domingo, 4 de marzo de 2018

"DOCTRINA"

"Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina", (1ª Tim. 4:16).


"Doctrina" y "enseñanza”, son sinónimos y han de ser considerados jun­tamente. En las Sagradas Escrituras se encuentra a menudo el vocablo "doc­trina", pero rara vez "enseñanza". Por otra parte, el verbo "enseñar" apare­ce muchas veces, mientras que apenas se halla el verbo "doctrinar". Asimis­mo, con frecuencia se menciona "maestros" y "doctores" como quienes ense­ñan. Por tanto, tomando todo en conjunto, hay abundancia de referencia por las cuales se puede comprender el motivo, la substancia y la finalidad de la "doctrina".
"Doctrina" es una voz que, en Las Escrituras, se usa casi habitualmente en sentido indeterminado, indicando, mayormente, las enseñanzas en general de La Palabra de Dios. Rara vez se une con ella algún termino que puntualice una doctrina determinada. Sin embargo, se disciernen enseñanzas y doctri­nas acerca de señaladas materias. Examinando estas doctrinas, se las puede clasificar en DOS GRANDES GRUPOS PRINCIPALES: 1) Doctrina espirituales y 2) Doctrinas éticas o morales.
Las primeras son las enseñanzas respecto a Dios y acerca del hombre en su relación a Dios; mientras que Las éticas comprenden las enseñanzas acerca de la conducta del hombre en su relación con sus semejantes.
TODAS las enseñanzas de las Santas Escrituras son la "sana doctrina" que se menciona tantas veces en La Palabra. Pero es menester tener en cuen­ta que la misma Palabra nos advierte de falsa doctrina, previniéndonos, por ejemplo, de que: "habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán en­cubiertamente herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató" (2ª Pe. 2:1). Y en varias partes de sus epístolas, el apóstol Pablo refutó en­señanzas erróneas que algunos "falsos hermanos" procuraban anunciar. (Gal. 2:4,5).
Para el creyente individual y para la Iglesia, la doctrina es esencial para su debido desarrollo y corresponde al creyente prestarle la más diligente atención. Se recibe por el estudio personal de La Palabra, o por escuchar a quienes el Señor haya dotado como maestros o doctores de la misma.
Es preciso que se reconozca el INDISOLUBLE VINCULO entre los dos grupos mencionados. Se puede notar particularmente en las Epístolas, que una vez enunciadas las enseñanzas espirituales, luego, sobre la base y por causa de las mismas, se proponen las exhortaciones que cons­tituyen las doctrinas morales o "prácticas".
Las diversas doctrinas no se encuentran recopiladas en una determinada parte de Las Escrituras. Pero son desarrolladas paulatinamente en los escri­tos de distintas épocas, tanto del A. T. como del Nuevo. Muchas de las doc­trinas se aclaran y se interpretan en el Nuevo y a la luz de la obra consu­mada en la cruz por el Señor Jesucristo. Por tanto, es menester que haya cuidadosa comparación de Escritura con Escritura para llegar a un concepto claro de lo enseñado en La Palabra.
A pesar de que en La Palabra no haya recopilación, algunas tienen las grandes doctrinas de Las Escrituras se hallan REUNIDAS EN FORMA ATRAYENTE E INDICATIVA por vocablos o por frases. Dos capítulos sobresalientes al respecto son Ef. 1 y 1ª Pe. 1. Tanto el uno como el otro hablan de Gracia, Paz, Elección, Pre­destinación, etc., las que citamos como ejemplo de muchas doctrinas halla­das en estos capítulos.
LAS DOCTRINAS ESPIRITUALES son el fundamento de todas las demás enseñanzas. Las Escrituras comienzan presentando la base de todas: DIOS, en el primer versículo de Génesis y, en adelante todas Las Escrituras están llenas de la "DOCTRINA DE DIOS", es decir: lo que le plugo revelar de Su Persona, de Sus Atributos, de Sus Obras y de Sus Eternos Propósitos para con el hombre.
LAS DOCTRINAS ETICAS tocan todos los aspectos de la vida humana: los matrimonios, los padres, los hijos, los hermanos, las amistades, los patrones, los siervos, los vecinos, y cuantas otras cosas; las que son enunciadas para guiar a los creyentes en su vida diaria, para la honra de Aquel que los rescató.

LA ENSEÑANZA PRESENTA DOS PARTES. La una corresponde a quien enseña y la otra al enseñado. Tanto el que enseña como el que aprende tiene sus responsabilidades. El que enseña tiene que ser "apto para enseñar" (1ª Tim. 3:2), es decir: que debe tener la facul­tad para impartir a otros lo que haya aprendido él mismo. Y, tiene que con­siderar que no puede ofrecer más de lo que personalmente haya aprovechado. Por tanto, le es menester proseguir siempre como uno que aprende. Por otra parte, al que aprende le es necesario no sólo escuchar la enseñanza de otros, sino también dedicarse al estudio de La Palabra por sí mismo.
Por la lectura del N. T. se puede percibir que en días apostólicos EL LUGAR DE LA ENSEÑANZA era la Iglesia: cuando "se juntare en uno" (1ª Cor. 14:23). Dios no ha cambiado este orden. Por tanto, corresponde a los creyentes reunirse para ser enseñados y exhortados. Gran pérdida sufren aquellos que no se juntan con fe con sus hermanos para este propósito.

EL MOTIVO DE LA DOCTRINA es la imposibilidad del hombre para llegar, por sus propios recursos, al conocimiento de la verdad de Dios.

LA SUBSTANCIA DE LA DOCTRINA es la revelación que Dios, en Su misericordia y gracia, se ha dignado en poner al alcance del ser humano por medio de las Santas Escrituras. Y LA FINALIDAD DE LA DOCTRINA se expresa en las palabras: "Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra" (2ª Tim. 3:16,17).
Sana doctrina,1976

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