EN EL PASADO, EN EL PRESENTE Y EN EL PORVENIR
III.—Su Obra
en la Cruz y lo que se ha Realizado por Ella
Pasemos ahora a considerar la obra de Cristo
en la cruz y lo que se ha \cumplido por
ella. Pero ¿quién es capaz de disertar dignamente sobre este tema, que es el
tema de los temas? ¿Quién podría sondear el acto solemne y bendito de la muerte
del Hijo de Dios en la cruz? ¿Qué lengua o qué pluma podría describir la verdad
luctuosa, y sin embargo gloriosa, de la muerte del Justo por el injusto, de
Cristo por el impío? ¡Aquél que no conoció pecado se convirtió en pecado por
nosotros! ¡Y qué cerebro humano hay que pueda calcular la prodigiosa trascendencia
de su obra en la cruz!
Cristianos
hay que dicen que la muerte en la cruz y la obra realizada en el Calvario es
cosa conocida, que ellos no necesitan saber más sobre el particular; que lo
que ellos quieren es llegar más lejos en sus investigaciones-profundizar más. No
puede haber nada más profundo que la muerte del Hijo de Dios en la cruz, porque
su profundidad es insondable. Siempre tenemos que volvernos a la cruz. En ella
siempre aprendemos algo nuevo. Con indecible gloría sobre nosotros y con una
gloria aún mayor en perspectiva en los siglos venideros, no podremos jamás
olvidar la cruz de Cristo y el Cordero de Dios que ha redimido el pecado del
mundo. Pero nosotros jamás sabremos lo que esa sublime muerte significó para
Cristo ni lo que significó para Dios.
Se
Adjudicó el Pecado para Redimirnos
En
Hebreos, leemos de los sacrificios que los judíos ofrecían año tras año,
ofrendas que no lograban erradicar el pecado. Entonces apareció el Hijo de
Dios e hizo su gran declaración, diciendo al llegar al mundo: “Sacrificio y
presente no quisiste; más me apropiaste cuerpo: Holocaustos y expiaciones por
el pecado no te agradaron” He. 4 5,6, La preparación del cuerpo nos manifiesta
de nuevo la encarnación. Fue un cuerpo apropiado, un cuerpo sagrado, un cuerpo
inmaculado, un cuerpo en el cual no podía radicar el pecado y sobre el cual la
muerte no tenía poderío. Pero al tomar Cristo ese cuerpo dijo asimismo: “Heme aquí…para
que haga, oh Dios, tu voluntad’He.10.7. En el versículo décimo leemos: En la
cual voluntad (la voluntad de Dios, que data desde antes de la fundación del
mundo) somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una
sola vez.” Por el Espíritu Eterno Cristo se ofrendó inocente e inmaculado. El
Cordero sagrado de Dios, puro y sin mancha, vertió su preciosa sangre en la
cruz para la redención del hombre. Empero, para Cristo, que era tanto humano
como divino, ¡cuánto significaba todo esto! He aquí un Ser de santidad
perfecta, que había siempre agradado a Dios y hecho su voluntad, y sin embargo
iba a inmolarse para cumplir la voluntad de Aquél por quien era enviado. Para
Cristo el pecado era horriblemente degradante. El, lo mismo que Dios, aborrecía
y aborrece el pecado; no obstante, se lo adjudicó para redimirnos a nosotros, y
tuvo que tomar el lugar de los pecadores delincuentes y soportar el oleaje del
juicio y del furor divino. Cristo apuró hasta las heces el cáliz de la ira. Sus
sufrimientos se cuadruplicaron.
1. —EN SI MISMO. Aun antes de
llegar al huerto de Getsemaní se entristeció su espíritu. Le oímos exclamar:
“Está turbada mi alma; ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por esto
he venido en esta hora” Jn. 12.27, y dirigió la mirada hacia la cruz. ¿Y cuál
era la razón de esa agonía en el huerto? ¿Por qué era su sudor como si fueran
grandes gotas de sangre? ¿Por qué repetía la oración, “Padre mío, si es
posible, pase de mí este vaso”? ¡Cuántas explicaciones difamantes se han
escrito de sus sufrimientos en Getsemaní, como si se quisiera hacer ver que Él
se acobardó ante la muerte, o que el demonio, a fin de evitar que muriera en
la cruz, trató de matarlo, y que El temió al demonio! Pero, ¿qué fue ello?
Cristo sufrió en Sí mismo. Su alma santa retrocedía de temor ante lo que es más
abominable para el Dios santo, ante lo que era más abominable para El mismo—EL
PECADO, e iba a convertirse en pecado, siendo así que El no conocía el pecado.
Nuestra mente finita no es capaz de comprender los sufrimientos que todo ello
produjo en el Santísimo de Dios, al tener que hacerse cargo del pecado.
