viernes, 2 de noviembre de 2012

El Tribunal de Cristo


Nosotros hemos sabido de varios amigos que desean tener mayor claridad sobre este tema tan importante y solemne, como lo es el Tribunal de Cristo; Muchos sin duda se habrán ejercitado en este tema. Para ellos nuestros escritos: "Yo estoy turbado por el pensamiento, que en el Tribunal de Cristo todos los secretos, todos los motivos de nuestro corazón serán revelados delante de todos". En otro escrito continua: "En presencia de las verdades benditas y eternamente importantes" de Juan 5:24; 1ª Juan 1:7-9;  2:12; Hebreos 10:1-17. Yo deseo saber la manera en que vosotros comprendéis esto que declaramos en los pasajes siguientes: "...por que todos hemos de ser manifestados ante el Tribunal de Cristo; para que cada uno reciba otra vez las cosas hechas en el cuerpo, según lo que haya hecho, sea bueno o malo". (2ª Corintios 5:10 V.M.); "De manera que cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo a Dios" (Romanos 14:12 V.M.); "Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas" (Colosenses 3:24-25). Esto está sobre la interpretación y la aplicación de estos textos, en los que deseo os fijéis y demando de vosotros la opinión sobre este tema.
            Los pasajes en nuestras correspondientes citas son en sí simples, precisos y definidos sobre la pregunta. Tal es que nosotros no lo hemos tomado realmente como es y por ello permitir el peso de toda su importancia sobre nuestro corazón y nuestra conciencia.
"Es preciso que todos seamos manifestados ante el Tribunal de Cristo." —Cada uno de nosotros dará cuenta por sí mismo a Dios. — "...el que obra injustamente recibirá lo que habrá hecho injustamente."
            Tales son las verdades que Él ha establecido claramente. ¿Tendría algún deseo en disminuir la fuerza, en debilitar los ángulos y de cambiar el fin? ¡Dios les preserve de eso! Busca más bien hacer presión sobre nuestra naturaleza, con sus vanidades, con sus incontinencias y todo su carácter. Dios entiende que nosotros servimos de este modo, que no estamos en un espíritu legalista, para no debilitar nuestra confianza en Cristo y en su salvación. Nosotros no seremos jamás juzgados por nuestros pecados: esto es un derecho adquirido; Juan 5:24; Romanos 8:1; 1ª Juan 4:17 estos versículos son concluyentes sobre este punto. Más luego: nuestro servicio debe pasar bajo la mirada del Maestro. El trabajo de todo hombre, del tipo que sea, debe ser aprobado. El día manifestará todas las cosas. Eso es muy solemne y debe producir en nosotros una gran vigilancia; Él produce en nosotros las obras, de nuestros pensamientos, de nuestras palabras, de nuestros motivos y de nuestros deseos. El sentimiento profundo de la gracia y la clara concepción de nuestra justificación como pecadores no debe jamás debilitar la solemnidad del Tribunal de Cristo, ni de nuestro deseo de caminar de una manera aceptable para Él. Él es garantía de lo estable. El apóstol trabaja a fin de ser aceptable; él tiene su cuerpo en el temor de ser desaprobado. Todo creyente debería hacer lo mismo. Nosotros somos desde ahora aceptados en Cristo y así como tal trabajamos para ser aceptables a Él. Debemos procurar dar a cada verdad su propio lugar y el medio de realizar esto es estando permanentemente en la presencia de Dios y de considerar una comunión inmediata con Cristo. Siempre esta el peligro de desplazar una verdad para reemplazarla por alguna otra. Creemos que él hará una plena manifestación de cada uno y de todas las cosas delante del Tribunal de Cristo. Todo será puesto en luz. Aquello que parecía y parece brillante y admirable, aquello que es aclamado en este mundo, en medio de los hombres, Será consumido como la madera, como el heno y la hojarasca. Las cosas que se hacen para rodear al hombre de una aureola (Piedad) humana, serán probadas por el fuego y reducidas a cenizas. Los consejos de todos los corazones serán manifestados. Todo motivo, todo propósito, todos los deseos serán pesados en la balanza del santuario. La luz probará toda obra del hombre; nada subsistirá sino aquello que será el fruto de la divina gracia en nuestros corazones. Todos los motivos impuros serán juzgados, condenados y consumidos. Todo prejuicio, todo juicio erróneo, toda suposición de mal en la casa de los otros, todo aquello será descubierto y echado al fuego; nosotros veremos entonces las cosas como Cristo las ve, las juzgaremos como El las juzga. No habrá una persona más dichosa que yo mismo, de ver todo mis rastrojos consumidos. Desde ahora, creciendo en la luz espiritual, estaremos reconciliados al Señor, a su suficiente semejanza, condenaremos aquellas cosas que hubiéramos considerados como justas. ¡Cuánto más será a su luz brillante en el Tribunal de Cristo! ¿Ahora cuál debe ser el efecto practico de todo esto sobre el creyente?, ¿Nos hará dudar de su salvación?, ¿Nos pondrá en la incertidumbre si somos aceptados o no?, ¿Hará que se pregunten de su relación con Cristo?, Seguramente no. Entonces ¿que? Al conducirnos a caminar día tras día, en una santa vigilancia, bajo los ojos de nuestro Señor y Maestro, para que Él produzca en nosotros la sobriedad, el juicio propio, la diligencia, la integridad en todo, en nuestro servicio y nuestros caminos:

