viernes, 2 de noviembre de 2012

EXPOSICIÓN DE LA EPÍSTOLA DE JUDAS


Capitulo Cuatro.  
Llamado a perseverar.  (Judas 20-23)
            Oscuro como ha sido el cuadro sacado para nuestra  advertencia por la pluma de la inspiración, aun así no hay causa para desesperación. "Sobre esta roca," dijo Cristo, "edificaré Mi iglesia y las puertas del hades no prevalecerán contra ella" (Mt.16:18). El resultado final es seguro.  La victoria descansará  sobre la bandera  manchada con sangre del Príncipe de paz.  En la hora de Su triunfo Sus fieles compartirán Su gloria.  En el momento actual de su prueba y de Su rechazo ellos tienen abundante solaz y estímulo, porque ellos conocen el poder de Satanás y su doctrina de error nunca vencerá la verdad.
            El santo de Dios necesita edificarse diariamente sobre su "santísima fe" (Judas 20). Esta es la voluntad revelada del Señor la que es aquí referida, como en el v.3. "La fe que fue entregada una vez a los santos." Sobre esto descansa el creyente. Seguro de que ésta forma un fundamento impregnable por cada ataque de los hombres y demonios, él mismo debe ahora edificarse de ella. Esta edificación implica un continuo alimentarse de esa Palabra, para que su alma pueda ser alimentada y el espíritu edificado. Unido con esto tenemos el ruego en el Espíritu Santo, no desinteresadas y superficiales oraciones, sino comunión espiritual con Dios, introduciéndolo en cada necesidad y dificultad, seguros de que Él espera en gracia satisfacer lo uno y disolver lo otro. Orando en el Espíritu Santo solo puede resultar de andar en el Espíritu.  Porque si no hay juicio propio, la oración será egoísta. Pediremos y no recibiremos, porque pediremos para que nuestras propias codicias sean satisfechas. Cuando Cristo es primero en el alma y el corazón encuentra su delicia en Él, el mismo Espíritu Santo nos dará peticiones  que Dios se complace en conceder.
            A esto sigue un claro mandamiento: "conservaos en el amor de Dios" (21). Note, no es, "mantened a Dios amándoos."  Tal pensamiento es opuesto a Aquel cuya naturaleza es amor. La cruz demostró ese amor en plenitud.
            Diariamente  el  creyente prueba  Su bondad. Tampoco el apóstol nos exhorta a mantenernos amando a Dios.  La naturaleza divina en cada creyente  nos hace amar a Aquel que nos ha salvado: "nosotros le amamos porque Él nos amó primero" (1 Jn.4:19).  Más bien se nos dice "conservaos en el amor de Dios."  Esto es como si yo dijese a mi hijo, "quédate ante los rayos del sol."  El sol brilla ya sea que gocemos esto o no. Y de esta manera el amor de Dios permanece inmutable, aun si nosotros no permanecemos en el consciente gozo de esto. Que nada  haga que el alma turbada dude de ese amor. Las  circunstancias  no pueden alterarlo. Las dificultades y fracasos no pueden fatigarlo. El alma que confía en Su amor será llevada en triunfo sobre los conflictos y desalientos de la vida.
            En la segunda mitad del v.2 tenemos otra  exhortación.  Debemos esperar la  venida de nuestro Señor Jesucristo.  Debemos esperar por Su misericordia para vida eterna. Tenemos vida eterna ahora, por fe en aquel que es en Sí mismo la vida eterna. Pero estamos yendo a un lugar donde la  vida reinará, y donde todo será conveniente a esa vida que ya tenemos por el Espíritu.  Y de este modo el alma que confía esperará  con paciencia por el retorno del Señor.
            Los vv. 22-23 nos dicen como tratar con almas descarriadas por engañadores contra los cuales  hemos sido advertidos. "Y de algunos tened compasión, haciendo diferencia: a otros salvad con temor, arrancándolos del fuego; odiando aun las vestiduras  manchadas por la carne."  Hay considerable variaciones en los manuscritos aquí.  En adición a la versión King James, se sugiere la siguiente: "y algunos convencedlos, cuando contendiendo; pero a otros salvad con temor, arrancándolos del fuego; odiando aun las vestiduras  manchadas con la carne."  No hay mucha diferencia  en el significado de las exhortaciones. Ambas dirigen que una discriminación piadosa  sea usada  al tratar con personas  que están en error. Una regla dura para tratar a todos de igual modo es contrario a este verso,  y al tenor de las  Escrituras.
            Indudablemente las almas  han sido impulsadas más completamente  a malos sistemas por la dureza de personas bien intencionadas, pero imprudentes  que han temido “la” contaminación con el error que ellos no buscaban, en una  forma piadosa  para ayudar a uno engañado antes de rehusarle su comunión. La instrucción en 2ª Jn.10 se aplica  a un deliberado  maestro de lo que es opuesto a  la doctrina de Cristo. Los tales deben ser esquivados, y aun rechazados a un saludo común.
            Otros métodos se aplican a  tratar con aquellos que a menudo son atrapados en error a causa de la ignorancia. Reconocidamente estas personas  han seguido su propia corrupta voluntad o habrían sido mantenidos en la verdad por el poder de Dios. A menudo lo que es necesario es tratar con el pecador en cuanto a sus caminos, más bien que con la enseñanza que él ha aceptado. Cuando hay juicio propio puede dependerse de que el Espíritu Santo hará Su obra de guiar a toda la verdad.
            Otros necesitan ser  arrancados del fuego. Enérgicos esfuerzos debiesen hacerse  para advertir y libertar a estas almas   antes de que el mal  los coja firmemente de manera que sea demasiado tarde para ellos buscar la bendición. Pero en cada instancia  el creyente debe recordar que la enseñanza impía es contaminante y guía a una manera impía de vivir.  Debe ejercitarse cuidado para que, al tratar de ayudar a otro, el mismo creyente pueda ser entrampado por la mala influencia.  Al hacer así él sería inadecuado para ayudar a otros a  causa de su propia  comunión con Dios en la verdad “que” ha sido estropeada.
            La verdad es aprendida en la conciencia, y solo en la medida en que uno anda cuidadosa y sobriamente ante Dios hay seguridad contra el error.  Debido a que Himeneo y Alejandro no mantuvieron una buena conciencia, ellos naufragaron en la fe, aparte de una incontable multitud desde entonces (1 Ti.1:18-20). Cuando el Espíritu es entristecido por un andar descuidado Él no puede confirmar más al alma en la verdad, sino que activamente  convence  a la conciencia  del pecado y fracaso que ha deshonrado al Señor.  Por tanto,  si debiese  haber crecimiento  en el conocimiento de Su palabra, debe haber un andar en el poder del Espíritu.
            De esta manera,  al tratar de restaurar a aquellos que  se han alejado de la  verdad, el ministerio del Espíritu a la conciencia  no debe perderse de vista. De otra  manera mientras  podemos ser capaces de razonar con ellos de las  Escrituras en cuanto al error de su creencia, el estado de su alma puede perderse para siempre. Cuando el engañado es  tratado con el temor de Dios, y santa  fidelidad, su restauración a la comunión será el primer paso buscado. Entonces  él verá más claramente  la seriedad de la mala enseñanza que lo ha extraviado.  Pero en todo esto el creyente necesita tener  un interés piadoso de que él mismo no venga a contaminarse cuando busca recuperar a otro de la contaminación. Esto es lo que es especialmente enfatizado en Judas 23.

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