No permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva" (l Ti. 2: 12, 13). Abordando el tema del señorío al escribir a los corintios dice: "El varón es la cabeza de la mujer . . . porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón. Y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón" (1 Co. 11:3, 8, 9).

Obviamente, hay una diferencia en la posición del que fue formado primero, quien debe ser la "cabeza", y la que fue formada posteriormente, quien no debe "ejercer dominio" sobre el primero. Esto no menoscaba el valor o el mérito de la mujer como persona ante los ojos de Dios. En una sociedad de iguales, alguien tiene que ser líder.

 

EL PROPOSITO DE LA CREACION DE LA MUJER

Dios expuso con claridad su propósito al crear a la mujer. Sería "ayuda idónea" para el hombre. La palabra "ayuda" no significa inferioridad. Esta palabra aparece veintiún veces en el Antiguo Testamento y se usa dieciséis veces para referirse a alguien superior, con frecuencia a Dios mismo (Gn. 49:25; Ex. 18:4). La mujer debía compartir la dignidad y la gloria de Adán como soberano sobre la tierra; ella debe ayudar al hombre a cumplir la función que le ha encomendado (Gn. 1:28)

Dios mismo "la trajo al hombre" (Gn. 2:22) y Adán exclamó: "Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne" Aquí no se hace mención de la mujer como madre. Ella vale por sí misma como una persona que puede compartir ideas, conversación y la misma existencia de Adán ya que comparte la misma vida y naturaleza. En su sabio diseño Dios creó un varón y una hembra y estableció las diferencias entre ellos (Mt. 19:4). Los sexos serían complementarios, no competitivos. Cada uno contribuye algo al otro y es capaz de hacer esto por las características particulares que Dios implantó en cada uno.

Al reconocer la posición de privilegio y honor de la mujer, haremos bien en tener presente el propósito de su creación en relación al hombre. Ella no estaba sola en la tierra, relacionada únicamente con Dios. Adán fue la primera criatura que Dios formó y la mujer fue creada para ser ayuda a Adán. Fue formada después de él, formada de él y formada para él. Adán fue quien dio sentido a la vida de ella, no obstante, sin ella él estaba incompleto. Ella es su complemento y es indispensable para que él esté completo.


l orden de la creación del hombre y la mujer manifiesta el orden de relación y autoridad. El primero debe dirigir y la que fue formada después debe seguir y dar su apoyo. El hombre no fue creado para ser ayudante de la mujer, sino que la mujer fue creada para ayudar al hombre. Este es el orden que Dios dispuso.

¿Cómo quiere Dios que Ud. ayude a su esposo? Piense cuidadosamente en esto. Dele su apoyo y comprensión. No le haga difícil que sea el hombre que Dios quiere que sea. En la iglesia respete y coopere con los ancianos. Ayúdelos a realizar la obra para la cual Dios los ha llamado.

 

EL MATRIMONIO

Después de la creación de la mujer y del placer de Adán al recibirla como su compañera, se nos da el ideal de Dios para el matrimonio. "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer' Y serán una sola carne" (Gn. 2:24). El matrimonio es la institución más antigua de la humanidad. Fue establecido por Dios mismo para el bienestar de la sociedad. Fíjese que el matrimonio no es una institución cristiana y no es un precepto exclusivo de la iglesia. Más bien se estableció desde el comienzo de la raza humana y tiene por objeto el bienestar de toda la gente sin tomar en consideración las creencias religiosas o la falta de ellas,

En los pasos para el matrimonio que se dan en Génesis 2:24 las palabras "dejará" y "se unirá" destacan el carácter exclusivo y vitalicio que Dios dispuso para esta relación. Al convertirse en " una sola carne el hombre y la mujer establecen una unidad nueva y permanente en la sociedad; abandonan sus relaciones anteriores para participar en esta nueva relación, El plan de Dios es la monogamia: un hombre unido a una mujer, cada uno complementando al otro en todos los aspectos de la vida, funcionando como una unidad. Esta es una relación exclusiva.

