lunes, 5 de septiembre de 2016

LA PRIMERA EPÍSTOLA DE JUAN (Parte IX)

Capítulo 5: Permaneciendo En Dios Y Dios En Nosotros


    (1 Juan 3:24 - 1 Juan 5:5)                                 (Continuación)


 (Versículos 7, 8). El amor de Dios para con nosotros. En el goce de esta nueva vida, el apóstol se dirige a los creyentes como "Amados", y dice, "Amémonos unos a otros." A fin de que extendamos nuestro amor unos a otros, él nos recuerda lo que Dios es y lo que Dios ha hecho. Dios es amor, y Dios ha actuado en amor hacia nosotros. De esta forma, hay un doble motivo para amarnos unos a otros. En primer lugar, la naturaleza misma de Dios es amor, y, habiendo nacido de Dios, nosotros participamos de Su naturaleza. Al amarnos unos a otros, damos una prueba práctica de que somos nacidos de Dios y que conocemos a Dios. Si no tenemos amor para los hermanos, esto probaría que somos extraños para Dios.
 (Versículos 9, 10). "El amor de Dios para con nosotros" es un segundo gran motivo para amarnos unos a otros.  No sólo tenemos una declaración de que Dios es amor, por mucho que esto sea verdad, sino que tenemos la manifestación del amor de Dios para con nosotros. En los días en que no habíamos sido regenerados, estábamos muertos para Dios en nuestros pecados. Para que nosotros pudiéramos vivir y nuestros pecados fuesen perdonados, Dios manifestó Su amor para con nosotros enviando a "su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él" y, además, Él "envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados."
 (Versículo 11). Si Dios, entonces, ha manifestado así Su amor para con nosotros,  que hemos nacido de Dios, "debemos también nosotros amarnos unos a otros." Este amor a los hermanos no es un mero afecto natural, que puede encontrarse incluso en los animales irracionales. Es amor fluyendo de la posesión de la naturaleza divina, un amor que fue manifestado para con nosotros cuando estábamos muertos y aún en nuestros pecados. Es, por lo tanto, un amor que se puede elevar por sobre el mal y cualquier cosa que yo pueda detectar que está mal en un hermano. Yo lo amo, no a causa de lo que él es, sino en virtud de la naturaleza que yo poseo, la cual es amor.  El pensamiento ha sido expresado para que yo debiera elevarme por sobre todo lo que es desagradable y desafortunado en mi hermano, a causa de que Dios me amó cuando yo era tan desafortunado cómo es posible ser.
(Versículos 12, 13). El amor de Dios en nosotros. Habiendo hablado del amor de Dios para con nosotros, el apóstol pasa a hablar del amor de Dios que ha sido "perfeccionado en nosotros." Con esto está conectada la gran verdad del Espíritu que ha sido dado a nosotros. Esto es más que tener una nueva naturaleza, porque el Espíritu es una Persona divina. "Nadie ha visto jamás a Dios"; pero sabemos que "el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer." El Espíritu Santo cumple para nuestras almas la declaración de Dios por medio del Hijo, porque Él da testimonio acerca de Cristo, nos recuerda lo que Cristo ha dicho, y toma de las cosas de Cristo y nos las hace saber (Juan 14:26; Juan 15:26; Juan 16:14). La perfección misma del amor, el mayor privilegio que el amor puede conceder, es que "permanecemos en él, y él en nosotros."
 (Versículo 14). Además, si el Espíritu Santo da testimonio de Cristo y del amor de Dios manifestado en Cristo, el resultado de recibir este testimonio será que los creyentes darán testimonio al mundo de que "el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo." (1 Juan 4:14 - Versión Moderna). El Señor pudo decir a Sus discípulos que "el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio" (Juan 15: 26, 27).
El amor de Dios para con nosotros, y la nueva naturaleza en nosotros, la cual es amor, nos conducirá en el poder del Espíritu a amarnos unos a otros y a rendir testimonio al mundo de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo.
(Versículos 15, 16). Además, sabemos que el Espíritu de Dios mora en nosotros, no simplemente por las experiencias que Él nos da, sino que Su presencia en cada creyente nos es asegurada por medio de la palabra, ya que leemos, "Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios." ¡Es lamentable! nosotros podemos vivir, algunas veces, tan descuidadamente que no somos conscientes de que Dios está en nosotros por medio de Su Espíritu. Podemos contristar al Espíritu hasta que guarde silencio, de modo que gozamos poco del amor que Dios tiene para con nosotros. Si nosotros andamos en el poder de un Espíritu no contristado, conoceremos y creeremos el amor que Dios tiene para con nosotros y, permaneciendo en amor, permaneceremos en Dios y Dios en nosotros.
(Versículos 17-19). "En esto es consumado el amor para con nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; por cuanto según él es, asimismo somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor; por cuanto el temor tiene en sí castigo: el que teme, no ha sido hecho perfecto en el amor. Nosotros amamos a Dios, por cuanto él nos amó primero." (Versión Moderna).  El amor de Dios con nosotros. Habiendo hablado del amor de Dios "perfeccionado en nosotros", el apóstol habla ahora del amor 'perfeccionado con nosotros' (N. del T.: "en esto ha sido perfeccionado el amor con nosotros..." - 1 Juan 4:17 -Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español de Francisco Lacueva, Editorial Clie). El apóstol escribe así en vista del futuro, el día del juicio. El amor de Dios remueve todo temor en cuanto al futuro llevándonos a ver que como Cristo es, así somos nosotros en este mundo. Como creyentes, estamos tan limpios de nuestros pecados y del juicio que ellos merecen como Cristo mismo está. Cuando aparezcamos ante el tribunal de Cristo, tendremos nuestros cuerpos glorificados y seremos semejantes a Él; pero, incluso ahora, mientras aún estamos en este mundo, estamos tan limpios de nuestros pecados así como Cristo está. Nuestra justicia delante de Dios es presentada en Cristo en la gloria. No tenemos que mirar al interior de nuestros propios corazones para ver si estamos libres de juicio; nosotros alzamos la vista a Cristo y vemos que Él está tan libre de todos nuestros pecados y juicio, los cuales Él llevó en la cruz, que Él está en la gloria.
Así el perfecto amor echa fuera el temor. Librados del temor al tormento, somos perfeccionados en amor, siendo nuestro amor hecho brotar por su gran amor hacia nosotros: "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero."
 (Versículos 20, 21). Habiendo hablado de nuestro amor a Dios, el apóstol nos da inmediatamente una prueba para demostrar la realidad del amor a Dios. Que alguien diga que ama a Dios, mientras que al mismo tiempo odia a su hermano, demostraría que él es un mentiroso. Nosotros no hemos visto a Dios realmente, pero podemos ver algo de Dios en nuestro hermano, y, si las cualidades de Dios en los santos no provocan nuestros afectos, es obvio que nosotros no amamos a Dios. Es la voluntad de Dios que "El que ama a Dios, ame también a su hermano."
 (Capítulo 5, versículos 1-5). Además, no se nos deja ninguna duda en cuanto a quién es nuestro hermano, ya que el apóstol procede a darnos las características de uno que pertenece a la familia de Dios.
(1) Primeramente, nuestro hermano es uno acreditado como nacido de Dios en cuanto a que él cree que Jesús es el Cristo.
(2) En segundo lugar, siendo nacido de Dios, es uno que ama a Dios y a todos los que han sido engendrados por Dios, los hijos de Dios.
(3) En tercer lugar, amando a Dios, él guarda los mandamientos de Dios, y estos no son gravosos, porque Su gran mandamiento es amar a nuestro hermano.
(4) En cuarto lugar, el que es nacido de Dios vence al mundo por medio de la fe. Como nacidos de Dios, ya no somos de este mundo, como el Señor pudo decir, vosotros "no sois del mundo" "como tampoco yo soy del mundo" (Juan 15:19 y 17:14). Pertenecemos a otro mundo del cual Cristo es el centro, y por la fe miramos ese mundo y nos elevamos por sobre el presente mundo malo.

(5) En quinto lugar, la fe que vence al mundo es una fe que tiene a Cristo como su objeto - nosotros creemos que "Jesús es el Hijo de Dios."

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