La naturaleza humana siempre es muy propensa a irse a los extremos, por lo tanto, el apóstol exhorta: “Digo pues por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con templanza, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” Ro, 12.3, Si no tenemos cuidado, luego nos hallaremos pensando por un lado que las cosas no pueden caminar sin nosotros, o por el otro lado que somos completamente inútiles para servir a Dios. Esta porción de las Escrituras nos es dada para poder balancear nuestra mente, para que nosotros mismos obtengamos la debida estimación.
Cuando
estamos desconsolados o desanimados y sentimos que no valemos nada para Dios,
la siguiente porción muestra lo que Dios ha escogido para su servicio y nos
debe servir como un verdadero incentivo, “Porque lo loco de Dios es más sabio
que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres. Porque
mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, no
muchos poderosos, no muchos nobles; antes lo necio del mundo escogió Dios,
para avergonzar a los sabios; y lo flaco del mundo escogió Dios, para
avergonzar lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo
que no es, para deshacer lo que es: para que ninguna carne se jacte en su
presencia” 1 Co. 1,25-29, Cuando llegamos a concentrarnos en nosotros mismos y
pensamos que somos muy importantes en el servicio del Señor, es bueno leer otra
vez versículo 26, donde Dios dice; “No sois muchos sabios según la carne, no
muchos poderosos, no muchos nobles”. Dios escoge lo que en la estimación del
hombre es necio, flaco, vil y despreciado. Si queremos ser usados por Él
debemos realizar nuestra inutilidad y debilidad, para que Él pueda manifestar
su fuerza, poder y gloria. Dios no está buscando la sabiduría o poder humano;
no necesita fuerza sino flaqueza; no resistencia sino sumisión. Cuántos hay
entre el querido pueblo de Dios quienes con todo su corazón desean servir al
Señor en algo, más su inutilidad les hace retirarse de esa posibilidad,
mientras que ia debiiidad es exactamente lo que el Señor se digna usar.
En la
parábola de los talentos, Mateo 25.14-30, tenemos el registro del Señor
llamando a sus siervos y entregándoles sus bienes. Todos los que somos redimidos
por su preciosa sangre nos ha salvado para que le sirvamos. Él es nuestro Señor
y somos sus siervos en las respectivas esferas donde Él nos ha puesto,
“ministros de Cristo, y dispensadores de los misterios de Dios” 1 Co, 4.1.
Muchas veces oímos a los creyentes decir; “Yo no tengo ningún don ni talento”,
y de esa maneja se excusan de todo servicio práctico e ignoran los reclamos de
su Señor, pero notemos en la parábola que a TODOS les entregó sus bienes. Otros
dejan pasar sus oportunidades y no participan en el gozo de ser colaboradores
con El, porque piensan que no tienen tanto talento como algún otro hermano o
hermana; no reconociendo que el Maestro, quien es todo sabio ha dado a cada uno
según su habilidad, “Porque si primero hay la voluntad pronta, será acepta por
lo que tiene, no por lo que no tiene” 2 Co. 8.12, E! Señor no requiere cinco
talentos de servicio mío, si solamente me ha dado dos. No debo aspirar para
hacer algo que es más grande que mis fuerzas, sino debo buscar la manera de ser
fiel con lo que El, en su gracia, me ha dado; no de imitar a alguno que tiene
un don más grande, sino de ser yo mismo, como dice en 1 Pedro 4.11: “Si alguna
ministra, ministre conforme a la virtud (poder) que Dios suministra: para que
en todas cosas sea Dios glorificado por Jesucristo”. Algunos de los que sirven
al Señor piensan que deben y pueden imitar lo de los otros a quienes Dios,
tal vez, ha dado el don y al hacerlo, vienen a ser como David cuando, al ir a
pelear con Goliat, Saúl lo vistió de su armadura, pero como no estaba acostumbrado
a llevarla, se encontró embarazado por ella y al fin dijo: “Yo, no puedo andar
con esto, porque nunca lo practiqué. Y echando de sí David aquellas cosas,
tomó SU CAYADO en su mano, y escogióse CINCO PIEDRAS LISAS DEL ARROYO, y
púsolas en el saco pastoril y en el zurrón que traía, y con su honda en su mano
fue hacia el Filisteo” 1 S, 17.39-40. Si David se hubiera levantado para
pelear con aquel Filisteo vestido de la armadura ajena, sin duda alguna,
hubiera fracasado, mientras que, usando, en el poder de Dios, lo que estaba
acostumbrado a usar, Dios le concedió vencer al gigante y trajo gran salud a
Israel. De esa manera hermano, al imitar el servicio ajeno, por lo cual Dios no
nos ha preparado, es traer en ese servicio un fracaso seguro.
Mateo
25,19 dice; “Y después de mucho tiempo, vino el Señor de aquellos siervos, e
hizo cuentas con ellos”, El tribunal de Cristo está delante de cada hijo de
Dios donde encontraremos a nuestro bendito Señor. “Porque es menester que todos
nosotros parezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según
lo que hubiere hecho por medio del cuerpo, ora ser bueno o malo” 2 Co. 5.10.
