"Ten cuidado de
ti mismo y de la doctrina", (1ª Tim. 4:16).
"Doctrina"
y "enseñanza”, son sinónimos y han de ser considerados juntamente. En las
Sagradas Escrituras se encuentra a menudo el vocablo "doctrina",
pero rara vez "enseñanza". Por otra parte, el verbo
"enseñar" aparece muchas veces, mientras que apenas se halla el
verbo "doctrinar". Asimismo, con frecuencia se menciona
"maestros" y "doctores" como quienes enseñan. Por tanto,
tomando todo en conjunto, hay abundancia de referencia por las cuales se puede
comprender el motivo, la substancia y la finalidad de la "doctrina".
"Doctrina"
es una voz que, en Las Escrituras, se usa casi habitualmente en sentido
indeterminado, indicando, mayormente, las enseñanzas en general de La Palabra
de Dios. Rara vez se une con ella algún termino que puntualice una doctrina
determinada. Sin embargo, se disciernen enseñanzas y doctrinas acerca de
señaladas materias. Examinando estas doctrinas, se las puede clasificar en DOS GRANDES GRUPOS PRINCIPALES: 1)
Doctrina espirituales y 2) Doctrinas éticas o morales.
Las
primeras son las enseñanzas respecto a Dios y acerca del hombre en su relación
a Dios; mientras que Las éticas comprenden las enseñanzas acerca de la conducta
del hombre en su relación con sus semejantes.
TODAS las
enseñanzas de las Santas Escrituras son la "sana doctrina" que se
menciona tantas veces en La Palabra. Pero es menester tener en cuenta que la
misma Palabra nos advierte de falsa doctrina, previniéndonos, por ejemplo, de
que: "habrá entre vosotros falsos doctores, que introducirán encubiertamente
herejías de perdición, y negarán al Señor que los rescató" (2ª Pe. 2:1). Y
en varias partes de sus epístolas, el apóstol Pablo refutó enseñanzas erróneas
que algunos "falsos hermanos" procuraban anunciar. (Gal. 2:4,5).
Para el
creyente individual y para la Iglesia, la doctrina es esencial para su debido
desarrollo y corresponde al creyente prestarle la más diligente atención. Se
recibe por el estudio personal de La Palabra, o por escuchar a quienes el Señor
haya dotado como maestros o doctores de la misma.
Es
preciso que se reconozca el INDISOLUBLE
VINCULO entre los dos grupos mencionados. Se puede notar particularmente en
las Epístolas, que una vez enunciadas las enseñanzas espirituales, luego, sobre
la base y por causa de las mismas, se proponen las exhortaciones que constituyen
las doctrinas morales o "prácticas".
Las diversas
doctrinas no se encuentran recopiladas en una determinada parte de Las
Escrituras. Pero son desarrolladas paulatinamente en los escritos de distintas
épocas, tanto del A. T. como del Nuevo. Muchas de las doctrinas se aclaran y
se interpretan en el Nuevo y a la luz de la obra consumada en la cruz por el
Señor Jesucristo. Por tanto, es menester que haya cuidadosa comparación de
Escritura con Escritura para llegar a un concepto claro de lo enseñado en La
Palabra.
A pesar
de que en La Palabra no haya recopilación, algunas tienen las grandes doctrinas
de Las Escrituras se hallan REUNIDAS EN
FORMA ATRAYENTE E INDICATIVA por vocablos o por frases. Dos capítulos
sobresalientes al respecto son Ef. 1 y 1ª Pe. 1. Tanto el uno como el otro
hablan de Gracia, Paz, Elección, Predestinación, etc., las que citamos como
ejemplo de muchas doctrinas halladas en estos capítulos.
LAS DOCTRINAS ESPIRITUALES son el
fundamento de todas las demás enseñanzas. Las Escrituras comienzan presentando
la base de todas: DIOS, en el primer versículo de Génesis y, en adelante todas
Las Escrituras están llenas de la "DOCTRINA DE DIOS", es decir: lo
que le plugo revelar de Su Persona, de Sus Atributos, de Sus Obras y de Sus
Eternos Propósitos para con el hombre.
LAS DOCTRINAS ETICAS tocan
todos los aspectos de la vida humana: los matrimonios, los padres, los hijos,
los hermanos, las amistades, los patrones, los siervos, los vecinos, y cuantas
otras cosas; las que son enunciadas para guiar a los creyentes en su vida
diaria, para la honra de Aquel que los rescató.
LA
ENSEÑANZA PRESENTA DOS PARTES. La una corresponde a quien enseña y la
otra al enseñado. Tanto el que enseña como el que aprende tiene sus
responsabilidades. El que enseña tiene que ser "apto para enseñar"
(1ª Tim. 3:2), es decir: que debe tener la facultad para impartir a otros lo
que haya aprendido él mismo. Y, tiene que considerar que no puede ofrecer más
de lo que personalmente haya aprovechado. Por tanto, le es menester proseguir
siempre como uno que aprende. Por otra parte, al que aprende le es necesario no
sólo escuchar la enseñanza de otros, sino también dedicarse al estudio de La
Palabra por sí mismo.
Por la
lectura del N. T. se puede percibir que en días apostólicos EL LUGAR DE LA ENSEÑANZA era la
Iglesia: cuando "se juntare en uno" (1ª Cor. 14:23). Dios no ha
cambiado este orden. Por tanto, corresponde a los creyentes reunirse para ser
enseñados y exhortados. Gran pérdida sufren aquellos que no se juntan con fe con
sus hermanos para este propósito.
EL
MOTIVO DE LA DOCTRINA es la imposibilidad del hombre para llegar,
por sus propios recursos, al conocimiento de la verdad de Dios.
LA
SUBSTANCIA DE LA DOCTRINA es la revelación que Dios, en Su
misericordia y gracia, se ha dignado en poner al alcance del ser humano por
medio de las Santas Escrituras. Y LA
FINALIDAD DE LA DOCTRINA se expresa en las palabras: "Toda Escritura
es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir,
para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto,
enteramente instruido para toda buena obra" (2ª Tim. 3:16,17).
Sana doctrina,1976
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