domingo, 6 de diciembre de 2020

Lo que Dios usa en su Servidor

 1 Corintios 1.26-31. .

                       La naturaleza humana siempre es muy propensa a irse a los extremos, por lo tanto, el apóstol exhorta: “Digo pues por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” Ro, 12.3, Si no tenemos cuidado, luego nos hallaremos pensando por un lado que las cosas no pueden caminar sin nosotros, o por el otro lado que somos completamente inútiles para servir a Dios. Esta porción de las Escrituras nos es dada para poder balancear nuestra mente, para que nosotros mismos obtengamos la debida estimación.

            Cuando estamos desconsolados o desanimados y sentimos que no valemos nada para Dios, la siguien­te porción muestra lo que Dios ha escogido para su servicio y nos debe servir como un verdadero incen­tivo, “Porque lo loco de Dios es más sabio que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres. Porque mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles; antes lo necio del mun­do escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo flaco del mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es: para que ninguna carne se jacte en su presencia” 1 Co. 1,25-29, Cuando llegamos a concentrarnos en nosotros mismos y pensamos que somos muy importantes en el servicio del Señor, es bueno leer otra vez versículo 26, donde Dios dice; “No sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles”. Dios escoge lo que en la estimación del hombre es necio, flaco, vil y despreciado. Si queremos ser usados por Él debemos realizar nuestra inutilidad y debili­dad, para que Él pueda manifestar su fuerza, poder y gloria. Dios no está buscando la sabiduría o poder humano; no necesita fuerza sino flaqueza; no resisten­cia sino sumisión. Cuántos hay entre el querido pueblo de Dios quienes con todo su corazón desean servir al Señor en algo, más su inutilidad les hace retirarse de esa posibilidad, mientras que ia debiiidad es exacta­mente lo que el Señor se digna usar.

            En la parábola de los talentos, Mateo 25.14-30, tenemos el registro del Señor llamando a sus siervos y entregándoles sus bienes. Todos los que somos redimi­dos por su preciosa sangre nos ha salvado para que le sirvamos. Él es nuestro Señor y somos sus siervos en las respectivas esferas donde Él nos ha puesto, “ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios” 1 Co, 4.1. Muchas veces oímos a los creyentes decir; “Yo no tengo ningún don ni talento”, y de esa maneja se excusan de todo servicio práctico e ignoran los reclamos de su Señor, pero notemos en la parábola que a TODOS les entregó sus bienes. Otros dejan pasar sus oportunidades y no participan en el gozo de ser colaboradores con El, porque piensan que no tienen tanto talento como algún otro hermano o hermana; no reconociendo que el Maestro, quien es todo sabio ha dado a cada uno según su habilidad, “Porque si primero hay la voluntad pronta, será acep­ta por lo que tiene, no por lo que no tiene” 2 Co. 8.12, E! Señor no requiere cinco talentos de servicio mío, si solamente me ha dado dos. No debo aspirar para hacer algo que es más grande que mis fuerzas, sino debo buscar la manera de ser fiel con lo que El, en su gracia, me ha dado; no de imitar a alguno que tiene un don más grande, sino de ser yo mismo, como dice en 1 Pedro 4.11: “Si alguna ministra, mi­nistre conforme a la virtud (poder) que Dios suminis­tra: para que en todas cosas sea Dios glorificado por Jesucristo”. Algunos de los que sirven al Señor pien­san que deben y pueden imitar lo de los otros a quie­nes Dios, tal vez, ha dado el don y al hacerlo, vie­nen a ser como David cuando, al ir a pelear con Goliat, Saúl lo vistió de su armadura, pero como no estaba acostumbrado a llevarla, se encontró embara­zado por ella y al fin dijo: “Yo, no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y echando de sí Da­vid aquellas cosas, tomó SU CAYADO en su mano, y escogióse CINCO PIEDRAS LISAS DEL ARRO­YO, y púsolas en el saco pastoril y en el zurrón que traía, y con su honda en su mano fue hacia el Filis­teo” 1 S, 17.39-40. Si David se hubiera levantado para pelear con aquel Filisteo vestido de la armadura ajena, sin duda alguna, hubiera fracasado, mientras que, usando, en el poder de Dios, lo que estaba acostum­brado a usar, Dios le concedió vencer al gigante y trajo gran salud a Israel. De esa manera hermano, al imitar el servicio ajeno, por lo cual Dios no nos ha preparado, es traer en ese servicio un fracaso seguro.