Tenemos un simple ejemplo:
            Un padre deja su casa por un cierto tiempo; antes de marcharse da a sus hijos instrucciones sobre el trabajo que habrán de efectuar y sobre la conducta que deberán observar, durante su ausencia. ¿Renegará el padre a estos últimos?, ¿Romperá su relación con ellos? ¡De ninguna manera! Ellos son hijos suyos tan bien como los primeros a pesar de haber tenido que censurarlos fielmente (por su propio bien). Si se mordieron y devoraron unos a otros en vez de hacer la voluntad de su padre; si uno juzgó el trabajo del otro, en vez de ocuparse del suyo; si hubo entre ellos envidia y celos, en vez de un deseo sincero de obediencia a las intenciones (recomendaciones) del padre; todo eso merece la reprobación del Padre (éste no puede aprobar los actos mencionados). No puede ser de otra manera. Puede ser que alguien ya sea inconverso o un cristiano de convicción distinta, se estremezca de horror a la idea que los secretos de su corazón sean revelados ante todos delante de ese tribunal. Ciertamente, el Espíritu Santo declara que el Señor "sacará a la luz todas las cosas escondidas de las tinieblas y manifestará los secretos de los corazones" y entonces "cada uno recibirá la alabanza de parte de Dios" (1ª Corintios 4:5). No está dicho a quién seremos manifestados. El juicio de un condiscípulo ¿nos impresionaría más que el del Maestro? Con tal que yo sea agradable a Cristo, no tengo porque inquietarme de lo que dirán los hombres. Si me siento mas turbado a la idea que todos mis motivos serán expuestos a la vista de los hombres que a la vista de Cristo, ello prueba que estoy más ocupado en mí y que no soy recto. Cuanto antes nos juzguemos, mejor será. Después de todo, ¿qué diferencia habrá si todos nuestros pecados, todas nuestras faltas, sean manifestadas ante todos? ¿Es que Pedro y David pueden sentirse un poco menos felices porque millones de almas han leído el relato de sus vergonzosas caídas? ¡Por cierto que no! Ellos saben que el registro de sus pecados no hace sino magnificar la gracia de Dios, e ilustrar el valor de la sangre de Cristo y ellos se regocijan. Es así en todos los casos. Si estuviéramos más despreocupados de nosotros mismos y ocupados de Cristo, tendríamos pensamientos más simples y más correctos sobre el tribunal de Cristo, así como sobre toda otra cuestión similar. ¡Que el Señor nos guarde en la fidelidad durante su ausencia, afín que en su aparición no tengamos vergüenza delante de Él! Que nuestras obras sean siempre comenzadas, continuadas y terminadas en Él, afín que nuestros corazones no sean turbados por la estimación de dichas obras en la presencia de su gloria. ¡Que seamos constreñidos por el amor de Cristo, no por el pensamiento del tribunal, sino por el de vivir por aquel que murió por nosotros y que ha resucitado! Podemos poner todas las cosas entre sus manos, con seguridad y con gozo, sabiendo que Él llevó nuestros pecados en su cuerpo, sobre el madero. No tenemos ninguna razón de temer, pues sabemos que cuando Él aparezca, le seremos semejantes. ¡Cambiados a su imagen, seremos elevados en la gloria, y consideraremos el pasado y nuestro pasaje por la tierra desde esta posición tan elevada y feliz! Veremos las cosas bajo una luz diferente. Es probable que nos extrañemos de ver que las cosas a las que dábamos gran importancia, eran en realidad defectuosa; Por otra parte veremos que muchas acciones sin importancia, hechas con abnegación y amor al Señor Jesús, serán cuidadosamente registradas y abundantemente recompensadas. Ahí seremos capaces de ver solamente la luz plena del Maestro, por lo cual, muchos de los errores y las faltas, de nuestra adecuada visión del campo. ¿Cuál será el efecto de todo esto? Precisamente de traer a nuestros corazones una carga de alabanzas a Él, a pesar de las grandes penas, los peligros, a pesar de nuestras faltas y de nuestras acciones, nos ha asignado un lugar en su reino eternal para brillar en su gloria, a su imagen por siempre.

Traducido D.V.P. 27 de Julio, 2002.

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