domingo, 4 de marzo de 2018

LA JUSTICIA DE DIOS


LA JUSTICIA DE DIOS (Romanos 1: 16, 17)
Pregunta: ¿Qué significa la expresión "la justicia de Dios?

Respuesta: "La justicia de Dios" abarca la exhibición completa de los modos de obrar de Dios en Cristo, siendo uno de los menores Su cumplimiento de la ley aquí abajo, si hemos de comparar cosas que son todas perfectas en su lugar. Ya que no era el propósito de la ley expresar plena y absolutamente la naturaleza y el carácter de Dios. Ella establecía, si podemos decirlo así, los términos mínimos sobre los cuales el hombre podía vivir delante de Él. Era la demanda de lo que Dios no podía sino requerir, aun de un Israelita pecador, si él pretendía obedecer a Dios. Mientras que, aunque el Señor nació bajo la ley, y se sometió en Su gracia a todas sus demandas, Él fue mucho más allá, aun en Su obediencia viva, e infinitamente más allá en Su muerte. Ya que la justicia de la ley no amenaza muerte para el justo, sino que proclama, necesariamente, vida como su porción a quien la magnificase y la honrase.
La justicia de Dios va inmensurablemente más profunda, así como más alto. Es una justicia justificadora, no una justicia condenatoria, como la de la ley debe ser para el pecador que no carece de dicha justicia. De ahí que el propio Señor estableció las sanciones de la ley de la manera más solemne, sufriendo hasta la muerte bajo su maldición: Él llevó el castigo del impío, de cuya substitución los Diez Mandamientos no sabían nada porque ellos son ley, y morir así es gracia. No hubo ninguna mitigación, mucho menos anulación, de la autoridad de la ley. La justicia Divina proporcionó a Uno que podía, y lo haría, resolver toda la cuestión para el pecador con Dios. No solamente esto; porque Dios resucitó a Cristo de los muertos. Él "fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación." (Romanos 4:25). Él "fue resucitado de entre los muertos, por el glorioso poder del Padre" (Romanos 6:4 - VM); en resumen, Su ser moral, Sus propósitos, Su verdad, Su amor, Su relación, estaban en juego en el sepulcro de Cristo. Pero Dios Le resucitó, y Le estableció a Su diestra en el cielo, como parte de Su justicia divina; ya que ningún asiento, ninguna recompensa inferior a esa podía convenir a aquel Uno que había vindicado a Dios en toda Su majestad, santidad, gracia, y verdad; Uno que había, por decirlo así, capacitado a Dios para llevar a cabo Su designio precioso de justificar al impío, siendo Él mismo justo todo el tiempo.
A partir de entonces, para aquel que tiene fe, ya no es una cuestión de la ley o de justicia legal, la cual reposaba sobre la responsabilidad del hombre, sino, habiendo descendido Cristo a la muerte en expiación, y habiendo glorificado así a Dios hasta lo sumo, el terreno cambia, y llega a ser un asunto de la justicia de Dios. Si por medio de ley se ha demostrado que el hombre ha producido males, y solamente males, Dios tiene que tener Sus derechos, el primerísimo de los cuales es resucitar a Cristo de los muertos, y darle gloria. De ahí que se dice, en Juan 16, que el Espíritu Santo convence al mundo de justicia; y esto, no porque Cristo cumplió aquello que nosotros violábamos, sino porque Él ha ido al Padre, y no es visto más hasta que Él regrese en juicio. En la ascensión de Cristo no es de la justicia en la tierra de lo que se habla, sino de su curso y carácter celestiales. Así, en 2 Corintios 5, es en Cristo glorificado en el cielo que nosotros somos hechos, o llegamos a ser, justicia divina (2 Corintios 5: 11-21).
Es claro, entonces, que la frase "la justicia de Dios", aunque abarca, sin duda, lo que los Cristianos quieren decir cuando ellos hablan de la justicia de Cristo imputada a nosotros, es una cosa mucho más grande y gloriosa. No sólo incluye aquello que glorificó a Dios en la tierra en obediencia viva, sino la muerte en la cruz, la cual, si ella satisfizo las necesidades más profundas del pecador, quebrantó el poder de Satanás en su última plaza fuerte, y puso el inmutable fundamento para que la gracia de Dios reine por la justicia (Romanos 5:21).
