domingo, 3 de enero de 2016

LA PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN (Parte I)



Capítulo 1: Vida y Comunión
(1 Juan 1:1 - 1 Juan 2: 2)

El gran propósito de la Primera Epístola de Juan es presentar las características y la bienaventuranza de la vida eterna —esa vida "la cual estaba con el Padre" en la eternidad, que ha sido manifestada perfectamente en Jesús, la Palabra de vida, a su tiempo, y que ha sido impartida a los creyentes.
El gran propósito al presentar esta vida en toda su bienaventuranza es, por una parte, capacitarnos para detectar toda falsa pretensión de posesión de la vida, y, por otra parte, estimularnos a vivir la vida. ¡Cuán lamentable!  demasiado a menudo, como creyentes, estamos satisfechos de saber, basados en la autoridad de la Escritura que, creyendo en el Hijo de Dios, tenemos la vida, pero estamos poco ejercitados ya sea para conocer la bienaventuranza de la vida que tenemos como para vivir la vida.
En la primera porción de la Epístola - capítulos 1:1 al 2:2 - tres verdades principales son puestas ante nosotros:
En primer lugar, en los versículos 1 y 2, allí se presenta la vida eterna manifestada en Cristo.
En segundo lugar, en los versículos 3 y 4, allí nos es revelada la bienaventuranza de la vida eterna, que conduce a la comunión con las Personas divinas y al cumplimiento del gozo.
En tercer lugar, desde el versículo 5 hasta el 2:2, somos instruidos en cuanto a la naturaleza santa de Dios con Quien la vida eterna nos pone en comunión, los medios por los cuales nosotros podemos ser, como pecadores, traídos a una bendición tal, y como creyentes, mantenidos en el disfrute de la vida en comunión con el Padre.

(a) La vida eterna manifestada en Cristo (versículos 1, 2).
(Versículos 1, 2). La Epístola comienza llevándonos de regreso al principio del Cristianismo. "Lo que era desde el principio" es una expresión característica del apóstol Juan. Él la usa ocho veces en el curso de sus Epístolas (1 Juan 1:1; 1 Juan 2: 13, 14, 24 (dos veces); 1 Juan 3:11; 2 Juan 5, 6). Esta frase se refiere al principio del Cristianismo en la Persona de Cristo en la tierra. En el curso de la Epístola aprendemos que, incluso en los días del apóstol, muchos maestros anticristianos se habían levantado, negando la verdad del Padre y del Hijo. Y muchos falsos profetas estaban en el mundo quienes negaban la Deidad de Cristo y rehusaban oír a los apóstoles. Para salvaguardar al verdadero pueblo de Dios contra estos males horrendos que atacan los fundamentos de nuestra fe, el apóstol trae ante nosotros aquello que es verdad en Cristo desde el principio.
Ni la ruina de la Iglesia en la responsabilidad, sin importar lo grande que ella sea, ni la corrupción de la Cristiandad profesante, no obstante lo extendida que ella esté, puede, ni siquiera por un momento, afectar la verdad manifestada en Cristo. En la Iglesia y en nosotros mismos hay ruina y fracaso, pero la verdad como ha sido manifestada en Él, permanece en toda su perfección y bienaventuranza. En presencia de la enseñanza anticristiana y de los muchos falsos profetas que abundan en la Cristiandad, el único y gran recurso de los fieles será encontrado escuchando las enseñanzas de los apóstoles, y así ellos estarán capacitados para asirse de la verdad tal como ha sido manifestada en Cristo "desde el principio".
En este gran pasaje, entonces, aprendemos que la nueva vida del creyente - la vida eterna - ha sido manifestada en absoluta perfección desde el principio en la vida de Cristo en la tierra. Ya que ha sido expresada perfectamente en Cristo, no puede haber más desarrollo de la vida. No se puede hacer progreso sobre la perfección. Puede que haya, ¡lamentablemente!, ha habido, alejamiento de la verdad, y de ahí que exista la necesidad de que se nos recuerde regresar a lo que fue expresado en Cristo desde el principio, para que nosotros podamos tener una verdadera apreciación de la vida que nos ha sido impartida.
Así la Epístola comienza recordándonos lo que ha sido manifestado en Cristo, la Palabra de Vida. La vida eterna no nos ha sido descrita simplemente por medio de abstractas declaraciones doctrinales; ha sido expresada en forma viva en una Persona viviente, Quien fue visto por los ojos de los apóstoles, contemplado como un Objeto delante de ellos, y palpado con sus manos. Se habla de esta Persona como la Palabra de Vida, porque como la Palabra, Él expresó perfectamente la vida.
Se habla de esta vida como "la vida eterna", y se nos dice que "estaba con el Padre". Así aprendemos que la vida eterna es una vida que pertenece a la eternidad, y, estando con el Padre, es una vida celestial. Esta vida eterna que habitaba con el Padre en la eternidad fue manifestada a su tiempo cuando el Hijo - la Palabra de Vida - se hizo carne.
Nosotros tenemos la vida por gracia, pero en el creyente hay a menudo mucho fracaso que estropea la expresión y el disfrute de la vida. Sólo podemos ver y conocer la perfección de la vida que tenemos mirando a Cristo. Alguien ha dicho, «Cuando... vuelvo mis ojos a Jesús, cuando contemplo toda Su obediencia, Su pureza, Su gracia, Su ternura, Su paciencia, Su consagración, Su santidad, Su amor, Su completa libertad de toda autosatisfacción, puedo decir, Esa es mi vida... Puede estar oscurecida en mí, pero no deja de ser verdad que esa es mi vida. » (J. N. Darby).

(b) La bienaventuranza de la vida eterna (Versículos 3, 4)
(Versículo 3). Lo que los apóstoles han visto manifestado de forma tan bendita en Cristo, ellos lo informan a los creyentes, para que podamos gozar con ellos de las bienaventuranzas de esta vida. La vida eterna encuentra su expresión en la forma más alta de comunión "con el Padre, y con su Hijo Jesucristo." Los apóstoles nos unen junto a ellos y a unos con otros en una vida de comunión con el Padre y el Hijo. «Yo sé », ha dicho alguien, « que cuando me estoy deleitando en Jesús - en Su obediencia, en Su amor por el Padre, por nosotros, en Su ojo sencillo y Su corazón puro y consagrado- yo tengo los mismos sentimientos, los mismos pensamientos, que el Padre mismo. En aquello que el Padre se deleita, que no puede sino deleitarse, en Quien ahora me deleito, yo tengo comunión con el Padre. De igual forma con el Hijo en el conocimiento del Padre. » (J. N. Darby).
         (Versículo 4). Más aún, estas cosas están escritas para que, siendo conducidos a esta comunión, nuestro gozo sea pleno. El Salmista puede decir, "En tu presencia hay plenitud de gozo." (Salmos 16:11). Aquí aprendemos que es posible gustar esta plenitud de gozo que será nuestra en el cielo mientras andamos por el camino que nos lleva al cielo.

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