Solamente cuando el creyente llega a comprender con claridad cuanto empeño, cuidado y esmero Dios empleó para completar las Escrituras, estará en condiciones de apreciar el alcance de la indiscutible afirmación: “Ninguna profecía de la Escritura es de particular interpretación, porque la profecía no fue en los tiempos pasados traída por voluntad humana, sino los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo
Las Escrituras no son el producto
del intelecto humano, aunque el Señor dio el intelecto y lo utilizó. Entendemos
que aquellos varones han sido tan sólo instrumentos en las manos invisibles
suyas para transmitir Su voluntad, Su sabiduría y Su consejo: en UN SOLO
MENSAJE. Ellos mismos no siempre entendían el significado de lo revelado
-como lo confiesa Daniel con toda honestidad: “Y yo oí, más no entendí”
(Daniel 12:8).
DIOS NO SE VALIO DE UN SOLO
HOMBRE, aunque bien podría haberlo hecho: emplea más de treinta autores, y
esto, sin duda, para que el milagro de la formación del Sagrado Volumen no
fuese dudado por nadie y mayormente por quienes dicen que creen.
Para ello Dios escogió a hombres de
distintas épocas, cultura, preparación y ocupación: algunos ilustres como
Moisés, David, Daniel y Pablo; otros, por el contrario, un boyero como Amos,
pescadores, pastores, etc. Y, sin embargo. ¡Qué uniformidad de pensamiento!
¡Qué desenvolvimiento del plan preconcebido! ¡Qué revelación de propósitos de
gracia y amor!
Este trabajo arduo demandó tiempo,
ya que estos profetas y apóstoles tenían que ser preparados previamente para
ello. ¡Asombrosa paciencia y buena voluntad de Dios! ¿Cuánto tiempo insumió la
preparación de Moisés? 80 años! ¿Por qué sendero tuvo que conducir a Jonás?
¡Tres días en el vientre de un gran pez! ¡Cuán extraordinarias las experiencias
de Daniel: una noche en la fosa de los leones! de Pablo: “arrebatado hasta el
tercer cielo”; y de Juan —desterrado a la isla que es llamada Patmos! Y, ¿Qué
diremos de Lucas? ¡Qué diligente entendimiento “de arriba” obtuvo por el
vehemente anhelo de que tal buen Teófilo” fuese bien establecido “en la fe una
vez dada a los santos”! Y todo esto lo disponía el Espíritu Santo con el
intento y determinación de revelar a Dios al ser humano caído, con el propósito
de levantarlo a la dignidad originalmente propuesta para el: “Nuestra
imagen...Nuestra semejanza”. (Gen. 1:26; 1 Jn. 3:2).
DIOS NO LAS ENTREGO DE UNA VEZ,
sino a través de dieciséis siglos. Pero una vez completadas, dice: “Si
alguno añadiere a estas cosas, Dios pondrá sobre él las plagas que están
escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras de este libro, Dios
quitará su parte del libro de la vida” (Apoc. 22:18,19). ¡Qué
recomendación! ¡Qué aviso! ¡Qué advertencia!
Todo lo que el hombre debe, puede y
necesita saber está escrito, y está escrito de una manera singular, como en
ningún otro libro; y todo lo que en él no se halla incluido son “las cosas
secretas que pertenecen a Jehová nuestro Dios” (Deut. 29:29). La verdad
está esparcida a lo largo de sus muchas páginas y solamente el creyente
aplicado, diligente, humilde y temeroso de Dios puede ser llevado al secreto de
la misma. “El secreto de Jehová es para los que le temen; y a ellos hará
conocer su alianza”.
DIOS VELO CELOSAMENTE POR LA
COMPILACION EXACTA de las Escrituras, para que nada falte, ni se infiltre
algo humano en ellas. Un rey intentó destruir una parte, pero “fue palabra
de Jehová a Jeremías, después que el rey quemó el rollo: vuelve a tomar otro
rollo, y escribe en él todas las palabras primeras, que estaban en el primer
rollo que quemó Joacim” (Jeremías 36:27,28), anulando con ello su maligna
intención. Y, así como “Para siempre, oh Jehová, permanece Tu palabra en los
cielos” (Sal. 119:89), tenemos la palabra profética permanente en la tierra
(2da. Pedro 1:19). Sabio y bendecido será aquel que con sinceridad hace suya la
oración que a tantos ha hecho mucho bien: “Abre mis ojos, y miraré las
maravillas de tu ley” (Sal. 119:18). •
Tomado
de: “Sendas de Luz, 2016”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario