¿Es
posible tener la seguridad de la salvación? Algunas personas religiosas afirman
que es imposible que un hombre sepa si posee la vida eterna antes de que muera
y se presente ante el tribunal de Dios. Se muestran muy sorprendidas, y hasta
indignadas, cuando oyen el testimonio de aquellos cristianos que dicen que
tienen la seguridad de la salvación. Hay también algunos cristianos verdaderos
que no poseen la seguridad de la salvación y que creen que ella no se puede
obtener durante esta vida.
Si ser
cristiano significara hacer lo mejor posible para seguir a Cristo, pero no
saber nunca, si al final de cada día se está un día más cerca del cielo o del
infierno que el día anterior, por cierto, que el cristianismo sería un asunto
bastante pobre. Si Cristo me invitara a seguirle y a confiar en él, para luego
no darme ninguna seguridad en cuanto a mi destino, no sería gran cosa como
Salvador. Y este es el concepto que mucha gente tiene acerca de Cristo y del
cristianismo.
Pero ¿qué
dice la Biblia? ¿Nos muestra el Nuevo Testamento a los seguidores de Cristo
andando por la vida en tinieblas e incertidumbre, sin saber hasta el día de su
muerte si se perderán o salvarán? ¿Será la mejor esperanza que podemos
presentar a las personas a quienes invitamos a que sigan a Cristo? ¿Será el
mejor mensaje que puede llevar un predicador del evangelio a los hombres y a
las mujeres que están sin esperanza? ¿Será el mejor mensaje que puede ofrecer
el misionero a los paganos cuando sale para predicarles a Cristo? ¿Será el mensaje
del evangelio un mensaje de duda e incertidumbre?
¡Es
posible tener la seguridad de la salvación! El creyente tiene el privilegio de
saber que posee la vida eterna. El Apóstol Juan dice en su primera epístola:
“Estas cosas he escrito a vosotros... para que sepáis que tenéis vida eterna, y
para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5: 13). Juan escribió
toda esta epístola con el propósito bien definido de que los creyentes a los
cuales iba dirigida pudiesen saber que tenían la vida eterna. En realidad,
negar la posibilidad de la seguridad de la salvación del creyente es negar el
mensaje de la Primera Epístola de Juan, y afirmar que ella fue escrita en
vano; y ello sería un insulto al Espíritu Santo quien inspiró a Juan para que
la escribiera. A aquellos que dicen que el cristiano que afirma saber que está
salvado es un presuntuoso, les respondemos como sigue: ¿es presunción creer lo
que dice Dios? ¿No será más bien presuntuoso no creer a Dios, haciéndolo
mentiroso?
Cristo
promete la vida eterna como una posesión actual a todos los que depositan su
confianza en él, y dudar de que tienes la vida eterna después de haber creído
en Cristo, es considerar que él no cumple sus promesas.
Pero
¿cómo puede una persona saber que posee la vida eterna? Tres fuentes son las
que producen esta seguridad: (1) el cambio que ha sido efectuado en tu vida;
(2) el testimonio de la Palabra de Dios; (3) el testimonio interior del
Espíritu Santo.
El
testimonio del Apóstol Pablo era: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5: 17).
En primer término, cuando una persona llega a conocer a Jesucristo como
Salvador verdadero, se produce una transformación divina en su vida. La nueva
naturaleza de Cristo es impartida al alma, de modo que, como dice la Biblia,
somos “hechos partícipes de la naturaleza divina”. Esta nueva naturaleza, como
es natural, produce nuevos afectos en el alma, nuevas simpatías, nuevas
antipatías, nuevos amores y nuevos odios. Las cosas que antes amaba, ahora las
odia. Las cosas que odiaba, las ama. Toda la personalidad interior ha sido
transformada.
Este
cambio no sólo se hace sentir en la conciencia interior del individuo mismo; su
vida ha de aparecer diferente a quienes lo rodean. Con frecuencia se produce un
cambio completo de carácter. Y hasta las conversaciones han de cambiar, tanto
en sus temas como en su vocabulario.
Después
de mi conversión, tuve épocas de duda en cuanto a la verdad de la experiencia
de mi salvación. Pero de una cosa estaba completamente seguro: se había
producido un cambio dentro de mí. Todas mis ideas acerca de la vida eran
diferentes. Yo tenía un verdadero deseo de servir al Señor y de orar. Ansiaba
tener comunión con él. Deseaba aprender su Palabra. Me gozaba en la compañía de
los cristianos. Me agradaba cantar himnos evangélicos. Me agradaba asistir a
reuniones en que se enseñaba la Palabra de Dios. Todas estas cosas eran ajenas
a mi naturaleza, antes de mi conversión a Cristo. Poco o nada me llamaban la
atención. Lo más notable fue el cambio que sufrió automáticamente mi
vocabulario cuando me convertí. Antes mi lenguaje había sido inmundo y
blasfemo. Casi no sabía cómo expresarme sin emplear malas palabras. Pero
después que dejé que el Señor Jesús entrara a mi corazón, yo mismo me sorprendí
al ver cómo esa clase de lenguaje desapareció.
Además,
aunque yo era joven, ya había sido esclavizado por varios vicios, entre ellos
el del tabaco, pues mascaba y fumaba. Mi organismo exigía el tóxico. Pero
cuando me convertí, desapareció la necesidad del tabaco. Aunque con
posterioridad tuve alguna ves deseos de fumar, nunca fueron lo suficientemente
fuertes para vencerme. No estoy afirmando que porque una persona se sienta
tentada a usar tabaco ella no sea cristiana; lo que quiero destacar es que
cuando uno se encuentra con el Señor, habrá cambios dentro de sí mismo, y
especialmente en cuanto a sus deseos.
Si tú
puedes decir honestamente que se ha producido un cambio en tu vida, y que tus
deseos, afectos y naturaleza interior se han tornado de las cosas malas a la
santidad, puedes estar seguro de que la transformación ha sido hecha por el
Espíritu de Dios, y es una señal de que has nacido de Dios. Cuando una persona
se convierte en cristiana, nace de nuevo. El nacimiento es la recepción de la
vida. El nuevo nacimiento es la recepción de la nueva vida, la vida espiritual,
la vida parecida a la de Cristo. Este nuevo nacimiento y esta nueva vida
significan naturalmente que existe una nueva naturaleza interior. Si tienes
conciencia de una nueva naturaleza interior, es una prueba de que has nacido de
Dios. Por supuesto, también se encuentra presente la vieja naturaleza, y a
veces hay un conflicto entre ésta y la nueva, pero la sola existencia del
conflicto es una prueba de que eres cristiano.
Pablo
dice: “Porque la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la
carne: y estas cosas se oponen la una a la otra, para que no hagáis lo que
quisiereis” (Gálatas 5: 17). Si se está librando dentro de ti esta clase de
lucha, es una señal bien clara de que te han sido impartidas una nueva vida y
una nueva naturaleza. Tu vieja naturaleza, “la carne,” lucha contra la
naturaleza del “Espíritu”. De modo que, si has aceptado a Cristo como tu
Salvador, y si como resultado tienes conciencia de que se ha obrado un cambio
dentro de ti, esto es una prueba de que eres un cristiano verdadero, que has
sido salvado y hecho un hijo de Dios para siempre.
En
segundo término, el creyente en el Señor Jesucristo puede tener la seguridad de
la salvación por el más firme de los fundamentos, ya que la Palabra de Dios
afirma que es hijo de Dios. El testimonio de la Biblia es el testimonio de Dios
mismo; por lo tanto, cualquier cosa que digan las Escrituras, es absolutamente
cierta. En Juan 1: 12 leemos: "Mas a todos los que le recibieron dióles
potestad (derecho) de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su Nombre.”
Esta es una afirmación clara en la santa Palabra de Dios: que todo el que
recibe a Jesús y cree en él para su salvación, se convierte positivamente en
hijo de Dios. En Hechos 13: 39 dice: “en éste es justificado todo aquel que
creyere.” Ser justificado, significa ser declarado justo, ser declarado libre
de la culpabilidad del pecado. Todo el que cree en Jesús puede saber que es
justificado de todas las cosas, porque la Palabra de Dios lo afirma con mucha
claridad. Y ¿qué mejor fundamento para la seguridad que ella?
(Continuará)
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