Hemos pasado un año que no esperábamos pasar como lo hemos
hecho. Lo iniciamos en forma eufórica celebrando el año nuevo y deseándonos que
el nuevo año sea aun mejor que el anterior. Pensamos en los proyectos que vamos
a comenzar, y los que vamos a concretar. Pero ninguno imaginó que lo sucedido
en una lejana ciudad del oriente, Wuhan,
Hubei China, que iba a afectar de una manera tan global. Casi al
comenzar el año, los noticiarios comenzaron a reportar que había aparecido un
nuevo virus del cual no se tenía noticias, el cual era potencialmente mortal,
sobre todo con los que padecían alguna enfermedad crónica o de base. Lo
llamaron COVID-19, porque es de la familia de los coronavirus. En un principio
fue una epidemia local, al finalizar enero y comenzar febrero, ya era una
pandemia que estaba afectando a muchos países.
Luego
llegó a nuestra tierra. Provocó que en muchos lugares se decretase cuarentena.
Miles de persona quedaron sin empleos.
Las reuniones en las congregaciones se cancelaron, por temor de que
alguien contagiado contagiase a los demás de forma involuntaria. Al poco andar, supimos de hermanos que
estaban contagiados, que fueron hospitalizados, y tal vez, algunos murieron
solos en las salas de aislamientos de aquellas instituciones.
Este
año ha sido de dolor, porque nos han dejado seres queridos que no esperábamos
que partieran, y que amábamos profundamente; y otros, han quedado postrados de
una manera irrecuperable.
La
cita que da el nombre del título de esta reflexión final, nos indica que no
debemos preocuparnos tanto por el porvenir, si bien es cierto que debemos
trabajar (cf. 2 Tes 3:10) y proveernos de lo necesario con equilibrio y mesura,
a depender completamente de Dios nuestro Padre, tanto en la vida como en la
muerte. Tal es nuestra dependencia que deberíamos tenerlo presente incluso en
la planificación de un viaje o un nuevo trabajo, deberíamos dejarlo a la plena
voluntad de Él. Hagámosle caso a Santiago (4:13-17 cf. Pro 16:3), porque
estando bajo la plena dependencia del Padre, aunque puerta de trabajo se nos
cierren, o viajes planificados no se concreten, es, de seguro, para mejor.
En la Escritura tenemos ejemplo de
lo que no debemos hacer y de las consecuencias de no poner nuestra confianza en
Dios. El rico de la parábola (Lucas 12:16-21) es una de estas personas
autosuficientes que encontramos en todas partes de este planeta. Él no leyó, o
no hizo caso lo que el Espíritu Santo aconsejó por medio de Salomón en sus
proverbios: “No te jactes del día de mañana; Porque no sabes qué dará de sí el día”. (Pro 27:1). Ese rico planificó como si Dios no existiese, como si pudiese él
vivir muchos años más para gozar de los bienes que había atesorado en su
egoísmo y en su avaricia.
Pero nosotros no somos como el rico,
tenemos un Padre —y recalco esta palabra: “Padre”—que se preocupa por nosotros,
que sabe cuantos cabellos nos quedan en nuestra cabeza (Mat.
10:30), que sabe si nuestros calzados están gastados en su servicio o nuestras
prendas de vestir están rotas o si hemos comido suficiente o no. Nuestro Padre
recompensa a las personas que dan un vaso de agua a sus siervos (Mar. 9:41;
Mat. 10:42). Nuestro Padre esta consiente de todo lo que sucede a nuestro
alrededor, nada escapa a su mirada escrutadora.
Hemos
sufrido pérdidas de familiares, o la empresa donde se trabajaba cerró y no tenemos
trabajo para mantener a nuestra familia y pagar nuestras deudas. Consolémonos confiando
que Dios nos cuida y nos da lo necesario. “Y sabemos que a los
que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme
a su propósito son llamados” (Rom 8:28).
Pensemos en Job, que Dios permitió a Satanás probarlo quitándole todo lo que
poseía (bienes, familia, salud), pero al final la bendición de Dios fue mucho mayor
que lo que pudo haber tenido si no hubiese sido probado (Job 42:10).
Este
año ya finaliza, el año nuevo se acerca, esta vez que lo que planifiquemos para
el próximo año sea enteramente bajo el control de nuestro Padre Celestial.
Finalizamos
como las Palabras de este hermoso himno escrito por J. Fuller:
I
II
III
IV
No hay comentarios:
Publicar un comentario