El espiritismo moderno data del siglo pasado. En 1848 vivía en el estado de Nueva York un granjero llamado Fox. Tenía dos hijas, una de doce años y otra de nueve. Por circunstancias extraordinarias tuvieron conciencia de los esfuerzos hechos por una persona invisible para entrar en contacto con ellas. Estas comunicaciones tuvieron lugar por medio de golpeteos. Pronto inventaron un alfabeto y el espíritu declaró que era el de un vendedor de biblias que había sido asesinado y que estaba enterrado bajo el piso de esa casa. Se efectuaron las investigaciones pertinentes y en el lugar indicado fueron hallados huesos y cabellos.
Estas extrañas comunicaciones llamaron la
atención y el movimiento se esparció tan rápidamente que en 1871 el número de
simpatizantes era, según diversos cálculos, de ocho a once millones.
Actualmente, el espiritismo posee una literatura muy extendida y con tendencia
a crecer. En general, no se tiene una idea de la extensión que ha tomado la
creencia en las relaciones imaginarias con los espíritus de aquellos que han
muerto.
Las jóvenes señoras de las que he hablado
al principio tenían la impresión de que aquellos espíritus que participaban en
sus sesiones de espiritismo eran los de personas que en otro tiempo habían
vivido en la tierra. Se equivocaban. El Señor Jesucristo es aquel que tiene
"las llaves de la muerte y del Hades" (Apocalipsis 1: 18). Solamente
él puede abrir la puerta del Hades para que los espíritus sean liberados;
únicamente él puede arrancar un cuerpo de la tumba. Lo hará sólo en dos ocasiones:
primeramente, cuando tenga lugar la primera resurrección, cuando a su venida
los muertos en Cristo resucitarán en gloria (1 Tesalonicenses 4: 16), y a
continuación cuando los malos resucitarán para presentarse a juicio (Juan 5:
29). Las relaciones imaginarias con los espíritus de aquellos que han muerto
son, en realidad, relaciones con los malos espíritus o demonios que se
presentan como personas que han vivido alguna vez en la tierra.
Después
de haber hablado largo y tendido con aquellas señoras, tanto que no puedo
reseñarlo aquí, insistí ante ellas acerca de lo peligroso que era tener esta
intimidad con el diablo y les supliqué que rompieran con tal relación impura.
En caso de que persistieran, puse sobre sus conciencias la piedra de toque que
da la Palabra de Dios en 1 Corintios 12: 3 y 1 Juan 4:1-4 y les rogué con
insistencia que confesaran claramente y sin equívoco la deidad y el señorío de
Jesús.
El
martes siguiente, algunas personas se habían reunido para la oración y la
lectura de la Palabra de Dios, en casa del amigo del cual he hablado. Las tres
jóvenes señoras también estaban presentes, después de haber tenido la noche
anterior su última entrevista con los espíritus. El relato que hicieron fue
horrible de escuchar. Sería muy largo de contar aquí los detalles y poco
provechoso excitar una curiosidad malsana en relación con las cosas que Dios ha
prohibido tan positivamente. Basta decir que las respuestas dadas fueron tan
poco satisfactorias y que la hostilidad hacia la persona de Cristo y la Palabra
de Dios tan claramente manifiestas, que se sintieron profundamente alarmadas y
juzgaron de una vez por todas que el sistema entero era del diablo. Desde
aquel momento renunciaron a toda relación con los espíritus.
Si
bien han transcurrido muchos años desde aquel día, su recuerdo no se me ha
borrado, así como el de la advertencia hecha en el capítulo que leímos, el que
habla del Anticristo, "cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran
poder y señales y prodigios mentirosos" (2 Tesalonicenses 2: 9).
El
espiritismo es una cosa real. Sin duda, en más de un caso, se trata de
charlatanería; pero encierra también muchas cosas verdaderamente sobrenaturales.
El Espíritu de Dios no es el autor de ellas, porque siempre glorifica a Cristo.
No tengo ninguna duda en afirmar que es satánico, es como un anticipo de este
"poder engañoso" (v. 11) que caracterizará los días del Anticristo.
Las
reflexiones que siguen a continuación fueron escritas en la época en que
transcurrió el incidente mencionado. Tenían por objeto ayudar a las tres
señoras, más directamente interesadas en este asunto, y a otras personas que
pudieran caer en esta trampa del diablo. El mal, lejos de disminuir, aumenta, y
todos aquellos que no se han convertido "de las tinieblas a la luz, y de
la potestad de Satanás a Dios" (Hechos 26: 18) por el poder salvador del
Evangelio, pronto serán arrastrados por el torrente irresistible de la
incredulidad y por las mentiras de Satanás.
