“…Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me
siguen; y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará
de mi mano..." (Juan 10: 21-31).
Me propongo decir
algunas palabras sobre este pasaje de las Escrituras y pasar luego a considerar
dos o tres versículos más de la Palabra de Dios, pasajes sobre los cuales se
discute mucho, citados muy a menudo por los que no creen que los que son salvos
una vez, salvados son para siempre. Cuando recurrimos a las Escrituras debemos
examinar los distintos lados de la cuestión.
Conocida es la historia
de los dos hombres que disputaban por un escudo. Mientras el uno sostenía que
era de oro, el otro afirmaba que era de plata. Comenzaban ya a lanzarse miradas
siniestras, y a usar de un lenguaje descortés, cuando apareció un tercero y les
preguntó por el motivo de la disputa. Este escudo es de oro, y este hombre
sostiene que es de plata", dijo el uno y el otro muy airado contestó:
„Este escudo es de plata, y este hombre persiste en afirmar que es de
oro". Entonces el tercero dijo: „Los dos tienen razón: sólo que el uno
mira una cara y el otro la otra; el escudo es de oro de una parte y de plata de
la otra".
Vamos, pues, a examinar
nosotros la cuestión
POR LOS DOS LADOS,
y antes de terminar llamaré su atención sobre algunos textos de la
Escritura que tratan de este asunto y que son mal interpretados, muy a menudo,
por los creyentes.
Para comenzar (me
dirijo a aquellos que confían en nuestro Señor Jesucristo para la salvación de
sus almas), diré que no avanzaremos ni un solo paso en lo que a nuestras almas
tiene relación, si no creemos firmemente que este Libro, la Biblia, es el Libro
de Dios divinamente inspirado, desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Este
Libro es semejante a un arco: quiten una sola piedra al arco y todo caerá. No
podemos eliminar un solo libro de los que forman la Biblia, sin dañar todo lo
restante. ¿Un libro, dije?, ni un solo versículo. Sólo el que conoce bien el
Antiguo Testamento podrá comprender el Nuevo. No es posible entender la
Epístola a los Hebreos sin tener conocimiento de los cinco libros de Moisés. Ni
es posible comprender la Epístola a los Romanos, sin estudiar la Ley y la
Historia de los hijos de Israel.
Sentados estos
principios, damos por aceptado que la Escritura no se contradice a sí misma:
que es completamente imposible que un versículo contradiga a otro: aunque,
juzgando de ligero, así parece en algunos casos. Los Incrédulos buscan
contradicciones en la Biblia. Y al encontrar un punto donde creen existe, como
por ejemplo, cuando una profecía dice que el rey Sedequías sería llevado
cautivo a Babilonia (Jer. 32:41. mientras que otra dice del mismo que jamás
vería Babilonia (Ez. 12:13): el incrédulo exclama entonces: ¿Puede ir
Sedequías a Babilonia v al mismo tiempo no verla? Y sin embargo, esta objeción,
que les parece Incontestable, tiene una explicación sumamente sencilla:
Sedequías fue hecho prisionero v llevado cautivo, mas el rey de Babilonia
mandó arrancarles los ojos, de manera que fue llevado allá en cautiverio, pero
no vio la tierra (2Reyes25:6.7). Por lo tanto, en este como en otros puntos que
pueden citarse no existe contradicción.
Aquellos que van a
Jesús con fe, y esperan en El, han de progresar. Los cristianos recién convertidos,
muchas veces quieren comprender toda la Biblia de una vez. Que estén
agradecidos por lo que comprenden, que procuren instruirse más cada día, y confíen
en que Dios les enseñará su voluntad y sus propósitos.
LA ESCRITURA NO PUEDE CONTRADECIRSE
Partamos
de este principio: „Toda la Escritura es inspirada por Dios". Tengamos la
certeza de que es así, desde el primer hasta el último versículo. Hemos leído
algunos versículos del capítulo 10 del Evangelio de Juan y podemos estar
seguros de que ninguna otra parte de la Escritura contradice estas dulces
palabras salidas de la boca de nuestro Señor Jesús.
¿Cómo se estudia muchas
veces la Biblia? Se nota que un versículo parece estar en oposición con otro,
pero se halla un tercer versículo que parece calificar el sentido del segundo
y, al unir los tres y compararlos, deducen lo que ellos llaman el sentido general.
