EL CAMINO HACIA EL PERDON Y LA LIMPIEZA.
Cuando el cristiano peca, puede parecerle que ha llegado ya al fin de su
pequeño mundo.
Pedro había negado tres veces a su Señor y cuando cantó el gallo, salió
y lloró amargamente. Dejó de pensar en su obra de pescador de hombres, y
resolvió volver a su barco. Puedo comprender bien la desesperación que debe
haberse apoderado de su espíritu. La comunión con Dios había sido interrumpida,
y el gozo había desaparecido. Pedro no tenia ninguna seguridad de que Dios lo
utilizaría nuevamente, de que Dios escucharla sus oraciones. Creo que su alma
habrá estado llena de odio, a sí mismo y a su pecado, y desesperación frente a
la aparente imposibilidad de volver a la comunión y utilidad del servicio cristiano.
No me sorprenden sus lágrimas. Tampoco me sorprende que el Señor haya tenido
que preguntarle solemnemente tres veces para probar su amor.
Supongo que Pedro no se habrá dado cuenta que en un solo instante,
podría haber obtenido el perdón completo, ¡a limpieza perfecta, y la restauración
de su comunión con el Salvador. He conocido a creyentes que, después de haber
pecado, han caído en la desesperación. Algunos se han suicidado. Muchos miles
de cristianos han pasado por aquel Pantano del Desaliento de que habla Bunyan.
Sintiéndose culpables y tan alejados de la presencia de Dios, se han imaginado
que han cometido el pecado imperdonable y que han sido alejados para siempre
del rostro de Dios.
¡Oh, pobre pecaminoso hijo de Dios, tengo buenas noticias para ti! Es
cierto que el pecado es malvado y odioso. Que el pecado es asesino. Que es una
tragedia indescriptible. No es posible expresar el peligro, el daño, la maldad
de aquel paso que lleva a pecar a un hijo de Dios. Pero, gracias al Señor, el
Salvador ha preparado un camino de inmediato perdón, limpieza y paz. Como
pobre pecador que he encontrado la misericordia de Dios, déjame que te cuente
acerca del camino al perdón inmediato, el camino que lleva a la completa
restauración de la comunión con Dios.
LA CONDICION SENCILLA QUE
PONE DIOS PARA PERDONAR Y LIMPIAR ES LA CONFESION Y EL APARTAMIENTO.
La tenemos expresada en 1ª Juan 1:9. Cualquier cristiano que confiesa
honestamente su pecado a Dios, recibe instantáneamente el perdón y la limpieza.
La misma verdad la encontramos en Proverbios 28:13. "El que encubre sus
pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará
misericordia". Es decir que la confesión honrada, que incluye el
apartamiento del pecado, trae inmediatamente la misericordia, Alabado sea Dios.
Cuando un niño viene corriendo a su padre y le dice: "Papá he hecho
mal. Lo siento mucho. Perdóname, papá", el padre ya no necesita castigar
al niño. Esta, ya ha abandonado su pecado, odiado y juzgado su pecado. Como
respuesta a esta clase de confesión, viene el inmediato perdón de Dios.
¿Parece demasiado fácil?
¿Parece que Dios trata con demasiada liviandad al pecado cuando perdona
instantáneamente al cristiano que con honestidad juzga sus faltas, las deja y
confiesa?
No, de ninguna manera. Dios no hace mal en perdonar instantáneamente el
pecado que es confesado con sinceridad de corazón. Por el contrario, Dios no
podría ser fiel, ni honrado, ni justo, si no perdonara ese pecado que odiamos,
que juzgamos, que confesamos y que abandonamos.
¿Qué entendemos por "confesar nuestros pecados”? En primer lugar,
la confesión no sólo significa que reconocemos que cometimos el hecho, sino
que reconocemos que éste era pecado. Ten cuidado de que tu corazón no le diga
al Señor: "Si, efectivamente yo cometí ese hecho pero no tuve la
culpa". Eso no es confesar tus pecados, sino tratar de disculparlos.
Luego, toda confesión sincera lleva en si ya la idea de abandonar el pecado confesado.
Si con tus labios dices: "Señor me arrepiento de este pecado", pero
con tu corazón estas diciendo "mas todavía quiero continuar en él ",
no estas confesando nada, sino que eres un hipócrita.
¿Has confesado tu pecado a Dios? Entonces te ruego, querido hermano
afligido, que creas en su Palabra y aceptes su perdón. No hace falta que mires
hacia el pasado ni que llores sobre aquellos pecados que has confesado con
sinceridad y has abandonado. No debes mirar hacia adelante con temor, pensando
en que tal vez en el futuro caigas de nuevo. Eres débil, pero Dios lo sabe, y
bástate su gracia. Mí querido lector cristiano: ¿Aceptas el perdón que Dios
promete? Espero que hagas de esto un asunto de todos los días; que cada día confieses
cualquier pecado conocido que se haya levantado para dañar la comunión con
Dios; que cada día exijas para ti mismo el perdón, una vez que lo hayas juzgado
y abandonado. De esa manera podrás vivir una vida alegre y gozosa de comunión
con Cristo.
Contendor por la fe,
Nº 145-146, 1975
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