3. Agar
“Mi socorro viene de Dios”. (Salmo
121.2)
La historia está en Génesis 16 y
21.9-21.
Día
tras día Agar caminaba por el desierto de Shur, anhelando llegar a Egipto, su
tierra natal - una mujer desechada, desprovista y encinta. Dios le había
prometido a Abraham un hijo con su esposa Sara, pero los años pasaron y el hijo
prometido no había nacido. Entonces ellos planearon ayudar a Dios. Hemos notado
que Sara, en su incredulidad, le sugirió a Abraham procrear hijos con su sierva
Agar, y que cuando Agar salió embarazada, miraba a Sara con desprecio. Luego
Sara la afligía, y Agar, sin derecho de hacerlo, huyó del hogar.
Por
lo tanto, Agar estaba a punto de perecer en el desierto. Pero el Ángel de
Jehová la halló al lado de una fuente de agua y habló con ella sobre sus
circunstancias, aconsejándola a volver a su ama y someterse a ella. El Ángel de
Jehová prometió multiplicar su descendencia, declaró el nombre de su hijo antes
de su nacimiento y describió cómo sería el comportamiento de él entre sus
hermanos.
El
resultado fue que Agar entendió que el Ángel era Dios mismo y le dijo: “Tú eres
el Dios que puede ser visto”. Las Escrituras declaran que "a Dios nadie le
vio jamás” (Juan 1.18) en referencia a Dios Padre. Así que creemos que el Ángel
de Jehová que le apareció primero a Abraham, luego a Agar y después a otros en
el Antiguo Testamento fue Dios Hijo, el Señor Jesucristo. ¡Cuán maravillosa fue
la revelación que la pobre esclava egipcia en su profunda necesidad recibió
aquel día! Él es el mismo Dios que nos ve cuando más necesitamos su ayuda.
Entonces
Agar le dijo al Señor: “Tú eres el Dios que puede ser visto” y llamó el pozo
“El pozo de Él que vive y me ve”. ¡Cuán improbable era que una esclava
procedente de un país pagano fuera una de las primeras en darle un nombre a
Dios! Y eso fue el resultado de la revelación maravillosa que recibió en su
profunda necesidad.
Humilde
ahora, Agar regresó a la casa de Abraham y Sara, y más tarde dio a luz un hijo
cuyo nombre fue Ismael, que significa “Dios oye”. Catorce años después, en otra
ocasión, ya no era Agar que estaba despreciando a Sara, sino Ismael que estaba
burlándose de Isaac (Génesis 21.9). Entonces Abraham, por órdenes de Sara y con
la aprobación de Dios, tuvo que despedir definitivamente a Agar y a su hijo
Ismael y él les dio solamente pan y un odre de agua.
Agar
e Ismael se fueron y anduvieron errantes por el desierto de Beerseba. Cuando
llegaron al fin de sus recursos Agar dejó al muchacho debajo de un arbusto y
fue a sentarse sola a cierta distancia porque no quería ver a su hijo morir.
Pero Dios oyó al joven llorando y el Ángel de Dios, quien
creemos que fue el Señor Jesucristo, le habló a Agar desde el cielo, diciendo:
“No temas, Dios ha oído la voz del muchacho”. (El mandamiento de Dios repetido
más veces en la Biblia es “no temas”). Entonces Dios le abrió los ojos a Agar y
ella, viendo una fuente de agua, llenó el odre con agua y le dio de beber a su
hijo. Leemos que Dios estaba con el muchacho.
Dios
le abrió los ojos de Agar y ella vio un pozo de agua. El Espíritu Santo abre el
corazón de las personas que están buscando la salvación y las lleva a la Fuente
de Agua Viva (Juan 4.14). El Señor oyó al joven en el desierto y cuando nos
parece que estamos en un desierto espiritual debemos recordar que nuestro Dios
vive, nos ve, y nos oye, y Él es nuestro amparo. “Acerquémonos, pues,
confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia
para el oportuno socorro” (Hebreos 4.16).
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