Aquel
que es verdaderamente hijo de Dios no tiene por qué temerle al mal.
"Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido, porque mayor es el
que está en vosotros (el Espíritu Santo), que el que está en el mundo (el
diablo)" (1 Juan 4: 4). Todo miembro de la familia de Dios debe tener la
seguridad actual del perdón de sus pecados: "Os escribo a vosotros,
hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre" (1
Juan 2: 12). Además, todo hijo de Dios posee ahora la vida eterna, una vida a
la cual el poder de Satanás no puede tocar: "Yo les doy vida eterna",
dice Jesús de sus ovejas, "y no perecerán jamás" (Juan 10: 28), y además:
"Aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue
engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca" (1 Juan 5: 18).
Aun los "hijitos" en la familia de Dios tienen la unción de parte del
Santo (o sea que poseen el Espíritu de Dios) y conocen la verdad. Saben
también que Cristo es la verdad y que toda doctrina, por más verosímil que
parezca, pero que tienda a oscurecer su gloria, proviene de Satanás.
"Y ahora, hijitos, permaneced en
él" (1 Juan 2:28).
Dios, en el Antiguo Testamento, dice a su
pueblo: "No sea hallado en ti... quien practique adivinación, ni agorero,
ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien
consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que
hace estas cosas" (Deuteronomio 18:10-12, véase también Levítico 19:31;
20:27). Merced a estos versículos conocemos los pensamientos de Dios relativos
a aquellos que se entregan a tales prácticas, y ello debe bastar a todo hijo
de Dios para abstenerse de tener cualquier contacto con aquellos que profesan
tener relación con los espíritus, al margen de la cuestión de si estos espíritus
son buenos o malos. "Quien practique adivinación" o "quien
consulte a los muertos" está escrito, y no se nos dice que los buenos
espíritus estén exceptuados.
Según el mismo pasaje de Deuteronomio,
vemos que consultar a los espíritus y a los muertos era algo común entre los
paganos: "No aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas
naciones" (v. 9), dice la Escritura. Como habían perdido el verdadero
conocimiento de Dios, buscaban suplir tal pérdida con un poder sobrenatural que
en realidad era de Satanás, "el dios de este siglo" (2 Corintios
4:4). Pero el pueblo de Dios no puede actuar de esta manera. Por esta razón
Saúl, al subir al trono, exterminó en Israel a todos o a casi todos los
evocadores de espíritus y a los echadores de buenaventura. Dios había previsto
que su pueblo pudiese conocer su pensamiento por mejores caminos.
En tiempos pasados, Dios hablaba por
sueños o directamente por medio de los profetas inspirados por su Espíritu,
como así también por el sacerdocio mediante los Urim y Tumim. Debido a que
todos estos medios habían fallado, a causa del pecado de Saúl, este desgraciado
rey fue conducido a buscar una mujer que consultaba los espíritus (1 Samuel
28). Haber recurrido a esto, lo que estaba prohibido, fue una de las razones de
su muerte como juicio de Dios. "Así murió Saúl por su rebelión con que
prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y
porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová" (1 Crónicas 10: 13-14).
Es evidente que la adivina de Endor no
estaba acostumbrada a hacer aparecer a los muertos, a juzgar por su sorpresa al
ver a Samuel: el espíritu que ella y sus semejantes decían consultar era un
demonio que se presentaba como la persona a la que se deseaba ver. Su espanto
al ver a Samuel, a quien parece no reconocer, demuestra claramente que algo
extraordinario había tenido lugar. En efecto, era Dios quien intervenía para
traer realmente a Samuel de entre los muertos, el cual anuncia de parte de Jehová
el juicio que había de caer sobre Saúl. Es digno de mencionar lo que Saúl dice
en 1 Samuel 28: 15: "Dios se ha apartado de mí", expresión que no
tiene el sentido de relación íntima, como lo vemos en la expresión
"Jehová", empleada por Samuel en el versículo siguiente.
En Isaías
8: 19-20, se habla de un pueblo que piensa consultar a su Dios por intermedio
de los encantadores y adivinos, y el profeta, como sorprendido de que alguien
sea tan insensato, pregunta: "¿Consultará a los muertos por los vivos?"
Que se consultase a Dios, estaba bien, pero consultar a los muertos por medio
de vivos era una locura inexcusable, y entonces somos conducidos a la ley y al
testimonio que encierran el pensamiento de Dios revelado, por el cual podemos
juzgar cualquier comunicación que tenga la pretensión de venir de Él o de otra
fuente.
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