Así, en Romanos 1:17, se dice que la justicia de Dios se revela en el evangelio en contraste con la justicia del hombre demandada en la ley; y siendo revelada, es "por fe" (o, sobre el principio de la fe), no por las obras de la ley; es decir, es una revelación sobre el principio de la fe, no una obra a ser efectuada sobre el principio de la responsabilidad humana. Por consiguiente, es "para fe". Aquel que cree obtiene la bendición.
En Romanos 3: 21, 22, la justicia de Dios es contrastada formalmente con cualquier cosa que esté bajo la ley, aunque la ley y los profetas testificaron de ella. Se trata de «la justicia de Dios aparte de la ley», por la fe de Jesucristo, y por eso "para todos [los hombres]", en cuanto a nacimiento, pero teniendo efecto sólo sobre "todos los que creen en Él" ("Empero ahora, la justicia de Dios sin la ley se ha manifestado, testificada por la ley, y por los profetas: La justicia, digo, de Dios, que es por la fe de Jesucristo, para todos, y sobre todos los que creen en él." Romanos 3: 21, 22 - RVR1865). Aquí es en relación especial con la redención, y por tanto, se añade que Dios ha puesto a Cristo como propiciación (propiciatorio, sacrificio expiatorio) por medio de la fe en Su sangre. Vean Romanos 3: 24-26.
En Romanos 10, se muestra que ella es incompatible con el hecho de que uno establezca su propia justicia, estando la justicia de Dios completa, y que hay que sujetarse al objetivo de la fe en Cristo, o nosotros no tenemos ni parte ni porción en ella. La Segunda Epístola a los Corintios se eleva más alto, y muestra lo que el santo es, según el evangelio de la gloria de Cristo - es hecho justicia divina en Él resucitado y glorificado (2 Corintios 5: 11-21). De ahí que, en la posterior epístola a los Filipenses, ese ejemplo maduro y de desarrollo de la experiencia Cristiana, Pablo, transportado aun hasta lo último con esta justicia nueva y divina, nos muestra que, comparada con ella, él no querría la justicia de la ley, si él pudiera tenerla. Porque lo que era de la ley ya no tenía gloria a ojos suyos, debido a la gloria que sobresalió - esa gloria que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe ("y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo, la justicia que procede de Dios sobre la base de la fe." Filipenses 3:9 - LBLA). Lejos de reemplazar la piedad práctica, esta justicia de Dios en Cristo infunde raíces profundas en el corazón, y brota en una cosecha de frutos afines, que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios (Filipenses 1:11).
Es un hecho singular que, si bien Dios usó Romanos 1:17 para la conversión de Martín Lutero, y nosotros podemos decir para la Reforma, ni él ni sus compañeros, o sus seguidores, aprendieron jamás la verdad plena comunicada mediante la bendita expresión - "la justicia de Dios." Por eso es que está, habitualmente, mal traducida en la Biblia Alemana de Lutero, donde δικαιοσύνη θεοῦ se traduce como "la justicia que es válida delante de Dios." Esto, evidentemente, está muy lejos de la verdad; porque una justicia legal, en caso de haber sido lograda por el hombre, habría sido válida delante de Dios. Pero Dios, en Su gracia, ha cumplido en Cristo y ha dado una justicia incomparablemente más elevada, es decir, una justicia divina, y nada menos que esto es lo que nosotros somos hechos en Cristo. Tal vez la imperfecta opinión abrigada por el gran Reformador Alemán puede ser, en gran medida, la causa de las fluctuaciones en su disfrute de la paz. La misma cosa tiene su aplicación a la mayoría de los Protestantes hasta nuestro día, aun donde ellos son Cristianos devotos, y, tal vez, a partir de una causa similar; ya que ellos han avanzado poco, si es que han avanzado algo, más allá de la luz que sobre este punto poseía Lutero.
THE BIBLE TREASURY (Second Edition, 1868), Vol. 1, Mayo 1857, página 191. Traducido del Inglés por: B.R.C.O. - Junio 2010.-

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