Capítulo 5: Permaneciendo En Dios Y Dios En
Nosotros
(1 Juan
3:24 - 1 Juan 5:5) (Continuación)
(Versículos
7, 8). El amor de Dios para con nosotros. En el goce de
esta nueva vida, el apóstol se dirige a los creyentes como "Amados",
y dice, "Amémonos unos a otros." A fin de que extendamos nuestro amor
unos a otros, él nos recuerda lo que Dios es y lo que Dios ha hecho. Dios es
amor, y Dios ha actuado en amor hacia nosotros. De esta forma, hay un doble
motivo para amarnos unos a otros. En primer lugar, la naturaleza misma de Dios
es amor, y, habiendo nacido de Dios, nosotros participamos de Su naturaleza. Al
amarnos unos a otros, damos una prueba práctica de que somos nacidos de Dios y
que conocemos a Dios. Si no tenemos amor para los hermanos, esto probaría que
somos extraños para Dios.
(Versículos 9, 10). "El amor de Dios para con nosotros" es
un segundo gran motivo para amarnos unos a otros. No sólo tenemos
una declaración de que Dios es amor, por mucho que esto sea verdad, sino que
tenemos la manifestación del amor de Dios para con nosotros. En los días en que
no habíamos sido regenerados, estábamos muertos para Dios en nuestros pecados.
Para que nosotros pudiéramos vivir y nuestros pecados fuesen perdonados, Dios
manifestó Su amor para con nosotros enviando a "su Hijo unigénito al
mundo, para que vivamos por él" y, además, Él "envió a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados."
(Versículo 11). Si Dios, entonces, ha manifestado así Su amor para
con nosotros, que hemos nacido de Dios,
"debemos también nosotros amarnos unos a otros." Este amor a los
hermanos no es un mero afecto natural, que puede encontrarse incluso en los
animales irracionales. Es amor fluyendo de la posesión de la naturaleza divina,
un amor que fue manifestado para con nosotros cuando estábamos muertos y aún en
nuestros pecados. Es, por lo tanto, un amor que se puede elevar por sobre el
mal y cualquier cosa que yo pueda detectar que está mal en un hermano. Yo lo
amo, no a causa de lo que él es, sino en virtud de la naturaleza que yo poseo,
la cual es amor. El pensamiento ha sido expresado para que yo
debiera elevarme por sobre todo lo que es desagradable y desafortunado en mi
hermano, a causa de que Dios me amó cuando yo era tan desafortunado cómo es
posible ser.
(Versículos
12, 13). El amor de Dios en nosotros. Habiendo hablado del
amor de Dios para con nosotros, el apóstol pasa a hablar del amor de Dios que
ha sido "perfeccionado en nosotros." Con esto está conectada la gran
verdad del Espíritu que ha sido dado a nosotros. Esto es más que tener una
nueva naturaleza, porque el Espíritu es una Persona divina. "Nadie ha
visto jamás a Dios"; pero sabemos que "el unigénito Hijo, que está en
el seno del Padre, él le ha dado a conocer." El Espíritu Santo cumple para
nuestras almas la declaración de Dios por medio del Hijo, porque Él da
testimonio acerca de Cristo, nos recuerda lo que Cristo ha dicho, y toma de las
cosas de Cristo y nos las hace saber (Juan 14:26; Juan 15:26; Juan 16:14). La
perfección misma del amor, el mayor privilegio que el amor puede conceder, es
que "permanecemos en él, y él en nosotros."
(Versículo 14). Además, si el Espíritu Santo da testimonio de
Cristo y del amor de Dios manifestado en Cristo, el resultado de recibir este
testimonio será que los creyentes darán testimonio al mundo de que "el
Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo." (1 Juan 4:14 -
Versión Moderna). El Señor pudo decir a Sus discípulos que "el Espíritu de
verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros
daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el
principio" (Juan 15: 26, 27).
El amor de Dios para con nosotros, y la nueva
naturaleza en nosotros, la cual es amor, nos conducirá en el poder del Espíritu
a amarnos unos a otros y a rendir testimonio al mundo de que el Padre envió al
Hijo para ser el Salvador del mundo.
