En el Salmo 32 vemos cómo David consiguió el perdón de sus pecados, que sin duda incluyeron su nefando crimen contra Urías. Pero cuando llegamos al Salmo 51 vemos los grandes ejercicios de alma que tuvo David para conseguir la restauración.
Cuando una persona se somete a una
operación quirúrgica, por lo regular el médico le impone una dieta por unos
días después, hasta que consiga la plena restauración de su fuerza física.
Pero, hay creyentes que, después de haber alcanzado el perdón de un pecado de
gravedad, no han mostrado la debida contrición de espíritu sino han procedido
como si no hubieran experimentado fracaso alguno en su vida. Esta falta de
ejercicio y humillación les ha expuesto a un ataque nuevo de parte del enemigo,
resultando en el desastre. David alcanzó el perdón, pero también sintió la
necesidad de una completa restauración, y no se contentó con nada menos.
El
alejamiento
En el Salmo 51 es instructivo notar
las consecuencias funestas del pecado:
1. El pecado deja una
mancha muy fea en el corazón: “lávame más y más; purifícame … lávame; crea en
mí, oh Dios, un corazón limpio”.
2. El pecado es un
insulto al carácter de Dios. El corazón de nuestro Padre celestial sufre
hondamente cada vez que un hijo suyo peca. “Contra ti, contra ti solo he
pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos”.
3. El alma queda abatida
y triste. “Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has
abatido”.
4. El pecado produce una
nube entre el creyente y su Señor. “Esconde tu rostro de mis pecados”.
5. El espíritu del
creyente sufre un desperfecto cuando uno peca. “Renueva un espíritu recto
dentro de mí”.
6. El creyente que
persiste en su pecado, o no lo confiesa, al fin se halla abandonado por Dios.
“No me eches de delante de ti”.
7. Al pecar, el creyente
pierde el gozo de la salvación. “Vuélveme el gozo de tu salvación”. Sin ese
gozo, no tiene filo su testimonio. “Entonces [una vez restaurado] enseñaré a
los transgresores …”
8. El pecado tapa la boca
del creyente en cuanto a la alabanza a Dios. “Líbrame …cantará mi lengua tu
justicia”.
El
retorno
Es sumamente fácil extraviarse de
Dios por la senda del pecado. Es cuesta abajo, mientras que el camino de
regreso es cuesta arriba. David clamaba a Dios con espíritu quebrantado,
corazón contrito y humillado, pero tenía la plena confianza de que Dios le
oiría y le concedería una restauración completa.
Cuando sacamos la cuenta, viendo cuán costoso es el
pecado para Dios y nosotros, y muchas veces para la víctima de nuestra
transgresión, ciertamente se nos impone un temor filial. A la vez nos despierta
una vigilancia mayor contra nuestros tres enemigos que nos incitan a pecar.
Algunos han presumido imitar el pecado de David, pensando
que ellos también alcanzarían el perdón y restauración porque David lo recibió.
Pero uno no puede tocar el alquitrán sin mancharse las manos, ni jugar con la
candela sin quemarse. David destruyó el hogar de Urías y él tuvo que cosechar
en su hogar de la semilla que sembró. Dios decretó que la espada no se
apartaría de su casa, y sucesivamente la tranquilidad de su familia iba
sufriendo golpes trágicos hasta el fin de su vida. Dios tenía que vengar la
sangre de su fiel siervo Urías.
La Palabra nos exhorta a apartarnos de toda especie de
mal, y así cantamos:
No hay comentarios:
Publicar un comentario