sábado, 1 de noviembre de 2014

Cristo es Objeto de adoración

"Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás", Mat. 4:10. Aquí" se nos enseña que la adoración pertenece exclusivamente a Dios. Entonces, si puede demostrarse que, conforme a las escritu­ras, Jesucristo es el objeto de adoración, quedará establecida la doctrina de su divinidad. En Juan 5:23 está escrito: "Para que todos honren al Hijo, como honran al Padre". Ninguno negará que el supremo honor se reclama para el Padre e igual honor se recla­ma para el Hijo. Seguramente en este honor está implícita la ado­ración. Se señalaba a los primeros cristianos como aquellos que invocaban el nombre de! Señor. Pablo escribió: "A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llama­dos a ser santos, con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, así" de ellos como el nuestro. 1 Corintios 1:2.
En Heb. 1:6 se dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. Este es un mandamiento del eterno Padre — mandamiento en que está implícita la divinidad del Hijo y el derecho que tiene a su adoración angélica. Si el Señor Jesús es adorado por santos y án­geles, ¿no es esta una prueba conclusiva de su divinidad? Los santos de la tierra lo adoran, y los del cielo cantan una canción nueva, diciendo: "Digno eres... porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, Apc. 5:9. Juan oyó este canto excelso, y entonces también oyó a ángeles, en número de miríadas de miríadas y millares de millares, que decían en alta voz: El cordero que fue inmolado es digno de recibir poder, y riquezas, y sabiduría, y fortaleza, y honra, y gloria, y bendición, Apc. 5: 12. Se observará que al mismo tiempo que los ángeles no hacen referencia a la redención personal, como los santos, reconocen completamente la dignidad del Cordero inmolado. Cristo es ado­rado por santos y por ángeles en la tierra y en el cielo. El acepta la adoración. Pedro rehusó del todo de recibir la adoración de Cornelio, antes lo levantó diciendo: "Álzate que yo mismo tam­bién soy hombre", Hch. 10:26. Pablo y Bernabé rompieron sus ropas a la sola indicación que se les iba a ofrecer sacrificios, Hch. 14:14,18. Cuando Juan estaba tan impresionado con la gloria del ángel que le mostraba las cosas maravillosas que vio, cayó a sus pies para adorar, equivocando al ángel con el Señor de los ánge­les; el mensajero celestial le reprendió, diciendo: "Mira que no lo hagas;... adora a Dios", Apc. 22:9. Así vemos que ni los após­toles en la tierra, ni los ángeles en el cielo, reciben adoración. Pero Jesús aceptó la adoración en la tierra y en el cielo. ¿Por qué? Porque Cristo es Dios.
Contendor por la fe, N°  145-146

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