            Mateo 25,19 dice; “Y después de mucho tiempo, vino el Señor de aquellos siervos, e hizo cuentas con ellos”, El tribunal de Cristo está delante de cada hijo de Dios donde encontraremos a nuestro bendito Señor. “Porque es menester que todos nosotros pa­rezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora ser bueno o malo” 2 Co. 5.10. ¡Bendito sea Dios! que la cuestión del PECADO no será levantado en aquel día, porque eso ha sido arreglado una vez y para siempre en el Calvario: pero sí, la cuestión del SERVICIO será investigado detalladamente. “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual también aclarará lo oculto de las tinieblas, y manifestará los intentos de los cora­zones: y entonces cada uno tendrá de Dios la alaban­za” 1 Co, 4.5; “Porque nadie puede poner otro fun­damento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca; la obra de cada uno será manifestada: porque el día la decla­rará: porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada. uno cuál sea, el fuego ¡¡hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, re­cibirá recompensa. Si la obra de alguno fuere que­mada, será perdida: él empero será salvo, mas, así como por fuego” 1 Co. 3.11-15, Nuestro servicio será juzgado según la virtud o poder que nos ha sido dado por su gracia. Esto se mira claramente en las palabras del Señor en Mateo 25.21-23: “Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor. Y llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste: he aquí otros dos talentos he ganado sobre ellos. Su señor le dijo: bien, buen siervo y fiel: sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor”, El que recibió dos talen­tos recibió la misma alabanza que el que había recibido cinco. “A cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él: y al que enco­mendaron mucho, más le será pedido” Lc. 12.48.

            En Éxodo 25.2-8 vemos que en el corazón de Dios se originó el deseo de tener comunión con su pueblo redimido y demorar entre ellos. ‘‘Y hacerme han un santuario, y yo habitaré entre ellos”.

            El que creó el universo con la palabra de su poten­cia ¿no hubiera podido crear el más grande y hermo­so templo que el mundo haya visto para su habita­ción? Sí, lo hubiera podido hacer, pero eso no era la manera de cumplir su deseo. En su gracia soberana Él llama a su propio pueblo para tener comu­nión con El...” hacerme han”. Otra vez notemos que” todo varón”, versículo dos, tuvo el privilegio de par­ticipar en ese gran trabajo, mas solamente los que die­ron de su voluntad, de corazón, fueron aceptos. Dios siempre desea la respuesta íntima del corazón. Si tan solo nuestro corazón está en perfecta har­monía con El, entonces todas las demás cosas en nuestras vidas luego serán ajustadas en su verdadero lugar y en sujeción a su voluntad: más, si nuestro corazón no está recto con El, aunque tengamos apa­riencia de que todo está bien, nada de lo que hace­mos puede satisfacer su corazón por la falta del amor y devoción sincera que El busca y pide. En el capítulo 85.4-26 nos muestra que los que participaron en la obra eran de corazón voluntario: y los sabios de cora­zón podían mirar las cosas pertenecientes a su gloria, aunque estaban en el desierto.

            En seguida, notamos los materiales necesitados, puestos en orden según su valor: "Oro, plata, metal; y cárdeno, y púrpura, y carmesí, y lino fino, y pelo de cabras; y cueros rojos de carneros, y cueros de tejones, y madera de Sitim; y aceite para la luminaria, y es­pecias aromáticas para el aceite de la unción, y para el perfume aromático; y piedras de ónix, y demás pedre­ría, para el efod, y para el racional”. ¿No es de admirarse que las piedras preciosas están puestas por último? Eso no fue un accidente ni coincidencia; sin duda, Dios estaba procurando impresionar a su pue­blo que su trabajo no está llevado a cabo según los estandartes humanos. El necesitaba las piedras pre­ciosas, pero no todos las hubieran tenido, El tam­bién necesitaba el oro y la plata. Cada hombre, según lo que Dios le había prosperado, tuvo el privilegio de participar en esa obra. Los que no tenían esos mate­riales podían trabajar con sus manos y traer el resul­tado de sus esfuerzos. “Además, todas las mujeres sabias de corazón hilaban de sus manos, y traían lo que habían hilado: cárdeno, o púrpura o carmesí o lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las levan­tó en sabiduría, hilaron pelos de cabras” Ex. 35.5­28. No era la cantidad ni la calidad de la ofrenda que era acepta a Dios, sino el motivo que dirigía la dádi­va lo que El apreciaba. La ofrenda más pobre y más pequeña, cuando estaba puesta en su lugar en el san­tuario, reflejaba la gloria de Dios tanto como la dádi­va más grande. Todavía necesita El y usa en su servicio lo que en los ojos del mundo es considerado necio, flaco, despreciado y vil.

