Esta es una pregunta que hacemos al encontrarnos en una situación
difícil. La persona que desde lo más profundo de su corazón deja escapar esta
pregunta, lo hace porque se encuentra en "un callejón sin salida", y
está buscando la solución.
Esta condición es bastante peligrosa por cierto, cuando acudimos a otras
personas en busca de ayuda material o espiritual, pensando encontrar la
solución. Ocasionalmente sucede que las personas a quienes acudimos se
encuentran en peores condiciones que las nuestras, y en consecuencia recibimos
consejos o informaciones completamente erróneos.
Como bien lo sabemos, todos tenemos momentos críticos en la vida; ya sea
en el aspecto material como en el espiritual; y es en esos momentos cuando
dejamos escapar la pregunta: ¿QUE PUES HARE? y buscamos la ayuda de alguien.
En la Biblia, la Palabra de Dios, surgió esta pregunta durante el
proceso del juicio que se llevó a cabo contra el Señor Jesucristo (Mateo
27:22). Proceso y juicio que dio como veredicto final la muerte del Hijo de
Dios en la cruz del Calvario. Proceso, juicio y veredicto que lamentablemente
para muchos no tiene ningún valor y por lo tanto no ha hecho el efecto de salvación
que debe hacer.
Hay razones por las cuales el sacrificio del Señor no ha hecho ningún
efecto en muchas personas.
¿Qué efecto puede hacer este sacrificio en una persona que está mal
informada pensando que la existencia del hombre termina con la muerte? Si la
muerte es el fin de todo, entonces ¿para qué vino el Señor a morir por los
pecadores? Aquí hay dos alternativas: o se equivocó Dios al enviar a su Hijo
Jesucristo a morir por los pecadores, o está mal informado el que piensa que
todo termina con la muerte. ¿Qué dice usted?
¿Qué efecto puede hacer el sacrificio del Señor Jesucristo en una
persona que, mal informada, desprecia al Señor porque cree erróneamente que
al morir va a reencarnar en un animal? Pregunto: ¿Se equivocó Dios al enviar a
su Hijo a morir por los pecadores, o los equivocados son los que creen en la
reencarnación?
¿Y qué de las personas que dicen y enseñan que el hombre no tiene alma,
que no hay juicio y que no hay castigo eterno? Sus razones son que Dios es
amor, e ignoran las Escrituras que dicen: "Horrenda cosa es caer en manos
del Dios vivo" (Hebreos 10:31) y que "Dios es fuego consumidor"
(Hebreos 12:29). ¿O acaso nos miente la Palabra de Dios cuando nos da esta
promesa tan maravillosa: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más
tenga vida eterna"? (Juan 3:16). ¿Se atreven a pensar ustedes que Dios es
mentiroso, o prefieren aceptar que están mal informados?
Para otras personas la muerte del Señor no ha causado ningún efecto,
porque se ha tomado este juicio y sacrificio como si se tratase de un juicio
cualquiera, como si el Señor hubiera cometido algún pecado y hubiera muerto
por ese pecado o como si el Señor fuera un hombre cualquiera. Pero yo quiero
decirle, amigo, que nunca ha habido ni habrá otro proceso, juicio, veredicto y
juez que tenga que juzgar a un preso semejante al Señor Jesucristo.
Qué contraste tan grande vemos en este juicio:
El gran Creador (Jesús) ante su criatura (Pilato).
El Santo ante el pecador.
El gran Juez de la tierra ante el juez indigno y
cruel.
La sabiduría frente a la ignorancia.
Amigo, esta es la razón por la cual este juicio y sacrificio es de gran valor;
porque fue Dios mismo en la persona de Jesucristo siendo juzgado por usted y
por mi'. Y es de tan gran valor y causa tanto efecto, que si usted cree de todo
corazón y recibe al Señor Jesús como su Salvador creyendo que El murió en la
cruz por usted, entonces usted es salvo.
Amigo, Cristo no murió como un mártir; tampoco murió en la cruz para
enseñarnos a morir. El murió para que usted y yo tengamos vida eterna (Juan
10:10). Algunos interrogantes aparecen en este juicio. ¿Eran inocentes todas
aquellas personas que participaron en éste? ¿Sabían o ignoraban que Jesús era
Dios? ¿Cuáles fueron los motivos por los cuales tomaron esta decisión? ¿Tendrán
alguna disculpa ante el Padre estas personas?
Miremos lo que sabían de Jesús. Los pastores y los magos lo contaron
(Mateo 2:2; Lucas 2:17). Se relacionó con todos los grupos sociales que había
en ese entonces; los fariseos, los saduceos, los samaritanos y los judíos
comunes. Siempre iban tras de El grupos de personas espiándole, mirando qué
delito cometía o qué falta había para acusarle ante la ley. Pero a cada paso
que daban se daban cuenta con más claridad que Jesús no era otro sino el mismo
Dios en persona. Un día fueron despejadas todas las dudas del corazón de ellos
en cuanto a su personalidad y fue cuando Lázaro, amigo de Jesús, murió en
Betania hacía cuatro días; lo habían sepultado; ya hedía. El Señor ordenó en
presencia de todos que quitaran la piedra que cubría la entrada del sepulcro, y
cuál no sería la sorpresa cuando el Señor ordenó a Lázaro; "Y habiendo
dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera!" (Juan 11:43), y al
instante, Lázaro salió.