No es, sin embargo, así que se debe proceder. Cada versículo de la Escritura
puede responder por sí. En esto vemos el distintivo de las ovejas del Señor
Jesús, el cual es: Oyen su voz y le siguen. Algunos de mis lectores han oído ya
la voz del Buen Pastor y desean seguirle. Algunos de ustedes, mirando hacia
atrás, recuerdan el tiempo en que no les importaban estas cosas, ni las comprendían,
ni deseaban comprenderlas, pero más tarde la gracia de nuestro Señor Jesucristo
conquistó sus corazones y un día oyeron su voz decirles: Venid a Mí,
CONFIAD EN MÍ
Y Uds. dijeron: „Señor,
oigo tu voz y busco tu gracia para seguirte". Desde aquel Instante no
siguen a ciertos credos, siguen a Cristo; no siguen teorías, siguen a una
Persona.
Sobre una cosa no
discuten los cristianos. Todos están de acuerdo acerca de Jesús. Su Nombre hace
vibrar la cuerda sensible de su corazón, si son cristianos, sean quienes sean y
estén donde estén. Hay algunos que hace pocas semanas oyeron por primera vez la
voz del Buen Pastor. Quizás algunos han sido atormentados por dudas y temores
¿quién sabe? Con todo, sepan que sus quejas son muy comunes, y propias de todos
los países del globo. He estado en los dos lados del Atlántico y en todas
partes he oído lo mismo. Nuestro corazón es muy engañoso y el diablo es muy
astuto y procura Inducirnos a mirar dentro cuando deberíamos mirar fuera. El
corazón humano es igual en todo el mundo.
Examinemos la Palabra
de Dios y que sus palabras, revestidas de suprema autoridad, sean así recibidas
por nuestras almas.
¿Qué dice el Buen
Pastor referente a sus ovejas? “Yo les doy vida eterna, y
NO PERECERAN JAMAS".
¿No es esto suficiente para
reanimarles? Quizás alguien abriga el temor de carecer un día de esta bendición.
¿Oyeron la voz del Señor Jesús y procuran seguirle? Escuchen, pues: „Yo les doy
vida eterna, y no perecerán jamás". ¿No basta esto para reanimar sus
almas? El Buen Pastor dio su vida por sus ovejas, lo cual es una seguridad;
pero tenemos una seguridad todavía en que confiar. ¿Preguntan Uds. qué quiero
decir con esto? El murió en la cruz para salvarles, pero vive ahora en la
gloria por Uds. Leemos en Romanos 5: 10: Porque si siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando
reconciliados, seremos salvos por su vida". El Señor Jesucristo está vivo
para salvarnos, y como acertadamente dijo un viejo cristiano: “Un pastor muerto
no puede llevar en sus hombros las ovejas; para esto es necesario un pastor
vivo". Cristo, que murió en la cruz, vive ahora en la gloria para sus ovejas.
Se ocupa en llevar las ovejas en sus poderosos hombros, hacia las regiones
celestiales. Da a sus ovejas la vida eterna y no perecerán jamás.
Estas cosas os he
escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis
que tenéis vida eterna". (1 Juan 5:13)
Vamos a esclarecer este
punto valiéndonos de una comparación. Suponga que mañana, al despertar, usted
se encuentre con una carta en cuyo sobre están escritas estas palabras: “A
vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios". Lee aquella extraña dirección.
¿Tiene usted derecho a abrirla? La carta va dirigida a los que creen en el Hijo
de Dios. ¿Puede abrirla sin cometer una violación? ¿Sí o no? ¿Cree usted en el
nombre del Hijo de Dios? ¿Puede decir: “Sí, creo en El de todo corazón"?
Si es así, abra la carta, pues a usted va dirigida. Contiene la voluntad de
Dios, lo que dice a su alma, léala. „Estas cosas os escribo a vosotros que
creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida
eterna". ¡Cuán sencillo es, y cuán bendito!
Hay muchos que
equivocadamente leen: “Para que esperéis, si algún día, por la misericordia de
Dios, tendréis la vida eterna". No puede existir error sobre este punto.
Había un operario que
se ocupaba en transportar ladrillos al piso alto de una casa en construcción.
Se hallaba cargado y listo a subir la escalera, cuando pasa el cartero, le
llama por su nombre y le entrega una carta a él dirigida. Nuestro hombre deja
al suelo su carga, abre la carta y ve que está firmada por un notario.
La carta comenzaba con
un “Muy distinguido señor mío" y, después de un corto preámbulo le notificaba
la muerte de un pariente lejano que le legaba la cantidad de veinticinco mil
dólares. Como he dicho ya, la verdad del contenido de la carta estaba garantizada
por una respetable firma.
El operario, no
pudiendo contenerse del efecto ocasionado por su grata nueva, echó su gorra al
aire y exclamó: “¡Qué felicidad! ¡Ya no tengo necesidad de estar aquí
arrastrando esta vida de fatigas! Ahora soy rico; no me verán más acarreando
ladrillos". Creyó lo que la carta le decía y abandonó su trabajo. No tenía
un solo céntimo en su bolsillo, pero había recibido la agradable nueva de su
fortuna, y le dio crédito.
Usted tiene una carta
enviada por Dios y, sin embargo, hace muchos años está llevando una carga de
dudas y temores. Hoy Dios le ha mandado una carta. ¿Puede darle crédito? Si así
es, eche al suelo su carga y diga: „No la volveré a cargar de nuevo. En vez de
ser un miserable pecador, soy un hijo de Dios". Porque, he aquí el
contenido de la carta que le envía: „Para que sepáis que tenéis vida
eterna". ¡Qué fortuna! No puede haber en esto engaño alguno.
Reflexionemos sobre una
cosa todavía mejor. El dice: „Ni nadie las arrebatará de mi mano", y más
adelante añade: „Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede
arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos". Estamos en las
manos del Hijo y en las manos del Padre. ¿No es esto consolador? Atienda a esta
afirmación: Poseemos una doble seguridad divina — estamos en las manos del
Padre y en las manos del Hijo.
Se
dice que debemos alzar nuestra mano a Cristo. Me parece que es Cristo quien
alarga su mano a nosotros. Estamos en las fuertes manos del Pastor. Cristo
dice: „Yo y el Padre uno somos": uno en amor, uno en sabiduría, uno en
cuidado para sus ovejas. Esto no deja lugar a dudas, ni recelo alguno, en el
corazón del más tímido creyente.
Examinemos otro lado de la cuestión. Algunos dicen: ¿No hay un versículo
en Filipenses que dice: ..Ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor"? ¿Cómo se explica esto? Se ve, en primer lugar, que estas palabras
se encuentran en la Epístola a los Filipenses. ¿A quiénes va dirigida? A los
cristianos de Filipos. Por consiguiente, no va dirigida a los incrédulos
incitándoles a obrar o trabajar para obtener la salvación,
SINO A CRISTIANOS,
Exhortándoles a
disfrutar de su salvación. Si tuvieran que trabajar para obtener la salvación,
no podría decirse que ya les pertenecía, como dice la Escritura, al
decir…vuestra" — “ocupaos en vuestra salvación"; y más adelante:
“porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su
buena voluntad". Muchas personas interpretan mal este pasaje,
interpretándolo como un aviso a los incrédulos para que trabajen a fin de
obtener su salvación; pero esto no es así. Es una exhortación a los cristianos
para que obren, o den completo desenvolvimiento a lo que ya han alcanzado. La
voz “salvación" no es una palabra
vacía, sino de gran significación. Toca no solamente a lo futuro, sino también
a lo presente. Consuena con la actual salvaguardia del poder del pecado, tanto
como la liberación de la futura pena del pecado. Para alcanzar la última,
echamos mano una sola vez de la obra consumada de Cristo, por el valor de la
cual estamos eternamente guardados del juicio. Pero la salvación actual es
continua y no de una vez para siempre. Esta consiste en una aplicación diaria
de la muerte de Jesús a nuestra vida, sabiendo que, para Dios, nuestro viejo
hombre (lo que fuimos antes como incrédulos), fue crucificado con Cristo.
(Véase romanos capítulo 6).
Ahora quizás alguien
diga: “En Gálatas 5: 4 leemos que algunos caían de la gracia. ¿Qué, pues,
significa esto?“ Significa lo que textualmente dice: no han caído de la vida,
sino
DE LA GRACIA HABEIS CAIDO".
Si estudiamos la
epístola, veremos que los cristianos de la provincia de Galacia habían
comenzado bien su carrera, pero dieron oídos a ciertos judíos que les
aconsejaron la circuncisión y que se colocasen bajo la antigua ley, la ley
mosaica, y el apóstol Pablo les dice lo siguiente: ¿Por qué os colocasteis bajo
la ley? ¡De la gracia habéis caído!
Suponga que un rico
encuentra a un joven de 17 años, le lleva a su casa, le adopta como a hijo y le
dice: Desde hoy eres mi hijo, y los criados tienen la obligación de servirte.
Puedes mandar por el coche cuando quieras o disponer de todo como si efectivamente
fueses mi hijo". Al día siguiente pregunta: “¿Dónde está mi ahijado?"
Y uno de los criados, sonriendo, contesta: “Está en el zaguán limpiando las
botas de la familia". Va a verlo y, en efecto, le halla así ocupado. Le
pregunta: „¿Por qué haces esto?" y él contesta: “Reconocíme tan indigno
del lugar a que me había elevado, y he querido hacerme merecedor de mi estancia
en esta casa". Entonces su corazón se entristece viendo el poco aprecio
que aquel muchacho hace de su bondad y favor, que en vez del rango que le
señalaba se suma en el número de los criados.
CAYÓ DE LA GRACIA,
mas no cesa de ser su hijo adoptivo, porque su hecho lo hizo tal. Fue él
quien por un hecho suyo se privó de gozar de esa posición. Esto es lo que
podemos aprender del versículo de la Epístola a los Gálatas.
El que cae de la gracia
no es, como muchos imaginan, una persona que vuelve al mundo y se entrega de
nuevo a los vicios, sino por lo contrario, es una persona que habiendo creído
en Cristo para su justificación, pretende mantenerse en el favor de Dios por
su vida ejemplar y su observancia de la ley.
Alguien me dirá: “¿No
le parece que debemos guardar los diez mandamientos?" Yo opino que debemos
hacer más que esto. Supongamos que tengo dos medidas, una de un metro y medio
de altura y otra de dos metros. Si llego a la que tiene dos metros, es natural
que llegue también a la que tiene un metro y medio. Cristo es la medida del
cristiano. Si se ama a Cristo, sin duda ha de cumplir la ley, aunque ésta no
sea la medida del cristiano ni su regla de vida, - „para que la justicia de la
ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme
al Espíritu" (Romanos 8: 4). El Espíritu no une nuestros corazones al
legalismo, sino a Cristo. Hay un gran contraste entre las obras de la ley y el
fruto del Espíritu.
¿Qué
le parece si un príncipe al casarse regalara a su esposa un ejemplar de los
REGLAMENTOS DE POLICIA
y las últimas leyes aprobadas por el parlamento?
No, un hombre no hace
semejante regalo. El sabe que es amado; ella participa de su posición, desea
mantener la dignidad de su esposo y de seguro jamás ocurrirá al esposo obligar
a su esposa a acatar las leyes. De igual manera nuestra posición no es la de
siervos. La gracia de Dios nos llama a ser compañeros de Cristo. Somos hijos de
Dios. Debemos procurar seguir a Cristo. Si volvemos al pasado y procuramos
ganar el favor de Dios por el servil medio de guardar la ley, hemos caído de la
gracia, estamos privados de disfrutar los beneficios que en Cristo nos
pertenecen, dejamos de realizar que es por Cristo que “tenemos entrada por la
fe a esta gracia en la cual estamos firmes" (Romanos 5: 2).
En Romanos 7: 4 leemos:
«Vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de
Cristo". Ahora, todo se encierra en Cristo. No agradamos a la carne; no
hacemos nuestra voluntad, sino la de Cristo. Esto nos recuerda al ciego
Bartimeo, cuyos ojos le fueron abiertos. Lo primero que vio fue la faz de Aquel
que le volvió la vista. Jesús le dice: „Vete"; pero ¿qué hace él? “Seguía
a Jesús en el camino".
Se
dice que esto es dejar hacer al hombre su propia voluntad, pero,
¿CUAL SERA LA VOLUNTAD DE TODO CRISTIANO?
Hacer lo que a Cristo
agrada. Bien sé que la salvación es libre, libre como el aire que respiramos,
mas al conocimiento de la salvación sigue una vida constante y fervorosa. La fe
y las obras van siempre juntas.
Los que son salvos
sienten en su corazón impulsos de amor y gratitud hacia Cristo, y el Espíritu
Santo que en ellos mora, les alienta en el deseo de servir a Dios, seguir a
Cristo y hacer su voluntad.
Puede que alguien diga:
“¿No hay en la Epístola a los Hebreos, capítulo 6, un versículo que habla de recaer?"
Lea en este capítulo citado con mucha atención los versículos 4 al 6. Dice en
ellos que es imposible que los que recaen sean de nuevo renovados para el arrepentimiento.
Esto significa que no hay misericordia para los que recaen. La perdición de los
tales es tan cierta como la del diablo, pues que dice: „Porque es imposible que
los que una vez fueron iluminados... y recayeron, sean otra vez renovados para
arrepentimiento". Creo que estas palabras se refieren a ciertos judíos
que profesaban el cristianismo y recayeron al judaísmo, como creo también que
su profesión era una impostura. Volvieron al antiguo régimen, crucificaron de
nuevo a Cristo, exponiéndole al vituperio, pues renegando de la misma fe,
volvieron a declarar que Cristo era un impostor, quitando todo interés de ocuparse
de El.
Estoy seguro de que
ninguno de mis lectores es lo que puede llamarse un consumado apóstata. El
capítulo 6 de hebreos trata de una completa apostasía; trata de individuos que
tenían los ojos abiertos a la luz, más perdieron todo su interés por Cristo, no
queriendo absolutamente tener nada que ver con El. Sé que hay muchas personas
que viven alejadas de Dios, mas en el fondo de su pecho existe cierto respeto
por Cristo y no quieren desligarse de El por completo. Estas personas,
recordando aquellos tiempos felices, exclaman: „Daría cuanto poseo para
encontrarme como entonces". Esto no es una apostasía; se trata solamente
de un desvío. Tales personas ambicionan gozar de nuevo de la gracia de Dios,
mas necesitan confesar sus pecados para gozar de nuevo su presencia.
Otro puede decirme:
¿Cómo se compagina esto con lo que se halla escrito en 2 Pedro 2: 22?: “Pero
les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la
puerca lavada a revolcarse en el cieno". No dice que la oveja vuelva a
revolcarse en el cieno, sino
LA PUERCA LAVADA.
Se trata únicamente de
un incrédulo que se hiciera religioso — una puerca lavada — y así practicaba.
Las puercas lavadas no son, en manera alguna, ovejas. Una puerca, aunque
intentamos sacarla del lodazal, y con un cepillo, agua caliente y jabón la limpiemos
completamente, no muda su naturaleza. Hay personas religiosas que asisten
regularmente a la iglesia, participan de los sacramentos, se alistan a una
congregación cristiana y son, en apariencia, buenas personas. Mas al conocer
sus corazones, uno descubre que su naturaleza no ha sufrido cambio alguno. Asisten
a las reuniones, les gusta cantar himnos, pero no son otra cosa que puercas
lavadas, y si murieran con el pan de la Cena en la boca, su alma iría al
infierno. Judas Iscariote era una puerca lavada. Simón el Mago era otra, y en
los países llamados cristianos se cuentan por millares. He encontrado gran
número de ellos. Pregunto: ¿Dónde está su religión?
¿DENTRO O FUERA?
¿Puede decir que ama a
Dios de todo corazón? ¿Puede afirmar que Cristo es para usted el señalado entre
diez mil? ¿Son perdonados todos sus pecados? ¿O puede únicamente decir: he sido
bautizado, voy a la iglesia y tomo la comunión? No digo esto con intención de
ofender a nadie, pero es necesario que todos sean lo que profesan ser, y estén
bien seguros del lugar que ocupan.
Si hay alguien que esté
íntimamente persuadido de no ser salvo, de no estar convertido, de no haber
nacido de nuevo, a pesar de su religión, que se empape de esta verdad: no es
más que una puerca lavada, pero para él hay misericordia en Cristo.
Supongamos que voy a
visitar a cierto agricultor, y al llegar al lugar de su residencia, veo que hay
un gran movimiento. El está en el corral. En la ciudad vecina se celebra una
gran exposición agrícola, y nuestro hombre quiere exponer en ella algunos de
sus productos. ¿Se ve aquella
corpulenta puerca tan engalanada, y aquella linda oveja? Va a exponerlas y, o
me engaño mucho, alcanzará el primer premio.
Sale nuestro amigo
guiando sus animales, mas pasando cerca de un charco, la puerca da un
resoplido de satisfacción, pega un salto, y se hunde en el cieno. Y es que, a
pesar de su estado de limpieza y de las cintas que lucía,
SU NATURALEZA ES LA MISMA,
en nada ha cambiado. De un salto se echa al charco y da a la vez un
empujón a la oveja que queda igualmente inundada de barro. Entonces ¿qué
sucede? La puerca está satisfecha, pero la oveja afligida. ¿Por qué? Porqué
una puerca lavada conserva su primitiva naturaleza, y por lo tanto le gusta
revolcarse en el pantano y cubrirse de fango. La oveja se siente afligida por
la misma razón de que es una oveja. Del mismo modo una oveja de Cristo, cuando
cae en pecado, siente gran aflicción en su alma.
No quiero, en modo
alguno, desanimar al más flaco creyente que lea estas palabras. Al tal le digo:
¿Oyó la Invitación de Cristo: „Venid a Mí"? ¿Dice que sí, que confía en El
en cuanto a su salvación, y procura seguirle? ¿Desea ser más celoso en seguir
sus caminos? Lo mismo deseamos todos nosotros, pero nuestra salvación depende
de la confianza en el Señor Jesucristo como Salvador. Hacemos bien si deseamos
servirle mejor y seguirle más de cerca, pero la salvación se basa en Su obra
consumada y Su sangre derramada.
Que estas palabras
salidas de la boca de nuestro Señor Jesús penetren en sus corazones: „Yo les
doy vida eterna, y no perecerán jamás". He aquí una almohada donde puede
reclinar su cabeza. Puede decir antes de entregarse al sueño: „Si yo no despierto
en este mundo, despertaré en la presencia del Señor Jesucristo".
Entre los creyentes del
Antiguo Testamento, y los del Nuevo, existe una diferencia parecida a la que
hay entre los barcos de vela y los de vapor. Los creyentes de los tiempos del
Antiguo Testamento son como buques de vela; los del Nuevo Testamento como los
vapores. El Espíritu de Dios vino sobre los creyentes antiguos, mientras que el
Espíritu habita en los creyentes de ahora. El poder, como en el barco de
vapor, está en el interior.
Hallándome una vez en
el Estado de Florida, EE. UU., tuve necesidad de ir al archipiélago de Bahamas,
que dista de dicho punto cerca de
QUINIENTOS KILOMETROS.
Me informé sobre el
tiempo que un barco de vela emplearía para hacer este trayecto y obtuve la siguiente
respuesta: “Con un viento favorable se verifica el viaje en tres días, pero si
el tiempo es adverso, puede durar hasta dos semanas". Evidentemente se
trataba de un negocio muy incierto.
Esta misma
incertidumbre la notamos en los creyentes del Antiguo Testamento. Tenemos, por
ejemplo, el caso de Sansón: “Y el Espíritu de Jehová comenzó a manifestarse en
él" (Jueces 13: 25). Pero, desde la ascensión de Jesús, el Espíritu Santo
descendió a la tierra y vino a habitar dentro de los creyentes, y ahora, así
como los barcos de vapor tienen su fuerza dentro de sí mismos, que les habilita
para andar contra el viento y marea, de un modo semejante el cristiano tiene un
poder interno, que le habilita a vencer todas las oposiciones del mundo.
Por lo tanto, ahora
podemos aprovecharnos de esta sencilla lección: “Yo les doy vida eterna, y no
perecerán jamás". Además, en Lucas 15, hallamos que el Buen Pastor pone
la oveja sobre sus hombros y la lleva a su casa. ¿Sabe cuántas manos tiene una
oveja? Hemos hecho esta pregunta a mucha gente y muchos han contestado: cuatro.
UNA OVEJA NO TIENE MANO ALGUNA.
Entonces,
pues, ¿cómo ella puede asegurarse? Le es imposible hacerlo, mas el pastor la
asegura, la coge por las cuatro piernas, la pone sobre sus hombros y la lleva a
su casa. Estamos en las manos del Hijo y en las manos del Padre. Quiere decir
que tenemos una doble garantía del amor divino, y son estas las palabras del
Señor Jesucristo: „Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás". Que
estas palabras penetren en su corazón, y le proporcionen una verdadera paz para
lo futuro, por amor de Cristo. Amén.
MÁS QUE VENCEDORES
Y sabemos que a los que
aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a
su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los
predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él
sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos
también llamó; y a los que Mamó, a éstos también justificó; y a los que
justificó, a éstos también glorificó.
¿Qué, pues, diremos a
esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? El que no escatimó ni
a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es
el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun,
el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también
intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación,
o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como
está escrito:
Por causa de ti somos
muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas
cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual
estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni
ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo
Jesús Señor nuestro. Romanos, cap. 8 v.
28 a 39
NADIE LAS ARREBATARÁ DE MI
MANO
Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la
puerta de las ovejas.
Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y
saldrá, y hallará pastos.
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así
como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las
ovejas.
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida
eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que
me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre.
Juan, cap. 10 v. 7, 9, 11, 14-15, 27, 28-29
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