"Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He
aquí el Cordero de Dios”. Juan 1:36.
Estas palabras
fueron pronunciadas por Juan el Bautista. Ninguna otra persona viviente en
aquel momento conocía mejor que él la honda significación que tienen. El padre
y la madre de él se contaron entre los estudiosos más destacados de las
Escrituras de su tiempo. “Y eran ambos justos delante de Dios, andando sin
reprensión en todos los mandamientos y estatutos del Señor” (Lucas 1:6).
Juan el Bautista era sacerdote, y había que serlo para comprender
cabalmente el significado de la frase “el Cordero de Dios”. Además, es probable
que Juan el Bautista fuera la persona más preparada del mundo de aquel
entonces. Desde la niñez conoció las Escrituras, tal como se las enseñaron el
padre y la madre. Es indudable que dominó bien el libro de Levítico y las leyes
de las ofrendas. Además, se nos dice que estaba “lleno del Espíritu Santo, aun
desde el seno de su madre” (Lucas 1:15), y que fue enseñado por Dios en el
desierto “hasta el día que se mostró a Israel” (Lucas 1:80). Decir que Jesús es
“el Cordero de Dios”, es afirmar que Jesús cumplió todas las enseñanzas
relacionadas con el Cordero, como figura y profecía que se encuentran en la
Biblia. El tema de nuestro sermón es, pues, “Jesús, el Cordero de Dios”.
El Cordero PREDESTINADO
Mucho tiempo antes que el Señor Jesucristo se encarnara y viviera en
este mundo, estuvo designado como el Cordero de Dios. Fue predestinado a ser
el Cordero de Dios antes de la creación de los cielos y de la tierra. Desde la
eternidad la redención del ser humano estuvo en el corazón de Dios. Dios
decidió lo concerniente a la redención del hombre antes de crearlo. Mi amigo
lector: Dios colocó los fundamentos de tu nacimiento espiritual antes que nacieras.
Esta es la enseñanza de la Biblia, porque el apóstol Pedro escribe, “Habéis
sido rescatados... con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación, ya ordenado de antes de la fundación del mundo”
(la Pedro 1:18-20).
Que el Señor Jesús fuera el Cordero de Dios no es un pensamiento que se
le ocurrió después a Dios: Él es el Cordero Predestinado. Tal es lo que
escribe el apóstol Pablo a los creyentes en Cristo Jesús: “...según nos escogió
en él antes de la fundación del mundo... habiéndonos predestinado para ser
adoptados hijos por Jesucristo, a sí mismo” (Efesios 1:4, 5).
Reconocemos que esta es una afirmación de tremendo significado, pero es
la verdad bíblica de que el Señor Jesucristo es el Cordero de Dios desde toda
eternidad; que Dios previo la necesidad de la expiación; que Dios planeó todo
el plan de la redención humana antes de que creara el hombre sobre la tierra.
Y, mi estimado lector, ¡todo esto lo planeó para ti!
Jesús es el Cordero DEL PARAISO
A Jesús se lo llama “el Cordero, el cual fue muerto desde el principio
del mundo” (Apoc. 13:8). Esta afirmación contempla una escena que tuvo lugar
en el paraíso. Después que Adam y Eva hubieron pecado en el jardín del Edén, el
Señor Dios se acercó para conversar con ellos. Yo creo que la persona que
descubrió era nada menos que Jehová-Jesús.
El pecado de Adam y Eva laceró e hirió el corazón de Dios, y fue
entonces que el Señor se constituyó en “el Cordero muerto desde el principio
del mundo”.
Lo que aconteció después no es nada más que la expresión externa de lo
que ya había tenido lugar en el corazón de Dios. El Señor dijo a Adam y Eva que
la Simiente de la mujer sería herida por la serpiente, palabras que constituyen
la primera promesa del Evangelio, y que indica la futura crucifixión de Cristo
en el Calvario. Es muy posible que en ese momento el Señor tomara dos corderos,
uno para cada uno de los transgresores, los matara e hiciera “túnicas de
pieles, y vistióles” (Génesis 3:21).
“De modo que lo
primero que murió fue un sacrificio que tipificaba a Cristo, de quien se dice
que es el Cordero muerto desde la fundación del mundo” (Mateo Henry).
Es indudable que
Adam y Eva fueron informados del modo cómo debían acercarse a Dios. Abel trajo
a Dios “las primicias de su ganado” porque su padre le había enseñado así, y
porque desde entonces expresó su fe en "el Cordero muerto desde el
principio del mundo”. En el jardín del Edén quedaron establecidas las bases del
modo cómo Dios trataría a la raza de pecadores. Desde entonces todos los
sacrificios miraron hacia atrás, indicando al que Jehová- Jesús ofreciera en el
jardín del Edén al constituirse en “el Cordero muerto desde el principio del
mundo”, y miraron hacia adelante indicando el sacrificio que Cristo haría en la
cruz del Calvario. Esto fue lo que Abel creyó y por lo cual Dios lo aceptó.
Lector: Tú también puedes y debes creerlo si es que quieres que Dios te
acepte, y sin dudas de ninguna clase declaramos que Jesús es el Cordero del
Paraíso, “el Cordero que fue muerto desde la fundación del mundo”.
Jesús es EL CORDERO DE LA
PROMESA
“Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: “He aquí el Cordero de
Dios”. Esta declaración está vinculada con una de las escenas más notables de
la historia de la redención. Abraham e Isaac su hijo, subían por la ladera del
Monte Moria. Isaac llevaba la carga de la leña sobre los hombros, y Abraham
llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos iban a adorar (Génesis 22:5). De pronto
Isaac se da cuenta de que algo falta y pregunta al padre: “¿Dónde está el cordero
para el holocausto?’’, a lo que Abraham le contesta, Dios mismo proveerá el (en
hebreo) cordero para el holocausto (Génesis 22:8).
La respuesta de Abraham comprende una de las verdades más profundas del
plan de la redención. Literalmente debe ser leída así: “Dios se proveerá El
mismo el cordero para el holocausto”. El cordero a proveerse tenía que
satisfacer a Dios mismo; tenía que ser aceptable a Dios; tenía que ser aprobado
por Dios. Dios tenía que resolver un problema relacionado con el plan de
salvación de la raza de pecadores, porque no solo planeó ser “el justificador”
de los creyentes en Jesús sino que también planeó ser “justo” al desarrollar
el plan de salvación. Solamente podía El mismo ser justificador y justo a la
vez en Jesús como el Cordero de Dios. Por eso en Génesis 22:8 se dice que “Dios
mismo se proveerá el cordero para el holocausto”. Había algo en Dios que tenía
que ser satisfecho, y solamente el Señor Jesús podía hacerlo y lo satisfizo.
¡Demos gloria a Dios por ello!
Pero hay algo más en la lectura del pasaje de Génesis 22 que tiene un
gran significado en el plan de la redención. Expresado con claridad es como
sigue: "Dios se proveerá Él mismo el cordero para el holocausto”. Si
alguien lee mal el versículo constatará lo que quiero decir: “Dios mismo
proveerá el cordero para el holocausto”. Naturalmente esto no es lo que dice el
texto, pero si alguien lo lee mal le quita toda la fuerza y significado que tiene
en las Escrituras, porque en realidad Dios mismo proveyó el Cordero que fue
ofrecido en la expiación. Las Sagradas Escrituras dicen que “Dios estaba en
Cristo reconciliando el mundo a si” (2 Corintios 5:19), y de ese modo Dios se
proveyó a sí mismo el cordero para el holocausto.
Fue en esta
escena sobre el Monte Moria que Abraham
vio a Jesús como el Cordero de la Promesa después de pronunciar las palabras
“Dios se proveerá El mismo el Cordero para el holocausto” y después que el
cordero hubo sido provisto. Abraham dio a ese lugar el nombre de “Jehová-jíreh”
(Génesis 22:14), y cuando Moisés escribió la historia todavía decían, “El será
visto en el monte del Señor”. Tipificó a Jesús crucificado como el Cordero de
Dios sobre el monte Calvario, y a esta escena es a la que se refiere nuestro
Señor cuando dijo, “Abraham se gozó por ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56). Tal promesa fue lo que sustentó la
esperanza de todos los creyentes
anteriores a la encarnación de Cristo.