En los Evangelios encontramos que el Señor Jesús reafirmó los principios de Génesis 2:24. Lea Mateo 19:4-6 y Marcos 10:6-9. El concluyó diciendo: " Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre". En otras palabras, él estaba afirmando que esta relación es para toda la vida. El matrimonio no es una cosa que se toma sin pensarlo para luego echarla a un lado con indiferencia. Debe ser un compromiso serio, para toda la vida, del esposo hacia la esposa y de la esposa hacia el esposo. De igual modo Pablo confirma la importancia del principio que ha expuesto al citar Génesis 2:24 en Efesios 5:31.

               Estas restricciones no son para coartar nuestra libertad ni limitar nuestra felicidad. El Dios que nos hizo conoce mejor que nosotros lo que ha de traer estabilidad a la sociedad y verdadero gozo y bendición a sus criaturas.

Fay Smart y Jean Young

Para que no seamos condenados con el mundo

 

Jonás en fracaso y prueba

“Porque al que ama castiga, y azota a cualquiera que recibe por hijo.” Muchos son los profesantes de la fe en Cristo, pero aquellos que son sometidos a la prueba muestran su adopción de hijos. A éstos el castigo viene para santificación y para quitarles algunas cosas que del carácter del hombre viejo todavía se manifiestan en la vida del hombre nuevo.

El ejemplo que tengo delante es el profeta Jonás, a quien el Señor pasó por cuatro ángulos agudos a ver si en alguno de ellos era aprehendido. El Señor creó cuatro cosas momentáneas, exclusivas, para enseñar a Jonás. Dos de ellas le hicieron prorrumpir en alabanza y gozo y dos de ellas en hacerlo mal hablar.

Cuán diferente de otro que dijo: “También recibimos el bien de Dios, ¿y el mal no recibiremos?” En todo esto no pecó Job con sus labios.” (Job 2:10) La prueba que Dios envió a Job era para quitarle algunas cosas de encima, como confianza en sus buenas obras que solía hacer, y; estas podían hacerle estribar en justicia propia. (Job 16:17, 27:1-6). Mas el fin que el Señor perseguía al enviar esa prueba a su siervo era que Dios fuese glorificado, pues Job aprendió: “He aquí, que yo soy vil ... me aborrezco y me arrepiento.” (Job 39:36, 42:5,6)

También fue la voluntad de Dios que su Hijo padeciera los tormentos de la cruz. Hallado en tal condición de abatimiento y sufrimiento a causa de nuestra redención, sobre todo tenía por delante la gloria de su Padre. “Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.” (Juan 17:1-5)

Volviendo a Jonás, éste fue muy diferente a Job. Jonás fue el hombre de carácter irascible. Por cuatro veces pronunció sentencia de muerte contra sí mismo y contestó a Dios hasta de una manera insolente. De modo que el Señor, para sacar un vaso de plata refinada, echó a Jonás al crisol y lo pasó por el fuego de la prueba para quitarle las escorias.

Cuando el que escribe trabajaba en el taller y teníamos que fundir material blanco, el maestro me enseñó dos cosas: con un remillón apartar la escoria a un lado, entonces probar si el rostro se refleja en el material candente, y luego con un papel tocar el material hirviente. Si el papel encendía en llama, el material estaba listo para vaciarlo en la horma ya preparada.

