15.1 al 11: La base y gloria del evangelio
Nos detenemos para reconsiderar el mensaje que trae la
salvación.
• Primeramente, su comunicación.
Es un mensaje a ser predicado. Pablo lo predicó y ellos lo recibieron. Demanda
respuesta y debe ser abrazado permanentemente cual ancla del alma, “en el cual
también perseveráis”. Somos salvos por medio de su mensaje por sincera
convicción, “si retenéis la palabra”, y si nuestra fe es genuina, y no
meramente un consentimiento hueco, “si no creísteis en vano”.
Se queda inalterable en su transmisión de época a época,
ya que Pablo afirma escribir lo que antes, “primeramente”, les enseñó. Está
reafirmando, no enmendando. Es meticuloso en su manera de tratar esto; lo
comunicó “asimismo” como lo recibió y lo predicó, vv 3, 2. Es que él era un
mayordomo, un administrador, del evangelio: lo recibió, lo entregó. El
evangelio no es paulino; es divino.
• Segundo, su contenido.
Aprendemos de los vv 3 al 5 que el evangelio es una fe histórica, no una
filosofía, un ideal, una teoría o un concepto mental. ¡Sucedió de veras! Se
basa en hechos históricos que tuvieron lugar sobre la tierra a la luz y al oído
de hombres.
El evangelio se reviste de cuatro elementos históricos:
Cristo murió, fue sepultado, fue resucitado, fue visto. No leemos aquí que haya
comenzado con su nacimiento, su vida, su ministerio, ¡sino con su muerte! Se
destaca su consumación: Cristo resucitó. De estos cuatro elementos, dos son
fundamentales: Cristo murió y Cristo resucitó, ambos hechos “conforme a las
Escrituras”.
Su sepultura confirma que había muerto y su aparición
confirma que había resucitado. Pablo convoca a testigos, entre ellos el
despliegue impresionante de quinientos hermanos que le vieron en una misma
ocasión. ¿Algunos no lo creen? En Jerusalén uno haya podido contactar a muchos
que gustosamente hubieran ofrecido evidencia. Hay un factor potente: ¡Cristo
murió por nuestros pecados! De nuevo, “conforme a las Escrituras”, y en vista
de nuestra necesidad desesperada, fue por el amor y la misericordia de Dios. Esta
gracia obró en nosotros; dejemos que obre a través de nosotros, vv 9 al 11.
Lección: ¡Ay de mí si no predico el evangelio, este evangelio!
S.Emery
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