La Reina de Saba “Ni aún se me dijo la mitad… Jehová
tu Dios sea bendito” (1 Reyes 10:7, 9).
La historia está en 1 Reyes
10:1-13 y 2 Crónicas 9:1-12.
La primera reina mencionada en la Biblia es la reina del
país de Saba (que ahora es Yemen, al sur de Arabia). Jesucristo dijo que ella
“vino de los fines de la tierra”.
Oyendo la fama que Salomón había alcanzado “por el nombre
de Jehová” y de lo muy sabio y poderoso que era, ella decidió ir y ver por sí
misma la grandeza de aquel rey. Era una mujer inteligente y preparó una lista
de preguntas difíciles antes de ir a conocerlo. La verdadera sabiduría va
acompañada de humildad.
La reina llevó consigo un gran séquito, camellos cargando
especias, oro y piedras preciosas, además de comida. Sentada sobre un camello,
ella emprendió un viaje de más de 3,000 kilómetros en busca de la sabiduría.
Cualquiera que viese pasar esa caravana sabría que la reina de Saba se dirigía
a Jerusalén para consultar al gran rey Salomón.
Finalmente llegaron y vieron la ciudad, el palacio del
rey, sus hermosos jardines, y lo más importante, el templo de su Dios con sus
sacrificios. La reina sentía confianza y pudo decirle al rey todo lo que ella
tenía en su corazón. “Salomón le contestó todas sus preguntas, y nada hubo que
el rey no le contestase”.
Cuando oyó la sabiduría de Salomón y vio la grandeza de
sus edificios y de los holocaustos para la adoración a Dios, se quedó asombrada
y dijo: “Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero
yo no lo creía hasta que he venido, y mis ojos lo han visto”.
“Bienaventurados
tus hombres… que están continuamente delante de ti”, exclamó la reina, oyendo
su sabiduría y observando que los ciudadanos de Israel eran los más felices del
mundo. Rebosando de admiración dijo que ni la mitad de eso había oído ella en
su tierra y cuánto superaba la realidad a la fama de lo que ella había oído.
¡Qué hermoso cuadro para nosotras! Como la reina de Saba
le expresó a Salomón todo lo que tenía en su corazón, el Señor nos invita a
acercarnos a Él en oración y hallar la sabiduría divina. Los siervos estaban
siempre delante del rey Salomón, y Dios nos anima a nosotras a disfrutar de su
comunión diaria. “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón
de hombre son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios
2.9).
La reina de Saba tuvo la sabiduría para reconocer la mano
de Dios en la vida de Salomón y alabó al Señor. Pero no hay evidencia de que
aquella mujer se haya convertido de sus dioses paganos para adorar al Dios de
Salomón. Su reconocimiento de Dios no implica que lo aceptara. Ojalá que las
verdades espirituales hayan hallado un lugar en el corazón de esta reina y que
su visita al rey Salomón la haya conducido a una relación personal con el
Señor.
Muchos años después, el Señor Jesucristo les dijo a los
fariseos:
“La reina del Sur se levantará en el juicio con esta
generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír
la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar” (Mateo
12.42). Esa mujer hizo un viaje largo para poder oír las palabras de un hombre.
Aquellos fariseos podían recibir las palabras de vida de la boca del Hijo de
Dios allí donde estaban. Pero rechazaron su oferta de salvación y les espera la
condenación.
Como dijo el apóstol Pablo: “Ciertamente no está lejos de
cada uno de nosotros” (Hechos 17:27). “Cerca de ti está la palabra, en tu boca
y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confesares
con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó
de los muertos, serás salvo” (Romanos 10.8-9).
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