Capitulo
Cuatro.
Llamado a
perseverar. (Judas 20-23)
Oscuro como ha sido el cuadro sacado
para nuestra advertencia por la pluma de la inspiración, aun así no hay
causa para desesperación. "Sobre esta roca," dijo Cristo,
"edificaré Mi iglesia y las puertas del hades no prevalecerán contra
ella" (Mt.16:18). El resultado final es seguro. La victoria
descansará sobre la bandera manchada con sangre del Príncipe de
paz. En la hora de Su triunfo Sus fieles compartirán Su gloria. En
el momento actual de su prueba y de Su rechazo ellos tienen abundante solaz y
estímulo, porque ellos conocen el poder de Satanás y su doctrina de error nunca
vencerá la verdad.
El santo de Dios necesita edificarse
diariamente sobre su "santísima fe" (Judas 20). Esta es la voluntad
revelada del Señor la que es aquí referida, como en el v.3. "La fe que fue
entregada una vez a los santos." Sobre esto descansa el creyente. Seguro
de que ésta forma un fundamento impregnable por cada ataque de los hombres y
demonios, él mismo debe ahora edificarse de ella. Esta edificación implica un
continuo alimentarse de esa Palabra, para que su alma pueda ser alimentada y el
espíritu edificado. Unido con esto tenemos el ruego en el Espíritu Santo, no
desinteresadas y superficiales oraciones, sino comunión espiritual con Dios,
introduciéndolo en cada necesidad y dificultad, seguros de que Él espera en
gracia satisfacer lo uno y disolver lo otro. Orando en el Espíritu Santo solo
puede resultar de andar en el Espíritu. Porque si no hay juicio propio,
la oración será egoísta. Pediremos y no recibiremos, porque pediremos para que
nuestras propias codicias sean satisfechas. Cuando Cristo es primero en el alma
y el corazón encuentra su delicia en Él, el mismo Espíritu Santo nos dará
peticiones que Dios se complace en conceder.
A esto sigue un claro mandamiento:
"conservaos en el amor de Dios" (21). Note, no es, "mantened a
Dios amándoos." Tal pensamiento es opuesto a Aquel cuya naturaleza
es amor. La cruz demostró ese amor en plenitud.
Diariamente el creyente
prueba Su bondad. Tampoco el apóstol nos exhorta a mantenernos amando a
Dios. La naturaleza divina en cada creyente nos hace amar a Aquel que
nos ha salvado: "nosotros le amamos porque Él nos amó primero" (1
Jn.4:19). Más bien se nos dice "conservaos en el amor de
Dios." Esto es como si yo dijese a mi hijo, "quédate ante los
rayos del sol." El sol brilla ya sea que gocemos esto o no. Y de
esta manera el amor de Dios permanece inmutable, aun si nosotros no
permanecemos en el consciente gozo de esto. Que nada haga que el alma
turbada dude de ese amor. Las circunstancias no pueden alterarlo.
Las dificultades y fracasos no pueden fatigarlo. El alma que confía en Su amor
será llevada en triunfo sobre los conflictos y desalientos de la vida.
En la segunda mitad del v.2 tenemos
otra exhortación. Debemos esperar la venida de nuestro Señor
Jesucristo. Debemos esperar por Su misericordia para vida eterna. Tenemos
vida eterna ahora, por fe en aquel que es en Sí mismo la vida eterna. Pero
estamos yendo a un lugar donde la vida reinará, y donde todo será
conveniente a esa vida que ya tenemos por el Espíritu. Y de este modo el
alma que confía esperará con paciencia por el retorno del Señor.
Los vv. 22-23 nos dicen como tratar
con almas descarriadas por engañadores contra los cuales hemos sido
advertidos. "Y de algunos tened compasión, haciendo diferencia: a otros salvad
con temor, arrancándolos del fuego; odiando aun las vestiduras manchadas
por la carne." Hay considerable variaciones en los manuscritos
aquí. En adición a la versión King James, se sugiere la siguiente:
"y algunos convencedlos, cuando contendiendo; pero a otros salvad con temor,
arrancándolos del fuego; odiando aun las vestiduras manchadas con la
carne." No hay mucha diferencia en el significado de las
exhortaciones. Ambas dirigen que una discriminación piadosa sea
usada al tratar con personas que están en error. Una regla dura
para tratar a todos de igual modo es contrario a este verso, y al tenor
de las Escrituras.
Indudablemente las almas han
sido impulsadas más completamente a malos sistemas por la dureza de
personas bien intencionadas, pero imprudentes que han temido “la”
contaminación con el error que ellos no buscaban, en una forma piadosa
para ayudar a uno engañado antes de rehusarle su comunión. La instrucción en 2ª
Jn.10 se aplica a un deliberado maestro de lo que es opuesto
a la doctrina de Cristo. Los tales deben ser esquivados, y aun rechazados
a un saludo común.
Otros métodos se aplican a
tratar con aquellos que a menudo son atrapados en error a causa de la
ignorancia. Reconocidamente estas personas han seguido su propia corrupta
voluntad o habrían sido mantenidos en la verdad por el poder de Dios. A menudo
lo que es necesario es tratar con el pecador en cuanto a sus caminos, más bien
que con la enseñanza que él ha aceptado. Cuando hay juicio propio puede
dependerse de que el Espíritu Santo hará Su obra de guiar a toda la verdad.
Otros necesitan ser arrancados
del fuego. Enérgicos esfuerzos debiesen hacerse para advertir y libertar
a estas almas antes de que el mal los coja firmemente de
manera que sea demasiado tarde para ellos buscar la bendición. Pero en cada
instancia el creyente debe recordar que la enseñanza impía es
contaminante y guía a una manera impía de vivir. Debe ejercitarse cuidado
para que, al tratar de ayudar a otro, el mismo creyente pueda ser entrampado
por la mala influencia. Al hacer así él sería inadecuado para ayudar a
otros a causa de su propia comunión con Dios en la verdad “que” ha
sido estropeada.
La verdad es aprendida en la
conciencia, y solo en la medida en que uno anda cuidadosa y sobriamente ante
Dios hay seguridad contra el error. Debido a que Himeneo y Alejandro no
mantuvieron una buena conciencia, ellos naufragaron en la fe, aparte de una
incontable multitud desde entonces (1 Ti.1:18-20). Cuando el Espíritu es
entristecido por un andar descuidado Él no puede confirmar más al alma en la
verdad, sino que activamente convence a la conciencia del
pecado y fracaso que ha deshonrado al Señor. Por tanto, si
debiese haber crecimiento en el conocimiento de Su palabra, debe
haber un andar en el poder del Espíritu.
De esta manera, al tratar de
restaurar a aquellos que se han alejado de la verdad, el ministerio
del Espíritu a la conciencia no debe perderse de vista. De otra
manera mientras podemos ser capaces de razonar con ellos de las
Escrituras en cuanto al error de su creencia, el estado de su alma puede
perderse para siempre. Cuando el engañado es tratado con el temor de
Dios, y santa fidelidad, su restauración a la comunión será el primer
paso buscado. Entonces él verá más claramente la seriedad de la
mala enseñanza que lo ha extraviado. Pero en todo esto el creyente necesita
tener un interés piadoso de que él mismo no venga a contaminarse cuando
busca recuperar a otro de la contaminación. Esto es lo que es especialmente
enfatizado en Judas 23.
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