¡Bendito sea Dios! que la cuestión del PECADO no será levantado en aquel día,
porque eso ha sido arreglado una vez y para siempre en el Calvario: pero sí, la
cuestión del SERVICIO será investigado detalladamente. “Así que, no juzguéis
nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual también aclarará lo
oculto de las tinieblas, y manifestará los intentos de los corazones: y
entonces cada uno tendrá de Dios la alabanza” 1 Co, 4.5; “Porque nadie puede
poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si alguno
edificare sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno,
hojarasca; la obra de cada uno será manifestada: porque el día la declarará:
porque por el fuego será manifestada; y la obra de cada. uno cuál sea, el fuego
¡¡hará la prueba. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá
recompensa. Si la obra de alguno fuere quemada, será perdida: él empero será
salvo, mas, así como por fuego” 1 Co. 3.11-15, Nuestro servicio será juzgado
según la virtud o poder que nos ha sido dado por su gracia. Esto se mira
claramente en las palabras del Señor en Mateo 25.21-23: “Y su señor le dijo:
Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré:
entra en el gozo de tu Señor. Y llegando también el que había recibido dos
talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste: he aquí otros dos talentos
he ganado sobre ellos. Su señor le dijo: bien, buen siervo y fiel: sobre poco
has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor”, El que
recibió dos talentos recibió la misma alabanza que el que había recibido
cinco. “A cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él: y
al que encomendaron mucho, más le será pedido” Lc. 12.48.
En Éxodo
25.2-8 vemos que en el corazón de Dios se originó el deseo de tener comunión
con su pueblo redimido y demorar entre ellos. ‘‘Y hacerme han un santuario, y
yo habitaré entre ellos”.
El que
creó el universo con la palabra de su potencia ¿no hubiera podido crear el más
grande y hermoso templo que el mundo haya visto para su habitación? Sí, lo
hubiera podido hacer, pero eso no era la manera de cumplir su deseo. En su
gracia soberana Él llama a su propio pueblo para tener comunión con El...”
hacerme han”. Otra vez notemos que” todo varón”, versículo dos, tuvo el
privilegio de participar en ese gran trabajo, mas solamente los que dieron de
su voluntad, de corazón, fueron aceptos. Dios siempre desea la respuesta íntima
del corazón. Si tan solo nuestro corazón está en perfecta harmonía con El,
entonces todas las demás cosas en nuestras vidas luego serán ajustadas en su
verdadero lugar y en sujeción a su voluntad: más, si nuestro corazón no está
recto con El, aunque tengamos apariencia de que todo está bien, nada de lo que
hacemos puede satisfacer su corazón por la falta del amor y devoción sincera
que El busca y pide. En el capítulo 85.4-26 nos muestra que los que
participaron en la obra eran de corazón voluntario: y los sabios de corazón
podían mirar las cosas pertenecientes a su gloria, aunque estaban en el
desierto.
En
seguida, notamos los materiales necesitados, puestos en orden según su valor:
"Oro, plata, metal; y cárdeno, y púrpura, y carmesí, y lino fino, y pelo
de cabras; y cueros rojos de carneros, y cueros de tejones, y madera de Sitim;
y aceite para la luminaria, y especias aromáticas para el aceite de la unción,
y para el perfume aromático; y piedras de ónix, y demás pedrería, para el efod,
y para el racional”. ¿No es de admirarse que las piedras preciosas están
puestas por último? Eso no fue un accidente ni coincidencia; sin duda, Dios
estaba procurando impresionar a su pueblo que su trabajo no está llevado a
cabo según los estandartes humanos. El necesitaba las piedras preciosas, pero
no todos las hubieran tenido, El también necesitaba el oro y la plata. Cada
hombre, según lo que Dios le había prosperado, tuvo el privilegio de participar
en esa obra. Los que no tenían esos materiales podían trabajar con sus manos y
traer el resultado de sus esfuerzos. “Además, todas las mujeres sabias de
corazón hilaban de sus manos, y traían lo que habían hilado: cárdeno, o púrpura
o carmesí o lino fino. Y todas las mujeres cuyo corazón las levantó en
sabiduría, hilaron pelos de cabras” Ex. 35.528. No era la cantidad ni la
calidad de la ofrenda que era acepta a Dios, sino el motivo que dirigía la dádiva
lo que El apreciaba. La ofrenda más pobre y más pequeña, cuando estaba puesta
en su lugar en el santuario, reflejaba la gloria de Dios tanto como la dádiva
más grande. Todavía necesita El y usa en su servicio lo que en los ojos del
mundo es considerado necio, flaco, despreciado y vil.
Moisés es otro ejemplo notable de
eso. Hubo un día cuando él pensaba que Dios le iba a usar y salió en la energía
de su carne, en el poder de la sabiduría humana, Hch. 7.22-25, más tal servicio
fracasó en el propósito deseado y no trajo nada de gloria para Dios. Cuarenta
años en el desierto con Dios le vació de sí mismo y le quitó cada vestigio de
su fuerza humana. Este es el tipo de hombre que Dios puede usar con confianza y
en Éxodo 3.10, Dios dice: “Ven por tanto ahora, y enviarte he a Faraón, para
que saques a mi pueblo, los hijos de Israel de Egipto”. ¡Cuán manso y humilde
está Moisés ahora! y aún se encoge ante esa responsabilidad y preeminencia. El
respondió a Dios: “¿Quién soy yo?,¿Qué les responderé? No me creerán, ni oirán
mi voz… No soy hombre de palabras de ayer ni de anteayer, soy tardo en el
habla y torpe de lengua…, ¡Ay Señor! envía por mano del que has de enviar” Ex.
3. y 4. Así Dios toma/a ese hombre que se siente débil e inútil en sus propios
ojos, y le usa como el salvador y líder más grande que hombre ha visto en la
historia del mundo.
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