Apagar el Espíritu significa ahogar Su obra en medio de nosotros,
limitarlo y estorbarlo. El pecado apaga al Espíritu. Las tradiciones lo apagan.
Los reglamentos y normas humanas en el culto público lo apagan. La desunión lo
apaga. Alguien ha dicho: «Las miradas frías, las palabras despreciativas, el
silencio, la calculada indiferencia, hacen mucho por apagarle. Lo mismo las
críticas carentes de amor». Ryrie dice que el Espíritu es apagado siempre que
Su ministerio es ahogado en un individuo o en la iglesia.
William Macdonald, Comentario a Tesalonicenses 5:19
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