Así también el Señor busca que, por medio de la prueba o disciplina enviada al creyente, llegue a reflejar la imagen de su Señor. (Romanos 8:28,29) Pablo en la cárcel dijo: “Ahora también será engrandecido Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte.” (Filipenses 1:20) Que la gente conozca que hemos estado con Jesús. (Hechos 4:13) En cuanto a nuestro fervor, debe arder como un fuego que contagie a los otros. “El que cree en mí, como dice la escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre.” (Juan 7:39)

La esposa en el Cantar de los Cantares, después de levantarse de la cama para salir en busca del esposo, pasó por la prueba de la persecución: “Hiriéronme, llagáronme, quitáronme mi manto de encima los guardas de los muros.” Esto encendió en ella el fuego candente del amor que buscó, y describió a su amado de la manera más hermosa. Su ardor fue de tal modo que contagió a los otros, y dijeron: “¿Adónde se ha ido tu amado y le buscaremos contigo?” (Cantares 5:1-16, 6:1)

Entonces hubo cuatro instrumentos que Dios creó, los cuales fueron usados para la prueba de Jonás.

·   Jehová había preparado un gran pez que tragase a Jonás. (2:1)

·   Preparó Jehová Dios una calabacera, la cual creció sobre Jonás para que le hiciese sombra. (4:6)

·   Dios preparó un gusano al venir la mañana del siguiente día, el cual hirió la calabacera y secóse. (4:7)

·   Acaeció que, al salir el sol, Dios preparó un recio viento solano y el sol hirió a Jonás en la cabeza. (4:8)

Dios preparó un pez para llevarle abajo a las profundidades del mar, para enseñarle que nadie puede ocultarse de la presencia de Dios.

“Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.” (Hebreos 4:13) Hubo cuatro lugares donde Jonás no pudo esconderse: ni en la bodega del barco, ni en el fondo del mar, ni en el vientre de la ballena, ni pudo esconder los pensamientos de su huida. “¿Adónde me iré de tu presencia?” (Salmo 139:7)

Dios preparó una calabacera para darle sombra arriba.

¡Qué pronto Jonás se confió en las sombras pasajeras de esta vida! Bienaventurado aquel que aprende por experiencias a confiar en el Eterno e invariable: “El que habita al abrigo del Altísimo, habitará bajo la sombra del Omnipotente.” (Salmo 91:1) Muchas gentes son ligeras para dejarse guiar por las emociones. Muestran gran entusiasmo por lo que les llena la vista y un poco tiempo después descubren que era como la calabacera de Jonás; no tenía raíz profunda. (Marcos 4:5,6)

Dios preparó un gusano que la comió por dentro.

La conciencia que no es justificada será una conciencia vacilante. Piensa: “En salvándome yo, no importa que los demás se pierdan.” (1 Corintios 8:11) Jonás se apesadumbró porque Dios mostró misericordia a los ninivitas arrepentidos. La conciencia debe ser un gusano que nos corroa en esta vida para que lleguemos a tener conciencia iluminada. (Hechos 24:16) De otra manera la conciencia del individuo en el infierno será gusano que nunca muere. (Marcos 9:43-49)

Dios preparó un recio viento solano que le azotó de fuera, y Jonás deseaba morirse.

Ciertamente ha habido tribulaciones tan hostiles, tempestades tan horrendas en el pueblo del Señor que para muchos “el morir es ganancia.” El Señor permite periódicamente esos vientos para templar el carácter y la fe de sus santos (Juan 15:2), para probar la fidelidad y para que se manifieste la apostasía de otros.

El huracán no apagó el pabilo que humeaba (Mateo 12:18-21). De Juan el Bautista se dice que no fue “caña meneada por el viento.” Las pruebas vendrán a todos los hijos de Dios. Que el Señor nos dé gracia suficiente para que digamos con el apóstol Pablo: “Antes en todas estas cosas hacemos más que vencer por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8:37)

José Naranjo

Alegría por la mañana

 


Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría. Salmo 30:5


Este versículo, a menudo utilizado en tarjetas de condolencias y cuadros murales cristianos, merece un análisis más profundo. El salmista había experimentado la disciplina de Dios, pero reconoce que esta es temporal en comparación con el gran esquema de todas las cosas. La disciplina es por “un momento” y “para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad” (He. 12:10). En contraste, el favor de Dios para toda la vida y no se ve afectado por las fluctuaciones de nuestra condición espiritual.

