viernes, 2 de noviembre de 2012

Cuando Peca el Cristiano



EL CAMINO HACIA EL PERDON Y LA LIMPIEZA.
Cuando el cristiano peca, puede parecerle que ha llegado ya al fin de su pequeño mundo.
Pedro había negado tres veces a su Señor y cuando cantó el gallo, salió y lloró amargamente. Dejó de pensar en su obra de pescador de hombres, y resolvió volver a su barco. Puedo com­prender bien la desesperación que debe haberse apoderado de su espíritu. La comunión con Dios había sido interrumpida, y el go­zo había desaparecido. Pedro no tenia ninguna seguridad de que Dios lo utilizaría nuevamente, de que Dios escucharla sus oracio­nes. Creo que su alma habrá estado llena de odio, a sí mismo y a su pecado, y desesperación frente a la aparente imposibilidad de volver a la comunión y utilidad del servicio cristiano. No me sorprenden sus lágrimas. Tampoco me sorprende que el Señor haya tenido que preguntarle solemnemente tres veces para probar su amor.
Supongo que Pedro no se habrá dado cuenta que en un solo instante, podría haber obtenido el perdón completo, ¡a limpieza perfecta, y la restauración de su comunión con el Salvador. He conocido a creyentes que, después de haber pecado, han caído en la desesperación. Algunos se han suicidado. Muchos miles de cristianos han pasado por aquel Pantano del Desaliento de que ha­bla Bunyan. Sintiéndose culpables y tan alejados de la presencia de Dios, se han imaginado que han cometido el pecado imperdo­nable y que han sido alejados para siempre del rostro de Dios.
¡Oh, pobre pecaminoso hijo de Dios, tengo buenas noticias para ti! Es cierto que el pecado es malvado y odioso. Que el pe­cado es asesino. Que es una tragedia indescriptible. No es po­sible expresar el peligro, el daño, la maldad de aquel paso que lleva a pecar a un hijo de Dios. Pero, gracias al Señor, el Salva­dor ha preparado un camino de inmediato perdón, limpieza y paz. Como pobre pecador que he encontrado la misericordia de Dios, déjame que te cuente acerca del camino al perdón inmediato, el camino que lleva a la completa restauración de la comunión con Dios.

LA CONDICION SENCILLA QUE PONE DIOS PARA PERDONAR Y LIMPIAR ES LA CONFESION Y EL APARTAMIENTO.
La tenemos expresada en 1ª Juan 1:9. Cualquier cristiano que confiesa honestamente su pecado a Dios, recibe instantáneamente el perdón y la limpieza. La misma verdad la encontramos en Pro­verbios 28:13. "El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia". Es decir que la confesión honrada, que incluye el apartamiento del pecado, trae inmediatamente la misericordia, Alabado sea Dios.
Cuando un niño viene corriendo a su padre y le dice: "Papá he hecho mal. Lo siento mucho. Perdóname, papá", el padre ya no necesita castigar al niño. Esta, ya ha abandonado su pecado, odiado y juzgado su pecado. Como respuesta a esta clase de con­fesión, viene el inmediato perdón de Dios. ¿Parece demasiado fá­cil?
¿Parece que Dios trata con demasiada liviandad al pecado cuando perdona instantáneamente al cristiano que con honestidad juzga sus faltas, las deja y confiesa?
No, de ninguna manera. Dios no hace mal en perdonar ins­tantáneamente el pecado que es confesado con sinceridad de co­razón. Por el contrario, Dios no podría ser fiel, ni honrado, ni justo, si no perdonara ese pecado que odiamos, que juzgamos, que confesamos y que abandonamos.
¿Qué entendemos por "confesar nuestros pecados”? En pri­mer lugar, la confesión no sólo significa que reconocemos que co­metimos el hecho, sino que reconocemos que éste era pecado. Ten cuidado de que tu corazón no le diga al Señor: "Si, efectiva­mente yo cometí ese hecho pero no tuve la culpa". Eso no es con­fesar tus pecados, sino tratar de disculparlos. Luego, toda confe­sión sincera lleva en si ya la idea de abandonar el pecado confe­sado. Si con tus labios dices: "Señor me arrepiento de este peca­do", pero con tu corazón estas diciendo "mas todavía quiero con­tinuar en él ", no estas confesando nada, sino que eres un hipócrita.
¿Has confesado tu pecado a Dios? Entonces te ruego, que­rido hermano afligido, que creas en su Palabra y aceptes su perdón. No hace falta que mires hacia el pasado ni que llores sobre aque­llos pecados que has confesado con sinceridad y has abandonado. No debes mirar hacia adelante con temor, pensando en que tal vez en el futuro caigas de nuevo. Eres débil, pero Dios lo sabe, y bástate su gracia. Mí querido lector cristiano: ¿Aceptas el perdón que Dios promete? Espero que hagas de esto un asunto de todos los días; que cada día confieses cualquier pecado conocido que se ha­ya levantado para dañar la comunión con Dios; que cada día exijas para ti mismo el perdón, una vez que lo hayas juzgado y abando­nado. De esa manera podrás vivir una vida alegre y gozosa de co­munión con Cristo.
Contendor por la fe,  Nº 145-146, 1975


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