sábado, 12 de marzo de 2022

La Restauración

 En el Salmo 32 vemos cómo David consiguió el perdón de sus pecados, que sin duda incluyeron su nefando crimen contra Urías. Pero cuando llegamos al Salmo 51 vemos los grandes ejercicios de alma que tuvo David para conseguir la restauración.

            Cuando una persona se somete a una operación quirúrgica, por lo regular el médico le impone una dieta por unos días después, hasta que consiga la plena restauración de su fuerza física. Pero, hay creyentes que, después de haber alcanzado el perdón de un pecado de gravedad, no han mostrado la debida contrición de espíritu sino han procedido como si no hubieran experimentado fracaso alguno en su vida. Esta falta de ejercicio y humillación les ha expuesto a un ataque nuevo de parte del enemigo, resultando en el desastre. David alcanzó el perdón, pero también sintió la necesidad de una completa restauración, y no se contentó con nada menos.

El alejamiento

            En el Salmo 51 es instructivo notar las consecuencias funestas del pecado:

1. El pecado deja una mancha muy fea en el corazón: “lávame más y más; purifícame … lávame; crea en mí, oh Dios, un corazón limpio”.

2. El pecado es un insulto al carácter de Dios. El corazón de nuestro Padre celestial sufre hondamente cada vez que un hijo suyo peca. “Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos”.

3. El alma queda abatida y triste. “Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido”.

4. El pecado produce una nube entre el creyente y su Señor. “Esconde tu rostro de mis pecados”.

5. El espíritu del creyente sufre un desperfecto cuando uno peca. “Renueva un espíritu recto dentro de mí”.

6. El creyente que persiste en su pecado, o no lo confiesa, al fin se halla abandonado por Dios. “No me eches de delante de ti”.

7. Al pecar, el creyente pierde el gozo de la salvación. “Vuélveme el gozo de tu salvación”. Sin ese gozo, no tiene filo su testimonio. “Entonces [una vez restaurado] enseñaré a los transgresores …”

8. El pecado tapa la boca del creyente en cuanto a la alabanza a Dios. “Líbrame …cantará mi lengua tu justicia”.

El retorno

            Es sumamente fácil extraviarse de Dios por la senda del pecado. Es cuesta abajo, mientras que el camino de regreso es cuesta arriba. David clamaba a Dios con espíritu quebrantado, corazón contrito y humillado, pero tenía la plena confianza de que Dios le oiría y le concedería una restauración completa.

            Cuando sacamos la cuenta, viendo cuán costoso es el pecado para Dios y nosotros, y muchas veces para la víctima de nuestra transgresión, ciertamente se nos impone un temor filial. A la vez nos despierta una vigilancia mayor contra nuestros tres enemigos que nos incitan a pecar.

            Algunos han presumido imitar el pecado de David, pensando que ellos también alcanzarían el perdón y restauración porque David lo recibió. Pero uno no puede tocar el alquitrán sin mancharse las manos, ni jugar con la candela sin quemarse. David destruyó el hogar de Urías y él tuvo que cosechar en su hogar de la semilla que sembró. Dios decretó que la espada no se apartaría de su casa, y sucesivamente la tranquilidad de su familia iba sufriendo golpes trágicos hasta el fin de su vida. Dios tenía que vengar la sangre de su fiel siervo Urías.

            La Palabra nos exhorta a apartarnos de toda especie de mal, y así cantamos:

 

Evita el pecado, procura agradar
a Dios, a quien debes por siempre ensalzar.
No manche tus labios impúdica voz;
tu corazón guarda de codicia atroz.

Santiago Saword

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