La segunda parte del versículo es un reflejo de la primera. El lloro dura una noche, ¡pero da paso a la alegría de una mañana eterna! En hebreo, la palabra durar utilizada en este versículo significa alojarse o pasar la noche. Esto nos presenta la figura de que el llanto es como un huésped temporal que se va por la mañana, no es un morador permanente.

Quizás el Señor Jesús tuvo en mente este versículo durante la noche de su traición, cuando consoló a sus discípulos con las siguientes palabras: “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero, aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo” (Jn. 16:20). Cristo los estaba preparando para los eventos de su muerte y resurrección, y para el impacto que esto tendría sobre ellos. Ellos tardaron en entender sus palabras y no las comprendieron plenamente hasta después de su ascensión.

La verdad de estos versículos también es cierta para nosotros los cristianos: aunque vivamos en la noche del rechazo de Cristo, y aunque parezca que el “dios de este siglo” hace lo que le place, pronto amanecerá una nueva mañana que nunca acabará, será una “mañana sin nubes” (2 S. 23:4). ¡Cristo ha resucitado!

Brian Reynolds

Las últimas palabras de Cristo (19)

 Los santos glorificados con Cristo (Juan 17:22-26)


Al comenzar su oración, el Señor ruega por la gloria del Padre. Más adelante piensa en los suyos rogando porque en el tiempo de su ausencia ellos puedan ser guardados para Su gloria, y que Él sea glorificado en los santos. Al concluir la oración el Señor lleva sus pensamientos a la gloria que ha de venir y ruega que los Suyos sean glorificados con Él.

v. 22. Con este fin en vista, el Señor dice: «Yo les he dado la gloria que me diste». La gloria que se da a Cristo como Hombre es la que Él asegura y comparte con los suyos. Es la gloria que Él les ha dado para que sean una unidad, que de tan perfecta como es nada menos que la unidad entre el Padre y el Hijo puede serles de modelo. Dice el Señor: «Para que sean uno, así como nosotros somos uno».

v. 23. Las palabras que vienen ahora nos explican cómo los santos llegan a ser perfectamente uno (versión «Dios Habla Hoy»), y también la gran meta para la que ellos son hechos uno. El Señor indica cómo se realiza la unidad: «Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti». Estas palabras nos dirigen a la gloria cuando Cristo será perfectamente manifestado en los santos de igual manera que el Padre es manifestado perfectamente en el Hijo. ¿Qué es lo que ha echado a perder la unidad de los santos de Dios dividiéndolos y dispersándolos por toda la tierra? ¿No lo ha causado la permisividad de nuestras vidas con todo aquello que no es de Cristo? Si en un momento dado todos los santos hubieran expresado solamente a Cristo apenas se habría notado lo suficiente la unidad de la que habla el Señor en estos versículos, ya que se necesitará nada menos que la compañía entera de los santos en la gloria para manifestar de manera apropiada la plenitud de Cristo (Ef. 1:22,23). Cristo, y solamente Él, será así visto en su pueblo hasta que todos nosotros «lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo» (Ef. 4:13). Los santos que estuvieron alejados y divididos en la Tierra serán «perfectamente uno» en la gloria. «Juntamente dan voces de júbilo; porque ojo a ojo verán que Jehová retorna a Sión» (Is. 52:8).

La gran meta de esta unidad perfecta es la manifestación de la gloria de Cristo ante el mundo como Aquel que el Padre envió, así como el amor del Padre por los discípulos. Cuando el mundo vea a Cristo exhibido en gloria, y en su pueblo, sabrán que al que ellos despreciaron y aborrecieron era realmente quien el Padre envió, y se darán cuenta de que los santos de Cristo a los que ellos rechazaron y persiguieron son amados por el Padre con el mismo amor con que el Padre ama a Cristo.

v. 24. Hay una gloria que está más allá de la gloria que se manifestará al mundo y de la bendición milenaria de la tierra. Es la gloria de un círculo íntimo de bendición celestial, donde los santos tendrán su parte. El Señor dice de ellos: «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo». El Señor había revelado muy anteriormente en sus discursos el gran deseo de su corazón para recibirnos, para que donde Él está podamos nosotros estar. Y una vez más, al tocar la oración a su fin, se nos recuerda el deseo de su corazón.

Aunque será nuestro el privilegio de estar con Él allí, siempre habrá una gloria personal que pertenecerá a Cristo, y que nosotros contemplaremos, pero nunca compartiremos. Cristo, en calidad de Hijo, siempre tendrá su lugar exclusivo con el Padre. Es una gloria y un amor especiales para Cristo, el amor que Él gozó antes de la fundación del mundo. El conocimiento de esto es especial, pues el Señor dice: «Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido».

Los santos conocerán que Aquel al que pertenecen esta gloria, amor y conocimiento especiales es el mismo que fue enviado por el Padre para darle a conocer. Lo que los distingue de este mundo decadente es que ellos saben discernir que el Hijo fue quien el Padre envió.

v. 26. El Señor declara a los suyos el nombre del Padre, y la declaración del nombre del Padre revela el amor paterno, así como el conocimiento de que este amor, siempre disfrutado y conocido por el Señor en su camino, pueden conocerlo y disfrutarlo sus discípulos.

Si este amor está en ellos, Cristo —aquel que declara el amor del Padre— tendrá un lugar en sus afectos y Él estará en ellos. Al escuchar la última expresión de esta oración, el deseo que tiene Cristo de estar en su pueblo llena nuestros pensamientos. No hay ninguna duda de que el deseo de Su corazón será satisfecho en la gloria venidera. Pero, además, por todo aquello que se desprende de los últimos discursos y de su última oración, Cristo debería ser vivamente manifestado en su pueblo incluso ahora. Para este fin son lavados nuestros pies y consolados nuestros corazones, llevan fruto nuestras vidas y son instruidas nuestras mentes. Por ello, el Señor nos permite que escuchemos su última oración, que termina con las palabras YO EN ELLOS.

Traducción: D. Sanz

H. Smith


El monte del sermón: Cristo el gran Maestro

 Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca, les enseñaba ... Mateo 5.1,2. Vosotros no habéis aprendido así de Cristo, si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. Efesios 4.20,21


Su preparación

La vida de nuestro Señor Jesucristo en Nazaret, antes de su bautismo en el Jordán por Juan el Bautista y el comienzo de su ministerio público, fue como la de otras personas (pecado aparte). Dice Lucas 2:40: “El niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”.

Cuando tenía doce años El subió con María y José a la fiesta en Jerusalén. Ellos dos, con el grupo de peregrinos de Nazaret, emprendieron distraídamente su regreso, sin notar que el niño Jesús no estaba entre la compañía. Al descubrir esto, demoraron tres días buscándole. Por fin le hallaron en el templo, escuchando a los doctores de la Ley y preguntándoles distintas cosas, pero sin enseñarles El nada a ellos. ¡Qué buen ejemplo para los nuevos en la fe! “Pronto para oír, tardo para hablar”, Santiago 1.19. Hay algunos que quieren ser maestros antes de aprobar el primer grado en el colegio espiritual.

Cuando María le reclamó, Él contestó: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Estas palabras comprueban que Cristo era Dios en su encarnación, el Hijo manifestado en carne. El nunca renunció a ninguno de sus atributos divinos, como algunos falsos maestros insinúan. Volvió con María y José a Nazaret, y estaba sujeto a ellos, Lucas 2.51, un ejemplo para la juventud cristiana en cuanto a la sujeción en el hogar. Leemos que crecía en sabiduría y en gracia para con Dios y los hombres.

Siendo verdadero Dios, estaban escondidos en él todos los tesoros de sabiduría y conocimiento, pero, siendo perfecto hombre y ejemplo para nosotros, su preparación fue acorde con su humanidad. Isaías había profetizado: “Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabra al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como sabios”, 50.4. José era carpintero, y Jesús cumplió su aprendizaje, siendo conocido después como carpintero, hijo de María, Marcos 6.3.

Cristo honró el trabajo con su propio ejemplo. Todo cristiano joven debe aplicarse en alguna forma de empleo para ganarse la vida honradamente. El que no puede retener un empleo no es una recomendación para el evangelio.

Como Cristo tenía su oído abierto mañana tras mañana para recibir la Palabra de Dios, así nosotros debemos empezar cada día con oír lo que nuestro Dios quiere decirnos en ella. La migajita que conseguimos de esta manera, bien asimilada por meditación durante el día, puede resultar en un pan grande antes de terminar el día. Cuando El empezó su ministerio público, ya tenía la Palabra guardada en el corazón. “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón”, Salmo 40.8.

Su mensaje

“Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos”. En esa elevación, su voz alcanzaría a todos. Él se sentó, poniéndose al mismo nivel de sus oyentes y hablándoles corazón a corazón para que hubiera una comprensión plena de sus enseñanzas. También, “abrió su boca”, hablando con claridad para que todos entendiesen. Es de inmensa importancia para los que quieren tomar parte, que hablen en “clara, alta e inteligible voz” para la edificación de los presentes. “Sigamos ... lo que contribuye a la mutua edificación”, Romanos 14.19.

El Señor empieza con enseñar a sus discípulos; más tarde El llamaría a los demás, diciendo, “Entrad por la puerta estrecha”. Al haber inconversos en un estudio bíblico, por ejemplo, es recomendable decir algo que les sea de provecho, no despidiéndoles sin nada del pan de vida. El finaliza su gran mensaje haciendo a todos sentir la solemne responsabilidad de poner en práctica lo que habían escuchado.

El “Sermón” empieza con las nueve bienaventuranzas, un número que nos hace pensar en Gálatas 5.22,23, donde leemos del fruto del Espíritu en sus nueve aspectos. Es sólo por el Espíritu Santo que el creyente puede alcanzar esta norma de espiritualidad. Nuestro Señor era la personificación de estas beatitudes, las cuales constituyen leyes del cielo para vida en la tierra. ¿Será que tenemos aquí en ellas la esencia del código civil para el reino milenario?

“Aprended de mí”

En este evangelio, al final del capítulo 11, encontramos una de las más hermosas invitaciones de la Biblia: “Venid a mí, todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Él es el Salvador, quien llevó nuestra carga en la cruz para proporcionarnos el dulce descanso del alma que ningún otro puede dar.

Pero es el Soberano también: “Llevad mi yugo sobre vosotros”. Ahora es cuestión de señorío. El buey, animal de fuerza formidable, doblega la cerviz para recibir el yugo porque reconoce el derecho de su amo quien le ha comprado a precio y le da pasto; así nosotros con gozo decimos: “Señor, estoy aquí a sus órdenes. ¿Qué quieres que yo haga?”

Hay algo más, porque sigue diciendo, “Aprended de mí”. Es el Maestro. Desde el momento de creer estamos inscritos en el colegio de Dios, donde hay provisión para cada uno según su capacidad. Hay el kínder para los pequeños en Cristo, la escuela primaria para los que están en la niñez espiritual, la secundaria para los que van adelantándose y la universidad con sus especialidades para los maduros en las cosas del Señor.

Entendemos por Efesios 4.20,21 que Cristo es el maestro principal: “Habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús”. Pero Él tiene muchos instructores bajo su dirección: “El mismo constituyó a unos ... pastores y maestros”, 4.11. Las Sagradas Escrituras constituyen los libros de texto. Son sesenta y seis, todos divinamente inspirados, y no sólo iluminan la inteligencia sino también comunican vida espiritual al alma. Los libros de instrucción del mundo caducan al cabo de unos años a causa del progreso en los conocimientos materiales, pero los libros de Dios son inmortales y perpetuamente vigentes.

Recuerdo el caso de dos hermanos cuyo padre era de recursos limitados. Con dificultad él compró los textos que el mayor necesitaba para cursar estudios de medicina, y cuando el menor estaba por entrar en los mismos estudios, el padre se contentó al pensar que podría aprovechar los que el otro había usado. Pero no: ¡Llegó a casa el joven con una lista de libros nuevos que habían reemplazado a los viejos!

No es así con la Biblia. Aunque el modernismo y las especulaciones de falsos maestros la atacan y rechazan sus doctrinas fundamentales, todavía es inmutable y cuenta con más circulación que cualquier otro libro. La Biblia en sí nos proporciona una preparación espiritual completa. Contamos a la vez con un supervisor divino, el Espíritu Santo, que nos acompaña en todo momento y aplica eficazmente la Palabra a nuestras almas: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”, Juan 14.26.

El Señor ha dado dones a su Iglesia, que son personas capacitadas para enseñarnos las cosas de Dios oralmente y también por escrito. Creemos que una asamblea típica es la única escuela bíblica reconocida en el Nuevo Testamento, y nos acordamos de un creyente que al visitar a sus familiares asistió al estudio bíblico y dijo después de la reunión, “Ahora entiendo por qué ustedes no mandan sus jóvenes a una escuela bíblica; ¡tienen una en su propio local evangélico!”

En Hechos 1.1 leemos una referencia a “todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y enseñar”. Este es el orden correcto; Jesús practicaba primero y enseñaba después. Hay algunos que quieren enseñar lo que ellos mismos no están practicando, que es una hipocresía.

El programa de estudios

Los varones más distinguidos de la Biblia se graduaron de la “universidad” de Dios: La especialidad de Abraham fue la fe, cual amigo de Dios, Santiago 2.23. Moisés llegó a ser “mi siervo”, después de cuarenta años en un servicio de amor, Josué 1.2. El patriarca Job aprendió los sufrimientos, y Dios le honró al evaluarle como varón perfecto y recto, Job 1.1. David cursó estudios como militar y alcanzó ser “varón conforme a mi corazón”, Hechos 13.22. Daniel se especializó en el testimonio y fue designado como “muy amado”, Daniel 10.19.

Nuestra educación en la escuela de Dios continúa durante la vida aquí, hasta el final de la peregrinación. Conocí a un anciano muy espiritual, panadero de profesión, quien aprendió hebreo y griego en su empeño por conocer más a fondo las Escrituras, ya que en estos idiomas fueron escritos los manuscritos de la antigüedad. Poseía mucha aptitud para enseñar, pero él manifestó públicamente cuán reducido era su conocimiento de la Palabra. Verdaderamente, dijo, hay profundidades insondables en la revelación divina. Esto es una prueba de que la Biblia no es obra del cerebro humano, porque mientras más aprende uno, ¡más descubre que todavía le queda mucho por aprender!

Moisés había sido instruido en toda la sabiduría de los egipcios en los primeros cuarenta años de su vida y luego pasó otros cuarenta en la soledad del desierto de Madián, cuidando las ovejas de su suegro y perdiendo su importancia propia. Dios le llamó más adelante “el hombre más manso de toda la tierra”. Ya estaba preparado por Dios para la grandiosa obra de sacar a Israel de Egipto.

Él había perdido la confianza en sí, y procuró sacarle el cuerpo al asunto con varias excusas. Cada vez Dios le quitó su excusa hasta que Moisés regresó por fin a Egipto. Supongamos que estuviésemos allí, contemplando la escena. Se nos acerca un anciano de ochenta años con barba blanca; le acompañan una mujer trigueña y dos chicos. Atraviesan el desierto con su burro, y les preguntamos: “¿Adónde van?” La contesta nos hubiera asombrado: “¡Para sacar a los israelitas de su esclavitud, y llevarlos a su tierra prometida!”

El apóstol Pablo, antes Saulo de Tarso, recibió en su juventud una preparación esmerada a los pies de Gamaliel, un maestro renombrado de Jerusalén. Este Saulo llegó a ser un fariseo destacado, creyendo que estaba haciendo la voluntad de Dios al perseguir hasta la muerte a los inocentes creyentes en Cristo. Una vez convertido, confesó que lo había hecho por ignorancia, 1 Timoteo 1.13.

Creemos que los tres años de silencio que él pasó en Arabia fueron para el tocayo de aquel soberbio y cruel Saúl, rey de Israel, una oportunidad de deshacerse de su pretensión de fariseo. Ahora tendría otro nombre, Pablo, o el pequeño. Él pudo humillarse ahora a los pies del Señor cual dueño nuevo de su vida. El Filipenses 3.4 al 7 él nos da una lista de sus credenciales según la carne y termina diciendo: “Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo ... y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.

Juan el Bautista, aquel precursor fiel de nuestro Señor, manifestó su propia humildad aun en la etapa de su vida cuando era objeto de la admiración de las multitudes. Dijo: “Yo no soy digno de desatar la correa de su calzado.”, y, “Es necesario que él crezca pero que yo mengue”.

La doctrina tripartita

Las Sagradas Escrituras presentan la doctrina en tres aspectos que corresponden a las tres partes del cordero de la pascua según se las especifican en Éxodo 12.9. En ese versículo la orden para Israel es de comer el animal, “su cabeza con sus pies y sus entrañas”.

La cabeza del cordero pascual nos habla de Cristo como Cabeza de la Iglesia, señalando la voluntad, inteligencia y propósitos eternos de Dios. En esto tenemos la doctrina profética, el cordero ya destinado desde antes de la fundación del mundo, 1 Pedro 1.20. El Señor les dijo a sus discípulos: “Os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”, Juan 15.15.

El creyente que está comiendo de la cabeza del cordero está adquiriendo inteligencia en cuanto a los propósitos de Dios. La profecía ocupa un lugar esencial en la estructura de la Santa Palabra, empezando en Génesis 3 con palabras pronunciadas cuatro mil años antes de cumplirse en la persona de nuestro Señor.

Los pies nos hablan del andar. En esto tenemos la doctrina práctica, la que se refiere a nuestra conducta. “Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”, 1 Pedro 2.21. Lo que aprendemos de él con la cabeza debe manifestarse en el comportamiento y el servicio.

Las entrañas del cordero corresponden a la doctrina devocional. Es la vida interior de nuestro Señor, la oración, alabanza y la comunión con el Padre, que es un aspecto que ocupa mucho lugar en los Salmos.

En esta dieta espiritual de tres componentes el creyente encuentra un perfecto equilibrio para su alimentación espiritual. Si pone más atención en uno que otro, sufrirá trastornos espirituales que le van a quitar el gozo del Señor, y será de menos utilidad en el servicio.

En apoyo de estas recomendaciones, llamamos la atención del lector a Colosenses 1.9 al 14:

Ø  “que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” — la cabeza del cordero

Ø  “para que andéis como es digno del Señor — llevando fruto en toda buena obra” — los pies del cordero

Ø  “con gozo dando gracias al Padre” —las entrañas del cordero

En cuanto a este último punto, las gracias al Padre, el pasaje en Colosenses ofrece razones por que estar agradecidos:

Ø  nos hizo aptos para participar de la herencia

Ø  nos ha librado de la potestad de las tinieblas

Ø  nos ha trasladado al reino de su amado Hijo

Ø  nos ha dado redención y perdón.

Santiago Saword