Ahitofel era consejero del rey, y Husai arquita amigo del rey. 1 Crónicas 27.33 Dijo David: Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel. Cuando David llegó a la cumbre del monte para adorar allí a Dios, he aquí Husai arquita que le salió al encuentro, rasgados sus vestidos y tierra sobre su cabeza. 2 Samuel 15.31,32
Los
nombres de Ahitofel y Husai figuran lado a lado en los versículos cortos que
hemos citado arriba, ambos hombres asociados íntimamente con David. Las crisis
iban a manifestar, sin embargo, que eran hombres muy diferentes el uno del
otro. La actitud de cada cual iba a mostrar lo que había en su corazón.
El traidor
“Ahitofel
era consejero del rey”, una posición que recibió por su conocimiento y
percepción. “El consejo que daba Ahitofel en aquellos días, era como si se consultase
la palabra de Dios ... tanto con David como con Absalón”, 2 Samuel 16.23. ¡Él
podía hacer a la gente creer que Dios le había dado lo que estaba diciendo!
Siempre
hay el peligro de que hombres ocupen un cargo, o tengan una responsabilidad,
sólo por la inteligencia o habilidad que poseen. Hay quienes cuentan con una
capacidad de exponer las Escrituras sin sentirlas ellos mismos, y menos haber
vivido lo que exponen. Sus hechos contradicen sus palabras.
El
momento de prueba llegó para Ahitofel. Él estaba buscando la popularidad y el
ensalzamiento propio, y vio en la rebelión de Absalón su oportunidad de
promover sus fines. Mostró ser oportunista; dio la espalda a su rey y se juntó
con el traidor. Los primeros versículos de 2 Samuel 17 revelan que este hombre
estaba desprovisto de lealtad hacia aquel que profesaba servir. No sólo dio
consejo satánico al rebelde Absalón, sino que estaba dispuesto hacerle
personalmente a David lo que había ideado: “Mataré al rey solo”.
Cuando
el motivo en servicio es amor al Señor Jesucristo y para el pueblo de Dios, uno
resistirá la prueba, pero cuando ha habido un motivo oculto, como “los que
quieren agradar en la carne”, Gálatas 6.12, o uno busca la alabanza de los
hombres, la tal persona va rumbo al desastre.
Ahitofel fue
un peligro disfrazado; su nombre quiere decir “hermano de la impiedad”, y así
era. Es de temer que él, como consejero al rey, había influenciado fuertemente
la manera de pensar de muchas personas. Finalmente, cuando su consejo fue
rechazado y el de Husai prevaleció, Ahitofel se sintió herido. Habiendo vivido
para exaltarse a sí mismo, encontró la humillación más de lo que pudo aguantar.
Se ahorcó, 2 Samuel 17.23.
El fiel
“Husai
arquita [era] amigo del rey”. Si Ahitofel llegó a ser consejero por lo que había
en su cabeza, Husai llegó a ser amigo por lo que había en su corazón. Él tenía
amor y devoción para el rey.
Uno
de los significados de su nombre es “lealtad”, y este hombre sí era leal cuando
el otro se mostró engañoso. El valor de su amor y fidelidad a David se
manifestó inmediatamente después de que el rey había orado en su agonía,
“Entorpece ahora, oh Jehová, el consejo de Ahitofel”. En la emergencia de la
rebelión, él fue el hombre para el momento de necesidad.
David
está huyendo. Le sale al encuentro Husai, sus vestidos rasgados y su cabeza
cubierta de tierra en señal de simpatía por el rey y participación en su
reproche. Él quería acompañarle, pero David le explica, “Si pasares conmigo, me
serás carga”.
Él no
toma ofensa ante esta reacción inesperada, sino somete su voluntad a la de su
amigo. Sin una palabra de respuesta, Husai se manifiesta dispuesto a renunciar
el privilegio de acompañar al rey; al contrario, pone a su propia vida en
riesgo al dirigir sus pasos hacia el campamento del enemigo.
Termina
este capítulo — 2 Samuel 15 — dándole su título de honor: “Así vino Husai amigo
de David a la ciudad ...”
Judas y Juan
En el Nuevo
Testamento encontramos dos hombres asociados con nuestro Señor Jesucristo
quienes por dentro eran muy opuestos entre sí.
Judas era
como Ahitofel: sagaz, y aparentemente impulsado por motivos bajos. El andaba
con Jesús por lo que podía sacar del “negocio”. Las Escrituras le presentan
como avaro y ladrón. Y, como Ahitofel, era hombre peligroso, siendo todo cabeza
y nada corazón. Nuestro Señor lo llamó un hijo de perdición, y él, como el
consejero de David, se ahorcó; Mateo 26.5.
Por
el otro lado nos llama la atención el carácter noble de Juan el apóstol. Por
naturaleza era un “hijo del trueno” pero parece que con el correr del tiempo se
acercó más y más al Señor. El absorbió la manera de ser del Señor hasta ser “el
apóstol del amor”. En su primera epístola él testifica de su intimidad con él:
“... lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos
contemplado y palparon nuestras manos ...”
En
aquella noche inolvidable cuando se celebró la última pascua, este amigo se
acostó al lado de Jesús; ¡él no ha podido estar más cerca! En otra ocasión
Pedro siguió de lejos, pero Juan “entró con Jesús”, Juan 18.15. Fue como Husai:
entró en el campamento del enemigo, arriesgando su vida por amor a su señor.
Finalmente,
vemos la consumación de ese amor cuando Juan se queda al pie de la cruz con ese
grupito de damas fieles y recibe por recompensa ese clamor, “He ahí tu madre”.
Nosotros
Como
David, tenemos que clamar, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y
conoce mis pensamientos”, Salmo 139.23. Sólo Él nos puede revelar si son puros
nuestros motivos en el servicio suyo. El sabrá si hay primero y ante todo el
amor de Cristo que constriñe, 2 Corintios 5.14; el amor por las almas que van a
la perdición; y, el amor por el pueblo de Dios que se manifiesta en servicio
honesto en bien de ellos.
“En
los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Habrá hombres ... que tendrán la
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella”, 2 Timoteo 3.1,5. Hay
necesidad de discernimiento espiritual en cuanto a la identidad de los que
ministran la Palabra. David, refiriéndose a Ahitofel, escribió, “Los dichos de
su boca son más blandos que mantequilla, pero guerra hay en su corazón”, Salmo
55.21. Han habido muchos que cautivaron los corazones pero resultaron haber sembrado
semillas de discordia y dañado el testimonio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario