martes, 10 de julio de 2012

EL CONFLICTO DE LOS SIGLOS


¿Estamos aturdidos, desanimados, atemorizados por lo que vemos aconte­cer en el mundo actualmente?
No debemos estar asombrados ni asustados, menos todavía sorprendidos por los sucesos actuales. Hace mucho tiempo que la palabra profética ha pre- dicho el conflicto final en la consuma­ción de los siglos, y a juzgar por las apa­riencias, hoy por hoy lo tenemos a la puerta.
Leed de nuevo con lentitud, con atención y oración, las palabras que son una descripción de nuestros días:
LA PALABRA PROFETICA
"Entonces habrá señales en el sol, y en la luna, y en las estrellas; y en la tierra angustia de gentes por la confu­sión del sonido de la mar y de las on­das; secándose los hombres a causa del temor y expectación de las cosas que so­brevendrán a la redondez de la tierra; porque las virtudes de los cielos serán conmovidas''. (Lucas 21:25,26). '
"Y oiréis guerras y rumores de gue­rras: mirad que no os turbéis; porque es menester que todo esto acontezca; mas aun no es el fin. Porque se levanta­rá nación contra nación y reino contra reino; y habrá pestilencia, y hambres y terremotos por los lugares". (Mateo 24; 6, 7).
¡Angustia de naciones... confu­sión... la turbulencia de las masas a semejanza del estruendo de la mar... temor... guerras y rumores de guerras! Debemos agregar a estos factores temi­bles en las relaciones humanas, un cum­plimiento más de las profecías: la apostasía — el apartarse de la fe, teniendo esto por consecuencia la propensión de parte de los hombres de creer toda suer­te de falsedades.
"No os engañe nadie en ninguna manera; porque no vendrá sin que ven­ga antes la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, oponiéndose, y levantándose contra to­do lo que se llama Dios, o que se adora; tanto que se asienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose parecer Dios. Porque ya está obrando el miste­rio de la iniquidad: solamente espera hasta que sea quitado de en medio el que ahora impide; y entonces será manifes­tado aquel inicuo al cual el Señor mata­rá con el espíritu de boca, y destruirá con el resplandor de su venida; a aquel inicuo, cuyo advenimiento es según ope­ración de Satanás, con grande potencia, y señales, y milagros mentirosos, y con todo engaño de iniquidad en los que pe­recen, por cuanto no recibieron el amor a la verdad para ser salvo. Por tanto, pues, les envía Dios operación de error, para que crean la mentira". (2º Tes. 2: 3-11).
FUERZAS OCULTAS
Repito: angustia de naciones, confusión, temor, las multitudes convulsio­nadas, guerra y rumores de guerras; todas estas condiciones terrenales se re­lacionan con el conflicto espiritual de los cielos.
El Señor Jesús dijo claramente: "Porque las virtudes de los cielos serán conmovidas". El capítulo 12 de Apoca­lipsis nos da un vistazo de ese conflicto venidero, dándonos esta terrible adver­tencia: "¡Ay de los moradores de la tie­rra y del mar! porque el diablo ha des­cendido a vosotros, sabiendo que tiene poco tiempo".
El capítulo 16 de Apocalipsis, ver­sículos 13-14, nos abre aun más el telón para que veamos lo que está detrás de los acontecimientos terrenales. Vemos las grandes fuerzas demoníacas sueltas para participar en este gran conflicto de los siglos. Se trata de una visión que debe hacernos meditar seriamente y lle­varnos, a la vez, a humillamos delante de Dios:
"Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; porque son espíritus de demonios, que hacen señales, para ir a los reyes de la tierra y de todo el mun­do, para congregarlos para la batalla de aquel gran día" del Dios Todopode­roso".
El presente cuadro mundial es ate­rrador; pero el Hijo de Dios no debe hallar en ello motivo de desesperación. Más allá de la oscuridad sombría brilla la luz de día nuevo; el día de la apari­ción de Cristo resplandece con mayor claridad y hermosura. A la luz de la pa­labra de Dios entendemos que la carac­terística de de cada época ha sido, a la larga, la rebelión y temeridad que han hecho necesario el juicio de Dios.
JUICIOS CUMPLIDOS
La primera civilización terrenal fue tan corrompida que el único remedio apropiado fue el diluvio. La prolongada y desenfrenada idolatría de los israelitas los llevó finalmente al cautiverio en Asi­ría y Babilonia. ¿Se arrepintieron los contemporáneos de Jeremías al encon­trarse rodeados de los ejércitos caldeos? ¿Comprendieron que se trataba del jui­cio de Dios? No se arrepintieron; más bien, blasfemaron de Dios y persiguie­ron a sus fieles siervos. ¿Se arrepintió la generación de judíos después de la muerte y resurrección de Jesucristo, ge­neración descrita por el historiador Josefo, al encontrar a Jerusalén rodeado de los invencibles soldados romanos? No se arrepintieron; más bien pelearon entre sí los defensores de la ciudad, en­tre tanto que el enemigo los amenazaba cada día más y, por fin, los venció.
¿Comprende nuestra generación los días que vivimos? Yo creo que no. Al­gunos están confundidos; algunos asus­tados; muchos están totalmente indife­rentes; y la gran mayoría se deja llevar, víctima de la gran marea de la lucha de clases, de razas y de naciones. Es suma­mente extraño que en una generación que vive tan cerca del abismo de la des­trucción no haya una reacción de horror y un retorno al Dios de infinita gracia y misericordia; pero, por no querer re­cibir el amor a la verdad, están dispues­tos a creer toda suerte de mentiras.
LUZ EN LAS TINIEBLAS
Con todo, el cuadro no está del todo oscuro. En medio de la decadencia de ca­da siglo siempre ha habido un núcleo piadoso que ha servido a Dios visible­mente, cuales luces en la oscuridad ame­nazante. Noé y su familia fueron pocos en número, pero fueron conocidos de Dios. Asimismo fueron escasos en nú­mero Jeremías y sus compañeros, mas la bendición de Jehová descansaba sobre ellos con poder y protección. Los cris­tianos de la iglesia apostólica dieron tes­timonio fiel y claro, entre tanto que el juicio divino se cernía sobre Jerusalén en capital. Así debe ser nuestro servicio para Dios también, en estos días, mien­tras el conflicto de los siglos ruge cada vez más alarmante en nuestro alrededor.
LO QUE NOS INCUMBE
Isaías, el profeta evangelista del Antiguo Testamento, hizo una descrip­ción llamativa de la condición en que se encuentra el núcleo piadoso en cual­quiera época: "Si Jehová de los ejércitos no hubiera hecho que no quedasen muy cortos residuos, como Sodoma fuéra­mos, y semejantes a Gomorra. Lavad, limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de ante mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer bien; buscad juicio, restituid al agraviado, oíd en derecho al huérfano, amad a la viuda. Venid luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren co­mo la grana, como la nieve serán em­blanquecidos: si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca la­na". (Isaías 1:9, 16-18).
El profeta Daniel agrega una pala­bra más que parece tener una aplicación especial y peculiar para nuestros días: "Mas el pueblo que conoce a su Dios, se esforzará, y hará". (Dan. 11:32).
Es éste el día para los que conocen a Dios; para los que tienen la fe salvado­ra en Cristo Jesús; los que se han entre­gado a El y su causa, sin reserva, a fin de ser fuertes y de poder hacer proezas para el Señor en esta época de sombras y oscuridad. Es indispensable que sea­mos fuertes en el Señor y en el poder de su grandeza y que seamos activos para su causa. Para lograr esto es preciso que tengamos una convicción inconmovible con respecto a lo que creemos y que lle­vemos una comunión íntima con El, en quien creemos.
Sendas de Luz, Junio-Julio 1975

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