            Moisés es otro ejemplo notable de eso. Hubo un día cuando él pensaba que Dios le iba a usar y salió en la energía de su carne, en el poder de la sabiduría humana, Hch. 7.22-25, más tal servicio fracasó en el propósito deseado y no trajo nada de gloria para Dios. Cuarenta años en el desierto con Dios le vació de sí mismo y le quitó cada vestigio de su fuerza humana. Este es el tipo de hombre que Dios puede usar con confianza y en Éxodo 3.10, Dios dice: “Ven por tanto ahora, y enviarte he a Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel de Egipto”. ¡Cuán manso y humilde está Moisés ahora! y aún se encoge ante esa responsabilidad y preeminencia. El respondió a Dios: “¿Quién soy yo?,¿Qué les responderé? No me creerán, ni oirán mi voz… No soy hombre de pala­bras de ayer ni de anteayer, soy tardo en el habla y torpe de lengua…, ¡Ay Señor! envía por mano del que has de enviar” Ex. 3. y 4. Así Dios toma/a ese hom­bre que se siente débil e inútil en sus propios ojos, y le usa como el salvador y líder más grande que hombre ha visto en la historia del mundo.

            Al tomar a Moisés para su servicio, el Señor tam­bién se digna usar lo que tenía, aunque era inadecuado en sí, Dios le dijo: “Qué es eso que tienes en tu ma­no? Y él respondió: Una vara” Ex. 4,2. ¡Qué absurdo pensar en usar esa vara para sacar las multitudes de Israelitas de debajo de la esclavitud del más potente monarca que había reinado en aquel entonces! ¡Cuán despreciado sería eso en los ojos de los hombres! Sin embargo, esto es exactamente lo que Dios usa: por razón de que lo que Moisés tenía en la mano, la vara, llegó a ser la propiedad de Dios completamente ren­dida a Él. “Tomó también Moisés la vara DE DIOS en su mano” Ex. 4.20. Moisés dejó aquella vara en las manos de Dios y a Él le agradó usarla maravillo­samente, Aprendamos la lección enseñada tan vívidamente en ese incidente, que el Señor no quiere que esperemos para adquirir alguna habilidad más allá de nuestra capacidad, sino desea usar exactamente lo que somos y tenemos, y lo hará si tan sólo nuestro cora­zón está en rectitud y nuestra voluntad rendida. Cuántas veces juzgamos la habilidad de Dios de usarnos, por las circunstancias en que nos encontramos, sin embargo, repetidamente Él ha demostrado su pron­titud para manifestarse por medio de su pueblo aún en las circunstancias más adversas. Por lo tanto, no tenemos que desmayarnos, antes dejemos en sus ma­nos toda nuestra vida con todas sus capacidades, para que Él la tome y pueda usarla según su voluntad, no olvidando que lo principal es una vida limpia y sincera en su presencia. “Limpiaos los que lleváis los vasos de Jehová” Is. 52.11; “Así que, si alguno se limpiare de estas cosas, será vaso para honra, san­tificado, y útil para los usos del Señor, y aparejado para toda buena obra” 2 Ti. 2.21; “Porque el que es­tima de sí que es algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que cada uno examine su obra, y enton­ces tendrá gloria sólo respecto de sí mismo, y no en otro” Ga. 6.3,4; “Si primero hay la voluntad pronta, será acepta por lo que tiene no por lo que no tiene” 2Co, 8.12.

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