"Al
Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás", Mat. 4:10. Aquí" se
nos enseña que la adoración pertenece exclusivamente a Dios. Entonces, si puede
demostrarse que, conforme a las escrituras, Jesucristo es el objeto de
adoración, quedará establecida la doctrina de su divinidad. En Juan 5:23 está
escrito: "Para que todos honren al Hijo, como honran al Padre".
Ninguno negará que el supremo honor se reclama para el Padre e igual honor se
reclama para el Hijo. Seguramente en este honor está implícita la adoración.
Se señalaba a los primeros cristianos como aquellos que invocaban el nombre de!
Señor. Pablo escribió: "A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los
santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con todos los que en
cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, así" de
ellos como el nuestro. 1 Corintios 1:2.
En
Heb. 1:6 se dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. Este es un mandamiento
del eterno Padre — mandamiento en que está implícita la divinidad del Hijo y el
derecho que tiene a su adoración angélica. Si el Señor Jesús es adorado por
santos y ángeles, ¿no es esta una prueba conclusiva de su divinidad? Los
santos de la tierra lo adoran, y los del cielo cantan una canción nueva,
diciendo: "Digno eres... porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido
para Dios con tu sangre, Apc. 5:9. Juan oyó este canto excelso, y entonces
también oyó a ángeles, en número de miríadas de miríadas y millares de
millares, que decían en alta voz: El cordero que fue inmolado es digno de
recibir poder, y riquezas, y sabiduría, y fortaleza, y honra, y gloria, y
bendición, Apc. 5: 12. Se observará que al mismo tiempo que los ángeles no
hacen referencia a la redención personal, como los santos, reconocen
completamente la dignidad del Cordero inmolado. Cristo es adorado por santos y
por ángeles en la tierra y en el cielo. El acepta la adoración. Pedro rehusó
del todo de recibir la adoración de Cornelio, antes lo levantó diciendo:
"Álzate que yo mismo también soy hombre", Hch. 10:26. Pablo y
Bernabé rompieron sus ropas a la sola indicación que se les iba a ofrecer
sacrificios, Hch. 14:14,18. Cuando Juan estaba tan impresionado con la gloria
del ángel que le mostraba las cosas maravillosas que vio, cayó a sus pies para
adorar, equivocando al ángel con el Señor de los ángeles; el mensajero
celestial le reprendió, diciendo: "Mira que no lo hagas;... adora a
Dios", Apc. 22:9. Así vemos que ni los apóstoles en la tierra, ni los
ángeles en el cielo, reciben adoración. Pero Jesús aceptó la adoración en la
tierra y en el cielo. ¿Por qué? Porque Cristo es Dios.
Contendor por la fe,
N° 145-146
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