Capítulo 1: Vida y Comunión
(1 Juan 1:1 - 1 Juan 2: 2)
El gran propósito de la Primera Epístola de Juan es
presentar las características y la bienaventuranza de la vida eterna —esa vida
"la cual estaba con el Padre" en la eternidad, que ha sido
manifestada perfectamente en Jesús, la Palabra de vida, a su tiempo, y que ha
sido impartida a los creyentes.
El gran propósito al presentar esta vida en toda su
bienaventuranza es, por una parte, capacitarnos para detectar toda falsa
pretensión de posesión de la vida, y, por otra parte, estimularnos a vivir la
vida. ¡Cuán lamentable! demasiado a menudo, como creyentes, estamos
satisfechos de saber, basados en la autoridad de la Escritura que, creyendo en
el Hijo de Dios, tenemos la vida, pero estamos poco ejercitados ya sea para
conocer la bienaventuranza de la vida que tenemos como para vivir la vida.
En la primera porción de la Epístola - capítulos
1:1 al 2:2 - tres verdades principales son puestas ante nosotros:
En primer lugar, en los versículos 1 y 2, allí se
presenta la vida eterna manifestada en Cristo.
En segundo lugar, en los versículos 3 y 4, allí nos
es revelada la bienaventuranza de la vida eterna, que conduce a la comunión con
las Personas divinas y al cumplimiento del gozo.
En tercer lugar, desde el versículo 5 hasta el 2:2,
somos instruidos en cuanto a la naturaleza santa de Dios con Quien la vida
eterna nos pone en comunión, los medios por los cuales nosotros podemos ser,
como pecadores, traídos a una bendición tal, y como creyentes, mantenidos en el
disfrute de la vida en comunión con el Padre.
(a) La vida eterna manifestada en Cristo (versículos 1, 2).
(Versículos 1, 2). La Epístola comienza llevándonos
de regreso al principio del Cristianismo. "Lo que era desde el
principio" es una expresión característica del apóstol Juan. Él la usa
ocho veces en el curso de sus Epístolas (1 Juan 1:1; 1 Juan 2: 13, 14, 24 (dos
veces); 1 Juan 3:11; 2 Juan 5, 6). Esta frase se refiere al principio del
Cristianismo en la Persona de Cristo en la tierra. En el curso de la Epístola
aprendemos que, incluso en los días del apóstol, muchos maestros anticristianos
se habían levantado, negando la verdad del Padre y del Hijo. Y muchos falsos
profetas estaban en el mundo quienes negaban la Deidad de Cristo y rehusaban
oír a los apóstoles. Para salvaguardar al verdadero pueblo de Dios contra estos
males horrendos que atacan los fundamentos de nuestra fe, el apóstol trae ante
nosotros aquello que es verdad en Cristo desde el principio.
Ni la ruina de la Iglesia en la responsabilidad,
sin importar lo grande que ella sea, ni la corrupción de la Cristiandad
profesante, no obstante lo extendida que ella esté, puede, ni siquiera por un
momento, afectar la verdad manifestada en Cristo. En la Iglesia y en nosotros
mismos hay ruina y fracaso, pero la verdad como ha sido manifestada en Él,
permanece en toda su perfección y bienaventuranza. En presencia de la enseñanza
anticristiana y de los muchos falsos profetas que abundan en la Cristiandad, el
único y gran recurso de los fieles será encontrado escuchando las enseñanzas de
los apóstoles, y así ellos estarán capacitados para asirse de la verdad tal
como ha sido manifestada en Cristo "desde el principio".
En este gran pasaje, entonces, aprendemos que la
nueva vida del creyente - la vida eterna - ha sido manifestada en absoluta
perfección desde el principio en la vida de Cristo en la tierra. Ya que ha sido
expresada perfectamente en Cristo, no puede haber más desarrollo de la vida. No
se puede hacer progreso sobre la perfección. Puede que haya, ¡lamentablemente!,
ha habido, alejamiento de la verdad, y de ahí que exista la necesidad de que se
nos recuerde regresar a lo que fue expresado en Cristo desde el principio, para
que nosotros podamos tener una verdadera apreciación de la vida que nos ha sido
impartida.
Así la Epístola comienza recordándonos lo que ha
sido manifestado en Cristo, la Palabra de Vida. La vida eterna no nos ha sido
descrita simplemente por medio de abstractas declaraciones doctrinales; ha sido
expresada en forma viva en una Persona viviente, Quien fue visto por los ojos
de los apóstoles, contemplado como un Objeto delante de ellos, y palpado con
sus manos. Se habla de esta Persona como la Palabra de Vida, porque como la
Palabra, Él expresó perfectamente la vida.
Se habla de esta vida como "la vida
eterna", y se nos dice que "estaba con el Padre". Así aprendemos
que la vida eterna es una vida que pertenece a la eternidad, y, estando con el
Padre, es una vida celestial. Esta vida eterna que habitaba con el Padre en la
eternidad fue manifestada a su tiempo cuando el Hijo - la Palabra de Vida - se
hizo carne.
Nosotros tenemos la vida por gracia, pero en el
creyente hay a menudo mucho fracaso que estropea la expresión y el disfrute de
la vida. Sólo podemos ver y conocer la perfección de la vida que tenemos
mirando a Cristo. Alguien ha dicho, «Cuando... vuelvo mis ojos a Jesús, cuando contemplo
toda Su obediencia, Su pureza, Su gracia, Su ternura, Su paciencia, Su
consagración, Su santidad, Su amor, Su completa libertad de toda
autosatisfacción, puedo decir, Esa es mi vida... Puede estar oscurecida en mí,
pero no deja de ser verdad que esa es mi vida. » (J. N.
Darby).
(b) La bienaventuranza de la vida eterna (Versículos 3, 4)
(Versículo 3). Lo que los apóstoles han visto
manifestado de forma tan bendita en Cristo, ellos lo informan a los creyentes,
para que podamos gozar con ellos de las bienaventuranzas de esta vida. La vida
eterna encuentra su expresión en la forma más alta de comunión "con el
Padre, y con su Hijo Jesucristo." Los apóstoles nos unen junto a ellos y a
unos con otros en una vida de comunión con el Padre y el Hijo. «Yo sé », ha dicho alguien, « que cuando me estoy deleitando en Jesús - en
Su obediencia, en Su amor por el Padre, por nosotros, en Su ojo sencillo y Su
corazón puro y consagrado- yo tengo los mismos sentimientos, los mismos
pensamientos, que el Padre mismo. En aquello que el Padre se deleita, que
no puede sino deleitarse, en Quien ahora me deleito, yo tengo comunión con el
Padre. De igual forma con el Hijo en el conocimiento del Padre. » (J. N. Darby).
(Versículo 4). Más aún, estas cosas
están escritas para que, siendo conducidos a esta comunión, nuestro gozo sea
pleno. El Salmista puede decir, "En tu presencia hay plenitud de
gozo." (Salmos 16:11). Aquí aprendemos que es posible gustar esta plenitud
de gozo que será nuestra en el cielo mientras andamos por el camino que nos
lleva al cielo.
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