Con este milagro fue como si el Señor hubiera firmado
su sentencia de muerte (Juan 11: 49-50). Los judíos religiosos se vieron
enfrentados o a reconocer a Jesús como el Hijo de Dios o a rechazarle. No
tenían más alternativas; pero su celo religioso los tenía tan ciegos, que no
les brilló la verdad y más bien decidieron confabularse para darle muerte. Luego comenzó el juicio, que le correspondió a
Pilato. Miremos a Jesús frente a Pilato; los testigos y las acusaciones que le
hacían no eran para causa de muerte. "Yo no hallo en él ningún
delito", dijo Pilato. El mismo sabía que por envidia lo habían entregado
(Mateo 27:18). Su mujer le mandó a decir que no tuviera nada que ver con ese
justo (Mateo 27:19). Pilato sabía que Jesús era un hombre justo. Una lucha
interna se libró dentro de él; estaba en una situación difícil. El pueblo
estaba furioso. Tenía la corriente del pueblo en su contra; su conciencia
también estaba acusándole. Tenía que decidir: o el pueblo o Jesús; ni más ni
menos. Como se dice vulgarmente, estaba en "un callejón sin salida",
no hallando qué hacer.
Quiso evadir el problema remitiéndoselo a Herodes para que él lo
juzgara. Heredes hizo algunas preguntas al Señor, luego lo devolvió a Pilato.
No hallando éste qué hacer, quiso evadir el problema diciendo: Esto es asunto
religioso; que lo juzguen los sumos sacerdotes Anás y Caifás. La situación se
hacía cada vez más difícil para Pilato, pues era él quien tenía que decidir qué
hacer con Jesús. O se decidía por Jesús abiertamente o estaba con el pueblo,
también abiertamente; Jesús o el pueblo; uno de los dos. Creyó encontrar la
salida cuando se acordó de la costumbre de soltar un preso cada año. Les nombró
al peor de todos, a Barrabás. El pueblo pidió la libertad para Barrabás y fue
aquí donde Pilato no pudo soportar más esta situación, exclamando: "¿QUE, PUES, HARE DE JESUS, LLAMADO EL
CRISTO?" (Mateo 27:22).
La respuesta fue: "Crucifícale, crucifícale". Hipócritamente,
Pilato se lavó las manos dando a entender a la opinión pública que había
obrado con justicia, cuando él no decidió nada, dejándonos una gran incógnita.
¿Por qué Pilato no se decidió por Jesús? Indudablemente, él pensó en lo que
perdería; la amistad con la sociedad y el cargo en el gobierno, ya que el pueblo
le había dicho: "Si a éste sueltas, no eres amigo de César" (Juan
19:12).
La historia cuenta que poco después Pilato fue llevado como preso
político a una isla, y allí murió atormentado por su propia conciencia.
A la vida de cada ser humano llega el momento cuando tenemos que
decidir entre el Señor Jesús y el mundo que nos rodea. Pocos son los que parten
para la eternidad sin haber oído el mensaje de la salvación en Jesús por medio
de su Palabra, la Biblia, presentada en algún tratado, mensajes por radio o
televisión, una conversación con un familiar o amigo creyente, etc. Permítame
decirle que cuando leemos la Palabra de Dios, cuando nos hablan del Señor
Jesucristo o cuando escuchamos la predicación del Evangelio nos están colocando
frente a frente con el Señor Jesucristo en forma espiritual. Amigo, la Biblia
en sí es un libro, pero su contenido presenta al Señor Jesús. Cuando una persona
desea con todo su corazón ser salvo, y lee la Palabra de Dios, experimenta una
lucha interna. Llega a sentir que no halla qué hacer; si aceptar o rechazar el
Evangelio. Este es el momento cuando pasan muchos pensamientos, y sobre todo
aquellos referentes a lo que tiene que perder o dejar, como los vicios, la
religión muerta, etc. Pero piense en lo que ganará si se decide por Jesús: la
vida eterna (Lucas 28:29-30). Amigo, no trate de evadir este encuentro con
Jesús; no se coloque al lado de los neutrales, quienes están perdidos como los
que están en contra.
Si hoy empieza Dios a tratar con usted, si
siente que debe decidirse por Jesús, no pregunte, "¿Qué, pues,
haré?", porque puede que reciba una respuesta errónea. Conteste y decídase
usted mismo. Pregúntele al Señor; pídale a El que le ayude. Él le ama y quiere
ayudarle. Que no le suceda lo que a Pilato. Fueron otros los que decidieron por
él. Para terminar quiero decirle que no hay "callejón sin salida".
Todos los problemas tienen solución cuando acudimos a Dios. El, todo lo puede.
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