El Orden de la Casa de Dios
(1 Timoteo 2 y 1 Timoteo 3)
(e) El misterio de la piedad (versículos 14-16)
(Vv.
14, 15). "Estas cosas te escribo, esperando ir en breve a verte, por si
tardare más largo tiempo, para que sepas cómo debes portarte en la casa de Dios
(la cual es la iglesia del Dios vivo) columna y apoyo de la verdad." (VM).
El apóstol cierra esta porción de su Epístola
declarando decididamente que su razón para escribir "estas cosas" es
que Timoteo pudiera saber cómo uno debe portarse en la casa de Dios.
Se nos dice que la casa de Dios es "la iglesia
del Dios viviente" (RVR60). Ya no es más un edificio de piedras
materiales, como en el Antiguo Testamento, sino una compañía de piedras vivas -
de creyentes. Está formada por todos los creyentes viviendo en la tierra en
cualquier momento dado. Ninguna asamblea local es llamada jamás la casa de
Dios.
Asimismo, es la iglesia (asamblea) del Dios viviente.
El Dios que mora en medio de Su pueblo no es como los ídolos muertos que los
hombres adoran, que no pueden ver ni oír. Que nuestro Dios es un Dios viviente
es una verdad de importancia bendita pero solemne, pero es una verdad que
nosotros podemos olvidar fácilmente. Más adelante el apóstol nos puede decir
que nosotros podemos trabajar y sufrir oprobios, "porque esperamos en el
Dios viviente" (1 Timoteo 4:10). El Dios viviente es un Dios que se deleita
en sustentar y bendecir a Su pueblo; sin embargo, si la santidad que conviene a
Su casa no es mantenida, Dios puede poner de manifiesto que Él es el Dios
viviente en solemnes tratos gubernamentales tales como con Ananías y Safira,
quienes experimentaron la verdad de las palabras, "¡Horrenda cosa es caer
en manos del Dios vivo!" (Hebreos 10:31).
Además, aprendemos que la casa de Dios es
"columna y sostén de la verdad" (LBLA). La "columna" nos
habla de ser testigo; el "sostén" es aquello que mantiene firme. No
se dice que la casa de Dios es la verdad, sino que es la "columna" o
testigo de la verdad. Cristo en la tierra era "la verdad" (Juan
14:6), y leemos nuevamente, "tu palabra es verdad" (Juan 17:17). Por
mucho que la iglesia haya fracasado en sus responsabilidades permanece el hecho
de que, establecida por Dios en la tierra, ella es testigo y sostén de la
verdad. Dios no tiene a ningún otro testigo en la tierra. En un día de ruina
pueden ser unos pocos débiles quienes mantienen la verdad, mientras la gran
masa profesante, dejando de ser un testigo, será vomitada de la boca de Cristo.
Es importante recordar que no se dice que la
iglesia (o asamblea) enseña la verdad, sino que testifica la verdad que ya se
halla en la Palabra de Dios. La iglesia tampoco puede alegar autoridad para
decidir lo que es verdad. La Palabra es la verdad y contiene su propia
autoridad.
(V. 16). En
vista de que la iglesia es la casa de Dios - el Dios viviente - y testigo y
sostén (o baluarte) de la verdad, cuán importante es que sepamos cómo
conducirnos en la casa de Dios. Teniendo en mente la conducta piadosa el
apóstol habla del "misterio de la piedad", o del secreto de la
conducta correcta. Uno ha escrito de este pasaje, 'Esto es citado e
interpretado a menudo como si hablase del misterio de la Deidad, o del misterio
de la Persona de Cristo. Pero se trata del misterio de la piedad, o del secreto
mediante el cual toda piedad verdadera es producida - el manantial divino de
todo lo que puede ser llamado piedad en el hombre.' (J. N. Darby). Este
misterio de la piedad es lo que la piedad conoce, pero no es manifestado aún al
mundo. El secreto de la piedad reside en el conocimiento de Dios manifestado
en y por medio de la Persona de Cristo. Así, en este hermoso pasaje,
tenemos a Cristo presentado dando a conocer a Dios a los hombres y a los
ángeles. En Cristo, Dios fue manifestado en carne. La santidad absoluta de
Cristo fue vista en que Él fue justificado en el Espíritu. Nosotros somos
justificados en la muerte de Cristo: Él fue sellado y ungido completamente
aparte de la muerte - la prueba de su Santidad intrínseca. Luego, en Cristo,
como Hombre, Dios fue "visto por ángeles" (VM). En Cristo, Él fue
dado a conocer al mundo, y fue creído en el mundo. Finalmente, el corazón de
Dios se da a conocer por la presente posición de Cristo en la gloria.
Se habla de todo esto como del "misterio de la
piedad", porque estas cosas no son conocidas por el incrédulo. Una persona
tal, en efecto, puede apreciar la conducta externa que mana de la piedad; pero
el incrédulo no puede conocer el manantial secreto de la piedad. Ese secreto es
conocido sólo por los piadosos; y el secreto yace en el conocimiento de Dios; y
el conocimiento de Dios les ha sido revelado en Cristo.
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