(Versículos
15, 16). Además, sabemos que el Espíritu de Dios mora en
nosotros, no simplemente por las experiencias que Él nos da, sino que Su
presencia en cada creyente nos es asegurada por medio de la palabra, ya que
leemos, "Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece
en él, y él en Dios." ¡Es lamentable! nosotros podemos vivir, algunas
veces, tan descuidadamente que no somos conscientes de que Dios está en
nosotros por medio de Su Espíritu. Podemos contristar al Espíritu hasta que
guarde silencio, de modo que gozamos poco del amor que Dios tiene para con
nosotros. Si nosotros andamos en el poder de un Espíritu no contristado,
conoceremos y creeremos el amor que Dios tiene para con nosotros y,
permaneciendo en amor, permaneceremos en Dios y Dios en nosotros.
(Versículos
17-19). "En esto es consumado el amor para con
nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; por cuanto según él
es, asimismo somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el
amor perfecto echa fuera el temor; por cuanto el temor tiene en sí castigo: el
que teme, no ha sido hecho perfecto en el amor. Nosotros amamos a Dios, por
cuanto él nos amó primero." (Versión Moderna). El amor de Dios
con nosotros. Habiendo hablado del amor de Dios "perfeccionado en nosotros",
el apóstol habla ahora del amor 'perfeccionado con nosotros' (N.
del T.: "en esto ha sido perfeccionado el amor con nosotros..." - 1
Juan 4:17 -Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva,
Editorial Clie). El apóstol escribe así en vista del futuro, el día del
juicio. El amor de Dios remueve todo temor en cuanto al futuro llevándonos a
ver que como Cristo es, así somos nosotros en este mundo. Como creyentes,
estamos tan limpios de nuestros pecados y del juicio que ellos merecen como
Cristo mismo está. Cuando aparezcamos ante el tribunal de Cristo, tendremos
nuestros cuerpos glorificados y seremos semejantes a Él; pero, incluso ahora,
mientras aún estamos en este mundo, estamos tan limpios de nuestros pecados así
como Cristo está. Nuestra justicia delante de Dios es presentada en Cristo en
la gloria. No tenemos que mirar al interior de nuestros propios corazones para
ver si estamos libres de juicio; nosotros alzamos la vista a Cristo y vemos que
Él está tan libre de todos nuestros pecados y juicio, los cuales Él llevó en la
cruz, que Él está en la gloria.
Así el perfecto amor echa fuera el temor. Librados
del temor al tormento, somos perfeccionados en amor, siendo nuestro amor hecho
brotar por su gran amor hacia nosotros: "Nosotros le amamos a él, porque
él nos amó primero."
(Versículos 20, 21). Habiendo hablado de nuestro amor a Dios, el
apóstol nos da inmediatamente una prueba para demostrar la realidad del amor a
Dios. Que alguien diga que ama a Dios, mientras que al mismo tiempo odia a su
hermano, demostraría que él es un mentiroso. Nosotros no hemos visto a Dios
realmente, pero podemos ver algo de Dios en nuestro hermano, y, si las
cualidades de Dios en los santos no provocan nuestros afectos, es obvio que
nosotros no amamos a Dios. Es la voluntad de Dios que "El que ama a Dios,
ame también a su hermano."
(Capítulo 5, versículos
1-5). Además, no se nos deja
ninguna duda en cuanto a quién es nuestro hermano, ya que el apóstol procede a
darnos las características de uno que pertenece a la familia de Dios.
(1) Primeramente, nuestro hermano es uno acreditado
como nacido de Dios en cuanto a que él cree que Jesús es el Cristo.
(2) En segundo lugar, siendo nacido de Dios, es uno
que ama a Dios y a todos los que han sido engendrados por Dios, los hijos de
Dios.
(3) En tercer lugar, amando a Dios, él guarda los
mandamientos de Dios, y estos no son gravosos, porque Su gran mandamiento es
amar a nuestro hermano.
(4) En cuarto lugar, el que es nacido de Dios vence al
mundo por medio de la fe. Como nacidos de Dios, ya no somos de este mundo, como
el Señor pudo decir, vosotros "no sois del mundo" "como tampoco
yo soy del mundo" (Juan 15:19 y 17:14). Pertenecemos a otro mundo del cual
Cristo es el centro, y por la fe miramos ese mundo y nos elevamos por sobre el
presente mundo malo.
(5) En quinto lugar, la fe que vence al mundo es
una fe que tiene a Cristo como su objeto - nosotros creemos que "Jesús es
el Hijo de Dios."
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