Su vida terrenal.
Introducción:
La vida terrenal de Cristo es importante para la doctrina cristiana por
varias razones[1]:
1.
Porque
mostró la validez de sus asertos y, por consiguiente, su dignidad para ser
Salvador.
2.
Fue el
tiempo cuando el Cordero de Dios pasó por la prueba y mostró ser un excelente
sacrificio por el pecado.
3.
Su vida
terrenal suministra un ejemplo que pueda seguir su pueblo, lo que
particularmente quiere decir el ejemplo de su amor sacrificial (1.a
Juan 2:6).
4.
Fue durante
su vida terrenal cuando Él realizaba sus enseñanzas, algunas de las cuales se
referían de modo principal a los judíos como pueblo directo, y algunas se
dieron como anticipación a la formación de su Iglesia.
Para estudiar la vida de Cristo podemos dividirla en tres partes. La
primera, corresponde a aquellos años de preparación, partiendo por su
nacimiento en Belén, seguida de sus años de infancia, juventud y madurez hasta
convertirse en hombre plenamente, y culmina este periodo con el bautismo y la
tentación. La segunda parte de su vida comprende el periodo de ministerio
público, que incluían su ministerio primero en Judea (Juan 2:13 al 4:3), su
ministerio en Galilea (Mateo 1:14 a 9:50) y el ministerio de Perea (Lucas 9:51
— 19:28). Y en tercer lugar, trata de los acontecimientos
que conducen a su muerte por crucifixión. Todo esto ocurrió durante una semana, la que conocemos como la Semana de
Pasión o semana Santa (Lucas 19:29 — 22:46) e incluía la traición, el arresto
(Juan 18:2-13), el juicio ante Anás y Caifás (Juan 18: 12-24 y Marcos 14:53 —
15:1), Pilato (Marcos 15:1-15), Herodes (Lucas 23: 8-12), y la crucifixión con
las varias palabras pronunciadas en la cruz.
Los biógrafos que disponemos
presentas material similar entre ellos, con excepción del evangelio de Juan.
Cada evangelista ordena el material existente con el fin de resaltar una
cualidad del redentor. Podemos destacar que la creencia generalizada que Mateo
muestra a Jesús como el Mesías prometido; Marcos como el Siervo perfecto; Lucas
como el hombre perfecto; y Juan muestra el aspecto divino del Señor Jesús. Cada
una de estas cualidades propias de nuestro Señor, son resaltadas en forma
especial por alguno de los evangelistas
La
forma que abordaremos será enumerar o
bosquejar los principales acontecimientos en cada una de las tres etapas de su
vida.
1.
Su preparación.
Este
periodo de la vida del Señor Jesucristo no podemos empezar a reseñarla con la
anunciación, sino que debemos empezarla
por donde Lucas comenzó, con la promesa dada a Zacarías que tendría un hijo y
que le llamaría Juan. “Y hará que
muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos. E irá
delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los
corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los
justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. (Lucas 1:
16, 17).
Seis
meses después el ángel Gabriel visita a María
y le “dijo:
¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. […]
María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y ahora, concebirás
en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el
trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su
reino no tendrá fin (Lucas 1:28-33). Ella sin más acepta lo que Dios había
dispuesto en su soberana autoridad: “He aquí la si-erva del
Señor; hágase conmigo con-forme a tu palabra. Y el ángel
se fue de su presencia” (Lucas 1:38).
Por orden imperial, todos debían volver a sus pueblos de
origen porque debían ser censados (Lucas 2:1). José, casado con María, tuvo que
ir a Belén de Judea por causa del censo, y ella estaba por dar a luz a su hijo
primogénito. Al llegar no encontraron mesón donde pudiese estar y dar a luz,
sino que el parto se produjo en un pesebre (Lucas 2:7). El hecho fue de tal
reconocimiento celestial, que los ángeles alababan a Dios (Lucas 2:14). A causa del mensaje dado a los pastores por el
ángel, ellos fueron a ver lo que sucedía y encontraron al niño y la madre en el
pesebre de Belén (Lucas 2:16).
Como todo Hebreo, al octavo día fue circuncidado de acuerdo
a lo que la ley ordenaba (Lucas 2:21).
Pasado el periodo de purificación, de acuerdo a la ley fueron a
presentar al niño a Dios en el templo, ya que por ser el primogénito de María
era considerado Santo; y por ser muy pobres, ofrecieron “conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un
par de tórtolas, o dos palominos” (Lucas 2:24 cf. Levítico 12:6-8).
En el templo es reconocido por el sacerdote Simeón que
esperaba al Mesías (Lucas 2:25-26), lo bendice; y estaba también Ana que era
profetisa (Lucas 2:36).
Del
oriente llegaron unos Magos haciendo la
siguiente pregunta: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella
hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:2). Provocó tal revuelo, que hasta Herodes se conmocionó (Mateo 2:3). “Y convocados todos los principales sacerdotes,
y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el
Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea…” (Mateo 2:4-5), y citaron el pasaje del profecía de Miqueas
5:2. Herodes procedió astutamente “indagó de ellos diligentemente el tiempo de la
aparición de la estrella (Mateo 2:7); y los envió con el
encargo que volviesen y diesen cuenta de donde estaban para que él le fuese
adorar también. Pero Dios trastocó su
plan de eliminar al Mesías prometido y que amenazaba su trono.
Lo magos, que seguían a una estrella, llegaron hasta el
lugar donde habitaban José, María y el Niño. Allí adoraron al niño y le
entregaron los presentes que traían: “oro, incienso y mirra” (Mateo 2:11). Y al regresar a su tierra, fueron avisados que lo
hiciesen por otro camino y no volviesen a Jerusalén. Herodes dándose cuenta que
su planes de trastocaron, ordenó que
todo niño menor de dos años fuese asesinado.
José fue avisado en sueños que debía huir porque querían
matarlo. “Y él, despertando, tomó de noche al niño y a su
madre, y se fue a Egipto” (Mateo 2:14). Estuvieron en Egipto hasta que Herodes murió. Y siendo avisados por
un ángel, volvieron a Israel, pero no se quedaron en Belén porque reinaba en
aquella zona “Arquelao” (Mateo 2:22), fueron a su antigua tierra: Nazaret, y de
ahí que sería llamado “Nazareno”, término que no debe confundirse con
“Nazareo”, porque el primero es un gentilicio y el segúndo era un voto o
promesa hecha a Dios.
La siguiente información que se dispone, es la que detalla
Lucas en su evangelio, en el cual se visualiza a Jesús como un adolecente de
doce años (que posiblemente había celebrado su “Bar Mitzvah”, hijo de los mandamiento, es decir, que era
un hombre responsable de sus actos ante la ley) que
viaja con sus padres a celebrar la pascua, en su primer viaje, a Jerusalén. Al
terminar la fiesta, y después de un día de viaje, se percataron sus Padres que
no estaba en la caravana después de buscarlo por todos lados. Se devolvieron a
Jerusalén y al tercer día lo encontraron en el templo, “sentado
en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. Y todos los que
le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (Lucas 2:46-47).
Ante la reconvención de la Madre a su Hijo (Lucas 2:48), la
respuesta del Hijo puede parecer dura ante el sufrimiento de una madre, pero
corresponde a un hombre responsable de sus actos y que se preocupa de los
negocios de su Padre, de ahí la respuesta del joven Jesús: “¿Por qué
me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario
estar?” (Lucas 2:49). Sin embargo, el comprendió a pesar de su deseo de complacer a su
Padre que su hora no había aun llegado y volvió con ellos “y estaba sujeto
a ellos” (Lucas 2:51).
Después de los sucesos
de Jerusalén, solo tenemos que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia
para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Es decir, su crecimiento fue como un muchacho normal y de seguro
adquirió la profesión de su padre José (Marcos 6:3; Mateo 13:55).
“En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César,
siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su
hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias
tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de
Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto” (Lucas 3:1-2). Juan era conocido
como el bautista y proclamaba su mensaje en el Jordán (Betábara, Juan 1:28).
“Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para
perdón de pecados” (Marcos 1:4). Su Mensaje era: “Arrepentíos, porque el reino
de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2). Además predicaba diciendo: “Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy
digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he
bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo” (Marcos 1:7-8; Vea también Mateo 3:11, 12; Lucas 3:16, 17;
Juan 1:27).
Un día llegó Jesús a ser bautizado por Juan y este se le
oponía diciendo: “Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?” (Mateo 3:14). Pero comprendió que era necesario que se cumpliese toda justicia y lo
bautizó. Después que subió del agua y hubo orado (Lucas 3:21), vio Juan
descender el Espíritu Santo como en forma de Paloma y posarse en Jesús (Marcos
1:10). “Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este
es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).
“El Bautismo de Jesús fue el último acto de su vida
privada, desde ahí en adelante su ministerio está vinculado resueltamente
ejecutar el plan previamente establecido para la obra que le había sido
encomendada y por la que había venido al mundo”[2]
Impulsado por el Espíritu Santo fue llevado a un lugar desierto (Mateo 4:1; Lucas 4:1; Marcos
1:12) donde pudo estar cuarenta días en
oración y ayuno. Al finalizar este periodo, Jesús tuvo hambre y Satanás lo
tentó, o mejor dicho, lo probó de tres formas. “La tentación del Señor no se
originó en Satanás, sino que obedece en todo propósito eterno en relación con
la naturaleza humana del Redentor, quien lleno del Espíritu, en el plano de la
humanidad aceptó con gusto y complacencia los días de ayuno y luego la
tentación, como corresponde a quien se complacía en cumplir todos los
propósitos de Dios”.[3]
El agente de tentación fue Satanás (Marcos 1:13; Mateo 4:1;
Lucas 4:2) y lo tentó en tres aspectos, los mismos en el cual Adán fracasó.
a)
Proveerse de alimento en una forma ilícita
“Y vino a él el
tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan
en pan” (Mateo 4:3).
b)
Proveer reconocimiento en forma ilícita
“Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus
manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. Jesús le dijo: Escrito está también: No
tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4:6-7)
c)
Proveerse de los reinos de la tierra de una forma ilícita
“Todo esto te daré, si postrado
me adorares” (Mateo 4:9)
Ante cada prueba que Satanás lo sometía, el Redentor le
daba una respuesta de acuerdo a lo que
Dios había establecido en la Ley. Para primera tentación cita Deuteronomio 8:3;
para la segunda, Deuteronomio 6:16; y para tercera, cita Deuteronomio 6:13;
10:20. A diferencia de Adán, el Redentor acudió a las palabras de Dios para
protegerse de la tentación, si Adán hubiese recurrido a ella, la situación
hubiese sido totalmente distinta.
Después de la victoria sobre la tentación, “El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y
le servían” (Mateo 4:11).
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