2. —SUFRIO A MANOS DEL HOMBRE. Esto
estaba predicho por Cristo Cuando el hombre, el hombre delincuente, depositó su
pecado en la víctima voluntaria, cayó sobre ella con cuanta maldad, infamia y
crueldad que el hombre es capaz de cometer, colmándolas sobre el bendito Hijo
de Dios. El azote, las bofetadas, la mofa, las salivas, y la vergüenza de todo
ello, la infamia de la cruz, todo le era despreciable. ¡Cuánto debía haberse
estremecido aquel cuerpo sensitivo bajo el peso de tanto oprobio!
3. —SUFRIO
DE PARTE DEL DEMONIO. El demonio le había tentado, agotando todos los recursos
que estaban a la disposición de este ser extraordinario. Recurrió a toda su
astucia y poderío con el determinado propósito de evitar que Cristo fuera a la
cruz y muriera en lugar del pecador. Y cuando por último no pudo evitarlo, cayó
sobre la víctima y derramó sobre ella todo su odio y su malicia. Se valió del
hombre para llevar a cabo su astuta obra, y sin duda también puso en juego
legiones de demonios para llevar a cabo su nefasto propósito. Y en medio de
todo, el Hijo de Dios permaneció como un cordero mudo ante el trasquilador, sin
desplegar sus labios.
4. —PERO PARA COLMO DE TODO, CRISTO SUFRIO DE
PARTE DE DIOS. Al hablar de esto debemos hacerlo con santo
recogimiento porque ello es lo más sagrado de la sacratísima obra en la cruz;
el misterio impenetrable de la obra de expiación del Hijo de Dios. De las tinieblas,
que como una mortaja envolvieron la cruz y al bendito sufridor en el execrable
leño, se oyó el lastimero clamor: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” Clamor que reveló el terrible sufrimiento que el Cordero de
Dios, el Sustituto del pecador, padeció a manos del Dios santo. Fue herido por
la desolación y la aflicción de Dios. ¿Habéis notado que en el Salmo 22 este
lamento del Crucificado está en primer término? El hombre hubiera empleado
diferente estilo al narrar los sufrimientos de Cristo. La descripción de los
sufrimientos, de no haberse escrito por la inspiración, hubiera sido un cuadro
en que en primer término se destacaran los sufrimientos físicos, tales como la
flagelación y todos los repugnantes detalles de eso que hasta la cruel Roma
llamaba muerte intermedia, representando cómo los clavos horadaban las manos
santas del Señor que tan amorosamente. habían tocado tantos cuerpos débiles,
abrumados por los pecados y llenos de dolencias físicas Ei hombre hubiera
escrito en primer término toda la agonía en la cruz y el escarnio de tal
muerte; después, habría pasado a describir, como cosa secundaria, el
ensañamiento con que se burlaban las hordas y cómo se produjo la oscuridad que
rodeó todo el recinto, y habría dejado para lo último el clamor, “Dios mío, ,
Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Pero el Espíritu Santo en esta gran
profecía coloca antes que nada el lamento de esta hondísima agonía. ¿Y por qué?
Porque en esa hora se realizaba por la única vez y para siempre la gran obra dé
expiación, la propiciación, la adjudicación del pecado, la paciente aceptación
del juicio y de la ira del Altísimo.
En el
mismo Salmo leemos lo que el hombre, J influido por el poder de Satanás,
maquinó contra Jesús. Empero Él no podía morir por obra del hombre. Está
escrito, “Tú (es decir, Dios) me has puesto en el polvo de la muerte.” “Se agravó
sobre mí tu mano” Sal. 32.4; “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” Is.53.6;
“Jehová quiso quebrántalo, sujetándole a padecimiento” Is.53.10. Y en otros
pasajes hallamos referencia a la misma obra de expiación de nuestro Señor
efectuada cuando tomó el lugar del pecador.
·
“Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre
mí” Sal 42.7.
·
“Porque tus saetas descendieron a mí”
Sal,38.2.
·
“Sobre mí ha caído tu mano” Sal. 38.2
·
“Hazme puesto en el hoyo profundo” Sal.88.6.
·
“Sobre mí se ha acostado tu ira” Sal. 88.7.
·
“Sobre mí han pasado tus iras” Sal. 88.16.
·
“Soy afligido... he llevado tus temores”
Sal.88.15.
Pero
¡cuánto significó todo esto para el Hijo de Dios! ¿Quién puede relatar su
tristeza y su profunda aflicción? Nosotros jamás llegaremos a descubrir la
inmensidad del precio del rescate. La muerte en la cruz, [con razón se ha
dicho], es un acto perfectamente insólito. Jamás podrá repetirse, y su
repetición se hace innecesaria por su eternal eficacia.